Restaurando el
cristianismo original—¡para hoy!
Iglesia de Dios Cristiana y Biblica
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Hollister, California 95024-1442
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Fred R. Coulter
Ministro
Junio 14, 2018
Queridos hermanos,
Tuvimos nuestra Conferencia de ancianos, del
2 al 5 de mayo, en el Hotel Greater Cincinnati Airport. Este fue el 18avo año
que la hemos tenido allí. Acabaron de hacerle una renovación completa al hotel,
así que fue como yendo a todo un nuevo sitio.
¡Tuvimos la mejor conferencia de todos los
tiempos! Durante nuestras sesiones, muchos de los ancianos hablaron. Tuvimos
reportes internacionales, así como de las áreas locales en USA. Fue claramente
evidente para todos, mientras progresaba cada sesión, que Dios nos bendijo con
Su Santo Espíritu de amor, poder y unicidad de corazón y mente—haciendo esta ¡la
mejor conferencia de todos los tiempos!
Tuvimos sesiones de mañana y tarde el 3 y 4
de mayo, con la mayoría de los hombres reportando sus áreas. Especialmente
interesantes fueron los reportes de las oficinas internacionales. Roy Assanti está
compilando un folleto de la conferencia, el cual les enviaremos. Probablemente
tomará algunas semanas hasta que esté listo. Mientras tanto, con este envío,
estamos enviando un número de mensajes dados durante la conferencia. De esta
forma podemos compartir con ustedes el trabajo interno de la conferencia. Dado
que hay tanto material, no podemos enviar todo en un solo CD—así que segmentos
adicionales vendrán después.
El Sábado 5 de mayo, tuvimos servicios en la
mañana y tarde, con una comida tremenda entre las sesiones. Aquella mañana
tuvimos dos ordenaciones—un nuevo anciano, Albert Lee Jones, de Michigan, y Eduardo
Elizondo, del norte de Ohio como nuevo diacono.
Hermanos, quiero que sepan que Dios ha
bendecido IDCB con muy buenos ancianos quienes aman a Dios, conocen sus Biblias
y están dedicados a servir a los hermanos. Estamos muy agradecidos con Dios el
Padre y Jesucristo por tales hombres convertidos y leales y por sus esposas.
Por favor manténgalos en sus oraciones.
Estoy seguro que muchos de ustedes no saben
que tenemos 20 ancianos ordenados, así como un número de diáconos, quienes
sirven en grupos de congregaciones locales. A pesar de este hecho, aun somos
una iglesia muy dispersa.
Sin embargo, además de más de 4,000 personas
en la lista de envíos, con la tecnología digital de hoy podemos en realidad
alcanzar gente alrededor del mundo a través de nuestros sitios web, videos, CDs,
nuestra Biblia, libros y folletos. También tenemos nuestras publicaciones en
formato digital y de audio en nuestros sitios web: laVerdaddeDios.org,
churchathome.org y afaithfulversion.org—el cual tiene la Biblia
entera [en ingles], La Santa Biblia en Su orden original. En afaithfulversion.org,
cualquiera puede descargar toda la Biblia—con Comentarios y Apéndices, texto y audio—a
un teléfono ¡sin costo alguno! De esta forma la gente puede tener la Biblia con
ellos todo el tiempo, para ¡leerla o escucharla!
Pacto piadoso de los ancianos: En las
Iglesias de Dios, parece haber un pacto entre Jesucristo, Quien es la Cabeza de
la Iglesia y todos los ancianos—también llamados “supervisores,” no señores
supremos. Mientras su relación con Dios el Padre y Jesús no es llamada
directamente un pacto, sus
responsabilidades, como veremos, se les dan cualidades de pacto. Además, todos
los ancianos son reconocidos por Dios como mayordomos, como escribe el apóstol
Pablo: “Ya sea Pablo, o Apolos, o Cefas, o el mundo, o vida, o
muerte, o cosas presentes, o cosas por venir—todas son suyas; y
ustedes son de Cristo y Cristo es de Dios. Así
entonces, cada hombre considérenos como ministros de Cristo y
administradores de los misterios de Dios. Más
allá de eso, es requerido de los administradores que uno sea encontrado
fiel”
(I Corintios 3:22-23; 4:1-2).
