CAPITULO
11
(Tomado
del libro “Días festivos ocultos o Días Santos de Dios—¿Cuáles?”)
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Un
recorrido de las Fiestas de primavera y Días Santos de Dios en el Nuevo
Testamento
Por
Fred
R. Coulter
www.iglesiadedioscristianaybiblica.org
Una
clave mayor para entender el Nuevo Testamento se encuentra en el conocimiento
de las fiestas y días santos de Dios. Lejos de estar abolido—como el
“cristianismo ortodoxo” nos haría creer—el Nuevo Testamento revela significados
más profundos y grandes de los días santos de Dios. Sin un entendimiento de
estos días festivos tan importantes, la comprensión del Nuevo Testamento de una
persona será, de hecho, deficiente e incompleta.
En
este capítulo examinaremos como Dios está usando Sus festivales y días santos
para cumplir Su plan, propósito y profecías.
De
Mateo a Apocalipsis, puede ser claramente establecido que los discípulos de
Cristo no observaron días festivos ocultos sino que, Jesucristo, los apóstoles,
y los convertidos judíos y gentiles observaron los días festivos ordenados por
Dios. Los verdaderos cristianos siempre aman a Dios y guardan Sus mandamientos
(Apocalipsis 14:12). De hecho, el término “Cristiano” significa un seguidor
de Jesucristo—uno que exhibe las cualidades demostradas y enseñadas por Jesús.
Un Cristiano sigue a Cristo independientemente de las circunstancias
(Apocalipsis 14:4), y tiene el testimonio y la fe de Cristo (Apocalipsis 12:17;
14:12).
El
apóstol Juan resumió la conducta y forma de vida de un verdadero Cristiano: “De otro lado, si cualquiera está guardando Su
Palabra, verdaderamente en aquel el amor de Dios está siendo perfeccionado. Por
este medio sabemos que estamos en Él. Cualquiera que reclame vivir en
Él está obligándose a sí mismo también a caminar incluso como Él mismo caminó.”
(I Juan 2:5-6). Y de nuevo, “Porque para esto fueron
llamados porque Cristo también sufrió por nosotros, dejándonos un ejemplo,
que deberían seguir en Sus pasos;” (I Pedro 2:21).
Por
lo tanto, debemos creer en Jesucristo y seguir Su ejemplo—caminar como Él caminó,
porque Él (como Dios manifestado en la carne) es la única base para el
verdadero cristianismo. “Porque nadie es capaz de
colocar ningún otro fundamento además de ese que ha sido colocado, el
cual es Jesucristo.” (I Corintios
3:11). Él no es solo el fundamento de nuestra fe, sino que Él es también
llamado “La Piedra Angular” (Efesios 2:20 y I Pedro 2:6-7). Todo el Nuevo
Testamento está construido sobre el fundamento de Jesucristo. Es a través de Su
vida perfecta, Su muerte por nuestros pecados, y Su resurrección
que recibimos salvación. Verdaderamente, desde Génesis hasta Apocalipsis, el
enfoque de toda la Biblia es Jesucristo, el Salvador del mundo.
Jesucristo—nuestra
Pascua—murió en el día de la Pascua
Para
captar el significado más profundo de la Pascua, debemos mirar el principio—la
primera profecía concerniente al Mesías encontrada en Génesis 3. Después que Adán
y Eva pecaron, el Señor Dios mismo—aquel que más tarde llegó a ser el Jesucristo
del Nuevo Testamento—profetizó de Su muerte futura como Dios manifestado en la
carne. “Y pondré enemistad entre la mujer y tú [Satanás], y entre su Semilla [Jesucristo] y tú semilla [Satanás sus demonios]; Él [Cristo, como Salvador]
magullará tú cabeza [la de Satanás], y tú [Satanás] magullarás Su talón [el de Cristo a través de la crucifixión].”
(Génesis 3:15).
Sin
embargo, incluso antes de la creación de Adán y Eva, Dios ya había hecho provisión
para la redención de la humanidad a través de Jesucristo—ya que Él es “el Cordero [de Dios] muerto
desde la fundación del mundo” (Apocalipsis 13:8).
Desde
el tiempo de la primera Pascua en Egipto hasta el tiempo de Jesucristo, la
Pascua conmemoraba la escatimada del primogénito de Israel. El cordero macho
sin mancha sacrificado en observancia de la Pascua del Antiguo Testamento era
un tipo que apuntaba a Jesús, el “Cordero de
Dios Quien quita el pecado del mundo” (Juan 1:29, 36).
Pablo
escribió que el Padre había colocado un “tiempo
señalado [en el cual] Cristo murió por los
impíos” (Romanos 5:6)—por los pecados del mundo. ¿Cuál fue ese “tiempo
señalado”? ¿Se refiere eso a una de las “fiestas señaladas” de Dios? La
respuesta es, “!Si!” Pablo dejó esto perfectamente claro cuando escribió a la
iglesia gentil en Corinto: “…Porque Cristo nuestra
Pascua [Cordero Pascual] fue sacrificado por
nosotros.” (I Corintios 5:7).
