CAPÍTULO TRECE
(Tomado del libro “La pascua Cristiana”)
CUÁNDO Y POR QUÉ FUE INSTITUIDO EL SACRIFICIO DE LA PASCUA EN EL TEMPLO—PARTE DOS
Por
Fred Coulter
La primera Pascua que observaron los hijos de Israel fue meramente una observancia doméstica, como está registrado en Éxodo 12. La segunda Pascua, la cual tomó lugar en el lugar desolado, fue observada exactamente de la misma manera, así como todas las Pascuas que fueron guardadas durante los 40 años de vagar en el desierto (Números 9). Desde el tiempo en que los hijos de Israel fueron introducidos en la Tierra Prometida hasta el tiempo en que fueron llevados en cautiverio a Babilonia, solamente encontramos dos instancias en las Escrituras de una Pascua que no fue una observancia doméstica. En el capítulo anterior, estudiamos la primera observancia de la Pascua que estuvo centrada en el templo, la cual tuvo lugar durante el reinado de Ezequías. La segunda de tal observancia tuvo lugar en los días del rey Josías. Esta segunda Pascua centrada en el templo fue precedida por el periodo más largo de idolatría y paganismo en toda la historia de Judá, cuando el pueblo fue guiado a las profundidades de la depravación por el rey Manasés. El registro Escritural del reinado de Manasés claramente ilustra el escenario histórico que llevó a la observancia de la Pascua centrada en el templo durante el reinado de Josías.
Los desenfrenos de Manasés
Manasés fue el hijo del rey Ezequías. Como ha registrado la Biblia repetidas veces, el hijo de un rey justo muchas veces se desviaba de los caminos de su padre y se volvía terriblemente malvado. Tal fue el caso de Manasés. Sin duda fue el peor rey y el más malvado en toda la historia de Israel y Judá. Su reinado es significativo porque preparó el escenario para las reformas de Josías. Las Escrituras dan el siguiente registro de las prácticas malvadas de Manasés:
“Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar. Y reinó cincuenta y cinco años en Jerusalén. Y el nombre su madre era Hepziba. E hizo lo que era malo en la vista del SEÑOR tras las abominaciones de los paganos a quienes el SEÑOR echó delante de los hijos de Israel porque construyó nuevamente los lugares altos los cuales su padre Ezequías había destruido. Y erigió altares para Baal e hizo una arboleda como Acab rey de Israel hizo. Y adoró a todos los ejércitos del cielo y les sirvió. Y construyó altares en la casa del SEÑOR de la cual el SEÑOR dijo, “En Jerusalén pondré Mi nombre.”
“Luego construyó altares para todo el ejército de los cielos en las dos cortes de la casa del SEÑOR. E hizo a su hijo pasar a través del fuego y observó tiempos y usaba brujería. Y trató con espíritus familiares y magos. Él obró mucha maldad en la vista del SEÑOR para provocarlo a ira. Y colocó una imagen grabada de la arboleda la cual él había hecho en la casa de la cual el SEÑOR había dicho a David y a Salomón su hijo, “En esta casa, y en Jerusalén, la cual he escogido de todas las tribus de Israel, Yo pondré Mi nombre por siempre. ...Y Manasés los sedujo para hacer mas maldad que las naciones hicieron a quienes el SEÑOR destruyó delante de los hijos de Israel.
“Y el SEÑOR habló por Sus siervos los profetas, diciendo, “Porque Manasés rey de Judá ha hecho estas abominaciones, haciendo más malvadamente que todo lo que los Amorreos hicieron, quienes estaban antes de él, y ha hecho a Judá también pecar con sus ídolos, por tanto, así dice el SEÑOR Dios de Israel, ‘He aquí, estoy trayendo mal sobre Jerusalén y Judá, de modo que quien escuche de esto ambos de sus oídos zumbarán. Y extenderé sobre Jerusalén la linea de Samaria y la linea de medición de la casa de Acab. Y limpiaré Jerusalén como un plato es limpiado, limpiándolo y volteándolo al revés. Porque abandonaré el remanente de Mi herencia y los entregaré en la mano de sus enemigos. Y llegarán a ser una presa y un despojo para todos sus enemigos porque han hecho lo que es malo en Mi vista, y Me han provocado a ira desde el día que sus padres salieron de Egipto incluso hasta este día.’ ”
“Más aun, Manasés también derramó muchísima sangre inocente hasta que había llenado a Jerusalén de un fin al otro; además de su pecado con el cual hizo pecar a Judá en hacer lo malo a la vista del SEÑOR” (II Reyes 21:1-16).
