CAPITULO
9
(Tomado
del libro “Días festivos ocultos o Días Santos de Dios—¿Cuáles?”)
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¿Cuál
día de adoración hizo Dios santo?
Por
Fred
R. Coulter
www.iglesiadedioscristianaybiblica.org
A
través de su historia los hijos de Israel y Judá rechazaron continuamente los
mandamientos de Dios. En particular, rechazaron guardar el Sábado y los días
santos de Dios. En el templo de Dios en Jerusalén, ellos literalmente volvieron
sus espaldas a Dios para adorar al sol y a varios dioses ocultos. Generación
tras generación, ellos transgredieron repetida y gravemente contra Dios. Aun así,
en Su amor y misericordia por Su pueblo y por causa de Sus promesas a Abraham,
Dios envió numerosos profetas fieles por más de cientos de años con
advertencias y llamados al arrepentimiento. A pesar de las repetidas
advertencias, ambos Israel y Judá se rehusaron a arrepentirse. Finalmente, como
castigo por sus pecados, Dios los envió al cautiverio en las manos de sus
enemigos.
Ignorando
el registro del Antiguo Testamento, el cristianismo tradicional apóstata ha perpetuado
los pecados del antiguo Israel y Judá en desafío a Dios. Mientras su
liderazgo profesa representar al Dios de la Biblia y reclama Su autoridad, sus
Papas, sacerdotes, ministros y evangelistas en realidad se oponen a Dios al rechazar
mucha de Su Palabra. De hecho, la iglesia católica romana de hoy acepta y
observa las tradiciones de los “padres de la iglesia” y varias
proclamaciones papales—reclamando que son tan obligatorias y autoritarias como
la Palabra de Dios. En la práctica, sin embargo, tales tradiciones y proclamaciones
papales en realidad reemplazan la autoridad de la Palabra de Dios. Los
protestantes también aceptan como autoritarias las tradiciones de los “padres
de la iglesia,” y enseñan falsamente que Jesús abolió la Ley de Dios. Como
resultado, ellos practican las mismas cosas que Dios les ordena evitar—¡incluso
mientras profesan servirlo! (Vea el Apéndice H, “La guerra de Roma contra la
Pascua Cristiana, el Sábado de Dios y los Días Santos, pág. 319).
El
apóstol Pedro profetizó que esto pasaría. “Pero hubo
también falsos profetas entre el pueblo [del antiguo Israel y Judá], como en verdad habrán falsos maestros entre ustedes,
que sigilosamente introducirán herejías destructivas, negando personalmente al
Señor que los compró, y trayendo rápida destrucción sobre sí mismos. Y
mucha gente seguirá sus caminos destructivos; y a causa de ellos, el
camino de la verdad será blasfemado. También, a través de insaciable
codicia los explotarán con mensajes tentadores para obtener ganancia;
para quienes el juicio antiguo esta en completa vigencia, y su
destrucción siempre está observando.” (I Pedro 2:1-3).
Las Escrituras:
La Palabra de Verdad del Dios de Verdad
Dios
es el Dios de verdad, y es imposible para Él mentir. El apóstol Pablo escribió,
“Pablo, un siervo de Dios y un apóstol
de Jesucristo, de acuerdo a la fe del elegido de Dios y al
conocimiento de la verdad que está de acuerdo a la
santidad; en la esperanza de vida eterna, la cual Dios Quien no puede
mentir prometió antes de las eras del tiempo,” (Tito 1:1-2).
También: “En esta forma Dios, deseando mostrar
más abundantemente a los herederos de la promesa la naturaleza inmutable
de Su propio propósito, lo confirmó con un juramento; para que por dos
cosas inmutables, en las cuales era imposible para Dios mentir,
…” (Hebreos 6:17-18).
Además,
el Dios de Verdad guarda la verdad para siempre. Como escribió el
salmista, “Quien hizo los cielos y la tierra, el mar y todo lo que está
en ellos; Quien mantiene verdad para siempre;” (Salmo 146:6).
Los cielos y la tierra son testigos de Su verdad: “ “Den
oído, Oh cielos, y hablaré; y oiga, Oh tierra, las palabras de mi
boca. Mis enseñanzas caerán como lluvia; mi discurso caerá como el rocío, como
la lluvia pequeña sobre la planta tierna, y como el chubasco sobre el pasto
porque proclamaré el nombre del SEÑOR, y atribuiré grandeza a nuestro
Dios. Él es la Roca [es decir, Jesucristo, I Corintios 10:4]; Su obra es perfecta porque todos Sus caminos son
justos, un Dios de fidelidad, y sin iniquidad; justo y recto es Él.”
(Deuteronomio 32:1-4).
Jesucristo,
el verdadero Salvador del mundo, verificó la verdad de Dios, diciendo, “…Tú Palabra es la verdad.” (Juan 17:17). De Sí
mismo, Él dijo, “ “Yo soy el camino, y la verdad, y
la vida; nadie viene al Padre, excepto a través de Mí.” (Juan
14:16); y, “El cielo y la tierra pasarán, pero Mis
palabras nunca pasarán.” (Marcos 13:31).
Mucha
de la verdad de Dios ha sido revelada a los hombres a través de las leyes y
mandamientos que Dios ha dado. El Salmo 119 dice: “Tu
justicia es una justicia eterna, y Tu ley es la verdad.” (verso
142); “Tú estás cerca, Oh SEÑOR y todos Tus
mandamientos son verdad.” (verso 151); “Por
tanto estimo ser correctos todos Tus preceptos concernientes a todas
las cosas, y odio todo falso camino.” (verso 128). Se anima al
lector a leer y estudiar todo el Salmo 119, ya que todo el capítulo es una
profecía de la propia actitud de Jesús hacia la Palabra de Dios. Porque Jesús
mismo estimaba la Palabra de Dios como verdad, podemos estar seguros de que Su
Palabra es la verdad absoluta—respirada del Dios de verdad (II Timoteo
3:15-16).
Con
esto en mente, tenemos que examinar ansiosamente las Escrituras en búsqueda de
la verdad. Los creyentes del primer siglo en Berea fueron elogiados por su
diligencia en buscar las Escrituras, como el escritor del libro de Hechos nota:
“Estos [los de Berea] eran
más nobles que aquellos en Tesalónica, porque recibieron la Palabra con
toda disposición de mente y examinaron las Escrituras diariamente
para ver si estas cosas eran así.” (Hechos 17:11).
También
tenemos que estudiar para poder aprender a dividir correctamente la
Palabra de Verdad. El apóstol Pablo animó a Timoteo a: “Estudia[r]
diligentemente para mostrarte a ti mismo
aprobado a Dios, un obrero que no necesita ser avergonzado, dividiendo
correctamente la Palabra de la verdad;” (II Timoteo 2:15). Pablo escribió
a los creyentes en Tesalónica, “Prueben todas las
cosas. Retengan aquello que es
bueno.” (I Tesalonicenses 5:21).
David
escribió, “Enséñame Tu camino, Oh SEÑOR; caminaré
en Tu verdad [como un camino de vida]; …”
(Salmo 86:11). Y Jesús dijo, “…‘El hombre no
vivirá por pan solamente, sino por cada palabra que procede de la boca
de Dios.’ ” ” (Mateo 4:4; Lucas 4:4). Esta actitud y aproximación
enseñable—emparejada con las “14
Reglas para estudio bíblico” (Apéndice I, p. 323)—nos traerán entendimiento
de la verdad de la Palabra de Dios.
