CAPÍTULO VEINTIOCHO
(Tomado del libro “La pascua Cristiana”)
LA AGONÍA DE LA CRUCIFIXIÓN
Por
Fred Coulter
En Su última cena de Pascua con los discípulos, Jesús dijo “He aquí, incluso ahora la mano de quien Me está traicionando está Conmigo a la mesa” (Lucas 22:21). Aunque Jesús sabía que Judas lo traicionaría, Él lavó los pies de Judas junto con los de los demás discípulos (Juan 13:2-5, 11). Después de recibir el bocado, Judas se fue para traicionarlo. Mientras Jesús administraba los símbolos de Su cuerpo y Su sangre a los once discípulos que estaban con Él, Él sabía que el tiempo de Su traición estaba cerca. Cuando Él partió con los discípulos al Monte de los Olivos, caminando hacia la oscuridad de esa espantosa noche, Jesús empezó a sentir la opresión melancólica de los pecados de todo el mundo pesando sobre Él y Su mente estaba llena de pensamientos del sufrimiento y agonía que le esperaba. Aunque Sus discípulos estaban con Él, un sentimiento abrumador de aislamiento penetraba cada célula de Su cuerpo. Él no podía compartir Su tristeza con ellos porque no sabían lo que el resto de la noche de la Pascua y el día traerían. Él les había hablado en los días antes de la Pascua, advirtiéndoles de Su traición y muerte, pero ellos no comprendieron el significado de Sus palabras. Ellos no sabían que Su vida estaba a punto de terminar con una muerte espantosa en la cruz como el VERDADERO SACRIFICIO DE DIOS DE LA PASCUA—LA OFRENDA DE PECADO POR EL MUNDO.
¡El tiempo había llegado! ¡Su encuentro con el destino se acercaba más y más a su punto culminante! El Señor Dios del Antiguo Testamento, Quien había venido a la tierra en la carne, estaba a punto de sufrir la muerte agonizante que los profetas habían predicho. Esta era la razón por la que Él había llegado al mundo. Él vino en la carne para morir—a dar Su cuerpo para ser golpeado y azotado y para ofrecer Su sangre por los pecados de la humanidad. Pero ningún ser humano desea sufrir una muerte lenta en gran dolor y agonía. Así como Jesús anticipó Su sufrimiento, Su carne clamó para ser salvada. Solamente el amor de Dios, el cual lo sostuvo y lo trajo a este día, podía darle la fuerza para soportar el sufrimiento que le fue designado a Él.
Él había manifestado el amor de Dios durante Sus días en la carne, poniendo un ejemplo perfecto para Sus discípulos. Ahora el amor de Dios sería manifestado por Su muerte. Mientras caminaban al Monte de los Olivos, Él les pidió a Sus discípulos, “ÁMENSE UNOS A OTROS, COMO YO LOS HE AMADO.” Él habló desde la profundidad de Su ser más íntimo deseando grabar indeleblemente Sus palabras en sus mentes: “Si guardan Mis mandamientos, vivirán en Mi amor; así como Yo he guardado los mandamientos de Mi Padre, y vivo en Su amor.
“Estas cosas les he hablado, para que Mi gozo pueda vivir en ustedes, y que su gozo pueda ser pleno. Este es Mi mandamiento: Que se amen uno al otro, como Yo los he amado. Nadie tiene más grande amor que este: que uno ponga su vida por sus amigos. Ustedes son Mis amigos, si hacen cualquier cosa que les mande.…Ustedes mismos no Me escogieron, sino Yo personalmente los he escogido, y les he ordenado, que deberían ir y llevar fruto, y que su fruto debería permanecer; para que cualquier cosa que pidieran al Padre en Mi nombre, Él pueda darles. Estas cosas les mando, que se amen uno al otro” (Juan 15:10-17).
Jesús estaba a punto de manifestar el amor más grande de todos, al entregar Su vida por ellos. Pero los discípulos no sabían esto aún y tampoco sabían que algunos de ellos perderían sus vidas por amor a Su nombre en los días y años siguientes. Jesús les advirtió a los discípulos que el mundo los odiaría y los perseguiría, así como el mundo lo odió y lo persiguió a Él: “Si el mundo los odia, sepan que Me odió antes que a ustedes. Si fueran del mundo, el mundo amaría lo suyo. Sin embargo, porque no son del mundo, sino que Yo personalmente los he escogido del mundo, el mundo los odia por esto. Recuerden la palabra que les hablé: un siervo no es más grande que su maestro. Si ellos Me persiguieron, los perseguirán a ustedes también. Si guardaron Mi palabra, guardarán la palabra de ustedes también. Pero ellos les harán todas estas cosas por amor a Mi nombre, porque no conocen a Quien Me envió.
“Si no hubiera venido y no les hubiera hablado, no habrían tenido pecado; pero ahora no tienen nada para cubrir su pecado. Aquel que Me odia, odia también a Mi Padre. Si no hubiera hecho entre ellos las obras que ningún otro hombre ha hecho, no habrían tenido pecado; pero ahora han visto y odiado a Mi Padre y a Mí. Pero esto ha sucedido para que el dicho pudiera ser cumplido el cual está escrito en su ley, ‘Ellos Me odiaron sin causa.’ Pero cuando el Consolador haya venido, el cual les enviaré del Padre, el Espíritu de la verdad, el cual procede del Padre, ese dará testimonio de Mí. Entonces ustedes también darán testimonio, porque han estado Conmigo desde el principio. Les he hablado estas cosas, para que no estén ofendidos.” (Juan 15:18-16:1).
Jesús continuó advirtiéndoles, diciéndoles en palabras simples y claras, que ellos también serían asesinados por predicar la verdad de Dios: “Ellos los echarán de las sinagogas; más aún, el tiempo viene en que todo el que los mate, pensará que está rindiendo servicio a Dios. Y les harán estas cosas porque no conocen al Padre, ni a Mí. Pero les he dicho estas cosas, para que cuando el tiempo venga, puedan recordar que se las dije. Sin embargo, no les dije estas cosas en el principio porque estaba con ustedes.…Estas cosas les he hablado, para que en Mí puedan tener paz. En el mundo tendrán tribulación. ¡Pero sean valientes! Yo he vencido al mundo” (Juan 16:2-4, 33).
