CAPÍTULO UNO
(Tomado del libro “La pascua Cristiana”)
¿DÓNDE COMENZAMOS?
Por
Fred Coulter
Jesús dijo que Él es el “Principio y el Fin.” El Nuevo Testamento enseña que Jesucristo es el verdadero Cordero de Pascua de Dios para siempre, por el perfecto sacrificio de Sí mismo (Hebreos 7:27; 10:10). Pablo declaró de Jesús, “Porque Cristo nuestra Pascua fue sacrificado por nosotros” (I Corintios 5:7). Este era el plan de Dios desde el principio. Jesús era el “…Cordero [de Dios] muerto desde la fundación del mundo” (Apocalipsis 13:8). Sin el sacrificio de Jesucristo no hay remisión de los pecados, no hay perdón de pecados ante Dios el Padre. Juan el Bautista proclamó “He aquí el Cordero de Dios, Quien quita el pecado del mundo” (Juan 1:29). ¡Él es el Principio!
Jesucristo también es el Fin. Como el Fin, Él va a completar el fantástico plan de Dios de darnos la vida eterna: “Y me dijo, “Está hecho. Yo soy Alfa y Omega, el Principio y el Fin. Al sediento, Yo le daré gratuitamente de la fuente del agua de vida. Aquel que venza heredará todas las cosas; y Yo seré su Dios, y él será Mi hijo’” (Apocalipsis 21:6-7).
Jesucristo, Quien desde el principio era Dios y estaba con Dios, vino a esta tierra en la carne para derramar Su sangre como el Cordero de Pascua de Dios, para poder liberarnos de nuestros pecados y darnos vida eterna. Cuando nosotros aceptamos Su sangre como el sacrificio por nuestros pecados y demostramos nuestra fe en Él al ser bautizados en Su nombre (Hechos 2:38), somos reconciliados con Dios el Padre. Nuestra reconciliación con Dios el Padre nos libera de la pena de muerte por el pecado y nos habilita para recibir el don de la vida eterna.
El don de la vida eterna no fue ofrecido bajo el Antiguo Pacto, el cual solamente mantenía la promesa de bendiciones físicas y materiales. El Nuevo Testamento revela que, por medio de la muerte de Jesucristo, el Antiguo Pacto ha sido reemplazado con el Nuevo Pacto—el pacto de gracia, el cual ofrece vida eterna a todos los que acepten el sacrificio de Jesucristo para la remisión de los pecados. Al ofrecer Su propio cuerpo para ser matado y Su propia sangre para ser derramada en el día de la Pascua, Jesús extinguió el Antiguo Pacto y estableció el Nuevo.
En Su última cena de Pascua con los discípulos, Jesús instituyó los símbolos del Nuevo Pacto, los cuales representan Su cuerpo y Su sangre: “Jesús tomó el pan y lo bendijo; luego lo rompió y lo dio a los discípulos, y dijo, “Tomen, coman; este es Mi cuerpo.” Y tomó la copa; y después de dar gracias, la dio a ellos, diciendo, “Todos ustedes beban de ella; porque esto es Mi sangre, la sangre del Nuevo Pacto, la cual es derramada por muchos para la remisión de pecados” (Mateo 26:26-28).
Jesucristo les ordenó a Sus seguidores—todos los que se han arrepentido de sus pecados y han aceptado la sangre de Su sacrificio para el perdón de sus pecados—que participen de los símbolos del Nuevo Pacto cada año, como una conmemoración solemne de Su muerte. Jesús dijo “Esto háganlo en memoria de Mí” (Lucas 22:19). Cada año debe ser una renovación del Nuevo Pacto entre el creyente, Jesucristo y Dios el Padre. Participar de la Pascua del Nuevo Pacto con los símbolos nuevos como enseñó Jesús, es absolutamente esencial para permanecer en la gracia de Dios y recibir el don de la vida eterna en la resurrección.
Un asunto de vida y muerte
La primera observancia de la Pascua por Israel, como está registrado en el libro de Éxodo, era un asunto de vida o muerte. Si los hijos de Israel no hubieran seguido las instrucciones de Dios cuidadosamente y hecho exactamente como Dios ordenó, cuando Él ordenó que se hiciera, el Señor—Quien envió al destructor a matar a todos los primogénitos de los egipcios—no habría PASADO SOBRE sus casas. Ellos no habrían sido librados de la plaga, sino que habrían sido matados al igual que los egipcios. ¡Era un asunto de vida y muerte!