Un recorrido del séptimo dia-Sabado en
el Antiguo Testamento
El
siguiente registro del libro de Génesis revela que el séptimo día semanal Sábado
es una creación especial de Dios apartado por Él desde el principio. “Así los cielos y la tierra fueron terminados, y todo el
ejercito de ellos. Y para el comienzo del séptimo día Dios
terminó Su obra la cual Él había hecho. Y descansó en el séptimo día de toda Su
obra la cual había hecho. Y Dios bendijo el séptimo día y lo santificó porque
en el descansó de toda Su obra la cual Dios había creado y hecho.” (Génesis
2:1-3).
Santificar
el Sábado significa que Dios lo apartó o lo hizo santo. Ya que Dios es santo,
únicamente Él tiene el poder y autoridad de hacer o declarar algo santo. Dios
hizo el día Sábado santo al tomar personalmente cinco acciones específicas: 1)
Dios lo creó; 2) Dios lo bendijo; 3) Dios lo santificó; 4) Dios puso Su
presencia en el; y, 5) Dios descansó en el. Por lo tanto, ningún hombre
tiene el poder o autoridad de cambiar, anular o abrogar lo que Dios ha
santificado personalmente.
El
ciclo semanal de siete días ha sido el mismo desde la creación. En el
calendario romano de hoy, el séptimo día es llamado Sábado. Este día es el día
de reposo semanal de Dios que Él personalmente apartó e hizo santo desde el
principio de la creación.
Los antiguos
patriarcas justos guardaron el Sábado
Las
leyes de Dios han estado en efecto desde el principio (Romanos 5:12-14). Si no
hubiera habido ley por los 2500 años desde Adán hasta Moisés, no habría habido
pecado—porque donde no hay ley, el pecado no es imputado (Romanos 4:15). El
pecado es la transgresión de la ley (I Juan 3:4)—por lo tanto si hay pecado,
entonces hay ley. El hecho de que Dios pasara juicio sobre la humanidad y los destruyera
con un Diluvio universal por su grave maldad y pecado (Génesis 6:5-13); prueba
que las leyes y mandamientos de Dios siempre han estado en efecto.
Los
patriarcas Abel, Enoc, y Noé caminaron con Dios (Génesis 5:22; 6:9). Ellos
fueron justos en que le creyeron a Dios y guardaron Sus leyes y mandamientos
(Hebreos 11:4-5; 7; 12:24). Ya que todos los mandamientos de Dios son justicia,
esto significa que los patriarcas guardaron el séptimo día Sábado así como
también todos los otros mandamientos.
Después
del Diluvio, Abraham, el padre de los fieles, recibió las promesas de Dios
porque le creyó y obedeció (Génesis 12:1-4; 22:1-18). La fe de Abraham fue
contada como justicia (Génesis 15:6). Abraham también tuvo obras justas. El
apóstol Santiago, el hermano del Señor Jesús, escribió de la fe y obras de
Abraham: “¿Pero está deseoso de entender, Oh hombre
tonto, que fe sin obras es muerta? ¿No fue nuestro padre Abraham justificado
por obras cuando ofreció a Isaac, su propio hijo, sobre el altar? ¿No ve
que la fe estaba trabajando juntamente con sus obras, y por obras su fe
fue perfeccionada? Y la escritura fue cumplida la cual dice, “Entonces Abraham
creyó a Dios, y le fue contado por justicia”; y fue llamado un amigo de Dios.
Vea, entonces, que un hombre es justificado por obras, y no por fe solamente.”
(Santiago 2:20-24).
Cuando
las promesas dadas a Abraham fueron pasadas a su hijo Isaac, Dios
específicamente le dijo a Isaac que recibiría las promesas por la obediencia de
Abraham. El Señor se le apareció a Isaac y le dijo, “Permanece
en esta tierra, y estaré contigo y te bendeciré, porque a ti y a tu
descendencia, daré todas estas tierras; y estableceré el juramento el cual juré
a Abraham tu padre. Y multiplicaré tu descendencia como las estrellas de los
cielos y daré a tu descendencia todas estas tierras. Y en tu descendencia serán
benditas todas las naciones de la tierra, porque Abraham obedeció Mi voz y
guardó Mi encargo, Mis mandamientos, Mis estatutos y Mis leyes.” ” (Génesis
26:3-5).
Ya
que Dios no cambia (Malaquías 3:6), y Jesucristo es “…el
mismo ayer, y hoy, y por siempre” (Hebreos 13:8), podemos concluir que
las leyes, mandamientos y estatutos que Abraham guardó fueron los mismos que
fueron dados más tarde a Israel en el Monte Sinaí.
Semanas
antes de que los israelitas llegaran al Monte Sinaí, Dios proveyó maná
milagrosamente para que ellos comieran. En el sexto día de la semana, Dios envió
una porción doble de maná; no envió nada en el séptimo día. Así los
hijos de Israel no necesitarían reunir comida en el séptimo día y podrían
observar el Sábado descansando. Algunos, sin embargo, salieron el Sábado a
reunir maná de todas maneras—pero no encontraron nada. A través de Moisés, Dios
preguntó, “ “¿Cuánto tiempo más ustedes
rechazan guardar Mis mandamientos y Mis leyes?” (Éxodo 16:28).
En
el Monte Sinaí Dios expandió el Cuarto Mandamiento, diciendo, “Recuerden el día Sábado para guardarlo santo. Seis días trabajarán y harán toda su obra. Pero el
séptimo día es el Sábado del SEÑOR su Dios. En éste no harán ninguna obra,
usted, ni su hijo, ni su hija; ni su siervo, ni su sierva, ni su ganado,
ni el extranjero dentro de sus puertas; porque en seis días el SEÑOR
hizo el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que está en ellos, y descansó el
séptimo día. Por tanto el SEÑOR bendijo el día Sábado y lo santificó.” (Éxodo
20:8-11).
Moisés
recontó los 10 Mandamientos en Deuteronomio cinco, resaltando que el Sábado de
Dios no era únicamente para ser recordado, sino que también era para ser
guardado: “Guarden el día Sábado para santificarlo como el SEÑOR su Dios les ha ordenado.
Seis días trabajarán y harán toda su obra. Pero el séptimo día es el
Sábado del SEÑOR su Dios. En este no harán ningún trabajo, usted, ni
su hijo, ni su hija, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su burro, ni
ninguno de su ganado, ni su extranjero dentro de sus puertas, para que su
siervo y su sierva puedan descansar así como usted. Y recuerden que eran
esclavos en la tierra de Egipto, y el SEÑOR su Dios los trajo de allí con mano
poderosa y con brazo extendido. Por tanto el SEÑOR su Dios les ordenó
guardar el día Sábado.” (Deuteronomio 5:12-15).
En
Levítico, Dios declaró que el Sábado es una santa convocación: “Seis días el trabajo será hecho, pero el séptimo día es
el Sábado de descanso, una santa convocación. No harán ningún trabajo. Es
un Sábado para el SEÑOR en todas sus viviendas.” (Levítico 23:3).
Guardar el Sábado
es una señal perpetua entre Dios y Su pueblo
Hay
un número de Escrituras claves concernientes a guardar el Sábado como una señal
especial entre Dios y Su pueblo. Por ejemplo:
“Y el SEÑOR habló a Moisés diciendo, “Habla también a los
hijos de Israel [la verdadera Iglesia de Dios es llamada el “Israel de
Dios” en Gálatas 6:16], diciendo, ‘Verdaderamente
ustedes guardarán Mis Sábados, porque esto [el guardar el Sábado
de Dios] es una señal entre ustedes y Yo a través
de sus generaciones para que sepan que Yo soy el SEÑOR Quien los santifica.