Cuando ellos llegaron al Monte de los Olivos, Jesús les dijo a Sus discípulos, “Mi alma está profundamente afligida, incluso de muerte. Quédense aquí y vigilen Conmigo” (Mateo 26:38). Después, tomando a Pedro, Santiago y Juan, Él entró al jardín de Getsemaní: “Y cuando llegó al lugar, les dijo, “Oren que no entren en tentación.” Y se retiró de ellos alrededor de un tiro de piedra; y cayendo en Sus rodillas, oró, diciendo, “Padre, si estás dispuesto a quitar esta copa de Mí—; SIN EMBARGO, NO MI VOLUNTAD, SINO TU VOLUNTAD SEA HECHA”” (Lucas 22:40-42).
Jesús sabía que Él no podía escapar de la muerte
Incluso mientras Él oraba al Padre, Jesús sabía que las profecías de Su sufrimiento y muerte debían cumplirse. Como Jehovah Elohim, el Señor Dios del Antiguo Testamento, Él había dado la primera profecía de Su sufrimiento a Adán y Eva en la presencia de Satanás, quien instigaría Su muerte: “Y pondré enemistad [odio] entre la mujer y tú [la serpiente—Satanás el diablo], y entre su Semilla [Jesucristo] y tú semilla [los hijos del maligno—Mateo 13:38]; Él [su semilla, Cristo] magullará tú cabeza, y tú magullarás Su [de Jesucristo] talón [una profecía de Su propia crucifixión]” (Génesis 3:15).
Jesús sabía que Él era el Cordero de Dios “muerto desde la fundación del mundo” (Apocalipsis 13:8). Él sabía desde el principio, que Él fue asignado a morir en el día de la Pascua—el 14 de Nisán, del 30 d.C. Como el Señor Dios del Antiguo Testamento, Él había entrado en pacto con Abraham al pasar entre las partes de los animales del sacrificio para representar Su propia muerte (Génesis 15:5-18). Al principio del 14, durante las horas oscuras de la noche, Él había entregado las promesas del pacto, presagiando el tiempo cuando, como Jesucristo, Él entregaría las promesas del Nuevo Pacto. En la porción diurna del 14, los animales para el sacrificio del pacto fueron matados y sus cuerpos fueron divididos, permitiendo que su sangre se derramara en la tierra. Durante esas mismas horas del día de la Pascua—más de 2,000 años más tarde, el cuerpo de Jesucristo sería golpeado y quebrado, y Su sangre sería derramada hasta la muerte. En Génesis 15, Su horripilante muerte fue predicha. En la tarde del 14, los animales muertos permanecieron en el suelo, y Abraham observaba y esperaba. De igual manera, el cuerpo de Jesús permanecería en la cruz mientras se acercaba el final del 14 y mientras Sus seguidores observaban y esperaban (Lucas 23:49). Aunque Jesús murió en la “novena hora,” o aproximadamente a las 3 PM, Su cuerpo no fue puesto en la tumba sino hasta que iba terminando el 14 al ocaso.
En el momento exacto que Jesús sería enterrado, Abraham experimentó un presagio de Su entierro: “Y sucedió, mientras el sol estaba bajando, que un profundo sueño cayó sobre Abram. Y he aquí, ¡un horror de gran oscuridad cayó sobre él! [simbólico de la sepultura de Jesús, lo cual sellaría el pacto perpetuo con Abraham y la semilla espiritual]” (Génesis 15:12). Abraham permaneció en esta sepultura simbólica después de que el sol se había ocultado. Cuando había llegado la oscuridad de la noche, el Señor Dios pasó entre las partes del sacrificio: “Y sucedió—cuando el sol bajó y era oscuro—he aquí, un horno humeante y una lámpara ardiente pasó por entre aquellas piezas” (verso 17), completamente consumiendo esos animales del sacrificio—dejando solamente cenizas en el suelo.
Por este juramento maldiciente, Dios mismo confirmó que Él cumpliría el pacto a través de Su propia muerte y sepultura. Este evento, el cual tomó lugar durante el “horror de gran oscuridad,” también tiene un cumplimiento en la sepultura de Jesucristo. La única señal que Jesús dio de Su papel como el Mesías, fue la longitud de tiempo que Él estaría “en el corazón de la tierra” (Mateo 12:40). Mientras yacía en la oscuridad de la tumba por tres días y tres noches, Él estaba confirmando que Él era el Mesías, Quien cumpliría las promesas del Nuevo Pacto.
Jesús sabía que todas las palabras de los profetas se cumplirían
Así como el sacrificio del pacto había presagiado y los profetas habían predicho, el sufrimiento que le fue asignado a Jesús ciertamente sucedería. Cada detalle sería cumplido, exactamente como fue registrado en la Escritura. Cuando Judas se fue de Su presencia en la noche de la Pascua, Jesús sabía que Judas iba camino a las autoridades a traicionarlo, como estaba escrito: “Incluso un hombre, mi amigo cercano en quien confiaba, quien comía de mi pan, ha levantado su talón contra Mí” (Salmo 41:9). Jesús también sabía que los ancianos y los sumo sacerdotes le pagarían a Judas 30 piezas de plata para traicionarlo: “Y les dije, “Si está bien, denme mi precio; y si no, olvídenlo.” Entonces pesaron mi precio—treinta piezas de plata” (Zacarías 11:12). Treinta piezas de plata era el precio de un esclavo muerto (Éxodo 21:32).
Jesús también recordó la profecía de Isaías de que Él sería llevado como cordero al matadero: “Despreciado y rechazado de los hombres; un Hombre de dolores, y familiarizado con la aflicción; y por así decirlo escondimos de Él nuestras caras, fue despreciado, y no lo estimamos. Sin duda ha soportado nuestras enfermedades, y llevado nuestros dolores; aun así lo consideramos aquejado, golpeado de Dios y afligido.
