Prólogo

(Tomado del libro “La pascua Cristiana”)

 

Por

Fred Coulter

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La controversia disputada sobre una Pascua del 14 o del 15 es un conflicto antiguo de más de 3,000 años. Este conflicto puede ser rastreado hasta los primeros años de Israel en la tierra prometida, cuando la adoración idolatra de Baal empezó a tomar control. Baal, el falso “Señor” de los paganos fue un rival principal del verdadero Señor Dios de Israel. Los adoradores de Baal continuamente engañaban y seducían al pueblo de Israel para reemplazar la adoración del verdadero Dios con las falsas prácticas del baalismo.

Después de que las 12 tribus de Israel se dividieran en el reino del norte, llamado el Reino de Israel y el reino del sur, llamado el Reino de Judá, las 10 tribus del reino del norte rechazaron la adoración del Señor Dios y abrazaron al baalismo como su religión oficial. Este descenso hacia el baalismo fue tan universal, que en los 900s a.C., alrededor de 70 años después de la división del reino, Acab, quien gobernaba el reino del norte de Israel, tomó a Jezabel como su esposa. Jezabel, quien era la sumo sacerdotisa de Asera y Baal, usó su autoridad real para promover su religión pagana y suprimir la adoración del verdadero Señor Dios de Israel.

Bajo el liderazgo de Acab y Jezabel, Israel abandonó aún más su pacto con el Señor Dios y pactó con el falso impostor Baal. Abandonando la Pascua del 14 de Nisán y la Fiesta de Panes sin Levadura del 15-21 de Nisán que el verdadero Señor ordenó, Israel abrazó el engaño de Baal de una comida de transustanciación el 15 de Nisán y una observancia de días de Panes leudados del 15-21 de Nisán.

La infidelidad de Israel enojó tanto al Señor Dios, que cerró los cielos. Él envió a Elías el profeta, quien oró que las lluvias tardías de la primavera cesaran. Las lluvias cesaron por 3 años consecutivos. Durante 3 temporadas de Pascua/Panes sin Levadura, los cielos eran como hierro y los campos como latón. Durante 3 largos años los hijos de Israel y sus sacerdotes paganos clamaron a Baal, el dios de la lluvia, “Él es Baal, Él es Baal, Él es Baal.” Aun así, las lluvias no llegaron. Los sacerdotes y los profetas de Baal saltaban y gritaban, cortándose a sí mismos hasta que la sangre caía a la “Madre Tierra.” La ofrenda de su sangre era para provocar la ira de Baal, el “Padre cielo”.  Ellos creían que entonces Baal eliminaría la sequía y haría tronar a través del cielo con furia de lluvia tumultuosa. Pero las lluvias nunca llegaron.

Al final de los 3 años y medio, en el otoño, quizás cerca del tiempo de la Fiesta de Tabernáculos, Elías llamó a los hijos de Israel y a los sacerdotes y profetas de Baal al Monte Carmelo. El los desafió a volver a la adoración del verdadero Señor Dios. El desafío de Elías se escuchó a través de las pendientes del Monte Carmelo. ““¿Cuánto tiempo vacilarán entre dos opiniones diferentes? Si el SEÑOR es Dios, síganlo. Pero si Baal es Dios, entonces síganlo.” Y el pueblo no le respondió ni una palabra” (I Reyes 18:21).

Elías clamó a los hijos de Israel a arrepentirse y volver al verdadero pacto de Dios con todo su corazón. Este arrepentimiento significaba volver a la verdadera adoración de Dios, incluyendo la Pascua del 14 de Nisán, el Sábado semanal y los días santos anuales de Dios. Israel fue llamado a arrepentirse de honrar a Baal el 15 de Nisán con un sacrificio animal y una comida de transustanciación. Esta “pascua de Baal” era uno de los días más sagrados de la adoración a Baal, pues se creía que, en la luna llena del 15 de Nisán, el pan leudado y el vino ofrecidos a Baal en realidad se convertían en el cuerpo y la sangre de Baal. Este servicio falsificado de “pascua” era seguido por una fiesta de 7 días de panes leudados. Era acompañada de adoración sexual, orgiástica a Baal. Elías estaba llamando a Israel a arrepentirse y volverse de estas horribles prácticas idólatras.