Guardarán el Sábado por tanto, porque es santo para ustedes. Todo aquel
que lo profane ciertamente será condenado a muerte [la paga del pecado
es muerte, Romanos 6:23, y pecado es la trasgresión de la ley, I Juan 3:4], porque quien quiera que haga algún trabajo en este día,
aquella alma será cortada de entre su pueblo.” (Éxodo 31:12-14).
“Seis días puede el trabajo ser hecho, pero en el séptimo día
es el Sábado de descanso, santo para el SEÑOR. Quien quiera que haga algún
trabajo en el día Sábado, ciertamente será condenado a muerte. Por tanto los
hijos de Israel guardarán el Sábado, para observar el Sábado a través de sus
generaciones como un pacto perpetuo. Esta es una señal entre los hijos
de Israel y Yo para siempre; porque en seis días el SEÑOR hizo los cielos y
la tierra y en el séptimo día descansó, y fue refrescado.’ ” ” (versos
15-17).
Dios
declaró, “Guardaran Mis Sábados.” (Como veremos
en el siguiente capítulo, esto significa no solamente el séptimo día semanal-Sábado,
sino también los días santos anuales—todos los cuales son Sábados.) El guardar
Sus Sábados es una señal entre Dios y Su pueblo. Aquellos que no guardan Sus Sábados
están transgrediendo los mandamientos de Dios, independientemente de lo que
profesen.
Este
pacto perpetuo—es decir que no puede ser cambiado o abolido—de guardar
el Sábado es además del pacto que fue ratificado entre Dios y los hijos
de Israel como está registrado en Éxodo 24. Como tal, el pacto del Sábado de Éxodo
31 es un componente básico de todos los otros pactos. Hay poca duda de que este
pacto perpetuo de guardar el Sábado fuera incluido en todos los pactos de Dios
desde la creación—¡porque el Sábado estuvo desde el principio!
Quebrantar el Sábado
es rebelión contra Dios
En Ezequiel 20,
Dios le ordenó a los hijos de Israel quitar los ídolos de Egipto y guardar Sus
leyes y Sábados. “Y les di Mis estatutos y les mostré
Mis ordenanzas, las cuales si un hombre las hace, incluso vivirá en
ellas. Y también les di Mis Sábados para ser una señal entre ellos y Yo,
para que pudieran saber que Yo soy el SEÑOR Quien los santifica. Pero
la casa de Israel se rebeló contra Mí en el lugar desolado; no caminaron en
Mis estatutos, y despreciaron Mis ordenanzas, las cuales si un hombre
las hace, incluso vivirá en ellas. Y contaminaron grandemente Mis Sábados…”
(Ezequiel 20:11-13). Por los pecados de los hijos de Israel en el lugar
desolado, Dios los castigó con cuarenta años de deambular—hasta que todos
aquellos de veinte años o más murieran (Números 14:34).
Al
final de los cuarenta años, y justo antes de entrar a la Tierra Prometida, Dios
pleiteó otra vez con los hijos de Israel: “Pero les
dije a sus hijos en el lugar desolado, ‘No caminen en los estatutos de sus
padres, ni observen sus juicios, ni se profanen a sí mismos con sus ídolos. Yo soy
el SEÑOR su Dios. Caminen en Mis estatutos, y guarden Mis ordenanzas y
háganlas, y guarden Mis Sábados santos; y ellos serán una señal entre
ustedes y Yo para que puedan saber que Yo soy el SEÑOR su Dios.’ ”
(Ezequiel 20:18-20)
Verso
21: “Pero los hijos se rebelaron contra Mí. No
caminaron en Mis estatutos, ni guardaron Mis ordenanzas para hacerlas—ordenanzas
las cuales, si un hombre las hace, incluso vivirá en ellas. Y contaminaron
Mis Sábados…” Israel rechazó las peticiones de Dios a obedecerlo y
guardar Sus Sábados. En rebelión, rehusaron guardar Sus mandamientos y leyes, y
en su lugar adoraron a los dioses de las naciones alrededor de ellos.
Las bendiciones
de guardar el Sábado
El
profeta Isaías profetizó que en los últimos tiempos, justo antes del regreso de
Jesucristo, la salvación involucraría directamente el guardar el Sábado. “Así dice el SEÑOR, “Guarden justicia y hagan justicia;
porque Mi salvación está próxima a venir [comenzando con el
ministerio de Jesús en el 26 d.C hasta Su segunda venida], y Mi justicia a ser revelada. Bendito es el hombre
que hace esto, y el hijo de hombre que se aferra a esto; que guarda el
Sábado de profanarlo; y guarda su mano de hacer algo malo.”… [Benditos
son] también los hijos del extranjero, que se unen al
SEÑOR para servirle y para amar el nombre del SEÑOR, para ser Sus siervos, y
todo el que se guarde de profanar el Sábado, y se agarre de Mi pacto
[el pacto perpetuo de guardar el Sábado de Éxodo 31 y el Nuevo Pacto a través
de Jesucristo];” (Isaías 56:1-2, 6).
Dios
bendice a aquellos que buscan complacerlo al guardar Su Sábado santo. “Si alejas tu pie del Sábado, de hacer tus propios
deseos en Mi día santo, y llamas el Sábado una delicia, el santo del SEÑOR,
honorable; y lo honras a Él, no haciendo tus propios caminos, ni buscando tus
propios deseos, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás
en el SEÑOR; y Yo haré que montes sobre los lugares altos de la tierra, y te
alimentes con la herencia de Jacob tu padre, porque la boca del SEÑOR lo ha
hablado.” ” (Isaías 58:13-14).
Guardar
el Sábado no es una maldición como tantos “cristianos” han erróneamente enseñado.
Más bien, hay muchas bendiciones por guardar el séptimo dia-Sabado. El
hecho es que las maldiciones son el resultado del pecado—y el pecado es
la transgresión de la ley de Dios.
Las
maldiciones no vienen de guardar el Sábado—las maldiciones vienen de quebrantar
el Sábado. Cualquiera que rechace el Cuarto Mandamiento y no guarde el séptimo
dia-Sabado está pecando.
El
Antiguo Testamento revela las siguientes verdades acerca del Sábado:
·
El
Sábado es un memorial semanal de la creación de Dios de los cielos y la tierra.
·
El
Sábado es un gran regalo de Dios para la humanidad.
·
El
Sábado es el único día de la semana que Dios ha específicamente bendecido y
santificado.
·
El
Sábado es un día de cese de toda labor.
·
El
Sábado es una santa convocación—un día de reunión y adoración.
·
Dios
le ordena a toda la humanidad a guardar el Sábado.
·
Dios
dio el Sábado como una señal de recordatorio de Su pacto con Su pueblo.
·
Guardar
el Sábado es un pacto perpetuo.
·
El
Sábado le pertenece a Dios. “Pero el séptimo día es el Sábado del Señor.”
Este
breve recorrido concerniente a guardar el Sábado ha cubierto únicamente los pasajes
más importantes del Antiguo Testamento. Se anima al lector a estudiar las
muchas otras Escrituras directamente relacionadas al Sábado.