“Pero fue herido por nuestras transgresiones; aplastado por nuestras iniquidades; el castigo de nuestra paz fue sobre Él; y con Sus latigazos nosotros mismos somos sanos. Todos nosotros como ovejas nos hemos extraviado; hemos vuelto cada uno a su propio camino; y el SEÑOR ha colocado sobre Él la iniquidad de todos nosotros. Fue oprimido, y afligido; aun así no abrió Su boca. Es traído como un cordero al matadero; y como una oveja delante de su esquilador esta mudo, así Él no abrió Su boca.…cortado de la tierra del viviente; por la trasgresión de Mi pueblo fuera aquejado…Aun así el SEÑOR deseó aplastarlo y lo ha puesto en aflicción: Tú harás Su vida una ofrenda por el pecado. Verá el tormento de Su alma. Estará completamente satisfecho. Por Su conocimiento Mi Siervo justo justificará a muchos; y llevará sus iniquidades.…porque ha derramado Su alma hasta la muerte; y fue contado entre los transgresores; y llevó el pecado de muchos, e hizo intercesión por los transgresores” (Isaías 53:3-12).
Jesús estaba plenamente consciente de que Él sería burlado, golpeado, escupido y que sufriría una flagelación terrible. El látigo con el que lo azotarían tenía puntas de clavos y vidrio, y literalmente le arrancaba la piel de Su cuerpo. Después de 40 latigazos, Él estaría cerca de la muerte. Él sabía que este calvario de tortura lo dejaría tan horriblemente desfigurado, que estaría casi irreconocible. Isaías profetizó todas estas cosas: “Y di Mi espalda a los golpeadores, y Mis mejillas a ellos que arrancaron el pelo; no oculté Mi cara de vergüenza y esputos,…Muchos estuvieron asombrados de Él—porque Su cuerpo estaba tan desfigurado—incluso Su forma más allá que la de los hijos de hombres” (Isaías 50:6; 52:14).
Jesús sabía que la profecía de David en el Salmo 22 estaba a punto de cumplirse. Él clamaba estas mismas palabras mientras colgaba de la cruz: “Dios Mío, Dios Mío, ¿porque Me has abandonado, y porque estas tan lejos de ayudarme, y de las palabras de Mi gemido? Oh Dios mío, clamo en el día, pero no respondes; y en la temporada nocturna, y no estoy callado.…Pero yo soy un gusano, y no un hombre; un reproche de hombre y despreciado por la gente. Todo el que Me ve se burla de Mí; ellos sacan el labio; sacuden la cabeza, diciendo, “¡Él confió en el SEÑOR; líbrelo Él; rescátelo Él, ya que se deleita en Él!”” (Salmos 22:1-2, 6-8).
Incluso durante la burla y el abucheo de la gente, de los sacerdotes y de los fariseos, Él confiaba en el Padre, como lo había hecho desde Sus primeros días en la carne: “Porque Tú eres Quien Me sacó del vientre; haciéndome confiar mientras estuve en los senos de Mi madre. Fui echado sobre Ti desde el nacimiento; Tú eres Mi Dios desde el vientre de Mi madre. No estés lejos de Mí; porque el problema está cerca, porque no hay nadie que ayude. Muchos toros [demonios] Me han rodeado; fuertes toros de Basán [Satanás y demonios] Me han rodeado. Ellos abrieron amplio sus bocas a Mí, como un león voraz y rugiente” (versos 9-13).
Las siguientes profecías de David revelan la intensa agonía que Él sufriría durante Su crucifixión mientras Su vida física se drenaba: “Soy derramado como agua, y todos Mis huesos están fuera de su articulación; Mi corazón es como cera; esta derretido en medio de Mis entrañas [por la pérdida de sangre]. Mi fuerza esta seca como un tiesto, y Mi lengua se aferra a Mis mandíbulas;
“Perros [los soldados] Me han rodeado; una banda de malhechores [los sacerdotes y los fariseos] Me ha rodeado; han traspasado Mis manos y Mis pies [clavándolo a la cruz]; y Tú Me has traído al polvo de muerte. Puedo contar todos Mis huesos [porque la piel había sido cortada]; ellos miran y se recrean Conmigo [en asombro, porque Él estaba tan desfigurado]. Dividen Mis vestidos entre ellos y echan suertes sobre Mi vestidura” (versos 14-18).
En medio de este calvario agonizante, Jesús oraba a Dios el Padre por la fuerza para resistir: “Pero Tú, Oh SEÑOR, no estés lejos de Mí; Oh Mi fuerza, apúrate a ayudarme. Libra Mi alma de la espada, Mi vida preciosa del poder del perro. Sálvame de la boca del león;…Tú Me has respondido.… Porque Él no ha despreciado ni aborrecido la aflicción del afligido [Jesucristo], y no ha escondido Su cara de él, sino que cuando él le clamó, Él oyó” (versos 19-24). Estas palabras proféticas de David muestran que Dios el Padre no abandonaría verdaderamente a Su Hijo en ningún momento durante Su sufrimiento y crucifixión, sino que estaría con Él mientras cargaba los pecados de toda la humanidad.
En el Salmo 69, Dios inspiró a David a escribir más de los pensamientos que Jesús tendría mientras estaba en la cruz. Aunque Él no había hecho nada malo, sería odiado y condenado a morir por crucifixión, que era la suerte de los criminales. Su muerte traería mucho desprestigio a Sus discípulos y Él sería rechazado por Sus propios hermanos y hermanas físicos: “Aquellos que me odian sin causa son más que los cabellos de mi cabeza; aquellos quienes me cercarían son poderosos siendo mis enemigos…No dejes a aquellos quienes esperan en Ti, Oh Señor Dios de los ejércitos, ser avergonzados por mi causa; no dejes a quienes Te buscan [Sus discípulos] ser avergonzados por mi causa, Oh Dios de Israel porque por amor a Ti he soportado reproche, vergüenza ha cubierto mi cara. He llegado a ser un desconocido a Mis hermanos y un extraño a los hijos de Mi madre” (Salmo 69:4-8).