En el
mundo de hoy, poco es conocido sobre lo que es un mayordomo. Un
mayordomo está definido como: “Una persona puesta a cargo de los asuntos de una
gran casa [La iglesia en general es referida como la “casa de Dios” (Efesios
2:19).] o los bienes de alguien, cuyas responsabilidades incluyen supervisión …
administración … de la propiedad o finanzas de otro, de acuerdo a las
instrucciones del dueño para el beneficio del dueño” (Webster’s Dictionary,
College Edition).
Cuando
Pablo estaba yendo a Jerusalén por última vez, él llamó a los ancianos para que
fueran a Mileto a reunirse con él por última vez. Allí les dio esta
advertencia, en la cual también describió su trabajo real como mayordomos de
Dios: “Por tanto presten atención a ustedes mismos y a todo el rebaño,
entre el cual el Espíritu Santo los ha hecho supervisores, para alimentar a
la iglesia de Dios, la cual Él compró con Su propia sangre. Porque
se esto: que tras mí partida lobos crueles entrarán entre ustedes, no
escatimando el rebaño;
Y de entre sus mismos propios hombres se levantarán hablando
cosas perversas para apartar discípulos tras ellos mismos” (Hechos 20:28-30).
Lo que Pablo advirtió aquí es casi
exactamente lo mismo que Jesús amonestó a Pedro. En una de Sus últimas
reuniones con algunos de los apóstoles, Jesús instruyó enfáticamente a Pedro
tres veces sobre cómo
debería servir a la Iglesia y servirlo también a Él. El apóstol Juan escribe de
esto en el último capítulo de su Evangelio: “Por tanto,
cuando habían terminado de comer, Jesús le dijo a Simón Pedro, “Simón, hijo
de Jonás, ¿Me amas más que a estos?” Y él le dijo, “Si, Señor.
Sabes que Te amo.” Él le dijo, “alimenta Mis corderos.” Él le dijo de
nuevo una segunda vez, “Simón, hijo de Jonás, ¿Me amas?” Y él le
dijo, “Si, Señor. Sabes que Te amo.” Él le dijo, “Pastorea Mis ovejas.” Él le
dijo la tercera vez, “Simón, hijo de Jonás, ¿Me amas?” Pedro
estaba afligido porque Él le dijo la tercera vez, “¿Me amas?” Y él le dijo,
“Señor, Tu sabes todas las cosas. Sabes que Te amo.” Jesús le dijo, “alimenta
Mis ovejas”
(Juan 21:15-17).
En su primera
Epístola, Pedro mostró que él había en verdad aprendido esta lección vital. Él
instruyó a los líderes: “A los ancianos que están
entre ustedes los exhorto, incluso como un compañero anciano, y un testigo ocular
de los sufrimientos de Cristo, y un participe de la gloria que está a punto de
ser revelada: Alimenten el rebaño de Dios que está entre ustedes,
ejerciendo vigilancia no por compulsión, sino voluntariamente; no en afición de
ganancias deshonestas, sino con una actitud anhelante; no como
ejerciendo señorío sobre sus posesiones, sino siendo ejemplos al
rebaño de Dios. Y cuando el Pastor Jefe sea
manifestado, recibirán una corona de gloria eterna” (I Pedro
5:1-4).
Así
mismo Jesús instruyó a los apóstoles a no ser señores supremos: “Pero
Jesús los llamó [a
los apóstoles] y dijo, “Ustedes saben que los gobernantes de las
naciones ejercen señorío sobre ellas, y los grandes ejercen autoridad sobre
ellas.
Sin embargo, no será de esta forma entre ustedes; sino cualquiera
que llegue a ser grande entre ustedes, sea su siervo; y cualquiera que esté
primero entre ustedes, sea su esclavo; así como el Hijo de hombre no
vino a ser servido, sino a servir, y a dar Su vida como un rescate por
muchos””
(Mateo 20:25-28).
Todo
el propósito del ministerio—todos los ancianos o supervisores—es definido
claramente por Pablo: “Y Él organizó a algunos como apóstoles, y a algunos
como profetas, y a algunos como evangelistas; y a algunos,
pastores y profesores
para el perfeccionamiento de los santos, para la obra del
ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo; hasta
que todos vengamos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios,
hacia un hombre perfecto, hacia la medida de la estatura de la
plenitud de Cristo;
para que no seamos más niños, sacudidos y llevados con todo viento
de doctrina por las artimañas de hombres en astucia, con vista a la
sistematización del error; sino manteniendo la verdad en amor,
podamos crecer en todas las cosas en Quien es la Cabeza, Cristo de
Quien todo el cuerpo, adecuadamente estructurado y compactado por eso que
cada coyuntura suple, de acuerdo a su trabajo interno en la medida
de cada parte individual, está haciendo el incremento del cuerpo hacia la
edificación del mismo en amor” (Efesios
4:11-16).