En toda la historia de Israel y Judá, nunca hubo una sociedad más depravada que la que fue creada por Manasés. Las Escrituras han preservado el registro de los males y las idolatrías repugnantes cometidos personalmente por Manasés al profanar el templo con sus ídolos y pasando a sus hijos por el fuego a Moloc—una práctica abominable a la que sedujo al pueblo para que la siguieran. Tal comportamiento tan vil hace que nuestras mentes retrocedan cuando imaginamos esas horribles escenas. Pero los pecados de Manasés y su pueblo no fueron los primeros en provocar la ira de Dios. Un punto clave hecho en esta narración del reinado de Manasés es el hecho de que los hijos de Israel y Judá habían estado provocando la ira de Dios desde el día que dejaron Egipto. Este factor tiene que ser tenido en cuenta mientras empezamos a estudiar el resurgimiento instituido por Josías y el registro de su Pascua centrada en el templo.
El resurgimiento de Josías
Después de que Manasés murió, su hijo de veintidós años Amón reinó por dos años. Amón fue tan cruel y malvado como su padre. Su malvado reinado terminó cuando “…sus siervos conspiraron contra él y lo mataron en su propia casa. Pero el pueblo de la tierra mató a todos aquellos que conspiraron contra el rey Amón. Y el pueblo de la tierra hizo a su hijo Josías reinar en su lugar” (II Crónicas 33:24-25).
Temprano en su reinado, Josías abandonó las prácticas idólatras de su malvado padre Amón y empezó a adorar al Señor, siguiendo el justo ejemplo de su ancestro David: “Josías tenía ocho años cuando comenzó a reinar, y reinó en Jerusalén treinta y un años. E hizo lo recto en la vista del SEÑOR, y caminó en los caminos de David su padre, y no se apartó a la derecha ni a la izquierda. Porque en el octavo año de su reinado, mientras era aún joven, comenzó a buscar al Dios de David su padre. Y en el doceavo año comenzó a limpiar Judá y Jerusalén de los lugares altos, y las arboledas, y las imágenes talladas, y las imágenes moldeadas. Y derribaron los altares de Baalim en su presencia. Y él cortó las imágenes, las cuales estaban en alto sobre ellas, y las arboledas. Y las imágenes talladas y las imágenes moldeadas también quebró en pedazos, e hizo polvo de ellas, y lo esparció sobre las tumbas de los que habían sacrificado a ellas. Y quemó los huesos de los sacerdotes sobre sus altares y limpió Judá y Jerusalén” (II Crónicas 34:1-5).
Este registro muestra el trabajo extenso que Josías tuvo que realizar para eliminar todos los dioses falsos, las imágenes e ídolos de la ciudad de Jerusalén y la tierra de Judá. Detalles adicionales de la limpieza de Josías de la tierra están registrados en II Reyes 23.