Jesús sufriría toda la vergüenza y agonía de la crucifixión, a causa de Su amor y celo profundo por Dios el Padre: “Porque el celo de Tu casa Me ha consumido, y los reproches de aquellos que Te reprocharon han caído sobre Mí…Respóndeme, Oh SEÑOR, porque Tu firme amor es bueno; vuélvete a mí de acuerdo a la multitud de Tus tiernas misericordias. Y no escondas Tu cara de Tu siervo, porque estoy en problema; respóndeme rápidamente. Acércate a mi alma y redímela; líbrame por causa de mis enemigos. Tú has conocido mi reproche, y mi vergüenza, y mi deshonra [ser ejecutado como un criminal]; mis enemigos están todos delante de Ti. Reproche ha roto mi corazón, y estoy lleno de pesadez; y busqué simpatía, pero no hubo nada; y consoladores, pero no encontré ninguno. Ellos también Me dieron bilis por Mi comida; y en Mi sed Me dieron vinagre a beber” (versos 9, 16-21).
Jesús sabía que Él tendría que soportar este calvario vergonzoso y agonizante hasta el final. Él sabía que Su sufrimiento se volvería tan insoportable, que sentiría como si el Padre lo hubiera abandonado y clamaría “¡Dios Mío! ¡Dios Mío! ¿Por qué Me has abandonado?” Él sabía que una lanza atravesaría Su cuerpo, como el profeta Zacarías fue inspirado a escribir: “Y ellos Me mirarán a Quien han atravesado [con una lanza], y lamentarán por Él, como uno lamenta por su único hijo, y estarán en amargura por Él, como la amargura por el primogénito” (Zacarías 12:10).
Sabiendo que cada una de estas profecías debía cumplirse, Jesús estaba en gran angustia mientras oraba al Padre. El pensamiento de sufrir una muerte tan horripilante y sin misericordia era más de lo que Él podía soportar. Lucas registra, “Entonces un ángel del cielo le apareció, fortaleciéndolo. Y estando en AGONÍA [en Su mente y espíritu, sabiendo que toda la eternidad dependía de este día], oró más fervorosamente. Y Su sudor llegó a ser como grandes gotas de sangre cayendo a la tierra” (Lucas 22:43-44).
Jesús esperaba el Reino de Dios
A través de Su sufrimiento, Jesús mantenía Su mente en Su resurrección venidera y en el Reino de Dios. Él sabía que sería levantado de los muertos por el poder de Dios el Padre y daría alabanza y gloria a Él en la futura resurrección de los santos, cuando Su Reino sería establecido sobre toda la tierra: “De Ti viene mi alabanza en la gran congregación; pagaré mis votos delante de aquellos quienes te temen [los santos resucitados]. El manso comerá y estará satisfecho, aquellos quienes buscan al SEÑOR lo alabarán; pueda su corazón vivir por siempre. Todos los confines de la tierra recordarán y volverán al SEÑOR [por el sacrificio de Cristo por el pecado]; y todas las familias de las naciones adorarán delante de Ti [en Su regreso], porque el reino es del SEÑOR y Él gobierna sobre las naciones.
“Todos los ricos de la tierra comerán y adorarán; todos aquellos que bajan al polvo se inclinarán delante de Él; incluso el que no puede mantener su propia alma viva. Una semilla [aquellos que serán convertidos durante el milenio] le servirá; será dicho del SEÑOR a la generación venidera. Ellos vendrán y declararán Su justicia [como reyes y sacerdotes] a una gente que aún está por nacer, que Él ha hecho esto [por medio de la crucifixión y resurrección de Jesucristo]” (Salmo 22:25-31).
En Sus últimas palabras de Su oración, Jesús le pidió a Dios el Padre que lo restaurara a la gloria que Él tenía con el Padre antes de que el mundo existiera. Él también oró por Sus discípulos y por aquellos que se convertirían en Sus discípulos a través de la predicación del Evangelio, para que ellos pudieran ser uno con Él y con el Padre. Esta es toda la oración de Jesús: “Jesús habló estas palabras, y levantó Sus ojos al cielo y dijo, “Padre, la hora ha llegado; glorifica a Tu propio Hijo, para que Tu Hijo también pueda glorificarte; ya que le has dado autoridad sobre toda carne, para que pueda dar vida eterna a todos aquellos que le has dado. Porque esto es vida eterna, que ellos puedan conocerte, el único verdadero Dios, y a Jesucristo, a Quien Tú enviaste. Te he glorificado en la tierra. He acabado la obra que Me diste para hacer.
“Y ahora, Padre, glorifícame con Tu propio ser, con la gloria que tuve Contigo antes que el mundo existiera. He manifestado Tu nombre a los hombres que Me has dado del mundo. Ellos eran Tuyos, y Me los has dado, y han guardado Tu Palabra. Ahora ellos han conocido que todas las cosas que Me has dado son de Ti. Porque les he dado las palabras que Me diste; y las han recibido; y verdaderamente han conocido que vine de Ti; y han creído que Me enviaste.
“Estoy orando por ellos; no estoy orando por el mundo, sino por aquellos que Me has dado, porque son Tuyos. Todos los Míos son Tuyos, y todos los Tuyos son Míos; y he sido glorificado en ellos. Y ya no estoy más en el mundo, pero éstos están en el mundo, y Yo vengo a Ti. Padre Santo, guárdalos en Tú nombre, aquellos que Me has dado, para que puedan ser uno, así como Nosotros somos uno. Cuando estaba con ellos en el mundo, Yo los guardé en Tu nombre. Protegí aquellos que Me has dado, y ninguno de ellos ha muerto excepto el hijo de perdición, para que las escrituras pudieran ser cumplidas.
“Pero ahora vengo a Ti; y estas cosas estoy hablando mientras aún en el mundo, para que puedan tener Mi gozo cumplido en ellos. Les he dado Tus palabras, y el mundo los ha odiado porque no son del mundo, así como Yo no soy del mundo. No oro que los saques del mundo, sino que los guardes del maligno. No son del mundo, así como Yo no soy del mundo. Santifícalos en Tú verdad; Tu Palabra es la verdad.
“Así como Me enviaste al mundo, Yo también los he enviado al mundo. Y por amor a ellos Me santifico a Mí mismo, para que ellos también puedan ser santificados en Tú verdad. No oro por éstos solamente, sino también por aquellos que creerán en Mí a través de su palabra; que todos ellos puedan ser uno; así como Tú, Padre, estás en Mí, y Yo en Ti; que ellos también puedan ser uno en Nosotros, para que el mundo pueda creer que Tú sí Me enviaste.