Un recorrido del séptimo día-Sábado en
el Nuevo Testamento
Al
principio Dios creó todas las cosas, y aquel quien en realidad hizo la creación
fue aquel quien llegó a ser Jesucristo. El apóstol Juan escribió de esta verdad
fundamental: “En el principio era la Palabra, y
la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Él estaba en el
principio con Dios. Todas las cosas vinieron a ser a través de Él, y ni
siquiera una cosa que fue creada vino a ser sin Él… Y la Palabra se hizo
carne, e hizo tabernáculo entre nosotros (y nosotros mismos vimos Su gloria, la
gloria como del único engendrado con el Padre), lleno de gracia y verdad.”
(Juan 1:1-3, 14).
El
libro de Hebreos confirma este entendimiento. “Dios,
Quien habló a los padres en tiempos diferentes en el pasado y en muchas formas
por los profetas, nos ha hablado en estos últimos días por Su Hijo, a
Quien Él ha señalado heredero de todas las cosas, por Quien también
Él hizo los mundos; Quien, siendo el brillo de Su gloria y la
imagen exacta de Su persona, y sosteniendo todas las cosas por la palabra de Su
propio poder, cuando Él hubo por Sí mismo limpiado nuestros pecados, se
sentó a la mano derecha de la Majestad en la altura;”
(Hebreos 1:1-3).
De
nuevo, el apóstol Pablo escribió que Jesucristo creó todas las cosas: “Porque por Él [Jesucristo]
fueron creadas todas las cosas, las cosas en el cielo y las cosas sobre la
tierra, lo visible y lo invisible, ya sean ellos tronos, o señoríos, o
principados, o poderes; todas las cosas fueron creadas por Él y para Él. Y Él es
antes de todo, y por Él todas las cosas subsisten. Y Él es la cabeza del
cuerpo, la iglesia; Quien es el principio, el primogénito de
entre los muertos, para que en todas las cosas Él mismo pudiera tener la
preminencia.” (Colosenses 1:16-18; también vea Hebreos 2:9-10).
Este
conocimiento es de extremo significado porque significa que Jesucristo es el
Creador del séptimo día-Sábado. Él es el Señor Dios quien lo bendijo, lo santificó,
y le ordenó a los hombres guardarlo como un pacto perpetuo. Más aun, como
el Señor Dios del Antiguo Testamento, fue Él quien dio los 10 Mandamientos,
estatutos y juicios al antiguo Israel en el Monte Sinaí.
Jesucristo no abolió
la Ley o los Profetas
Cuando
Jesucristo comenzó Su ministerio, Él enseñó concerniente a las leyes y
mandamientos de Dios, y los Profetas, diciendo, “No
piensen [ni siquiera lo deje entrar
en su mente] que he venido a abolir la Ley o los
Profetas; no vine a abolir, sino a cumplir.
Porque verdaderamente les digo, hasta que el cielo y la tierra pasen, una jota
o una tilde en ninguna forma pasará de la Ley hasta que todo haya sido
cumplido.” (Mateo 5:17-18). Ya que el cielo y la tierra todavía
existen, ¡las leyes y mandamientos de Dios todavía están en completa fuerza y
efecto!
Jesús
enseñó aún más referente a los mandamientos: “Por
tanto, cualquiera que rompa uno de estos mandamientos menores, y enseñe a los
hombres así, será llamado menor en el reino del cielo; pero cualquiera que los
practique y enseñe, éste será llamado grande en el reino del cielo.”
(verso 19). Cristo mismo dejó claro que nosotros somos benditos, no malditos,
si hacemos y enseñamos incluso el “menor” de los mandamientos.
En
otro registro, cuando un joven rico le preguntó a Jesús que debía hacer para
heredar la vida eterna, Jesús dio esta respuesta: “…si
deseas entrar a vida, guarda [griego poiew, es decir “practicar,”
“hacer”] los mandamientos.” ” (Mateo 19:17). El
hombre respondió diciendo que él había guardado los mandamientos desde la
niñez. Jesús entonces le dijo al joven que debería vender todo lo que poseía y
darlo a los pobres, porque el guardar los mandamientos—mientras es requerido
para entrar a la vida—no es suficiente por sí mismo.
Los
apóstoles también le enseñaron a guardar los mandamientos a los Cristianos del
Nuevo Testamento. En los 90s d.C, el apóstol Juan escribió que los Cristianos debían
guardar los mandamientos de Dios. “Y cualquier cosa
que podamos pedir recibiremos de Él porque guardamos Sus mandamientos y
practicamos aquellas cosas que son agradables a Su vista… Y aquel que guarde
Sus mandamientos está viviendo en Él, y Él en él; y por esto sabemos que Él
está viviendo en nosotros: por el Espíritu el cual Él nos ha dado.” (I
Juan 3:22, 24).
Cuando
Pedro y los otros apóstoles fueron llamados ante el Sanedrín por predicar la
salvación a través de Jesucristo, ellos dieron esta respuesta: “…“Estamos obligados a obedecer a Dios antes que a hombres…
Y somos Sus testigos de estas cosas, como lo es también el
Espíritu Santo, el cual Dios ha dado a aquellos que lo obedecen.” ”
(Hechos 5:29, 32). Debemos obedecer a Dios sobre los hombres—y cuando las
enseñanzas de los hombres contradicen la Palabra de Dios, debemos estar
dispuestos a descartar tales enseñanzas. Si somos obedientes a Su Palabra, Dios
nos capacitará aun más para discernir la verdad del error.
Las
leyes, mandamientos, estatutos y juicios de Dios son santos, justos y buenos—y
Dios nos los ha dado para nuestro bien, para que Él pueda bendecirnos en
todas las cosas, porque nos ama. (Vea Deuteronomio 4:1, 39-40; 5:29-33;
6:1-6, 17-18, 24-25; 7:6-15; 10:12-15; 11:1-28.)
Contrario
a la Palabra de Dios, el Dr. Russell K. Tardo es el campeón del punto de vista
protestante ilegal que reclama que todas las leyes y mandamientos de Dios han
sido abolidas, hechas inoperables, o cumplidas. “De hecho, toda la ley de Moisés
ha sido hecha inoperable. El mensaje del Nuevo Testamento es claro para
todos los que tienen ‘oídos para oír.’ Toda la ley de Moisés ha sido hecha
inoperable por la muerte del Señor Jesús. La ley, en su totalidad, ya no tiene
ninguna autoridad inmediata ni forense o jurisdicción en lo absoluto sobre
nadie… Cristo es el fin completo y el cumplimiento de todas las leyes,
[los] 613 mandamientos, terminando su jurisdicción sobre nosotros
completamente” (Tardo, Hechos del domingo & Ficción del Sábado, págs.
26-27). Alegar que Cristo cumplió completamente la Ley y la trajo a un fin es
una majadería absoluta—la idea crea una “gracia ilegal”
insostenible—contradiciendo las propias enseñanzas simples de Jesucristo.
Todas las leyes
de Dios están basadas en amor
Jesucristo
enseñó que todo el fundamento para las leyes y mandamientos de Dios es el amor
de Dios. Un doctor de la ley le preguntó a Jesús, “ “Maestro, ¿Cual mandamiento es el gran mandamiento en la Ley?” Y
Jesús le dijo, “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con
toda tu alma, y con toda tu mente.” Este es el primero y más grande
mandamiento; y el segundo es como este: “Amarás a tu
prójimo como a ti mismo.” De estos dos mandamientos pende toda la Ley y los Profetas.”
” (Mateo 22:36-40; también vea Deuteronomio 6:4-5).