Cuando se completó la limpieza de la tierra, Josías se encargó de reparar la casa de Dios. Mientras la obra comenzaba, Hilcías el sumo sacerdote encontró el Libro de la Ley, el cual había estado perdido por muchos años. Cuando Safan leyó los mandatos de Dios, y las maldiciones que caerían sobre aquellos que desobedecieran, Josías rasgó sus vestiduras en angustia y arrepentimiento. Él le ordenó a Hilcías y a Safan que fueran a Hulda la profetiza, quien también era guarda de las vestiduras en Jerusalén, a consultar la palabra del SEÑOR acerca de todas las maldiciones pronunciadas contra el pueblo y la tierra por causa de sus pecados. Este es el mensaje que el Señor le envió de vuelta a Josías:
“‘Así dice el SEÑOR Dios de Israel concerniente las palabras que has escuchado, “Porque tu corazón fue tierno y te humillaste delante tu Dios cuando escuchaste Sus palabras en contra de este lugar y en contra de su pueblo, y te humillaste delante de Mí, y rasgaste tus vestidos y lamentaste delante de Mí, Yo incluso también te he oído,” dice el SEÑOR. “He aquí, te reuniré a tus padres, y serás reunido a tu tumba en paz, ni tus ojos verán todo el mal que traeré sobre este lugar y sobre su pueblo.” ’ ” Y ellos llevaron al rey palabra nuevamente” (II Crónicas 34:26-28).
Después de recibir este mensaje, Josías en su celo hizo un pacto con Dios, y obligó a los líderes y al pueblo de Judá a entrar en este pacto. Justo como Ezequías había hecho, Josías usó la autoridad y el poder de su realeza para asegurarse que el pueblo serviría al Señor su Dios. En vista del inminente juicio de Dios, el reino de Judá estaba en un estado de emergencia nacional, y Josías actuó en consecuencia. Ya que él buscó a Dios con todo su corazón y volvió al pueblo de su grave idolatría, el juicio de Dios sobre la nación fue pospuesto. El registro Escritural muestra la manera en que Josías buscó al Señor de todo corazón:
“Y el rey envió y reunió juntamente a todos los ancianos de Judá y Jerusalén. Y el rey subió a la casa del SEÑOR, y todos los hombres de Judá, y el pueblo de Jerusalén, y los sacerdotes, y los Levitas, y toda la gente desde el grande hasta el pequeño. Y leyó en sus oídos todas las palabras del Libro del Pacto que fue encontrado en la casa del SEÑOR. Y el rey permaneció en su lugar e hizo un pacto delante del SEÑOR para caminar tras el SEÑOR y guardar Sus mandamientos y Sus testimonios y Sus estatutos con todo su corazón y con toda su alma, para ejecutar las palabras del pacto las cuales están escritas en este libro.
“Y él hizo que todos quienes fueron encontrados en Jerusalén y en Benjamín, y el pueblo de Jerusalén, permanecer en el de acuerdo al pacto de Dios, el Dios de sus padres. Y Josías quitó todas las abominaciones de todos los territorios que pertencían a los hijos de Israel. E hizo [él personalmente vio que se ejecutara este pacto] que todos quienes estaban presentes en Israel servir, incluso servir al SEÑOR su Dios. Todos sus días no se apartaron de seguir al SEÑOR, el Dios de sus padres” (versos 29-33).
Después de establecer este pacto con Dios, Josías comenzó una gran reforma, limpiando la tierra de todas las imágenes e ídolos paganos. La limpieza de la tierra comenzó con el templo en Jerusalén. El registro de esta limpieza, como está registrada en II Reyes 23, muestra cómo el pueblo de Judá había contaminado terriblemente la casa misma de Dios. El registro es dado aquí para mostrar las profundidades de la podredumbre espiritual y la degradación moral a la cual había descendido el pueblo durante los reinados malvados de Manasés y Amón:
“Y el rey ordenó a Hilcías el sumo sacerdote, y a los sacerdotes del segundo orden, y a los porteros, sacar del templo del SEÑOR todas las vasijas las cuales fueron hechas para Baal, y para la arboleda, y para todo el ejército del cielo. Y las quemó fuera de Jerusalén en los campos de Cedrón y cargó las cenizas de ellas a Betel. Y removió a los sacerdotes adoradores de ídolos, a quienes los reyes de Judá habían ordenado quemar incienso en los lugares altos en las ciudades de Judá, y en los lugares alrededor de Jerusalén. Él también removió a aquellos que quemaban incienso a Baal, al sol, y a la luna, y a los planetas, y a todo el ejército de los cielos.