La Pascua del Antiguo Testamento debía observarse por todo Israel para reconfirmar el Antiguo Pacto. En el ámbito más amplio de ese pacto, Dios puso ante ellos las mismas elecciones de la vida y el bien, o muerte y el mal:
“He aquí, he colocado delante de ustedes en este día vida y bien, y muerte y mal, en que les ordeno en este día amar al SEÑOR su Dios, caminar en Sus caminos, y guardar Sus mandamientos y Sus estatutos y Sus juicios para que puedan vivir y multiplicarse. Y el SEÑOR su Dios los bendecirá en la tierra donde van a poseerla. Pero si su corazón se aparta, …y adoran a otros dioses y los sirven, Yo les denuncio en éste día que ciertamente morirán; no prolongarán sus días sobre la tierra a donde pasan sobre el Jordán para ir a poseerla.
“Yo llamo al cielo y la tierra para registrar este día contra ustedes que he colocado delante de ustedes vida y muerte, bendición y maldición. Por tanto, escojan vida, para que ustedes y su semilla puedan vivir, Que puedan amar al SEÑOR su Dios, y puedan obedecer Su voz, y puedan unirse a Él; porque Él es su vida y la longitud de sus días, para que puedan vivir en la tierra la cual el SEÑOR juró a sus padres—a Abraham, a Isaac, y a Jacob—dárselas”” (Deuteronomio 30:15-20).
Pero, ¿qué hay de la Pascua del Nuevo Pacto? ¿por qué se les ordena a los cristianos participar en esta ceremonia única e inusual? ¿Es la relación del Nuevo Pacto también un asunto de vida y muerte?
En el Nuevo Testamento, así como en el Antiguo Testamento, Dios ha puesto delante de nosotros dos elecciones específicas: “Porque la paga del pecado es muerte, pero el regalo de Dios es vida eterna a través de Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 6:23). Jesucristo es “nuestra Pascua,” muerto por nosotros para la remisión de nuestros pecados. Pero debemos creerle a Dios y aceptar a Jesucristo Su Hijo, por fe, como el sacrificio de Pascua de Dios para el perdón de nuestros pecados, o no podremos recibir la vida eterna. Sin Su sacrificio, moriremos en nuestros pecados—recibiendo la pena de la muerte eterna.
Jesús específicamente habló del sacrificio de Sí mismo como el Cordero de Pascua de Dios, de esta manera: “Verdaderamente, verdaderamente les digo, a menos que coman la carne del Hijo de hombre, y beban Su sangre, no tienen vida en sí mismos” (Juan 6:53). Esa es una declaración clara y dogmática. No es algo a medias, ¡no hay acuerdos!
Cuando entendemos el significado completo de la Pascua Cristiana, encontramos que esta reafirmación anual del Nuevo Pacto está en el centro y núcleo de la relación espiritual continua entre el creyente y Dios el Padre y Jesucristo. Al participar de los símbolos del cuerpo y la sangre de Cristo, el creyente no sólo está reafirmando su aceptación del sacrificio de Cristo para el perdón de los pecados, sino que también está reconociendo que la salvación viene por medio de Cristo viviendo dentro de nosotros:
“Porque Mi carne es verdadera comida, y Mi sangre es verdadera bebida. Aquel que come Mi carne y bebe Mi sangre está viviendo en Mí, y Yo en él. Como el Padre vivo Me ha enviado, y Yo vivo por el Padre; así también aquel que Me come vivirá por Mí” (Juan 6:55-57).
Jesucristo reveló personalmente que la observancia de la Pascua del Nuevo Pacto ¡es un asunto de vida o muerte! Él dijo que aquellos que no coman de Su carne y beban de Su sangre no tienen vida en sí mismos— ¡NO VIDA ETERNA! Comer Su carne y beber Su sangre son simbolizados al participar del pan y del vino de la Pascua del Nuevo Pacto. Jesús también dijo, cuando Pedro estaba intentando rechazar que Jesús le lavara los pies, “Si no te lavo, NO TIENES PARTE CONMIGO” (Juan 13:8).