El
amor no es contrario al guardar los mandamientos, como muchos profesores
religiosos afirman ignorantemente. En su lugar, toda la Ley y los Profetas
penden del amor de Dios. En otras palabras, el amor de Dios es la base
subyacente para todas las leyes y mandamientos de Dios—la razón por la que
existen en primer lugar. La Ley no es opuesta al amor de Dios; más bien, la ley
y el amor se complementan el uno al otro.
Jesús
amplificó el significado de estos dos grandes mandamientos. Cristo, como
Dios manifestado en la carne, era el Señor Dios del Antiguo Testamento. Por lo
tanto, lo que Jesús dijo acerca de los mandamientos de Dios se refiere no solo
a Sus mandamientos en el Nuevo Testamento, sino también a los
mandamientos que Él dio como Dios del Antiguo Testamento. Jesús dijo, “Si Me aman, guarden los mandamientos—a saber, Mis
mandamientos… Aquel que tiene Mis mandamientos, y los está guardando, ese es
quien Me ama; y quien Me ama será amado por Mi Padre, y Yo lo amaré, y Me
manifestaré Yo mismo a él.” … “Si alguno Me ama, guardará Mi palabra; y Mi
Padre le amará, y Nosotros vendremos a él, y haremos Nuestra morada con él. Aquel
que no Me ama, no guarda Mis palabras; y la palabra que ustedes escuchan no es
Mía, sino del Padre, Quien Me envió.” (Juan 14:15-24).
Como
muestra esta traducción precisa del griego, si alguien ama a Dios el Padre y a
Jesucristo, ese amor será hecho evidente por la obediencia. Esto significa que
es imposible amar a Dios mientras se rechazan o denuncian las leyes y
mandamientos de Dios, independientemente de la “profesión de amor” de uno hacia
Dios. Guardar los mandamientos de Dios, los cuales incluyen el séptimo día
semanal Sábado, es el estándar por el cual sabemos que amamos a Dios. El
apóstol Juan escribió, “Por este estándar
sabemos que amamos a los hijos de Dios: cuando amamos a Dios y guardamos Sus
mandamientos. Porque este es el amor de Dios: que guardemos Sus mandamientos; y
Sus mandamientos no son pesados.” (I Juan 5:2-3).
Juan
incluso fue tan lejos para decir, “Aquel que dice,
“Lo conozco,” y no guarda Sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está
en él. De otro lado, si cualquiera
está guardando Su Palabra, verdaderamente en aquel el amor de Dios está siendo
perfeccionado. Por este medio sabemos que estamos en Él. Cualquiera
que reclame vivir en Él está obligándose a sí mismo también a caminar incluso
como Él mismo caminó.” (I Juan 2:4-6). Es a través de la obediencia
que el amor de Dios está siendo perfeccionado en Sus seguidores.
¿Cómo
caminó Jesús delante de Dios el Padre? Él amó a Dios y guardó Sus mandamientos,
siempre haciendo las cosas que le agradaban al Padre. “Entonces
Jesús les dijo, “Cuando hayan levantado al hijo de hombre, entonces sabrán
ustedes mismos que Yo SOY, y que no hago nada de Mi mismo. Sino como el
Padre Me enseñó, estas cosas hablo. Y Aquel Quien me envió esta Conmigo. El
Padre no me ha dejado solo porque Yo siempre hago las cosas que le agradan a
Él.” ”
(Juan 8:28-29). Así, si somos de Cristo, entonces amaremos a Dios, guardaremos
Sus mandamientos, y lo agradaremos a Él en todas las cosas como hizo Jesús. “Y en
esta forma sabemos que somos de la verdad, y aseguraremos
nuestros corazones delante de Él,… Y cualquier cosa que podamos pedir recibiremos
de Él porque guardamos Sus mandamientos y practicamos aquellas cosas que son
agradables a Su vista.” (I Juan 3:19,22).
Cuando
guardamos el Sábado en una manera amorosa y piadosa, y adoramos a Dios “en
espíritu y en verdad,” es lo más agradable para Él—y nuestro compañerismo
espiritual es con el Padre y el Hijo. “Eso que hemos
visto y hemos oído estamos reportándoles para que también puedan tener
compañerismo con nosotros; porque el compañerismo—ciertamente, nuestro
compañerismo—está con el Padre y con Su propio Hijo, Jesucristo.”
(I Juan 1:3).
La enseñanza y
ejemplo de Jesús concerniente al séptimo día-Sábado
Jesucristo
guardó el Sábado:
Jesucristo observó el séptimo día semanal Sábado como una costumbre. “Y vino a Nazaret, donde había sido criado; y de acuerdo a
Su costumbre, fue a la sinagoga en el día del Sábado anual y se paró a
leer.” (Lucas 4:16). En ese Sábado, Jesús leyó del pergamino de Isaías
donde predecía Su ministerio de amor, misericordia, perdón y redención. “Y allí le fue dado el libro del profeta Isaías; y cuando Él
había desenrollado el rollo de papel, encontró el lugar donde estaba escrito, “El
Espíritu del Señor esta sobre Mí; por esta razón, Él Me ha ungido para
predicar el evangelio al pobre; Me ha enviado a sanar a aquellos que
están quebrantados de corazón, a proclamar perdón a los cautivos y
recuperación de vista al ciego, a enviar en liberación a aquellos que
han sido aplastados, a proclamar el año aceptable del Señor.” ”
(verso 17-19).
Después
que Jesús dejó Nazaret, Él continuó ensenándole a la gente a través de toda
Galilea—particularmente en el Sábado. Él nunca en ningún momento reclamó que
había venido a abolir el mandamiento del Sábado. “Luego
descendió a Capernaun, una ciudad de Galilea, y les enseñaba en los Sábados.
Y estaban asombrados de Su enseñanza, porque Su palabra era con autoridad.”
(Lucas 4:31-32).
El
Sábado, como hemos discutido previamente, fue hecho para ser una bendición para
toda la humanidad. Jesús uso el Sábado para predicar el evangelio, enseñar y administrar
personalmente el amor, la misericordia y las bendiciones de Dios a través de
sanaciones y echar demonios. Jesucristo usó el Sábado para liberar a la gente
del pecado—¡no para guiarlos al pecado! Por lo tanto, Jesús reveló que
el día Sábado es un día de amor, misericordia, perdón, redención y
salvación—¡un día de bendición!
Jesús
sanó en el día Sábado: Marcos registró la sanación de Jesús de un hombre
en el día Sábado como sigue: “Y nuevamente fue a la
sinagoga, y un hombre que tenía una mano seca estaba allí. Y ellos estaban
mirándolo para ver si lo sanaría en el Sábado, para poder acusarlo [note
el duro corazón, la actitud inmisericorde de los líderes religiosos judíos]. Entonces Él le dijo al hombre que tenía la mano seca,
“Párate aquí en el centro.” Y les dijo, “¿Es legal hacer el bien en los
Sábados, o hacer el mal? ¿Salvar la vida, o matar?” Pero ellos estaban
callados. Y después de mirarlos alrededor con enojo, siendo afligido por la
dureza de sus corazones, le dijo al hombre, “Estira tu mano.” Y él la
estiró, y su mano fue restaurada sana como la otra. Entonces los fariseos se
marcharon e inmediatamente entraron en consejo con los herodianos en contra de
Él en cuanto a cómo podían destruirlo.” (Marcos 3:1-6).