“Y sacó la imagen de Asera de la casa del SEÑOR afuera de Jerusalén al arroyo Cedrón, y la quemó en el arroyo Cedrón, y la pisoteó a polvo, y tiró el polvo de ella sobre las tumbas de los sacerdotes de los hijos del pueblo. Y derribó las casas de los sodomitas, las cuales estaban por la casa del SEÑOR, donde las mujeres tejían coberturas para la arboleda. Y sacó a todos los sacerdotes de las ciudades de Judá y profanó los lugares altos donde los sacerdotes habían quemado incienso, desde Geba hasta Beerseba. Y derribó los lugares altos de las puertas… Y profanó Tofet, en el valle de los hijos de Hinom, de modo que ningún hombre pudiera hacer a su hijo o su hija pasar a través del fuego a Moloc” (II Reyes 23:4-10).
Josías purgó profundamente toda el área del templo y toda el área de Jerusalén de todos los altares idólatras e imágenes paganas: “Y los altares los cuales estaban en la cima del cuarto superior de Acaz, el cual los reyes de Judá habían hecho, y los altares los cuales Manasés había hecho en las dos cortes de la casa del SEÑOR, el rey los arrancó de allí, y los aplastó. Y tiró el polvo de ellos en el arroyo Cedrón. Y los lugares altos los cuales estaban delante de Jerusalén a la mano derecha del Monte de Corrupción, los cuales Salomón el rey de Israel había construido para Astoret la abominación de los Sidonios, y para Quemos la abominación de los moabitas, y para Milcom la abominación de los hijos de Amón, el rey profanó. Y quebró las imágenes en pedazos, y cortó las arboledas, y llenó sus lugares con los huesos de hombres” (versos 12-14).
Luego Josías cumplió la profecía dada en I Reyes 13 de la destrucción del altar en Betel, el cual Jeroboam había construido y dedicado: “Mas aún el altar el cual estaba en Betel, y el lugar alto el cual Jeroboam el hijo de Nabat, quien hizo pecar a Israel, había hecho, ambos aquel altar y el lugar alto él derribó, y quemó el lugar alto; lo pisoteó a polvo, y quemó las arboledas. Luego mientras Josías volvía, observó las tumbas las cuales estaban allí en la montaña. Y envió y sacó los huesos de las tumbas, y los quemó sobre el altar y lo profanó, de acuerdo a la palabra del SEÑOR la cual el hombre de Dios había proclamado, quien había predicho estas cosas.… Y también todas las casas de los lugares altos en las ciudades de Samaria, las cuales los reyes de Israel habían hecho para provocar al Señor a ira, Josías quitó, e hizo con ellos de acuerdo a todas las obras que él había hecho en Betel. Y sobre los altares mató a todos los sacerdotes de los lugares altos los cuales estaban allí, y quemó huesos de hombres sobre ellos, y regresó a Jerusalén” (II Reyes 23:15-20).
La Pascua de Josías
El registro del reinado de Josías en II Crónicas 34 muestra que la purificación de toda la tierra de Judá fue completada en seis años (versos 3, 8). Tan grandiosa como había sido esta tarea, Josías sabía que sería una tarea aun mayor el purgar los corazones del pueblo de su mentalidad idolatra arraigada.
Como en el tiempo de Ezequías, Josías pidió que se guardara una Pascua obligatoria en Jerusalén. Esta fue una medida de emergencia para evitar las maldiciones que Dios había pronunciado a causa de los pecados del pueblo. Era un llamado al arrepentimiento nacional y ¡volverse a Dios! Esta Pascua debía ser supervisada por los sacerdotes y los levitas en Jerusalén para asegurarse de que el pueblo no volviera a su paganismo habitual. Examinemos el registro de esta Pascua centralizada: “Y Josías guardó una Pascua al SEÑOR en Jerusalén. Y ellos mataron la Pascua en el catorceavo día del primer mes” (II Crónicas 35:1).