“Y Yo les he dado la gloria que Me diste, para que puedan ser uno, en la misma forma que Nosotros somos uno: Yo en ellos, y Tú en Mí, para que puedan ser perfeccionados en uno; y que el mundo pueda saber que Tú sí Me enviaste, y que los has amado como Me has amado. Padre, deseo que aquellos que Me has dado, también puedan estar Conmigo donde Yo esté, para que puedan ver Mi gloria, la cual Me has dado; porque Me amaste antes de la fundación del mundo. Padre justo, el mundo no Te ha conocido; pero Yo Te he conocido, y éstos han sabido que Tú sí Me enviaste. Y les he hecho conocer Tu nombre, y lo haré conocido [a través de Su muerte y resurrección]; para que el amor con el cual Me has amado esté en ellos, y Yo en ellos”” (Juan 17:1-26).
Cuando Él terminó esta oración, Jesús fue al jardín de Getsemaní, donde Él sabía que sería traicionado: “Después de decir estas cosas, Jesús salió con Sus discípulos a un lugar más allá de la corriente invernal de Cedrón, donde había un jardín en el cual entraron Él y Sus discípulos. Y Judas, quien estaba traicionándolo, también sabía del lugar porque Jesús a menudo se había reunido allí con Sus discípulos” (Juan 18:1-2).
Había llegado el tiempo de que Jesús fuera traicionado en las manos de los pecadores y para dar Su vida por sus pecados y por los pecados del mundo. Por la gracia de Dios, Él iba a “probar la muerte por todos” (Hebreos 2:9). Su muerte no fue simplemente la muerte de un hombre perfecto. ¡FUE LA MUERTE DEL DIOS CREADOR! SOLAMENTE LA MUERTE DEL CREADOR PODÍA PAGAR POR LOS PECADOS DE TODA LA HUMANIDAD. Dios personalmente y voluntariamente tomó sobre Sí Mismo la pena por el pecado, la cual es la muerte. Aunque Él tenía la ley del pecado y muerte dentro de Su carne, Él nunca pecó. Por consiguiente, Él podía ofrecerse a Sí mismo como el sacrificio perfecto por el pecado.
Él experimentaría una muerte cruel, no sólo a manos de hombres malvados y traicioneros, ¡sino a manos de Satanás el diablo, el autor del pecado y el enemigo de Dios y del hombre! ¡Todo el plan de Dios para toda la eternidad estaba en riesgo! ¿Podía Dios en la carne conquistar el pecado y vencer a Satanás, al resistir el sufrimiento y la vergüenza de la cruz?
El calvario comienza
Sus oraciones fervientes en el jardín de Getsemaní, le habían dado fuerzas del Padre a Jesús (Lucas 22:43). Determinado a hacer la voluntad de Su Padre, Jesús les dijo a Sus discípulos, “He aquí, la hora se ha acercado, y el Hijo de hombre es traicionado en las manos de pecadores. ¡Levántense! Vámonos. Miren, aquel que está traicionándome se acerca”” (Mateo 26:45-46).
Entonces Jesús continuó para encontrarse con Judas, quien ahora estaba poseído por Satanás. La profecía de Su arresto estaba siendo cumplida: “E inmediatamente, mientras Él estaba hablando, Judas, siendo uno de los doce, subió con una gran multitud con espadas y palos, de los sacerdotes jefes y los escribas y los ancianos. Ahora, el que estaba traicionándolo les había dado una señal, diciendo, “A quien yo besare, Él es aquel. Arréstenlo y llévenselo aseguradamente.” Y tan pronto como subió a Él, dijo, “Maestro, Maestro,” y lo besó formalmente. Entonces ellos pusieron sus manos sobre Él y lo arrestaron” (Marcos 14:43-46).
Jesús fue arrestado como un criminal común, exactamente como habían profetizado las Escrituras. Entonces Jesús le dijo al grupo que lo arrestó: “¿Han salido para llevarme con espadas y palos, como contra un ladrón? Me sentaba día tras día con ustedes, enseñando en el templo, y no Me arrestaron. Pero todo esto ha pasado para que las Escrituras de los profetas pudieran ser cumplidas.” Entonces todos los discípulos lo abandonaron y huyeron [cumpliendo la profecía en Zacarías 13:7]” (Mateo 26:55-56).
Mientras se desataba la cadena de eventos agonizantes—las falsas acusaciones y los juicios injustos, los golpes crueles, la burla y los esputos humillantes, la brutal flagelación y muerte lenta por crucifixión—Jesucristo permaneció firme en Su amor, lealtad y fidelidad a Dios el Padre. Pero los discípulos y las mujeres que miraban el cuerpo mutilado y ensangrentado de Jesús, no entendían lo que estaban presenciando. Ellos estuvieron desde lejos, viendo Su crucifixión en perplejidad anonadante e incredulidad de que esto le pudiera estar sucediendo a Jesucristo, Quien ellos creían que era el Hijo de Dios. ¿Cómo podía el salvador prometido colgar golpeado y azotado, clavado a la cruz en vergüenza desnuda, muriendo ante sus propios ojos? Ellos habían esperado que Él los salvara de la opresión romana y estableciera el reino de Dios. Ellos pensaron que ya no habría salvación en ese tiempo ni nunca, mientras presenciaron a Jesús exhalar Su último aliento en la cruz. No se dieron cuenta sino hasta después de la resurrección, que el derramamiento de la sangre de Jesús era el principio de la salvación del mundo.
¡El Hijo de Dios había muerto para expiar los pecados del mundo! Como el Dios que creó al hombre y a la mujer, Su muerte pagó la pena por los pecados de cada ser humano, abriendo el camino para que toda la humanidad recibiera el regalo de la vida eterna en el gran plan de Dios. Este era el comienzo del Nuevo Pacto, sellado con el cuerpo y la sangre de Jesucristo, que traería salvación a todo el mundo.