Hay muchos otros aspectos que pueden ser
agregados para delinear completamente las tareas y responsabilidades de los
ancianos al servir a los hermanos y al proteger y proteger la Verdad.
El
proceso de conversión: Jesús dijo, “Porque
muchos son llamados, pero pocos son escogidos” (Mateo 22:14).
¿Por qué? Porque solo pocos se arrepienten ¡en verdad! Como el apóstol
Pedro proclamó en Pentecostés, 30 dC: “Arrepiéntanse y sean
bautizados cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para la
remisión de pecados, y ustedes mismos recibirán el regalo del Espíritu Santo.
Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos, y para todos aquellos que
están lejos, tantos como el Señor nuestro Dios pueda llamar”” (Hechos 2:38-39). Arrepentimiento significa dejar de vivir
en pecado—lo cual es la transgresión de las leyes y mandamientos de Dios—y
volverse y comenzar a vivir el camino de Dios.
Por un lado, muchos en este mundo están muy
envueltos en asuntos carnales para preocuparse de Dios—así como Jesús lo
describe en las parábolas de Mateo 13. Por otro lado, para aquellos que
responden el llamado de Dios, el proceso espiritual de conversión comienza en
verdad con la operación de la gracia de Dios en nuestras vidas y mentes.
Luego, Dios el Padre comienza a acercarnos a Él mismo a través de Cristo (Mateo
11:27; Juan 6:44-45; 14:6). SI continuamos respondiendo al buscar a Dios
con
todo nuestro corazón (Mateo 7:7-8), Él nos guía al arrepentimiento y bautismo
(Romanos 2:4, 13; II Corintios 7:9-10). Dios el Padre personalmente nos rescata
de Satanás el diablo: “Dando gracias al Padre, Quien nos ha hecho calificados para la
participación de la herencia de los santos en la luz; Quien
nos ha rescatado personalmente del poder de la oscuridad y nos
ha transferido al reino del Hijo de Su amor; en
Quien tenemos redención a través de Su propia sangre, incluso la
remisión de pecados”
(Colosenses 1:12-14).
Todo esto
es la operación de la gracia de Dios el Padre y Jesucristo Quienes están
tratando con nosotros a través de la Palabra de Dios y el poder del Espíritu
Santo. Pablo describe el proceso de esta forma, comenzando con cuando estábamos
aun viviendo en pecado como cautivos de Satanás: “Ustedes
estaban muertos en transgresiones y pecados, en los cuales caminaron en
tiempos pasados de acuerdo al curso de este mundo, de acuerdo al príncipe del
poder del aire [Satanás
el diablo], el espíritu que está ahora trabajando dentro de los hijos de
desobediencia; Entre quienes también todos nosotros una vez tuvimos nuestra
conducta en las lujurias de nuestra carne, haciendo las cosas deseadas por la
carne y por la mente, y éramos por naturaleza los hijos de ira, así como
el resto del mundo.
“Pero
Dios, Quien es rico en misericordia, por causa de Su gran amor con el cual nos
amó, aun cuando estábamos muertos en nuestras ofensas, nos ha
dado vida junto con Cristo.… Porque por gracia han sido
salvos a través de fe, y esta no es de ustedes mismos; es el regalo de
Dios, no de
obras [nuestras
propias obras carnales], para que nadie pueda jactarse. Porque somos Su hechura, siendo
creados en Cristo Jesús hacia las buenas obras que Dios ordenó de
antemano para que pudiéramos caminar en ellas” (Efesios 2:1-5, 8-10).
¿Cuáles son aquellas buenas obras que
Dios ha ordenado? Son: Amar a Dios con todo nuestro corazón, mente, y con toda
nuestra fortaleza; amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos; amar a los
hermanos como Cristo nos ha amado; y guardar los mandamientos de Dios en su
plena intención espiritual. Todas estas solo pueden ser cumplidas a través de ¡la
gracia de Dios! Entonces llegamos a ser la “hechura espiritual de Dios”—esto
es, Él está creando dentro de nuestros corazones y mentes Su carácter recto y
santo, mientras empezamos a ser perfeccionados como Dios es perfecto (Mateo
5:48).