Como en el registro de la Pascua de Ezequías, de nuevo encontramos que “ellos mataron la Pascua en el catorceavo día del primer mes.” Y como en el primer registro de una Pascua centralizada, la frase ben ha arbayim o “entre las dos noches,” no está incluida. Los siguientes versos indican que el registro está describiendo una observancia en la porción diurna del 14. La descripción del sacrificio no se ajusta con las ordenanzas que Dios estableció para la observancia doméstica de la Pascua. No hay ninguna mención de los corderos siendo matados por “toda la asamblea de la congregación de Israel,” como en Éxodo 12. Más bien el registro da una descripción detallada de la matanza de los corderos en el templo por los levitas, y el rociar la sangre contra el altar por los sacerdotes. La frase faltante ben ha arbayim, y el hecho de que toda la narración está centrada en el templo, muestra que el sacrificio fue conducido en la porción diurna del 14, en preparación para una observancia en la noche del 15.
Una declaración posterior en el registro Escritural muestra que los sacrificios no fueron comidos sino hasta la noche del 15. El registro nos dice que los sacerdotes tenían tantos sacrificios para preparar, que “estuvieron ocupados ofreciendo las ofrendas quemadas y la grasa hasta el anochecer” (verso 14). El hecho de que los sacrificios no se completaron sino “hasta el anochecer” muestra que el pueblo no los comía en la porción diurna del 14, sino en la noche del 15.
Mientras leemos el registro en II Crónicas 35, encontramos que toda la ceremonia era conducida por los sacerdotes y los levitas, quienes estuvieron en sus lugares para servir en el altar, ofreciendo sacrificios y llevando a cabo todas las tareas que fueron asignadas a sus cursos (versos 2-5). Noten la exhortación de Josías a los levitas: “Y maten la Pascua, y santifíquense, y preparen a sus hermanos de modo que puedan hacer de acuerdo a la palabra del SEÑOR por la mano de Moisés.” Y Josías dio al pueblo del rebaño, corderos y cabritos, todo para las ofrendas de Pascua, para todos quienes estaban presentes, hasta el número de treinta mil, y tres mil bueyes. Estos eran de lo que el rey poseía” (versos 6-7).
Este verso es significativo porque los novillos y los bueyes nunca debían usarse para el sacrificio de la Pascua. Dios había mandado que los animales para el sacrificio de la Pascua fueran seleccionados de las ovejas o de las cabras (Éxodo 12:5). Los bueyes que Josías le dio al pueblo no eran para el sacrificio de la Pascua mismo. Estas “ofrendas de la Pascua,” debían ser sacrificadas por los sacerdotes y los levitas como ofrendas encendidas, ofrendas de paz y ofrendas de gracias. Los sacerdotes recibieron “…para las ofrendas de Pascua dos mil seiscientas ovejas, y trescientos bueyes.” Y los levitas recibieron “…para las ofrendas de Pascua cinco mil ovejas y quinientos bueyes” (II Crónicas 35:8-9).
Estos animales tanto del rebaño como de la manada eran ofrecidos como ofrendas quemadas, ofrendas de paz y ofrendas de gracias. Eran ofrecidos en la noche del 15 y cada noche durante la Fiesta de Panes sin Levadura. El hecho de que sean llamadas “ofrendas de la Pascua” indica que, durante este tiempo en la historia, toda la Fiesta de Panes sin Levadura empezó a ser llamada “Pascua.”
Como muestra el registro, las ovejas eran traídas al templo para ser sacrificadas por los sacerdotes y los levitas y la sangre de las ovejas era rociada contra el altar en la forma en que era practicada para las ofrendas de paz y las ofrendas de gracias. Esto se hacía por el mandato de Josías: “Así el servicio fue preparado, y los sacerdotes permanecieron en su lugar, y los Levitas en sus cursos, de acuerdo al mandamiento del rey. Y mataron las ofrendas de Pascua, y los sacerdotes rociaron la sangre desde sus manos, y los Levitas los desollaron [los cortaron y les sacaron las entrañas]. Y removieron las ofrendas quemadas [la grasa interior y los órganos genitales] de modo que pudieran dar, de acuerdo a las divisiones de las familias del pueblo, para ofrecer al SEÑOR como está escrito en el libro de Moisés; e hicieron así a los bueyes” (versos 10-12).