En esta confrontación entre Elías, los sacerdotes y los profetas de Baal se acordó, que el Dios que respondiera con fuego probaría que Él mismo es el verdadero Señor Dios de Israel. Mientras los sacerdotes y profetas de Baal empezaban sus danzas rituales y a derramar sangre, Elías los provocó con múltiples desafíos. La burla de Elías continuó durante el día, mientras los sacerdotes de Baal clamaban infructuosamente a su dios. Los 450 profetas de Baal y los 400 profetas de las arboledas saltaban, gritaban y se cortaban a sí mismos con cuchillos hasta que sobre la “Madre Tierra” corrían ríos de su sangre. Pero Baal el “Padre cielo” se mantuvo en silencio y sin viento. La sangre de los profetas que se derramaba en la tierra estéril no trajo respuesta de Baal.

Después de que los profetas de Baal terminaron con sus sanguinarios rituales fútiles, Elías actuó. “Y Elías dijo a todo el pueblo, “Acérquense a mí.” Y todo el pueblo se acercó a él. Y él reparó el altar del SEÑOR que había sido derribado. Y Elías tomó doce piedras, de acuerdo al número de las tribus de los hijos de Jacob a quienes la palabra del SEÑOR vino, diciendo, “Israel será tu nombre.” Y con las piedras él construyó un altar en el nombre del SEÑOR, e hizo una zanja alrededor del altar suficientemente grande para contener dos medidas de semilla.

Y arregló la madera, y cortó el toro en pedazos, y lo colocó sobre la madera, y dijo, “Llenen cuatro jarras con agua y derramen sobre el holocausto y sobre la madera.” Y dijo, “Háganlo la segunda vez.” Y lo hicieron la segunda vez. Y él dijo, “Háganlo la tercera vez.” Y lo hicieron la tercera vez. Y el agua corrió alrededor de todo el altar. Y él llenó la zanja también con agua.

Entonces sucedió a la hora de la ofrenda de la oblación, Elías el profeta se acercó y dijo, “SEÑOR, el Dios de Abraham, Isaac, y de Israel, sea conocido este día que Tú eres Dios en Israel, y que yo soy Tu siervo, y que he hecho todas estas cosas por Tu palabra. Óyeme, Oh SEÑOR, óyeme, que este pueblo pueda saber que Tú eres el SEÑOR Dios, y que Tú has vuelto sus corazones nuevamente.” Entonces el fuego del SEÑOR cayó y consumió el holocausto y la madera, y las piedras y el polvo, y lamió el agua que estaba en la zanja. Y cuando todo el pueblo vio, cayeron sobre sus caras. Y dijeron, “¡El SEÑOR [Jehová], Él es el Dios [Elohim]! ¡El SEÑOR, Él es el Dios!” Y Elías les dijo, ‘Tomen a los profetas de Baal. No dejen que ni uno de ellos escape.’ Y los tomaron. Y Elías los trajo al arroyo de Cisón y los mató ahí” (I Reyes 18:30-40).

Convencidos por esta asombrosa demostración de poder, Israel estaba listo para dejar la adoración de Baal y para renovar su relación de pacto con el verdadero Señor Dios, al adorarlo a Él en Su Sábado semanal y al observar la Pascua del 14, los 7 días de Panes sin levadura y todos los días santos de Dios. Pero el arrepentimiento de Israel no duró mucho, y el pueblo pronto regresó a prostituirse tras Baal. Cuando nuevamente Israel rompió su pacto con Dios, fueron desarraigados de la tierra de acuerdo a los términos mutuamente acordados del pacto. Entre el 721 al 718 a.C., casi todos los israelitas de las 10 tribus del norte fueron llevados en cautiverio asirio, desapareciendo en los restos calientes y polvorientos de lo que son ahora las naciones de Armenia, Irán e Iraq. El reino del sur de Judá también rechazó arrepentirse de su prostitución tras Baal y, empezando con una serie de invasiones Caldeo-Babilónicas en el 609 a.C., fueron llevados en cautiverio.

El baalismo fue la piedra de tropiezo que hizo que, tanto Israel como Judá dejaran su pacto con Dios, ultimadamente trayendo su cautiverio. Algo central de su adoración de Baal era una comida de transustanciación en el 15 de Nisán. Hasta la actualidad, Judá insiste en observar la Pascua el 15 de Nisán, aferrándose al día en que estaban acostumbrados a observar en conmemoración de Baal. Se niegan a reconocer a Cristo Jesús como el Cordero de Pascua de Dios, matado el 14 de Nisán.