Esto nos trae a una relación personal con
Dios el Padre
y Jesucristo—como la llamó Juan, “nuestro compañerismo.” Él escribe: “Eso
que hemos visto y hemos oído estamos reportándoles para que también puedan
tener compañerismo con nosotros; porque el compañerismo—ciertamente, nuestro
compañerismo—está con el Padre y con Su propio Hijo, Jesucristo” (I Juan 1:3).
La obra del Espíritu Santo en nuestras vidas: Cuando
somos
engendrados de nuevo” (I Pedro 1:2-3) por el Espíritu de Dios del Padre, el Espíritu Santo
es co-unido con nuestro “espíritu de hombre”—y recibimos el regalo de filiación
de Dios. Somos entonces hijos engendrados (I Juan 3:1-3, 9): “…para
que pudiéramos recibir el don de filiación de parte de Dios. Y
porque ustedes son hijos, Dios ha enviado el Espíritu de Su Hijo a sus
corazones, gritando, “Abba, Padre”” (Gálatas 4:5-6). Dios entonces nos
guía con el poder de Su Santo Espíritu: “Porque tantos como son
guiados por el Espíritu de Dios, esos son los hijos de Dios. Ahora,
ustedes no han recibido un espíritu de esclavitud otra vez hacia temor, sino
han recibido el Espíritu de filiación, por el cual gritamos, “Abba,
Padre””
(Romanos 8:15-16).
Con
nuestra participación activa diaria en nuestra relación con Dios—a través de oración y estudio, guardando Sus leyes y
mandamientos
por Su gracia activa firme—Él continua convirtiéndonos, primero, al escribir
Sus leyes en nuestros corazones y mentes: “Y el Espíritu Santo también
nos da testimonio; porque después que Él había previamente dicho, “ ‘Este
es el pacto que estableceré con ellos después de aquellos días,’
dice el Señor: ‘Yo daré Mis leyes dentro de sus corazones, y las
inscribiré en sus mentes; y sus pecados e ilegalidad no recordaré
nunca más’ ””
(Hebreos 10:15-17).
Entonces, con la gracia y el amor de Dios por
nosotros combinado con nuestro amor por Dios, desarrollamos la mente de
Jesucristo—la mente convertida guiada por el Espíritu, como escribe Pablo: “Ahora
entonces, si hay cualquier estímulo en Cristo, si cualquier consuelo de
amor, si cualquier compañerismo del Espíritu, si cualquier afecto interno profundo
y compasión,
cumplan mi gozo, que sean de la misma mente, teniendo el mismo amor,
siendo unidos en alma, preocupándose de la única cosa [el Reino de
Dios].
Nada sea hecho a través de contienda o vanagloria, sino en
humildad, cada uno estimando a los otros sobre sí mismo. Cada
uno ocúpese no solo de sus propias cosas, sino cada uno también considere
las cosas de otros.
Esté esta mente en ustedes, la cual estuvo también en Cristo
Jesús”
(Filipenses 2:1-5).
Así es como Cristo es “creado” o formado
en nosotros (Gálatas 4:19) a través del poder del Espíritu Santo: “Incluso el
misterio que ha estado escondido desde siglos y desde generaciones, pero que
ha sido revelado ahora a Sus santos; a quienes Dios quiso dar a
conocer cuáles son las riquezas de la gloria de este misterio entre los
gentiles; el cual es Cristo en ustedes, la esperanza de gloria; a
Quien predicamos, amonestando a todo hombre y enseñando a todo
hombre en toda sabiduría, para poder presentar a todo hombre perfecto
en Cristo Jesús”
(Colosenses 1:26-28). Recuerde, somos Su hechura.
Así
imitamos a Dios mientras somos guiados por el Espíritu Santo: “Por
tanto, sean imitadores de Dios, como hijos amados; y
caminen en amor, incluso como Cristo también nos amó, y Se
dio a Sí mismo por nosotros como una ofrenda y un sacrificio de aroma
perfumado a Dios.”
(Efesios 5:1-2). Consecuentemente, desarrollamos los frutos del Espíritu—carácter
piadoso: “Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia,
amabilidad, bondad, fe,
Mansedumbre, autocontrol;…” (Gálatas 5:22-23).