El sacrificio que era realizado por los sacerdotes y los levitas en este registro no era conducido de acuerdo a las ordenanzas que Dios le dio a Moisés para la observancia de la Pascua. Las ordenanzas de la Pascua que Dios le entregó a Moisés están registradas en el libro de Éxodo, el cual es el segundo libro en el Pentateuco, o el “Libro de la Ley.” Aquellas ordenanzas de Dios no instruyen a los sacerdotes y levitas a sacrificar los corderos de Pascua y rociar la sangre en el altar, ni a quemar la grasa y otras partes. La frase “como está escrito en el libro de Moisés” no se está refiriendo a las ordenanzas para la Pascua, sino a las ordenanzas que Dios estableció para las ofrendas de paz, lo cual requería que la sangre del animal del sacrificio fuera rociada contra el altar y que la grasa y ciertos órganos sean quemados en el altar (Levítico 3). La forma en que se mataron los corderos en la Pascua de Josías se ajusta a los requisitos de Dios para las ofrendas de paz y las ofrendas de gracias, las cuales siempre eran sacrificadas por los levitas y los sacerdotes. Los bueyes eran sacrificados de la misma manera que los corderos, con la excepción que estos animales más grandes eran cortados en porciones.
Después de relatar el sacrificio de los corderos y los bueyes, el registro describe la forma en que eran cocinados: “Y asaron [hebreo bashal], la pascua con fuego de acuerdo a la ordenanza; y las ofrendas sagradas hirvieron en ollas [hebreo bashal], y en calderas, y en sartenes y las llevaron rápidamente a todos los hijos del pueblo” (verso 13 SPJA).
Noten que la palabra hebrea bashal es usada dos veces en este verso, y es traducida tanto como “asado” y como “hervido.” Mientras que es completamente correcto traducir bashal como “hervir,” no es correcto traducir bashal como “asado.” Bashal es usada en la Escritura para indicar la acción de cocinar y específicamente cocinar al hervir en agua (Brown, Driver, Briggs, Lexicón Hebreo e Inglés del Antiguo Testamento).
Bashal nunca es usada para indicar el acto de asar. El uso de la palabra “asaron” en II Crónicas 35:13 es una descarada mala traducción del texto hebreo. Bashal es usada por primera vez en este verso para indicar que los sacrificios eran cocinados sobre el fuego y después para indicar que la cocción se realizaba al hervir la carne de los animales en ollas y sartenes. Ninguno de estos sacrificios fue asado, como Dios había mandado para el sacrificio de los corderos de la Pascua (Éxodo 12:9).
La traducción correcta dice: “E hirvieron las ofrendas de Pascua sobre el fuego de acuerdo a la ley. Y las ofrendas santas hirvieron en ollas, y en teteras, y en sartenes, y las dividieron rápidamente entre la gente” (II Crónicas 35:13).
Esta descripción de los sacrificios en la Pascua de Josías no incluye el asar los corderos de Pascua, como es falsamente indicado por la traducción errónea de bashal en el verso 13. Aquellos que malinterpretan este registro como si se aplicara exclusivamente al sacrificio de los corderos de la Pascua están ignorando completamente las referencias a las ofrendas de tanto el rebaño como de la manada. Como muestra el registro, el número de animales era tan grande que el sacrificio no fue completado sino hasta la noche del 15 (verso 14). Los detalles que se dan en el registro dejan claro que esta observancia no estaba limitada al día de la Pascua, sino que se extendía a la Fiesta de Panes sin Levadura.