Jesús dejó absolutamente claro que el lavamiento de pies es obligatorio para Sus discípulos: “Por tanto, si Yo, el Señor y el Maestro, he lavado sus pies, ustedes también están obligados a lavarse los pies los unos a los otros; porque les he dado un ejemplo, para mostrarles que también deberían hacer exactamente como Yo les he hecho” (Juan 13:14-15).
¿Cuántas iglesias que profesan ser cristianas aman a Dios el Padre y a Jesucristo lo suficiente para honrar Sus palabras al cumplir la ceremonia del lavamiento de pies? ¿Cuántas iglesias de Dios observan la Pascua del Nuevo Pacto exactamente como ordenó Jesús, incluyendo lavarse los pies unos a otros como lo hizo Jesús?
La pregunta máxima que debemos hacer acerca concerniente al lavamiento de pies es esta: ¿Queremos tener parte con Jesucristo? Si la respuesta es sí, entonces debemos hacer como ordenó Jesucristo. Es tan esencial, tan vital guardar la Pascua del Nuevo Pacto como Él mandó—participando del pan y del vino y de la ceremonia del lavamiento de pies— ¡que nadie puede tener vida eterna sin eso! ¡Jesús lo dijo claramente y absolutamente!
Jesucristo—El Único Camino a la salvación
Jesucristo es el ÚNICO CAMINO a la salvación: “Jesús le dijo, “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, excepto a través de Mí” (Juan 14:6). Los apóstoles predicaron el mismo mensaje, ¡Muy poderosamente y muy dogmáticamente!
Después de haber sanado a un hombre de más de cuarenta años que había nacido con una deformidad, Pedro proclamó poderosamente ante los líderes religiosos y gobernantes de los judíos, “Sea sabido a todos ustedes, y a toda la gente de Israel, que en el nombre de Jesucristo el Nazareno, a Quien ustedes crucificaron, pero a Quien Dios ha levantado de los muertos, por Él este hombre se para delante de ustedes sano. Esta es la Piedra que fue despreciada por ustedes, los constructores, la cual ha llegado a ser la Cabeza de la esquina.
“Y no hay salvación en ningún otro, porque tampoco hay otro nombre bajo el cielo el cual haya sido dado entre los hombres, por el cual debemos ser salvos [griego dei, significa que es absolutamente obligatorio]” (Hechos 4:10-12).
Dios el Padre ha demostrado Su amor por la humanidad al dar a Su único Hijo engendrado como el Cordero de Pascua, para que todo el que se arrepienta pueda ser librado de la muerte eterna. Como dice la Escritura: “Porque Dios amó tanto al mundo, que dio Su único Hijo engendrado, para que todo el que crea en Él no pueda perecer, sino pueda tener vida eterna” (Juan 3:16). ¡Ese es el amor que Dios tiene por el mundo!
Estas Escrituras demuestran la profunda importancia de la crucifixión de Jesucristo como el sacrificio perfecto y completo de Dios el Padre para el perdón de los pecados. Dios el Padre ha provisto el sacrificio de Jesucristo como el pago completo por los pecados de aquellos a quienes Él llama. Ya que este acto de amor de Dios el Padre y Jesucristo es tan profundo, aquellos que son llamados deben responder al amor de Dios con todo su ser en fe y en amor. Deben arrepentirse completamente de sus pecados. Después, deben bautizarse en agua por inmersión completa, simbolizando la muerte del viejo hombre pecaminoso por el entierro en la tumba acuosa. De esa forma están co-unidos en la muerte y crucifixión de Jesucristo para la remisión de los pecados. Cuando han cumplido estas condiciones, junto con un compromiso total y dedicación a Dios, Él les da Su Espíritu Santo. (Por favor lea y estudie Hechos 2:36-38 y Romanos 6:3-6).
El amor de Dios y nuestro amor y obediencia
Jesucristo es la gloria suprema del plan de Dios, expresando el amor de Dios por cada individuo que Él llama. En el cumplimiento de este propósito, el fantástico amor de Dios será manifiesto a toda la humanidad—pasado, presente y futuro. El plan de Dios es revelado en el significado de Sus días santos, de los cuales la Pascua es el comienzo—el primer paso en el plan de salvación de Dios para la humanidad.