Juan lo
expresó de esta forma: “Por otro lado, si cualquiera está guardando Su Palabra,
verdaderamente en aquel el amor de Dios está siendo perfeccionado. Por este medio
sabemos que estamos en Él. Cualquiera que reclame
vivir en Él está obligándose a sí mismo también a caminar incluso como Él mismo
caminó.…
Por este estándar sabemos que amamos a los hijos de Dios:
cuando amamos a Dios y guardamos Sus mandamientos. Porque este es el amor de
Dios: que guardemos Sus mandamientos; y Sus mandamientos no son pesados” (I Juan 2:5-6; 5:2-3).
Sí, cometeremos
errores, caeremos a causa de la debilidad humana y el pecado, pero cuando nos
arrepentimos y suplicamos a Dios, Él nos perdona a través de la sangre de
Cristo. Juan escribe: “Hijitos míos, les estoy escribiendo estas cosas para que no puedan
pecar. Y aun así, si alguno peca, tenemos un Abogado con el Padre,
Jesucristo el Justo; y Él es la propiciación por nuestros
pecados; y no solamente por nuestros pecados, sino también por los
pecados del mundo entero.… Si confesamos nuestros
propios pecados, Él es fiel y justo, para perdonar nuestros pecados, y
limpiarnos [a
través del “lavado del agua por la Palabra” (Efesios 5:26)] de
toda injusticia”
(I Juan 2:1-2; 1:9).
En verdad, así es como somos los hijos de
Dios—en una relación
especial de filiación con el Padre. Es el Padre Quien también nos da
voluntad y deseo de crecer, cambiar y vencer: “Porque
es Dios quien trabaja en ustedes el querer y el hacer de acuerdo
a Su buena voluntad.… Para que puedan ser
irreprochables y sin ofensa, hijos inocentes de Dios en medio de una generación
torcida y pervertida, entre quienes ustedes brillan como luces en el mundo” (Filipenses 2:13, 15).
Somos la hechura de Dios, la cual Él
completará a perfección: “Gracia y paz sean a ustedes de
Dios nuestro Padre y del Señor Jesucristo. Doy gracias a mi Dios
en todo recuerdo de ustedes, siempre haciendo súplica con gozo en toda
oración mía por todos ustedes, por su compañerismo en el evangelio desde
el primer día hasta ahora; estando confiados de esta
misma cosa, que Quien comenzó una buena obra en ustedes la completará
hasta el día de Jesucristo” (Filipenses 1:2-6).
Pablo también nos anima con estas
palabras: “El Espíritu mismo da testimonio conjuntamente con nuestro propio
espíritu, testificando que somos hijos de Dios. Entonces
si somos hijos, somos también herederos—verdaderamente, herederos
de Dios y coherederos con Cristo—si ciertamente sufrimos junto con Él, para
poder también ser glorificados junto con Él [en la primera resurrección]” (Romanos
8:16-17).
Así,
en la resurrección seremos “perfectos, incluso como su Padre que está
en el cielo es perfecto”
(Mateo 5:48). Pablo escribe de la gloriosa primera resurrección para vida eterna,
la cual recibiremos SI estamos hambrientos y sedientos por ella: “Así también es la resurrección de los muertos. Es
sembrado en corrupción; es levantado en incorrupción. Es sembrado en deshonra; es levantado en gloria. Es
sembrado en debilidad; es levantado en poder. Es sembrado un cuerpo natural; es levantado un cuerpo
espiritual. Hay un cuerpo natural, y hay un cuerpo
espiritual; en consecuencia, está escrito, “El primer hombre, Adán, se
convirtió en un alma viva, el último Adán se convirtió en un Espíritu
eterno.” Sin embargo, lo espiritual no fue primero, sino lo
natural—luego lo espiritual.
“El
primer hombre es de la tierra—hecho de polvo. El segundo Hombre es
el Señor del cielo. Como es aquel hecho de polvo, así también son
todos aquellos que son hechos de polvo; y como es aquel
celestial, así también son todos aquellos que son celestiales. Y
como hemos llevado la imagen de aquel hecho de polvo, también llevaremos
la imagen de Aquel celestial. Ahora
digo esto, hermanos, que la carne y la sangre no pueden heredar el
reino de Dios, ni la corrupción hereda incorrupción. He
aquí, les muestro un misterio: no todos dormiremos, sino que todos
seremos cambiados, en un instante, en el parpadeo de un ojo, a la última
trompeta; porque la trompeta sonará, y los muertos serán levantados
incorruptibles, y nosotros seremos cambiados. Porque
esto corruptible debe vestirse de incorruptibilidad, y esto mortal debe
vestirse de inmortalidad. Ahora, cuando esto corruptible se haya vestido
de incorruptibilidad, y esto mortal se haya vestido de
inmortalidad, entonces sucederá el dicho que está escrito: “La muerte
es tragada en victoria.” Oh muerte, ¿dónde está tu aguijón? Oh tumba, ¿dónde
está tu victoria?”