La Pascua de Josías no fue una Pascua ordinaria. ¡Era un llamado al arrepentimiento nacional! El registro Escritural de la Pascua de Josías muestra que esta segunda observancia centrada en el templo fue aún más grandiosa y más espectacular que la de Ezequías: “Y los hijos de Israel quienes estaban presentes guardaron la Pascua en aquel tiempo y la Fiesta de Panes sin Levadura por siete días. Y no hubo Pascua como esta guardada en Israel desde los días de Samuel el profeta. Sí, ninguno de los reyes de Israel guardó tal Pascua como guardó Josías, y los sacerdotes y los Levitas, y toda Judá e Israel quienes estaban presentes, y el pueblo de Jerusalén” (versos 17-18).
En el tiempo de la Pascua de Josías, la condición espiritual del pueblo de Judá estaba tan degenerada como en los días de Ezequías. El pueblo se había vuelto tan corrupto por el paganismo y estaban tan habituados a adorar a otros dioses, especialmente a Baal y a Asera, que Josías no podía confiar en que ellos observarían la Pascua de acuerdo a los mandatos de Dios en Éxodo 12. Al enfrentarse con estas circunstancias, Josías eligió la misma solución que Ezequías había elegido—una Pascua centrada en el templo con sacerdotes y levitas oficiando en los sacrificios. Las Escrituras muestran claramente que, en ambos casos estas Pascuas fueron “de acuerdo al mandato del rey,” y NO DE ACUERDO AL MANDATO DE DIOS.
Al escribir el libro de II Crónicas, Esdras nos ha dado un registro detallado de las Pascuas centradas en el templo de Ezequías y Josías. Como fue declarado previamente, en el registro paralelo de la vida de Ezequías en II Reyes 18-20, no hay ningún registro de su Pascua histórica. Si no fuera por los escritos de Esdras, probablemente tomados de otras historias de los reyes, no habríamos sabido de la Pascua de Ezequías. Ya que Esdras preservó el registro, sabemos que fue una Pascua centrada en el templo y que fue observada por el mandato del rey. Similarmente, Esdras ha preservado para nosotros la historia completa de la Pascua de Josías. El registro de la Pascua de Josías centrada en el templo, como fue registrada por Esdras en II Crónicas 35 solamente es mencionada brevemente en el libro de II Reyes:
“Y el rey ordenó a todo el pueblo diciendo, “Preparen la Pascua al SEÑOR su Dios como está escrito en el libro del pacto.” Ciertamente no fue celebrada tal Pascua desde los días de los jueces quienes juzgaron Israel, ni en todos los días de los reyes de Israel, ni de los reyes de Judá. Pero en el año dieciochoavo del Rey Josías, esta Pascua fue celebrada al SEÑOR en Jerusalén” (II Reyes 23: 21-23).
Aunque Ezequías y Josías tuvieron las razones más urgentes y convincentes para centralizar la Pascua en el templo en Jerusalén, es importante recordar que estas observancias en el templo no se ajustaban a los mandatos de Dios en Éxodo 12. Estas Pascuas fueron observadas en el templo “de acuerdo al mandato del rey.” El hecho de que Dios aceptara estas Pascuas no significa, por ningún motivo, que Él rescindió Sus ordenanzas para la Pascua, las cuales requerían la matanza de los corderos por la cabeza de cada familia “entre las dos noches,” o ben ha arbayim. ¡El mandato de Dios para un sacrificio doméstico de los corderos de la Pascua al principio del 14 no fue anulado por el mandato del rey! Aunque la observancia de la Pascua centrada en el templo fue una gran mejoría sobre la adoración pagana de Baal y Asera, y fue fundamental en volver al pueblo de nuevo a la adoración de Dios, estas observancias centradas en el templo quedaron cortas de las ordenanzas que Dios había mandado.
Si no fuera por los registros detallados de Esdras en el libro de II Crónicas, no conoceríamos los eventos históricos que llevaron a la centralización de la Pascua en el templo. Pero la evidencia está ahí para que todos la vean. Preservado en las páginas de las Santas Escrituras está el registro de que este cambio en la observancia de la Pascua NO FUE INSTITUIDO POR DIOS sino por los reyes de Judá.