En Su última Pascua, Jesús reveló la nueva relación espiritual con Dios el Padre que le es otorgada a cada creyente que responde a Su llamamiento con amor, fe y creencia en Jesucristo. Aquí están las propias palabras de Jesús como fueron registradas por el apóstol Juan:
“Si Me aman, guarden los mandamientos—a saber, Mis mandamientos. Y Yo pediré al Padre, y Él les dará otro Consolador, para que pueda estar con ustedes a través de los siglos [hasta que regrese Jesucristo]: Incluso el Espíritu de la verdad, el cual el mundo no puede recibir porque no lo percibe, ni lo conoce; pero ustedes lo conocen porque vive con ustedes, y estará dentro de ustedes.… En aquel día, sabrán que Yo estoy en Mi Padre, y ustedes están en Mí, y Yo estoy en ustedes.
“Aquel que tiene Mis mandamientos, y los está guardando, ese es quien Me ama; y quien Me ama será amado por Mi Padre, y Yo lo amaré, y Me manifestaré Yo mismo a él.” Judas (no Iscariote) le dijo, “Señor, ¿qué ha pasado que estas a punto de manifestarte a nosotros, y no al mundo?”
“Jesús respondió y le dijo, “Si alguno Me ama, guardará Mi palabra [Sus enseñanzas]; y Mi Padre lo amará, y Nosotros vendremos a él, y haremos Nuestra morada con él. Aquel que no Me ama, no guarda Mis palabras; y la palabra [el mensaje entero] que ustedes oyen no es Mía, sino del Padre, Quien Me envió” (Juan 14:15-17, 20-24).
Este es el centro y núcleo del amor de Dios hacia nosotros y nuestro amor en respuesta al amor de Dios. Este es todo el significado de la vida para un verdadero cristiano. Si amamos a Jesucristo, estaremos guardando Sus mandamientos— ¡Y aquellos son de Dios el Padre!
Por otro lado, Jesús dio esta advertencia para aquellos que estarían reclamando Sus promesas y bendiciones, usando Su nombre y alegando ser Sus seguidores, pero que no estarían guardando los mandamientos de Dios: “No todo el que me dice, ‘Señor, Señor,’ entrará en el reino del cielo; sino aquel que está haciendo la voluntad de Mi Padre, Quien está en el cielo.
“Muchos me dirán en aquel día, ‘Señor, Señor, ¿No profetizamos por medio de Tu nombre? Y ¿No echamos fuera demonios por medio de Tu nombre? Y ¿No hicimos muchas obras de poder por medio de Tu nombre?’ Y entonces les confesaré, ‘Nunca los conocí. Apártense de Mí, ustedes quienes obran ilegalidad’” (Mateo 7:21-23).
La palabra “ilegalidad” es traducida de la palabra griega anomos, la cual significa “contra la ley”; eso es, contra la ley y el guardar los mandamientos. Este tipo de pseudo-cristianismo, que usa el nombre de Jesús y alega tener autoridad por medio de Su nombre, pero se rehúsa a hacer la voluntad de Dios, no es aceptado por Dios el Padre y Jesucristo. El resultado final de este pseudo-cristianismo es la muerte—no vida eterna. Y muchos, la gran mayoría de las personas, están en el camino ancho de la destrucción el cual lleva a la muerte, exactamente como dijo Jesús (Mateo 7:13-14).
Aquellos que están practicando este pseudo-cristianismo están haciendo lo opuesto de lo que Jesús dijo que estarían haciendo aquellos que verdaderamente le aman: “Si Me aman, guarden los mandamientos—a saber, Mis mandamientos” (Juan 14:15). Aquel que verdaderamente ama a Dios el Padre y a Jesucristo estarán guardando Sus mandamientos—sí, cada una de Sus palabras—la plenitud de Su Mensaje.
Aquí está el primer y más grande mandamiento de todos: “‘AMARÁN al Señor su Dios con TODO SU CORAZÓN, y con TODA SU ALMA, y con TODA SU MENTE.’ Este es el primero y más grande mandamiento; y el segundo es como este: ‘Amarán a su prójimo como a ustedes mismos.’ De estos dos mandamientos PENDE TODA LA LEY Y LOS PROFETAS” (Mateo 22:37-40). No habría ley, no habría profetas, no habrían pactos—con Abraham, Antiguo o Nuevo—sin estos dos mandamientos. ¡TODO LO QUE DIOS HACE ESTÁ BASADO EN EL AMOR!