Como
lo narran los Evangelios, Pablo entendió completamente que Jesucristo murió en día
señalado, el día de la Pascua, a la hora precisa que Dios había determinado
“antes de la fundación del mundo” (Apocalipsis 13:8). Los eventos registrados
en las Escrituras concerniente a la última Pascua de Jesús—Su traición,
arresto, juicios, golpizas, la flagelación, la crucifixión, Su muerte y
entierro—todo tuvo lugar dentro de un día de 24 horas contado de ocaso a ocaso.
Ese día fue el día de la Pascua en el 30 d.C, Nisán 14 en el calendario hebreo,
Abril 5 en el calendario juliano romano. Por virtud de estos hechos históricos
y espirituales, el día de la Pascua es la fiesta más importante ordenada por
Dios—¡porque Jesucristo fue crucificado y murió en ese día! Más aun, al menos
28 profecías específicas del Antiguo Testamento fueron cumplidas en ese día
señalado (Fred R. Coulter, El día que Jesús en Cristo murió, págs. 35-43).
Como
el sacrificio supremo de Dios al Padre, Jesucristo es ciertamente nuestra
Pascua, Quien murió por nosotros. Él tomó sobre Sí mismo el castigo completo de
nuestros pecados para redimirnos y rescatarnos del autor del pecado, Satanás el
diablo.
La
última Pascua de Jesucristo: La importancia de la última Pascua de Jesucristo
es demostrada en el hecho de que de un total de 89 capítulos en los Evangelios,
32 capítulos (más de una tercera parte) están dedicados a los eventos justo
antes y después de la muerte de Jesús. En la noche de Su última Pascua, Jesucristo
instituyó la Pascua Cristiana del Nuevo Pacto—una ceremonia consistiendo
de:
·
Lavado
de pies (Juan 13:2-17)
·
Participar
del pan sin levadura (Mateo 26:26; Lucas 22:19; I Corintios 11:23-24);
·
Participar
del vino (Mateo 26:27-29; Lucas 22:18-20; I Corintios 11:25-29).
Jesús
comenzó el servicio de la Pascua Cristiana del Nuevo Pacto al instituir la
ordenanza del lavado de pies. Al hacerlo, Jesús “se
levantó de la cena y colocó a un lado Sus vestidos; y después de tomar
una toalla, se la ató alrededor de Sí mismo. Luego, vertió agua en un
lavabo y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a secarlos con la toalla
la cual Él se había atado… [Y] cuando Él les
había lavado los pies, y había tomado Sus vestidos, y se había sentado
nuevamente, les dijo, “¿Saben lo que les he hecho? Ustedes me llaman el Maestro
y el Señor, y dicen correctamente, porque lo soy. Por tanto, si Yo, el Señor
y el Maestro, he lavado sus pies, ustedes también están obligados a lavarse los
pies los unos a los otros; porque les he dado un ejemplo, para mostrarles
que también deberían hacer exactamente como Yo les he hecho.
Verdaderamente, verdaderamente les digo, un siervo no es más grande que su
señor, ni un mensajero más grande que el que lo envió. Si saben estas cosas,
benditos son si las hacen.” ” (Juan 13:4-5, 12-17). Así, a través de
ejemplo, Jesús le enseñó a Sus discípulos a lavar los pies los unos a los otros
como parte del servicio de la Pascua Cristiana.
Jesús
luego rompió el pan sin levadura—simbolizando Su cuerpo roto—e instruyó a Sus
discípulos a comerlo. Después, Él los instruyó a beber del vino, simbolizando
Su sangre derramada. El Evangelio de Marcos dice: “Y
mientras estaban comiendo, Jesús tomó pan; y después de bendecirlo, lo
rompió y lo dio a ellos, y dijo, “Tomen, coman; este es Mi cuerpo.”
Y Él tomó la copa; y después de dar gracias, la dio a ellos; y
todos bebieron de ella. Y les dijo, “Esta es Mi sangre, la sangre del Nuevo
Pacto, la cual es derramada por muchos.” (Marcos 14:22-24). Lucas
nos da este registro: “Y tomó pan; y después de
dar gracias, lo rompió y lo dio a ellos, diciendo, “Este es Mi
cuerpo, el cual es dado por ustedes. Esto háganlo en memoria de Mí.” En
la misma manera también, tomó la copa después de cenar, diciendo, “Esta
copa es el Nuevo Pacto en Mi sangre, la cual es derramada por ustedes.”
(Lucas 22:19-20).
Aunque
de alguna manera velado, Jesús le había revelado antes a los judíos el
significado de la Pascua Cristiana del Nuevo Pacto: “Jesús
les dijo, “Yo soy el pan de vida; aquel que viene a Mí nunca tendrá hambre; y
aquel que cree en Mi nunca tendrá sed en ningún momento… Verdaderamente,
verdaderamente les digo, aquel que cree en Mi tiene vida eterna. Yo soy el
pan de vida. Sus padres comieron maná en el desierto, pero murieron. Este
es el pan el cual desciende del cielo para que cualquiera pueda comer de el y
no morir. Yo soy el pan de vida, el cual bajó del cielo, si cualquiera come
de este pan, vivirá por siempre; y el pan que daré es incluso Mi carne, la cual
daré por la vida del mundo.” Por esto, los judíos estaban discutiendo uno
al otro, diciendo, “¿Cómo es Él capaz de darnos Su carne para comer?”