Juan
también registró como Jesús sanó a un hombre en el Sábado: “Entonces un cierto hombre estaba allí que había estado sufriendo
con una enfermedad por treinta y ocho años. Jesús lo vio tendido allí,
y, sabiendo que había estado allí por un tiempo largo, le dijo, ‘¿Deseas ser
sano?’ Y el hombre enfermo le respondió, “Señor, no tengo a nadie que me
ponga en la piscina después que el agua ha sido agitada [por un angel]. Sino que mientras voy, otro baja antes de mí.” Jesús le
dijo, “Levántate, recoge tu lecho y camina.” E inmediatamente el hombre fue
sano; y recogió su lecho y caminó. Y aquel día era un Sábado. Por ésta
razón, los judíos dijeron al hombre que había sido sano, “Es Sábado. No es
legal para ti recoger tu lecho [probablemente no mucho más grande que un
sleeping bag pequeño].’ Él les respondió, “Aquel que
me sanó me dijo, ‘Recoge tu lecho y camina.’ ” Entonces le preguntaron, “¿Quién
es aquel que te dijo, ‘Recoge tu lecho y camina’?” Pero el hombre que había
sido sanado no sabía Quién fue, porque Jesús se había alejado, y una multitud
estaba en el lugar. Después de estas cosas, Jesús lo encontró en el templo y le
dijo, “He aquí, has sido sanado. No peques más, para que algo peor no te pase.”
El hombre se fue y le dijo a los judíos que fue Jesús Quien lo había sanado. Y
por esta causa, los judíos perseguían a Jesús y buscaban matarlo, porque Él
había hecho estas cosas en un Sábado. Pero Jesús les respondió, “Mi
Padre está trabajando hasta ahora, y Yo trabajo.” Así entonces, en registro
de este dicho, los judíos buscaron aun mas matarlo, no solo porque había
liberado el Sábado, sino también porque había llamado a Dios Su propio
Padre, haciéndose igual con Dios. Por tanto, Jesús respondió y les dijo,
“Verdaderamente, verdaderamente les digo, el Hijo no tiene poder para hacer
nada por Sí mismo, sino únicamente lo que ve hacer al Padre. Porque cualquier
cosa que Él haga, estas cosas también hace el Hijo en la misma manera.”
(Juan 5:5-19).
Los
judíos no entendieron que los trabajos espirituales tales como sanar a
los enfermos, echar fuera demonios, y ayudar al pobre y destituir en el día Sábado
glorifica a Dios. Estos hechos son una parte de las buenas obras de guardar
el día Sábado santo. Jesús no trabajó por ganancia, sino que el suyo fue un
trabajo espiritual. Más aun, al sanar al hombre y ordenarle recoger su lecho, Jesús
liberó una ley tradicional del judaísmo que había hecho del Sábado una carga.
En su registro, Él ciertamente no abrogó el Sábado o ninguna otra ley de Dios,
como algunos teólogos alegan equivocadamente.
Dios
nunca hizo el día Sábado para ser una carga para la gente—porque como escribió
Juan, “Sus mandamientos no son pesados.” Sin embargo, los líderes religiosos
judíos legislaron cientos de letra-de-la-ley sobre “hacer y no hacer” la cual
cargaba a la gente con restricciones duras y rigurosas. Como resultado de estas
leyes hechas por hombres, el Sábado se convirtió en un yugo de esclavitud para
la gente. Jesús condenó a los escribas y fariseos por poner estas cargas
pesadas sobre la gente (Mateo 23:4, 14-15). Estas leyes tradicionales añadidas
hicieron casi imposible guardar verdaderamente el Sábado a la manera en que
Dios lo destinó, como un día de descanso, regocijo, y adoración a Dios el Padre
y Jesucristo en espíritu y en verdad.
El
Señor del Sábado:
Otra disputa se levantó porque Cristo y Sus discípulos habían arrancado espigas
de grano para comer en el día Sábado. Después de esto, Jesús anunció, “Y les dijo, “El Sábado fue hecho para el hombre, y no
el hombre para el Sábado; por tanto, el Hijo de hombre es Señor incluso del
Sábado.” (Marcos 2:27-28).
Jesús
mismo es Señor del Sábado porque Él creó, bendijo, y santificó el día. Es el
verdadero “Día del Señor.” El día Sábado es el séptimo día de la semana. El Día
de Señor del Nuevo Testamento es el séptimo día semanal Sábado—¡no el domingo,
el primer día de la semana!
Los
apóstoles guardaron el Sábado: A través del libro de Hechos,
encontramos que el apóstol Pablo enseñó en el Sábado. Cuando Pablo comenzó
primero predicando en Grecia propiamente dicho, él observó el día Sábado, como
era su costumbre. Porque no había sinagogas en el área, Pablo y su sequito
buscaron un lugar de oración a donde la gente fuera a guardar el Sábado. Lucas
escribe: “Y de allí fuimos a Filipos, la cual
es la ciudad primaria en esa parte de Macedonia, y una
colonia. Y nos quedamos en ésta ciudad por un número de días. Luego en
el día de las semanas [Sábado anual] fuimos
fuera de la ciudad junto a un río, donde era acostumbrado hacer oración;
y después de sentarnos, hablamos a las mujeres que estaban reunidas allí.”
(Hechos 16:12-13).
Cuando
Pablo fue a Tesalónica, él enseñó en el Sábado en una sinagoga de los judíos: “Y después de viajar a través de Amfipolis, vinieron a
Tesalónica, donde había una sinagoga de los judíos. Y como era la costumbre de
Pablo, fue a ellos y por tres Sábados razonó con ellos de las Escrituras,
exponiendo y demostrando que era necesario para Cristo sufrir y levantarse de los
muertos, y testificando, “Este Jesús, a Quien estoy proclamándoles,
es el Cristo.” Entonces algunos de ellos fueron convencidos, y se unieron a
Pablo y Silas, incluyendo una gran multitud de devotos griegos [gentiles
convertidos], y no pocas de las mujeres jefes.”
(Hechos 17:2-4).
De
nuevo, en Antioquia, Pablo enseñó en el Sábado en la sinagoga. “Luego después de pasar a través de Perga, vinieron a
Antioquia de Pisidia; y fueron a la sinagoga en el día Sábado y se
sentaron.” (Hechos 13:14). Después que Pablo les predicó a Jesucristo,
muchos de los judíos se ofendieron. Sin embargo, algunos de los judíos—y la
mayoría de los gentiles—quisieron oír más acerca del evangelio de Jesucristo. “Y cuando los judíos se habían ido de la sinagoga, los
gentiles le rogaron que estas palabras les pudieran ser habladas en
el próximo Sábado. Después que la sinagoga había sido despedida, muchos de
los judíos y los prosélitos [gentiles convertidos] que adoraban allí siguieron a Pablo y a Bernabé,
quienes, hablándoles, los persuadieron de continuar en la gracia de Dios. Y
en el Sábado venidero [no el siguiente día—domingo—sino el siguiente
Sábado], casi la ciudad entera estaba
reunida para escuchar la Palabra de Dios.” (Hechos 13:42-44).
Si
fue realmente cierto—como es enseñado por los teólogos y creído por millones de
personas que van a la iglesia—que después de la resurrección de Cristo los
apóstoles cambiaron el reposo del séptimo día de la semana al primer día, Pablo
ciertamente habría instruido a esos buscadores-adoradores a regresar el
mismísimo siguiente día, domingo—¡pero él no lo hizo así!