En ese día de la Pascua, el día de la crucifixión, todas las palabras del profeta acerca del sufrimiento de Cristo, o el Ungido, fueron cumplidas. Su cumplimiento en cada detalle permanece hoy como un testimonio duradero y vivo del papel de Mesías de Jesucristo.
Veintiocho profecías cumplidas en el día de la crucifixión
La primera profecía, la más antigua de todas, había sido entregada por el Señor Mismo, en el momento del primer pecado del hombre:
1) La serpiente magullaría la simiente de la mujer
Profetizado: “Y pondré enemistad entre la mujer y tú, y entre su Semilla y tú semilla; Él magullará tú cabeza, y tú magullarás Su talón.” (Génesis 3:15).
Cumplimiento: “Ahora es el juicio de este mundo. Ahora el príncipe de este mundo será echado. Y si Yo soy levantado de la tierra, atraeré a todos a Mí mismo.” Pero Él dijo esto para indicar por que muerte Él iba a morir.” (Juan 12:31-33).
2) El Mesías sería cortado, pero no por Él mismo, según lo profetizado por Daniel.
Profetizado: “Y después de sesenta y dos semanas el Mesías será cortado pero no por Sí mismo...” (Daniel 9:26).
Cumplimiento: “Ni consideran que es mejor para nosotros que un hombre muera por el pueblo, que esta la nación entera muera.” Y él no dijo esto de sí mismo, sino siendo sumo sacerdote ese año, él profetizó que Jesús moriría por la nación; y no solamente por la nación, sino también que Él podría reunir en uno a los hijos de Dios quienes estaban dispersos fuera.” (Juan 11:50-52).
3) La traición de Judas a Jesús fue predicha por David.
Profetizado: “Incluso un hombre, mi amigo cercano en quien confiaba, quien comió de mi pan, ha levantado su talón contra Mí.” (Salmo 41:9).
Cumplimiento: “Entonces Judas Iscariote, uno de los doce, fue a los sacerdotes jefes para poder entregarlo a ellos. Y tras escuchar esto, ellos estaban encantados y prometieron darle dinero. Y él buscaba como podría traicionarlo convenientemente.” (Marcos 14:10-11).
4) Jesucristo sería abandonado por Sus discípulos, según lo profetizado por Zacarías.
Profetizado: “ “Despierta, Oh espada, contra Mi Pastor, y contra el Hombre que es Mi compañero,” dice el SEÑOR de los ejércitos. “Golpea al Pastor [Jesús], y las ovejas serán esparcidas...” (Zacarías 13:7).
Cumplimiento: “Entonces todos ellos Lo abandonaron y huyeron.” (Marcos 14:50).
5) El precio de Su traición también fue predicho por Zacarías.
Profetizado: “Y les dije, “Si está bien, denme mi precio; y sino, olvídenlo.” Entonces pesaron mi precio—treinta piezas de plata.” (Zacarías 11:12).
Cumplimiento: “Y dijo, “¿Qué están dispuestos a darme, y yo Lo entregaré a ustedes?” Y ellos le ofrecieron treinta piezas de plata.” (Mateo 26:15).
6) Zacarías también predijo lo que sería hecho con el dinero de la traición.
Profetizado: “Y el SEÑOR me dijo, “Tíralo al alfarero”—el precio hermoso por el cual yo fui avaluado por ellos. Y tomé las treinta piezas de plata y las tiré al alfarero en la casa del SEÑOR.” (Zacarías. 11:13).
Cumplimiento: “Entonces cuando Judas, quien Lo había traicionado, vio que Él era condenado, cambió de opinión y devolvió las treinta piezas de plata a los sacerdotes jefes y a los ancianos, diciendo, “He pecado y he traicionado sangre inocente.” Pero ellos dijeron, “¿Qué nos importa a nosotros? Ve por ti mismo.” Y tras arrojar las piezas de plata en el templo, él salió y se colgó. Pero los sacerdotes jefes tomaron las piezas de plata y dijeron, “No es legal ponerlas en el tesoro, dado que es el precio de sangre.” Y tras tomar consejo, compraron un campo de alfarero con las piezas de plata, para un cementerio para extranjeros.” (Mateo 27:3-7).
7) Isaías profetizó que Jesucristo sería sacrificado como el Cordero Pascual de Dios.
Profetizado: “Es traído como un cordero al matadero;..” (Isaías 53:7).
Cumplimiento: “Porque Cristo nuestra Pascua fue sacrificado por nosotros.” (I Corintios 5:7). “Sabiendo que no fueron redimidos por cosas corruptibles… sino por la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin defecto y sin mancha; Quien verdaderamente fue conocido de antemano antes de la fundación del mundo, pero que fue manifestado en estos últimos tiempos por amor a ustedes;” (I Pedro. 1:18-20).
8) Isaías también profetizó la flagelación y burla que Él sufriría.
Profetizado: “Y di Mi espalda a los heridores [flageladores], y Mis mejillas a ellos que arrancaban el pelo; no oculté Mi cara de vergüenza y esputos” (Isaías 50:6).
Cumplimiento: “Entonces él les liberó a Barrabas; pero tras flagelar a Jesús, él Lo entregó para que Él pudiera ser crucificado. Luego los soldados del gobernador, tras tomar a Jesús con ellos en el Pretorio, reunieron todo el grupo contra Él; Y Lo desnudaron y pusieron una capa escarlata alrededor de Él. Y tras trenzar una corona de espinas, la pusieron sobre Su cabeza, y una vara en Su mano derecha; e inclinándose sobre sus rodillas ante Él, se burlaban de Él, diciendo, “¡Salve, Rey de los judíos!” Luego, tras escupirlo tomaron la vara y Lo golpearon en la cabeza.” (Mateo 27:26-30).
9) Isaías y David profetizaron que el cuerpo de Jesús sería mutilado.
Profetizado: “Muchos estaban asombrados de Él—porque Su cuerpo estaba tan desfigurado—incluso Su forma mas allá que de la de los hijos de hombres.” (Isaías 52:14). “Puedo contar todos Mis huesos; ellos miran y se recrean Conmigo” (Salmo 22:17).