(I Corintios 15:42-55).
Esta es la gloria de vida eterna que Dios
nos ha prometido. Esto es lo que necesitamos mantener fijo en nuestros
corazones y mentes, sabiendo que sin importar lo que podamos enfrentar en este
mundo, siempre estaremos buscando a Dios el Padre y a Jesucristo para que estén
con nosotros y fortalecernos con el poder del Espíritu Santo dentro de nosotros:
“…dejemos a un lado todo peso, y el pecado que tan fácilmente nos
atrapa; y corramos la carrera puesta delante nuestro con resistencia, teniendo
nuestras mentes fijas en Jesús, el Iniciador y Terminador [Perfeccionador]
de nuestra fe; Quien por el gozo que tenía
delante de Él resistió la cruz, aunque despreció la
vergüenza, y se ha sentado a la mano derecha del trono de Dios” (Hebreos
12:1-2).
Con
esta mentalidad espiritual, sabemos que nada puede pararse contra nosotros—porque
como hijos de Dios, Dios el Padre y Jesucristo están por nosotros: “Y sabemos
que todas las cosas trabajan juntas para el bien de aquellos que aman a
Dios, para aquellos que son llamados de acuerdo a Su propósito. Porque
aquellos a quienes Él conoció de antemano, también predestinó para ser
conformados a la imagen de Su propio Hijo, para que Él pudiera ser el
primogénito entre muchos hermanos.
“Entonces
a quienes Él predestinó, a éstos también llamó; y a quienes Él llamó, a
éstos también justificó; y a quienes Él justificó, a éstos también
glorificó.
¿Qué diremos entonces a estas cosas? Si Dios es por
nosotros, ¿quién puede estar contra nosotros? Quien
no escatimó incluso a Su propio Hijo, sino que renunció a Él por
todos nosotros, ¿cómo no nos otorgará también todas las cosas con Él?
“¿Quién
traerá una acusación contra el elegido de Dios? Dios es Aquel que
justifica. ¿Quién es aquel que condena? Es Cristo Quien murió,
más aun, Quien es alzado de nuevo, Quien está incluso ahora a la
mano derecha de Dios, y Quien está también haciendo intercesión por
nosotros.
¿Qué nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o
persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada?
“En
consecuencia, está escrito, “Por amor a Ti estamos muertos todo el día; somos
contados como ovejas para la masacre.” Pero en todas estas cosas somos
más que conquistadores a través de Quien nos amó. Porque estoy
persuadido que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni poderes, ni
cosas presentes, ni cosas por venir, ni altura, ni profundidad, ni
cualquier otra cosa creada, será capaz de separarnos del amor de Dios, el cual es
en Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos
8:28-39).
Por
tanto, podemos reclamar esta firme promesa de Jesús: “…porque
Él ha dicho, “En ninguna forma los dejaré jamás; no—nunca los abandonaré en
ninguna forma.” Así entonces, digamos valientemente, “El Señor es
mi ayudante, y no temeré, ¿qué puede hacerme el hombre?”” (Hebreos 13:5-6).
Hermanos, estamos viviendo en tiempos difíciles
y de pruebas; acerquémonos a Dios cada día en oración sentida y en el estudio
de la Palabra de Dios. Así es como podemos continuar creciendo en gracia y
conocimiento mientras desarrollamos carácter piadoso y amor en preparación para
el regreso de Cristo—de modo que podemos reinar con Él mientras Él reina, y
trae salvación a este mundo.
Como siempre, damos gracias a Dios el Padre
y a Jesucristo por su bondad y misericordia. Nuevamente, les damos gracias por
su amor y fidelidad a Dios y unos a otros. Gracias por sus oraciones por
nosotros y por todos los hermanos. Les damos gracias por su constancia en
diezmos y ofrendas, como continuamos alcanzando a nuevas personas y hermanos.
Oramos que Dios continúe bendiciéndolos en todo, y que Él velará por ustedes y
los protegerá en toda forma. Oramos por ustedes cada día—por su salud y su
sanidad a través del amor y la gracia de Dios.
Con amor en Cristo Jesús,
Fred R. Coulter
FRC