El cristianismo mismo no ha sido inmune a las influencias insidiosas del baalismo. Intentos deliberados de pervertir la verdadera adoración de Dios a través de las falsas enseñanzas del baalismo están registrados en los escritos del Nuevo Testamento. La fuerza detrás de estos intentos fue la aseveración por muchos siglos de que el 14 de Nisán no era el día verdadero de la Pascua de Dios. Las Epístolas de Pablo abundan de este combate doctrinal (Gálatas, Colosenses, Hebreos), y el Evangelio de Juan atestigua este combate espiritual y doctrinal en el cual estaban completamente involucrados todos los cristianos verdaderos para el 70 d.C. Para el 95 a.C., el liderazgo de la iglesia romana (ekklesia) estaba abandonando el Sábado del séptimo día por el domingo, el primer día de la semana y abandonando la Pascua del 14 de Nisán por la adoración del domingo de easter.

Este era el campo de batalla de doctrina sobre el cual la iglesia primitiva del Nuevo Testamento, el nuevo Israel, se enfrentó a Baal y a sus sacerdotes (Judas 11, Apocalipsis 2:14). Estos sacerdotes de Baal, llamados kohens o khns en el lenguaje antiguo de los cananeos, lanzaron un ataque de tres puntas contra los verdaderos cristianos de la iglesia del primer siglo. Una punta del ataque fue lanzada desde Jerusalén; un segundo ataque fue lanzado de Alejandría, Egipto; y el tercer ataque fue lanzado desde Roma.

Estos tres movimientos pronto se fusionaron en un servicio semanal de comunión—una comida de transustanciación a Mitras, el Baal de Persia y el servicio anual al amanecer en honor de la supuesta resurrección de Mitras. Este servicio, ahora renombrado cristiano, fue adoptado por un número creciente de iglesias a través del imperio hasta que eventualmente reemplazó el verdadero servicio de la Pascua el 14 de Nisán. Este empuje para paganizar la adoración de Dios fue abogado por líderes gentiles ortodoxos y gnósticos de Asia menor y Roma.

Para el 135D.C. casi toda congregación (ekklesia) en la región mediterránea había abandonado la verdadera Pascua por la comunión del domingo y el servicio anual del domingo de resurrección al amanecer. Para el 195 d.C., apenas 60 años después, los obispos gentiles ortodoxos de Palestina habían sucumbido totalmente a esta carnicería. No olvidemos que el primer paso en este alejamiento vil de la verdadera adoración de Dios fue la aparentemente inofensiva introducción de la comida de comunión de Baal del 15 de Nisán por la conspiración del medio oriente y la adoración del domingo semanal de Baal por el liderazgo de Roma.

Para el 200 d.C. el único baluarte que quedaba de verdad que podía encontrarse al oriente del gran desierto Sirio estaba en la provincia de Asia. Como registran el libro de Apocalipsis y las historias de la iglesia primitiva, los verdaderos cristianos de Asia, guiados por la iglesia (ekklesia) de Éfeso, defendieron las murallas de justicia como fueron recibidas del señor Jesucristo y de los verdaderos apóstoles y repelieron ataque tras ataque contra el Sábado semanal del séptimo día y contra la Pascua del 14.

Eusebio registra el testimonio de Polícrates, el líder de la resistencia de Éfeso, quien se mantuvo firme contra la invasión de la falsa doctrina: “…pero los obispos en Asia eran guiados por Polícrates en persistir que era necesario mantener la costumbre que les había sido traspasada desde antiguo. Polícrates mismo en un documento que él dirigió a Víctor y a la iglesia de Roma, expone la tradición que le había llegado a él como sigue: ‘Por lo tanto nosotros guardamos el día constantemente, ni agregando ni quitando, pues en Asia duermen grandes luminarias y se levantarán en el día de la venida del Señor, cuando Él vendrá con gloria del cielo y buscará [literalmente resucitar] a todos los santos. Tales eran Felipe de los 12 apóstoles y 2 de sus hijas quienes envejecieron como vírgenes, quienes duermen en Hierapolis y otra de sus hijas, quien vivía en el Espíritu Santo, descansa en Éfeso. Además, también está Juan, quien reposó en el pecho del Señor, quien era un sacerdote vistiendo la coraza, y el mártir y profesor. Él duerme en Éfeso. Y también está Policarpo en Esmirna, obispo y mártir, quien duerme en Laodicea, y también Papirio el bendito, y Melito el eunuco, quien vivió enteramente en el Espíritu Santo, quien yace en Sardis, esperando la visitación del cielo cuando él se levantará de los muertos. Todos estos guardaron la Pascua del día catorceavo de acuerdo al Evangelio, nunca desviándose, sino siguiendo de acuerdo a la regla de la fe. Y también yo, Polícrates el menor de todos ustedes, vivo de acuerdo a la tradición de mis parientes y he seguido a algunos de ellos. Pues 7 de mi familia fueron obispos y yo soy el octavo, y mis parientes siempre guardaron el día cuando las personas sacan la levadura. Por lo tanto, hermanos, yo quien he vivido 65 años en el Señor y conversé con hermanos de cada país, y he estudiado todas las santas Escrituras, no tengo miedo de las amenazas, pues ellas han dicho a quiénes eran mayores que yo, “Es mejor obedecer a Dios más que a los hombres”’” (Eusebio, La Historia Eclesiástica, Vol. I, PP. 505-507).