El apóstol Juan expresa muy claramente el amor de Dios en su primera Epístola: “Amados, deberíamos amarnos unos a otros porque el amor es de Dios; y todo el que ama ha sido engendrado por Dios, y conoce a Dios.
“Aquel que no ama no conoce a Dios porque DIOS ES AMOR. En esta manera el amor de Dios fue manifestado hacia nosotros: que Dios envió Su único Hijo engendrado al mundo, para que pudiéramos vivir a través de Él.
“En este acto está el amor—no que nosotros amamos a Dios; sino, que Él nos amó y envió a Su Hijo para ser la propiciación por nuestros pecados. Amados, si Dios nos amó tanto, nosotros también estamos obligados a amarnos unos a otros.… Y hemos conocido y hemos creído el amor que Dios tiene hacia nosotros. Dios es amor, y aquel que vive en amor está viviendo en Dios, y Dios en él” (I Juan 4:7-11, 16).
Esta es la actitud de amor, fe y obediencia que debemos tener hacia Dios el Padre y Jesucristo para poder entender la Palabra de Dios. Sin este amor por Dios y Su verdad, ¡no se puede alcanzar el verdadero entendimiento de las Escrituras!
Claves espirituales para entender la Palabra de Dios
Hay claves espirituales para entender la Escritura. Como ya hemos aprendido, debemos estar continuamente en una actitud amorosa, de fe y obediencia. Este es el fundamento de entender la Palabra de Dios.
Otro principio vital está claramente enseñado en Isaías 28: “¿A quién Él le enseñará conocimiento? Y ¿A quién Él hará entender doctrina? A aquellos que son destetados de la leche y retirados del pecho [esto es, completamente cimentado en la Palabra de Dios], porque el precepto debe ser sobre el precepto, precepto sobre precepto; línea sobre línea, línea sobre línea; aquí un poquito, allá un poquito” (versos 9-10).
La Biblia nos dice que, para poder entender la doctrina, debemos estudiarla línea sobre línea y precepto sobre precepto. Así es exactamente como estudiaremos la pregunta sobre la Pascua. El Nuevo Testamento confirma esta estrategia para entender la Palabra de Dios y establecer doctrina sana. Pablo le instruyó a Timoteo en cómo estudiar y enseñar doctrina: “Estudia diligentemente para mostrarte a ti mismo aprobado hacia Dios, un obrero [en la Palabra de Dios] que no necesita ser avergonzado, dividiendo correctamente la Palabra de la verdad” (II Timoteo 2:15).
La Palabra de Dios es llamada la Palabra de verdad. Además, es el Espíritu de verdad el cual nos enseña todas las cosas. Jesús dijo, “Pero cuando el Consolador venga, el Espíritu Santo, el cual el Padre enviará en Mi nombre, ese les enseñará TODAS LAS COSAS, y les traerá a su memoria todas las cosas que les he dicho” (Juan 14:26). ¡Esta es la promesa que dio Jesús!
La Biblia deja claro que la Palabra de verdad trabaja mano a mano con el Espíritu de verdad para dar entendimiento a aquellos que aman a Dios y buscan Su voluntad. Es evidente que no es posible, para la mente carnal, la cual es engañosa sobre todas las cosas (Jeremías 17:9), llegar al conocimiento de la verdad de Dios. De hecho, la mente carnal e inconversa es enemistad (es hostil) hacia Dios y no está dispuesta a estar sujeta a las leyes de Dios (Romanos 8:7). ¿Pueden la Palabra de verdad y el Espíritu de verdad trabajar con la mente carnal del engaño? ¡Es imposible! Independientemente de que tan brillante o que tan grandioso pueda ser el intelecto, la Palabra de Dios no es entendida con sabiduría humana y raciocinio. La Palabra de Dios es entendida solamente a través del Espíritu de Dios.
Pablo enseñó que no es por medio de la razón humana o intelecto que somos capaces de llegar al conocimiento de la verdad, sino por y a través del ESPÍRITU DE DIOS: “Pero de acuerdo a como está escrito, “El ojo no ha visto, ni el oído ha oído, ni han entrado al corazón del hombre, las cosas que Dios ha preparado para aquellos que lo aman.”