Fallando en entender las circunstancias históricas que llevaron al sacrificio de la Pascua en el templo, el judaísmo actual afirma que esta tradición fue instituida por Dios mismo. Sin embargo, las Escrituras exponen que esta afirmación es absolutamente falsa. Los registros de II Crónicas 30 y 35 claramente muestran que la decisión de centralizar la Pascua fue hecha por los reyes de Judá y NO POR UN MANDAMIENTO DE DIOS. Estas observancias en el templo representaban un cambio dramático de los mandamientos que Dios le había entregado a Moisés, como está registrado en el Libro de la Ley. Los reyes de Judá aparentemente eligieron hacer este cambio por causa de la historia idólatra del pueblo y su patrón de rebelión contra Dios. Dejados a sí mismos, no se podía confiar en que el pueblo seguiría a Dios con corazones dispuestos. Ellos necesitaban la mano fuerte del rey para ejecutar la obediencia. Como Dios había dicho, “Me han provocado a ira desde el día que sus padres salieron de Egipto.” Moisés testificó de rebelión continua del pueblo en los años que siguieron el éxodo: “Y cuando el SEÑOR los envió desde Cades Barnea, diciendo, ‘Suban y posean la tierra la cual les he dado,’ entonces se rebelaron en contra del mandamiento del SEÑOR su Dios, y no le creyeron, ni escucharon Su voz. Ustedes han sido rebeldes en contra del SEÑOR desde el día que los conocí” (Deuteronomio 9:23-24).
Fue la larga historia de idolatría y de rebelión del pueblo en contra de Dios lo que llevó a los cambios en la ceremonia de la Pascua del Antiguo Testamento durante los días de Ezequías y Josías. Estos dos reyes de Judá hicieron obligatoria una Pascua centrada en el templo porque el pueblo había abandonado a Dios y había ido prostituyéndose tras otros dioses. Ya que no se podía confiar en ellos para sacrificar la Pascua en sus propias casas, se les ordenó ir al templo, donde la ceremonia era supervisada por los sacerdotes y los levitas. Aunque estas observancias centralizadas eran contrarias a las ordenanzas de Dios para la Pascua, Él reconoció estas Pascuas centradas en el templo porque el pueblo se estaba arrepintiendo y lo estaba adorando a Él en lugar de los ídolos paganos de las naciones a sus alrededores. Su aceptación de estas Pascuas no significa que la observancia de la Pascua en el templo hubiera reemplazado las ordenanzas que están registradas en Éxodo 12.
Las Pascuas centradas en el templo que fueron ordenadas por Ezequías y Josías no abolieron el mandato de Dios para una observancia doméstica de la Pascua al principio del día 14. Esta ordenanza de Dios seguía en efecto. Sin embargo, desde este punto de vista en la historia judía, empezaron a practicarse simultáneamente dos observancias de la Pascua: 1) la Pascua doméstica en el 14, de acuerdo a los mandatos de Dios y 2) la Pascua centrada en el templo en el 14/15, de acuerdo a los mandatos de los reyes de Judá. Esta doble práctica continuó hasta la segunda destrucción del templo en el 70D.C. Los judíos eventualmente abandonaron la observancia de la Pascua en el 14 y durante siglos han observado una Pascua en el 15.
Ahora que entendemos las razones históricas para el cambio de la Pascua, y cómo se originó la tradición de una Pascua en el 15, debemos elegir basar nuestras creencias en las prácticas de los hombres o en las ordenanzas de Dios. Si realmente somos cristianos convertidos, obedeceremos los mandatos de Dios el Padre y de Jesucristo al observar la Pascua con los símbolos nuevos en el tiempo que Dios ha ordenado en Su Palabra. No seguiremos las tradiciones de los judíos, independientemente de la autoridad que les pueda ser atribuida.
En el Capítulo Catorce, examinaremos profundamente los mandatos de Dios en Deuteronomio 16. Aunque en la superficie estos mandatos parecen ser instrucciones para un sacrificio de la Pascua en el templo, veremos que en realidad son mandatos para la Fiesta de Panes sin Levadura y particularmente para la noche del 15, la cual es llamada “la noche para ser muy observada.”