Después de la muerte de Polícrates y sus compañeros cristianos guerreros en Asia menor, la única resistencia restante a la implacable conspiración pagana estaba en el distante valle de  Mesopotamia y en las regiones montañosas de Europa. Nuestros verdaderos hermanos cristianos en estas regiones fielmente preservaron el Antiguo y Nuevo Testamentos de los estragos de los ortodoxos romanos, ortodoxos judíos y comunidades gnósticas. Oponiéndose a todas las influencias corruptas, ellos preservaron el único testimonio verdadero de nuestro Mesías y Su Pascua.

Como Elías enfrentó a los profetas y sacerdotes de Baal, y como nuestros hermanos del Nuevo Testamento resistieron falsos profetas en sus días, nosotros también estamos involucrados en un conflicto. Nuestra eternidad está en juego. Nuestro combate no es contra carne y sangre, sino contra las fortalezas diabólicas de razonamientos—razonamientos seductivos que nos alejan de la verdadera adoración de Dios hacia la falsa adoración de Baal.

Nosotros quienes somos cristianos verdaderos somos el “Nuevo Israel.” Como el baalismo fue una piedra de tropiezo para los Israelitas de antiguo, tentándolos a abandonar su pacto con Dios, así nuestra relación de pacto con nuestro Señor está siendo severamente probada. ¿Desfalleceremos en esa relación y caeremos ante las falsas enseñanzas, que nuestros hermanos primitivos tan fielmente resistieron? ¿Retrocederemos del conflicto y traicionaremos esta antigua nube de testigos, cuya sangre clama figurativamente desde el altar de Dios? ¿O abrumaremos las fortalezas de maldad al continuar siguiendo a nuestro Señor y permaneciendo fieles a la Pascua del 14?

Jesucristo, nuestro Señor y Salvador, instituyó los nuevos símbolos de la Pascua cristiana en la noche del 14 de Nisán. Si verdaderamente hemos aceptado a Cristo como nuestro sacrificio de Pascua, debemos defender la Pascua del 14 que Él estableció como el Señor Dios del Antiguo Pacto e instituyó como el Mediador del Nuevo Pacto. Si deseamos que Dios el Padre continúe “pasando sobre” nuestras transgresiones en gracia y perdón, debemos permanecer bajo la sangre del único sacrificio de Pascua que puede cubrir nuestros pecados—Jesucristo, el Hijo de Dios.

Intentar adorar a Dios en una Pascua del 15 de Nisán o con una celebración comunión/Eucaristía/domingo de resurrección es traicionar a Cristo y removernos de Su sangre protectora del Nuevo Pacto. ¡La decisión es nuestra! Si Cristo es Señor, sigámoslo a Él. Pues los adoradores de Baal continúan sus ataques de siglos contra Dios el Padre y nuestro Señor y Salvador, ¡Jesucristo!

En La Pascua Cristiana, Fred R. Coulter nos da una espada doctrinal afilada con la cual enfrentamos y vencemos a los enemigos de Cristo. Él nos ofrece el escudo fuerte de la Palabra de Dios para protegernos de los dardos de Satanás mientras luchamos contra las fuerzas de la doctrina perversa. Este libro investigado cuidadosamente enfrenta la controversia de la Pascua del 14-15 con plena fe, coraje, fuerza, y honestidad erudita para exponer los errores de la herejía y para revelar la luz de la Palabra de Dios. Cada argumento, cada pregunta doctrinal y cada Escritura difícil ha sido profundamente examinada, y la verdad de la Palabra de Dios ha sido aclarada y fácil de entender.

La tarea de defender la verdad de la Palabra de Dios ha caído sobre nosotros en este tiempo del fin. Por lo tanto, seamos diligentes en estudiar cada Escritura en este libro vitalmente importante. Ciñamos nuestros lomos, tomemos esta espada y este escudo doctrinales y ¡peleemos la buena batalla de la fe!

Carl D. Franklin

Invierno 1993

Otoño 1999