Cumplimiento: “...pero tras flagelar a Jesús, él Lo entregó para que Él pudiera ser crucificado” (Mateo 27:26). “Entonces Pilato por tanto tomó a Jesús y Lo flageló.” (Juan 19:1).
10) David profetizó la vergüenza y deshonra que Jesús sufriría, siendo condenado como un criminal.
Profetizado: “...los reproches de aquellos que Te reprocharon han caído sobre Mí. ... Tú has conocido mi reproche, y mi vergüenza, y mi deshonra; mis enemigos están todos ante Ti. Reproche ha roto mi corazón, y estoy lleno de pesadez; y busqué simpatía, pero no hubo nada; y por consoladores, pero no encontré ninguno” (Salmo 69:9, 19-20).
Cumplimiento: “En ese punto Jesús dijo a la multitud, “¿Han salido para tomarme con espadas y palos, como contra un ladrón?...” (Mateo 26:55) “...Ellos respondieron y dijeron, “¡Él es digno de muerte!” ” (Mateo 26:66)
11) David también predijo que falsos testigos testificarían contra Cristo.
Profetizado: “Testigos crueles se levantaron; me preguntaron cosas de las que no sabía nada” (Salmo 35:11).
Cumplimiento: “Y los sacerdotes jefes y el Sanedrín completo estaban intentando encontrar testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; pero no encontraron ninguno. Porque muchos llevaban falso testimonio contra Él, pero sus testimonios no acordaban. Y algunos se levantaron y llevaron falso testimonio contra Él, diciendo,..” (Marcos 14:55-57).
12) Isaías profetizó que Jesús no haría ningún esfuerzo para defenderse en el juicio.
Profetizado: “Fue oprimido, y afligido; aun así no abrió Su boca. Es traído como un cordero al matadero; y como una oveja delante de su esquilador esta mudo, así Él no abrió Su boca” (Isaías 53:7).
Cumplimiento: “Entonces Pilato Le dijo, “¿No escuchas cuantas cosas testifican contra Ti?” Y Él no le respondió siquiera una palabra, así que el gobernador estuvo grandemente sorprendido” (Mateo 27:13-14).
13) Isaías predijo también la crucifixión de Jesucristo como la ofrenda por el pecado del mundo.
Profetizado: “Sin duda ha soportado nuestras enfermedades, y llevado nuestros dolores; aun así lo consideramos aquejado, golpeado de Dios y afligido. Pero Él fue herido por nuestras transgresiones; aplastado por nuestras iniquidades; el castigo de nuestra paz fue sobre Él; y con Sus latigazos nosotros mismos somos sanos. Todos nosotros como ovejas nos hemos extraviado; hemos vuelto cada uno a su propio camino; y el SEÑOR ha colocado sobre Él la iniquidad de todos nosotros.... Aun así el SEÑOR deseó aplastarlo y Lo ha puesto en aflicción: Tú harás Su vida una ofrenda por el pecado. Él verá Su semilla; prolongará Sus días, y que el propósito del SEÑOR pueda prosperar en Su mano. Verá el tormento de Su alma. Estará completamente satisfecho. Por Su conocimiento Mi Siervo justo justificará a muchos; y llevará sus iniquidades” (Isaías 53:4-6, 10-11).
Cumplimiento: “Por tanto, él entonces Lo entregó a ellos para que Él pudiera ser crucificado. Y ellos tomaron a Jesús y Lo llevaron fuera. Y Él salió cargando Su propia cruz al lugar llamado Lugar de una Calavera, el cual en hebreo es llamado Gólgota. Allí lo crucificaron, y con Él otros dos, uno a este lado y uno al otro lado, y Jesús en el medio. Y Pilato también escribió un titulo y lo puso sobre la cruz; y fue escrito, “Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos” ” (Juan 19:16-19).
14) Como Isaías había profetizado, Él fue contado entre los transgresores.
Profetizado: “y fue contado entre los transgresores…” (Isaías 53:12).
Cumplimiento: “Y otros dos que eran malhechores fueron también llevados afuera con Él para ser condenados a muerte. Y cuando llegaron al lugar llamado Lugar de una Calavera, allí Lo crucificaron y a los malhechores, uno a la derecha y uno a la izquierda” (Lucas 23:32-33).
15) David profetizó que Sus manos y Sus pies serían atravesadas.
Profetizado: “Perros Me han rodeado; una banda de malhechores Me ha rodeado; han traspasado Mis manos y Mis pies...” (Salmo 22:16).
Cumplimiento: “...Lo crucificaron.” (Marcos 15:25). “Entonces los otros discípulos le dijeron, “Hemos visto al Señor.” Pero él les dijo, “A menos que vea las marcas de puntilla en Sus manos, y ponga mi dedo en las marcas de puntilla, y ponga mi mano en Su costado, no creeré en absoluto.” Entonces ocho días después, Sus discípulos estaban de nuevo dentro, y Tomás con ellos. Jesús vino después que las puertas estaban cerradas, y se paró en el medio y dijo, “Paz sea a ustedes.” Luego le dijo a Tomás, “Extiende tu dedo, y mira Mis manos; y alarga tu mano, y ponla en Mi costado; y no seas incrédulo, sino crédulo” ” (Juan 20:25-27).
16) La repartición de Sus vestidos fue también profetizada por David.
Profetizado: “Dividen Mis vestidos entre ellos y echan suertes sobre Mi vestidura” (Salmo 22:18).
Cumplimiento: “Por esta razón, dijeron uno al otro, “No la rasguemos, sino echemos suertes por ella para determinar de quién será”; para que la escritura pudiera ser cumplida la cual dice, “Dividieron Mis vestidos entre ellos, y echaron suertes por Mi vestidura.” Los soldados por tanto hicieron estas cosas” (Juan 19:24).
17) En otro salmo, David profetizó que a Él le darían vinagre para beber.
Profetizado: “Ellos también Me dieron bilis por Mi comida; y en Mi sed Me dieron vinagre a beber” (Salmo 69:21).
Cumplimiento: “Le dieron vinagre mezclado con hiel para beber; pero tras probarlo, Él no bebería” (Mateo 27:34).
18) David también profetizó que muchos estarían viendo a Jesús durante la crucifixión.