Cuando
el apóstol Pablo estuvo en Corinto, enseñó cada Sábado por un año y
medio. “Y él razonaba en la sinagoga cada Sábado, y
persuadía a judíos y griegos. Luego cuando Silas y Timoteo descendieron de
Macedonia, Pablo fue movido en su espíritu y estuvo testificando fervorosamente
a los judíos que Jesús era el Cristo. Pero cuando ellos se
pusieron en oposición y estuvieron blasfemando, Pablo sacudió sus
vestidos y les dijo, “Su sangre sea sobre sus propias cabezas.
Soy puro de esto. De ahora en adelante iré a los gentiles.” Y
después de partir de allí, fue a la casa de un cierto llamado Justo,
quien adoraba a Dios, cuya casa colindaba con la sinagoga. Pero Crispo, el
gobernador de la sinagoga, creyó en el Señor con toda su casa; y muchos de los
corintios quienes escucharon creyeron y fueron bautizados. Y el Señor le dijo a
Pablo en una visión en la noche, “No tengas miedo; sino habla, y no
estés callado, porque Yo estoy contigo; y nadie se colocará sobre ti para
maltratarte porque tengo mucha gente en esta ciudad.” Y él permaneció allí
por un año y seis meses, enseñando la Palabra de Dios entre ellos.”
(Hechos 18:4-11).
Estas
Escrituras prueban que Pablo no instituyó el guardar el domingo como reemplazo
del séptimo día semanal Sábado entre las comunidades gentiles.
La
gracia no elimina el guardar el Sábado: En ninguna forma el estar bajo
gracia elimina la necesidad de obedecer el Cuarto Mandamiento. Guardar el Sábado
no se opone a la gracia. De hecho, Pablo a menudo le enseñó a los gentiles en
el día Sábado acerca de la gracia de Dios. En su epístola a los romanos, Pablo enseñó
que la gracia no abole la ley, sino que establece la ley. “Ya que es ciertamente un Dios Quien justificará la
circuncisión por fe, y la incircuncisión a través de fe. ¿Estamos
nosotros, entonces, aboliendo ley a través de fe? ¡DE NINGUNA MANERA! Más bien,
estamos estableciendo ley.” (Romanos 3:30-31).
Más
tarde en esta misma epístola a los romanos, Pablo refuta la idea de que ya que
la gracia de Dios cubre el pecado, entre más peque uno, más gracia es
manifestada. Él deja claro que un Cristiano no puede continuar viviendo en
pecado, trasgrediendo los mandamientos de Dios—incluyendo el Cuarto
Mandamiento. “¿Qué diremos entonces? ¿Continuaremos
en pecado, para que la gracia pueda abundar? ¡DE NINGUNA MANERA! Nosotros quienes
morimos al pecado, ¿Cómo viviremos más en el? ¿O son ustedes ignorantes que
nosotros, como tantos que fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados
en Su muerte? Por tanto, fuimos sepultados con Él a través del bautismo en la
muerte; para que, así como Cristo fue levantado de los muertos por la
gloria del Padre, en la misma forma, deberíamos también caminar en novedad de
vida. Porque si hemos sido co-unidos en la semejanza de Su muerte, así también
lo seremos en la semejanza de Su resurrección. Sabiendo
esto, que nuestro viejo hombre fue co-crucificado con Él, para que el
cuerpo de pecado pudiera ser destruido, para que ya no pudiéramos ser
esclavizados para pecar; porque quien ha muerto al pecado [a
través de la operación del bautismo] ha sido justificado
del pecado.” (Romanos 6:1-7).
Eso
no es ni siquiera la más leve insinuación en las escrituras del Nuevo
Testamento de que los apóstoles de Jesucristo—incluyendo Pablo, quien fue el apóstol
a los gentiles—enseñaran que el domingo fuera el Sábado de los gentiles. Nunca
en ningún momento ellos enseñaron que el domingo reemplazaría el séptimo día-Sábado.
Todo el camino a través del libro de Hechos, y en los escritos de todos los
apóstoles, el Sábado es reanudado.
Si
usted transgrede uno de los mandamientos, es culpable de romperlos todos: Desde los días
de Constantino, el cristianismo ortodoxo ha rechazado el Cuarto Mandamiento y
lo ha reemplazado con el guardar el domingo. Aun así, tan extraño como pueda
parecer, aquellos que rechazan este mandamiento insisten que ya que guardan los
otros mandamientos de Dios, están viviendo aun dentro de la voluntad de Dios.
¿Pero es esto cierto?
En
su epístola, Santiago muestra que las enseñanzas de Jesús concernientes al
espíritu de la ley en ninguna forma eliminan la necesidad de obedecer la letra
de la ley. Santiago explica que el mandamiento de Jesús de “amar a su prójimo
como a sí mismo” requiere obediencia a todos los mandamientos de Dios.
Santiago se refiere específicamente al Sexto y Séptimo Mandamientos, y deja
claro que el romper cualquiera de los mandamientos de Dios es pecado: “Si ustedes están verdaderamente guardando la Ley Real
de acuerdo a la escritura, “Amarán a su
prójimo como a sí mismos,” están haciendo bien. Pero si tienen acepción de
personas, están practicando pecado, siendo convictos por la ley como
transgresores; porque si cualquiera guarda toda la ley, pero peca en un aspecto,
se hace culpable de todo. Porque Quien dijo, “No cometerán adulterio,”
también dijo, “No cometerán asesinato.” Ahora, si ustedes no cometen adulterio,
pero cometen asesinato, se han hecho transgresores de la ley. En esta
manera hablen y en esta manera compórtense: como aquellos que están a punto de
ser juzgados por la ley de libertad.” (Santiago 2:8-12).
Es
claro que cuando Santiago escribió de la “Ley Real,” se estaba refiriendo a las
leyes y mandamientos de Dios. De la misma manera, “la ley de libertad” es otra
referencia a los mandamientos de Dios—es decir que cuando la gente guarda las
leyes y mandamientos de Dios, están libres de pecado. De otro lado,
cuando la gente no guarda los mandamientos, están pecando y son automáticamente
juzgados por “la Ley Real, la ley de libertad.”
Para
prestar de Santiago, “si cualquiera guarda nueve de los mandamientos, pero peca
únicamente al romper el mandamiento del Sábado, todavía es culpable de ser un
quebrantador de la ley, como si los hubiera quebrantado todos.”
Muchos
eruditos entienden el guardar el Sábado del Nuevo Testamento: Muchos
teólogos han malinterpretado la declaración de Jesús de que Él es el “Señor del
Sábado” para decir que Él estaba usando Su autoridad para abolir el Sábado.
Esta interpretación de las palabras de Jesús es completamente infundada. Entre
esos eruditos que entienden el verdadero significado de las escrituras de
guardar el Sábado están los escritores de La Biblia Diccionario de Anchor.
Note lo que ellos han escrito acerca de estos versos críticos: “A veces Jesús
es interpretado [como] haber abrogado o suspendido el mandamiento del sábado
basados en las controversias traídas acerca de las sanaciones en sábado y otros
hechos. Un análisis cuidadoso de los respectivos pasajes no parecen dar crédito
a esta interpretación. La acción de arrancar espigas de grano en el sábado por
los discípulos es particularmente importante en este asunto. Jesús hizo un
pronunciamiento fundamental en ese momento en… una declaración [autoritativa]
estructurada de paralelismo antitético [contrastante]: ‘El sábado fue hecho
para el hombre y no el hombre para el sábado.’ (Marcos 2:17). El hecho de los
discípulos de arrancar espigas de grano infringió el halakhah rabínico
de casuística minúscula [a saber, el uso de los judíos de falso razonamiento
para crear leyes tradicionales que definen asuntos triviales y frívolos] en el
cual era prohibido cosechar, trillar, aventar, y machacar en el sábado (Sabb.