“Pero Dios nos las ha revelado por Su Espíritu, porque el Espíritu examina todas las cosas—incluso las cosas profundas de Dios. Porque ¿quién entre los hombres entiende las cosas del hombre excepto por el espíritu del hombre el cual está en él? En la misma manera también, nadie entiende las cosas de Dios excepto por el Espíritu de Dios. Ahora, no hemos recibido el espíritu del mundo, sino el Espíritu que es de Dios, para que podamos saber las cosas graciablemente dadas a nosotros por Dios; tales cosas también hablamos, no en palabras enseñadas por sabiduría humana, sino en palabras enseñadas por el Espíritu Santo para comunicar [comparando] cosas espirituales por medios espirituales. Pero el hombre natural [la mente carnal del hombre sin el Espíritu Santo de Dios] no recibe las cosas del Espíritu de Dios; porque son tonterías para él, y NO PUEDE entenderlas PORQUE SON DISCERNIDAS ESPIRITUALMENTE” (I Corintios 2:9-14).
Esta es la manera en que Dios nos ha instruido que estudiemos y entendamos Su Santa Palabra. Desafortunadamente, demasiadas personas están involucradas en la política de la religión, o en la estructura de poder organizacional de una jerarquía eclesiástica, o en doctrinas honradas a través del tiempo de varias iglesias, o se han sometido a una autoridad de la iglesia ideada humanamente, o han aceptado ciegamente las enseñanzas de supuestos eruditos de la Biblia, y no son capaces de estudiar con mente abierta y entender completamente la verdad espiritual de la Palabra de Dios.
En esta presentación, puede estar completamente seguro que el método de estudio Bíblicamente delineado—“correctamente dividendo” la Palabra de Dios—será usado. Este estudio está diseñado para encontrar la verdad concreta de la Biblia siendo guiados por el Espíritu Santo de verdad. No es diseñado para encontrar una posición religiosa que agradará a un consejo doctrinal, ni está diseñado para mantener una previa posición doctrinal, ni para justificar una “doctrina de la iglesia.” Ninguna de estas cosas importa realmente, ¿O sí? Y si estuvieran involucrados, por la razón que sea, ¿pensamos que Dios pasa por alto tal uso engañoso de Su Palabra? Si pensamos que podemos engañar a Dios, solamente estamos engañándonos nosotros mismos.
Las palabras de Pablo a Timoteo muestran el peligro de usar incorrectamente las Escrituras: “Mira que ellos permanezcan atentos a estas cosas, pidiéndoles sinceramente a la vista del Señor no pleitear sobre palabras que no son provechosas en ninguna forma, sino que llevan al trastorno de aquellos que oyen” (II Timoteo 2:14). Esto es exactamente lo que ha pasado con la pregunta de la Pascua. Para poder justificar creencias doctrinales que no son enseñadas en la Biblia, muchos escritores y predicadores han torcido y distorsionado las Escrituras para encajar sus propias interpretaciones. Iglesias enteras han sido subvertidas por argumentos y disputas por palabras que no han sido provechosas, ¡sino han sido dañinas a la fe!
El apóstol Pedro les advirtió a los creyentes que estuvieran en guardia contra falsos maestros: “Como él también tiene en todas sus epístolas, hablando en ellas concerniente a estas cosas; en las cuales están algunas cosas que son difíciles de entender, las cuales el ignorante e inestable está torciendo y distorsionando, como también tuerce y distorsiona el resto de las Escrituras, para su propia destrucción. Por tanto, amados, ya que conocen esto por adelantado, estén en guardia contra tales prácticas, no sea que sean extraviados con el error de los ilegales, y caigan de su propia firmeza” (II Pedro 3:16-17).
Pedro entendió que aquellos que promueven sus propias interpretaciones están rechazando el Espíritu Santo de Dios, el cual inspiró cada palabra que está escrita en las Escrituras. Noten: “Sabiendo esto primero, que ninguna profecía de la Escritura se originó como interpretación privada propia de alguien; Porque la profecía no fue traída en ningún momento por voluntad humana, sino que los santos hombres de Dios hablaron como fueron movidos por el Espíritu Santo” (II Pedro 1:20-21).