Profetizado: “...ellos miran y se recrean Conmigo” (Salmo 22:17).
Cumplimiento: “Y se sentaron allí para mantener guardia sobre Él.” (Mateo 27:36). “Y toda la gente quienes se habían reunido para esta vista, tras ver las cosas que tuvieron lugar, regresaron golpeando sus pechos” (Lucas 23:48).
19) Entre aquellos mirando estarían la familia y amigos de Jesús, quienes se pararían a la distancia.
Profetizado: “Mis amados y mis amigos se mantienen apartados de mi plaga; y mis vecinos se paran lejos” (Salmo 38:11).
Cumplimiento: “Pero todos aquellos quienes Lo conocían se apartaron a una distancia observando estas cosas, también las mujeres quienes Lo habían acompañado desde Galilea” (Lucas 23:49).
20) Algunos de Sus observadores sacudirían sus cabezas en Él.
Profetizado: “Y también llegué a ser un reproche para ellos cuando Me miraban; ellos sacudieron sus cabezas” (Salmo 109:25).
Cumplimiento: “Luego aquellos que estaban pasando cerca Lo criticaban, sacudiendo sus cabezas, y diciendo, “Tú Quien destruirías el templo y lo reconstruirías en tres días, sálvate a Ti mismo, si Eres el Hijo de Dios, baja de la cruz” ” (Mateo 27:39-40)
21) Aun las palabras de Sus reprochadores fueron profetizadas por David.
Profetizado: “¡Él confió en el SEÑOR; líbrelo Él; rescátelo Él, ya que se deleita en Él!” (Salmo 22:8).
Cumplimiento: “Él confiaba en Dios; que Lo libre Él ahora, si Él Lo quiere. Porque Él dijo, ‘Yo soy el Hijo de Dios.’ ” Y los dos ladrones quienes estaban crucificados con Él también Lo reprocharon con las mismas palabras” (Mateo 27:43-44).
22) Isaías profetizó que Jesús haría intercesión por los pecadores. Esta intercesión comenzó incluso durante Su crucifixión.
Profetizado: “...llevó el pecado de muchos, e hizo intercesión por los transgresores” (Isaías 53:12).
Cumplimiento: “Entonces Jesús dijo, “Padre, perdónalos, porque no saben lo que están haciendo.” Y mientras dividían Sus vestidos, echaron suertes” (Lucas 23:34).
23) David profetizó los pensamientos de Jesús en lo más duro de Su sufrimiento.
Profetizado: “Mi Dios, mi Dios, ¿porque me has abandonado, y porque estas tan lejos de ayudarme, y de las palabras de mi gemido?” (Salmo 22:1)
Cumplimiento: “Y cerca de la hora novena, Jesús gritó con una fuerte voz, diciendo, “¿Eli, Eli, lama sabachthani?” Esto es, “Mi Dios, Mi Dios, ¿por qué Me has abandonado?”” (Mateo 27:46)
24) Zacarías profetizó que Su cuerpo sería traspasado por una lanza.
Profetizado: “Y ellos Me mirarán a Quien han atravesado...” (Zacarías 12:10).
Cumplimiento: “Pero uno de los soldados había atravesado Su costado con una lanza, e inmediatamente había salido sangre y agua. ... Y de nuevo otra escritura dice, “Ellos mirarán a Quien atravesaron” ” (Juan 19:34, 37).
25) David profetizó que Jesús encomendaría Su espíritu a Dios.
Profetizado: “En Tu mano encomiendo Mi espíritu...” (Salmo 31:5).
Cumplimiento: “Y tras gritar con fuerte voz, Jesús dijo, “Padre, en Tus manos encomiendo Mi espíritu.” Y cuando Él había dicho estas cosas, expiró” (Lucas 23:46).
26) David profetizó también las últimas palabras de Jesús.
Profetizado: “…Él ha hecho esto.” (Salmo 22:31). El hebreo dice literalmente, “Porque está terminado.”
Cumplimiento: “Y así, cuando Jesús había recibido el vinagre, dijo, “Está terminado.” E inclinando Su cabeza, rindió Su espíritu” (Juan 19:30).
27) Como ningún hueso del cordero pascual debía ser roto (Éxodo 12:46), ni un solo hueso de Él fue roto.
Profetizado: “Él guarda todos Sus huesos; ni uno de ellos es roto” (Salmo 34:20).
Cumplimiento: “Entonces los soldados vinieron y rompieron las piernas del primero, y las piernas del otro que fue crucificado con Él. Pero cuando vinieron a Jesús y vieron que Él ya estaba muerto, no rompieron Sus piernas ...Porque estas cosas tuvieron lugar para que la escritura pudiera ser cumplida, “Ni un hueso de Él será roto”” (Juan 19:32-33, 36).
28) Su sepultura en la tumba de un hombre rico fue predicha por Isaías.
Profetizado: “Por opresión y juicio fue quitado; y con Su generación ¿Quien consideró que Él fuera cortado de la tierra del viviente; por la trasgresión de Mi pueblo Él fuera aquejado? Y Él hizo Su sepultura con el malvado [criminales], y con el rico en Su muerte; aunque no había hecho violencia, ni hubo ningún engaño en Su boca” (Isaías 53:8-9).
Cumplimiento: “Y cuando la noche estaba llegando, un hombre rico de Arimatea vino, llamado José, quien era él mismo un discípulo de Jesús. Después de ir a Pilato, le rogó tener el cuerpo de Jesús. [De otro modo Jesús habría sido enterrado entre los criminales] Entonces Pilato ordenó que el cuerpo fuera entregado a él. Y después de tomar el cuerpo, José lo envolvió en tela de lino limpio, y lo colocó en su tumba nueva, la cual había cortado en la roca; y después de rodar una gran piedra a la puerta de la tumba, se fue” (Mateo 27:57-60).
Todas estas profecías fueron cumplidas por el sufrimiento, la muerte y la sepultura de Jesucristo en el día de la Pascua, el 14 de Nisán, 5 de abril, 30 d.C. En el siguiente capítulo aprenderemos la importancia del tiempo de la muerte de Jesús y de los eventos milagrosos que ocurrieron ese día de la Pascua.