7.2). Aquí otra vez el halakhah sabático rabínico es rechazado [por Jesús],
como en otros conflictos sabáticos. Jesús reforma el sábado y [lo] restaura
[a] su correcto lugar como fue diseñado en la creación, en donde el sábado es
hecho para toda la humanidad y no específicamente para Israel, como es
reclamado por el judaísmo normativo (cf. Jub. 2:19-20, vea
D.3). El logion [pronunciamiento] subsecuente, ‘El Hijo de hombre es Señor
incluso del Sábado’ (Marcos 2:28; Mateo 12:8; Lucas 6:5), indica que el halakhah
sabático hecho por el hombre no gobierna el sábado, sino que el Hijo de
hombre como Señor determina el verdadero significado del sábado. Las
actividades del Sábado de Jesús no son ni provocaciones dañinas ni meras
protestas contra las restricciones legales rabínicas, sino que son parte de la
proclamación esencial de Jesús de la irrupción del reino de Dios en el cual al
hombre se le enseña el significado original del sábado como el proléptico
[anticipado y] recurrente ‘Día del Señor’ semanal en el cual Dios manifiesta su
sanación y gobierno salvador sobre el hombre” (The Anchor Bible Diccionary,
Vol. 5, pág. 854-55, énfasis en negrilla y comentarios en corchete añadidos.)
“Queda,
por tanto, guardar el Sábado para el pueblo de Dios”: Como estos
eruditos han escrito, los registros del Evangelio no apoyan la creencia
extendida de que Jesús abolió el día Sábado. Más bien, como el Señor del Sábado,
Él enseñó el verdadero significado del día Sábado y colocó el ejemplo para su
apropiada observancia. Los apóstoles de Cristo continuaron guardando el Sábado
y le enseñaron a los primeros creyentes a guardarlo, como la epístola de Pablo
a los hebreos demuestra claramente.
El
apóstol Pablo escribió esta epístola en el 61 d.C, más de treinta años después
del comienzo de la Iglesia del Nuevo Testamento. Incluso en ese tiempo,
ministros falsos estaban empezando a enseñar que el domingo, el primer día de
la semana, había reemplazado el Sábado. Para contrarrestar estas enseñanzas
falsas, Pablo le dio a los hermanos una advertencia sobria de que rechazar el Sábado
y aceptar el domingo era pecado—exactamente como los hijos de Israel pecaron
cuando se rebelaron contra Dios en el lugar desolado.
Pablo
trajo la comparación entre los israelitas rebeldes—a quienes no se les permitió
entrar a la Tierra prometida por su quebrantamiento del Sábado y la adoración
oculta al dios sol—y los cristianos profesantes que endurecen su corazón en
desobediencia a Dios. Él les advirtió que exactamente como a los israelitas no
se les permitió entrar a la Tierra Prometida por su incredulidad y por
quebrantar el Sábado, de la misma manera ellos no entrarían en el Reino de Dios
por su incredulidad y por el quebrantamiento del Sábado. “Porque Él habló en un cierto lugar acerca del séptimo día
en esta manera: “Y Dios descansó en el séptimo día de todas Sus obras”;
y otra vez concerniente a esto: “Si ellos entran en Mi descanso—”
Consecuentemente, ya que queda para algunos entrar en el, y aquellos que
habían previamente escuchado el evangelio no entraron por causa de
desobediencia, de nuevo Él marca un cierto día, “Hoy,” diciendo en David
después de un tiempo tan largo (exactamente como ha sido citado arriba),
“Hoy, si escuchan Su voz, no endurezcan sus corazones.” Porque si Josué les
hubiera dado descanso, Él no habría hablado mucho tiempo después de otro
día. Queda, por tanto, guardar el Sábado [griego, sabbatismo—sabbatismos] para el pueblo de Dios.” (Hebreos 4:4-9).
Pablo
no dice, “Queda, por tanto, guardar el Sábado para los judíos.” Él claramente declaró,
“Queda, por tanto, guardar el Sábado para el pueblo de
Dios.”—gentiles y judíos por igual (I Pedro 2:10 y Efesios 2:11-13).
Pablo
lleva su instrucción incluso más lejos, mostrando que debemos guardar el Sábado
o arriesgamos perder la salvación. “Porque aquel que
ha entrado en Su descanso [guardar el Sábado],
también ha cesado de sus obras, justo como Dios lo hizo de Sus propias obras
[cuando creó el día Sábado al descansar].
Por tanto deberíamos ser diligentes para entrar en ese descanso [guardar
el Sábado, así como también luchar por entrar en el Reino de Dios] , no sea que cualquiera caiga tras el mismo ejemplo de
desobediencia. Porque la Palabra de Dios es viva y poderosa, y más
afilada que cualquier espada de dos filos, penetrando incluso a los pedazos
divididos de alma y espíritu, de coyunturas y médula, y es capaz de
discernir los pensamientos e intenciones del corazón.” (Hebreos
4:10-12) (Vea “El
verdadero significado de Sabbatismos en Hebreos 4:9,” pág. 237, para un
análisis detallado de la palabra griega sabbatismo—sabbatismos, guardar el Sábado.)
¿Qué
podría ser más claro? La Santa Palabra de Dios revela que si queremos ser
verdaderos Cristianos, debemos amar a Dios el Padre y a Jesucristo. Debemos
estar siguiendo el ejemplo de Jesucristo, viviendo por toda palabra de Dios y
guardando todos Sus mandamientos. Nuestro llamado y esperanza de salvación
requiere que observemos el séptimo día semanal Sábado como el día de reposo, adoración
y compañerismo. (Vea el Inserto, “¿Qué
y quien es un verdadero cristiano?,” pág. 114).
Resumen
Hemos
visto de la Palabra de Dios las siguientes verdades acerca del séptimo día-Sábado
santo de Dios:
·
Dios
creó el séptimo día-Sábado como un día de descanso para toda la humanidad desde
el principio de la creación.
·
Abraham
guardó el Sábado.
·
El
mandamiento del Sábado fue dado a los israelitas antes del Monte Sinaí.
·
El
mandamiento del Sábado es el Cuarto de los 10 Mandamientos, y se nos ordena
recordar guardar santo el séptimo día-Sábado.
·
A
Dios le pertenece el Sábado.
·
Jesucristo
fue el Creador del Sábado.
·
Jesucristo
es el Señor del día Sábado, lo cual significa que el Día del Señor es el
séptimo día—no el domingo, el primer día de la semana.
·
Jesucristo
observó el Sábado, y enseñó y sanó en el Sábado.
·
Los
apóstoles nunca cambiaron el día de adoración al primer día de la semana.
·
El
apóstol Pablo le enseñó a los gentiles a observar el Sábado.
·
El
apóstol Pablo enseñó que la gracia y el guardar el Sábado van de la mano.
·
En
ningún lado la Biblia enseña que el Sábado fuera cambiado al domingo.
·
Hebreos
4:9 es un mandamiento directo de guardar el Sábado para los Cristianos de hoy.
·
El
guardar el Sábado es esencial para la salvación y es una señal de que amamos a
Dios y guardamos Sus mandamientos.
En
el siguiente capítulo recorreremos las fiestas anuales de Dios y los días
santos en el Antiguo Testamento. Exactamente como Dios le ordenó a las doce
tribus de Israel guardar el séptimo día semanal Sábado, de la misma manera Dios
les ordenó que guardaran las fiestas anuales y días santos.