Falsas doctrinas y malas interpretaciones están siendo esparcidas continuamente porque ministros y profesores usan la Palabra de Dios engañosamente. Que diabólico es tomar la Palabra de Dios, que es la Verdad y ¡aplicarla incorrectamente para crear una mentira! Tal uso engañoso de la Palabra de Dios ha existido desde el tiempo de los apóstoles. Al escribirles a los creyentes en Corinto, el apóstol Pablo contrastó su ministerio con la estrategia engañosa de los falsos maestros de su tiempo: “Por tanto, teniendo este ministerio, de acuerdo a como hemos recibido misericordia, no somos pusilánimes. Porque hemos renunciado personalmente a las cosas escondidas de ganancia deshonesta, no caminando en mañosa astucia, ni manipulando la Palabra de Dios engañosamente; sino por manifestación de la verdad, nos estamos encomendando nosotros mismos a toda conciencia de hombre delante de Dios” (II Corintios 4:1-2).
Cualquiera que tuerce y distorsiona las Escrituras está “usando la ley ilegalmente,” como dijo Pablo y terminará creyendo doctrinas falsas y satánicas, las cuales subvierten las almas de los hombres. Infortunadamente, el panorama de la historia religiosa está lleno de cuerpos de personas que han enseñado falsas doctrinas, y los cuerpos de las personas que han aceptado tales enseñanzas.
En lugar de seguir el camino amplio de la destrucción como lo han hecho muchos, este estudio seguirá todas las reglas bíblicas y divinas del estudio Bíblico. Por favor lea y esté preparado para aplicar las Catorce Reglas para el Estudio Bíblico que están listadas abajo antes de proceder con esta presentación. Estas reglas muestran el método sistemático y la mecánica del estudio Bíblico apropiado.
No estableceremos doctrina sobre tradiciones de hombres, independientemente de si tienen una reputación de ser conocidas o autoritarias. Tampoco basaremos doctrinas en los comentarios u otros escritos de hombres. Seguiremos estrictamente la Palabra de Dios. También examinaremos la historia acerca del tema y tendremos estudios detallados de los lenguajes originales, hebreo y griego para determinar definiciones y significados precisos de palabras clave y críticamente importantes. Tal enfoque nos permitirá llegar a un entendimiento claro de lo que la Biblia está enseñando realmente y a un entendimiento completo de las respuestas a las preguntas sobre la Pascua.
Catorce Reglas para Estudio Bíblico
1. Empiece con Escrituras que son fáciles de entender.
2. Deje que la Biblia se interprete y pruebe a sí misma. No busque lo que usted quiere probar; busque lo que la Biblia realmente prueba.
3. Entienda el contexto—los versículos antes y después, los capítulos antes y después. ¿Armoniza su entendimiento de un versículo particular con el resto de Biblia?
4. Entienda el lenguaje original, hebreo o griego. Nunca trate de establecer doctrina dogmática o enseñanzas usando la Concordancia Strong. Puede ser útil por momentos, pero es extremadamente limitada.
5. Pregunte, ¿Qué dice la Escritura claramente?
6. Pregunte, ¿Qué no dice la Escritura?
7. Pregunte, ¿A quién fue escrito el libro?
8. Pregunte, ¿Quién lo escribió?
9. Pregunte, ¿Quién lo dijo?
10. Entienda el marco de tiempo en la historia cuando el libro fue escrito.
11. No traiga sus propias suposiciones personales y nociones preconcebidas a su entendimiento o conclusión.
12. Base su estudio en conocimiento de las Escrituras que ya entiende. ¿Qué sabe hasta este punto?
13. No forme conclusiones basadas en hechos parciales o en información insuficiente, o en las opiniones y especulaciones de otros.
14. Opiniones personales o convicciones, no importa cuán fuertes puedan ser, no necesariamente cuentan. La Escritura debe ser su estándar y guía.
Esta es la aproximación completa de estudio. Cuando empezamos un estudio de la Biblia, deberíamos siempre usar esta aproximación, junto con oración, confiando en Dios para guiarnos con su Espíritu Santo de Verdad. Sabemos que Él cumplirá Su promesa de guiarnos a TODA VERDAD, mientras buscamos respuestas a la pregunta de la Pascua—el 14 o el 15—y el significado completo de la Pascua Cristiana.
Siguiendo estas reglas de estudio Bíblico, empezaremos en el Capítulo Dos con Escrituras básicas y fáciles de entender concernientes al significado del nombre “Pascua.”