Por tanto, Jesús les dijo, “Verdaderamente, verdaderamente les digo, a menos
que coman la carne del Hijo de hombre, y beban Su sangre, no tienen vida en sí mismos.
Aquel que come Mi carne y bebe Mi sangre tiene vida eterna, y Yo lo levantaré
en el último día. Porque Mi carne es verdadera comida, y Mi sangre es verdadera
bebida. Aquel que come Mi carne y bebe Mi sangre está viviendo en Mí, y Yo
en él. Como el Padre vivo Me ha enviado, y Yo vivo por el Padre; así también
aquel que Me come vivirá por Mí. Este es el pan el cual descendió del
cielo; no como sus padres comieron maná, y murieron. Aquel que come éste pan
vivirá para siempre.” ” (Juan 6:35, 47-58).
En
el Salmo 34, David predijo de este mismo concepto cuando escribió: “Oh gusta y ve que el SEÑOR es bueno; bendito es el hombre
que toma refugio en Él.” (verso 8). Lo que David escribió es muy
similar a lo que Jesús dijo—es decir, “tomar refugio” en el Señor es
esencialmente lo mismo que “vivir por” el Señor. Exactamente como David no
quiso decir que literalmente guste y coma al Señor, de la misma manera Jesús
no quiso decir que una persona debía comer Su carne literal y beber Su sangre
literal—ambos de alguna manera supuestamente transustanciados en pan y vino
tomados al mandato de un sacerdote. El pan y el vino fueron simbólicos de Su
carne y sangre. Como escribió David, la acción literal de “tomar refugio”
en el Señor era simbolizada por la idea de “gustar” al Señor. De manera
similar, vivir activamente por Jesucristo es simbolizada por nuestro
comer el pan y beber el vino de la Pascua Cristiana—la carne y sangre simbólica
de Jesucristo.
Como
un evento anual, la Pascua Cristiana del Nuevo Pacto debe ser observada en la
noche de Nisán 14. La práctica de aquellos que participan de la “comunión,” “la
Cena del Señor,” o la “Eucaristía” es la de observar tales ocasiones varias
veces al mes o al año. Ellos sin embargo no están participando de la verdadera
Pascua Cristiana del Nuevo Pacto como la ordenó Jesús a Sus discípulos sino que
están participando de una falsificación cristianizada, apóstata y pagana. (Vea Apéndice
J, “La eucaristía—Sacrificio
de la misa,”
p. 327.)
Pablo
le ordenó a los gentiles convertidos a guardar la Pascua: El nuevo
Testamento enseña que la Pascua no era de los judíos únicamente. Después que Jesús
fue resucitado, Él le ordenó a Sus apóstoles: “…‘Toda
autoridad en el cielo y sobre la tierra Me ha sido dada a Mí. Por tanto, vayan y
hagan discípulos en todas las naciones, bautizándolos dentro del nombre del
Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles a observar todas
las cosas que les he mandado. Y he aquí, Yo estoy con ustedes siempre, incluso
hasta la terminación de los siglos.” Amen.” (Mateo 28:18-20). Enseñarle
a los discípulos en todas las naciones a observar la Pascua Cristiana del Nuevo
Pacto es claramente parte de “todas las cosas” ordenadas por Jesús. Es evidentemente
claro que la observancia de la Pascua no estaba limitada a los judíos
únicamente.
En
obediencia al mandato de Jesús—unos 26 años más tarde de Su muerte y
resurrección—el apóstol Pablo instruyó a los gentiles convertidos a guardar la
Pascua Cristiana como un recordatorio anual del sacrificio de Jesucristo. Él declaró
enfáticamente que había recibido sus instrucciones concernientes a la Pascua
directamente del Señor. En los términos más fuertes posibles él dejó claro que
cuando ellos guardaran la Pascua, no debían comer una cena con ella, ni debían
llamarla la “Cena del Señor” (lo cual ellos han hecho). “Por tanto, cuando se reúnan en un lugar, no es para comer la
cena del Señor. Porque al comer, todo el mundo toma su propia cena primero;
ahora de un lado, alguno va hambriento; pero de otro lado, otro llega a
emborracharse. ¡QUE! ¿No tienen casas para comer y beber? ¿O desprecian la
iglesia de Dios, y ponen en vergüenza a aquellos que no tienen nada?
¿Qué les diré? ¿Los alabaré en esto? ¡Yo no los alabo!... Pero si
alguien tiene hambre, que coma en casa, para que no haya causa para
juicio cuando se reúnan…” (I Corintios 11:20-22, 34).
Pablo
nuevamente les dio las instrucciones del Señor de cuando y como participar
apropiadamente del pan y el vino al renovar el Nuevo Pacto cada año. “Porque yo recibí del Señor lo que también entregué a
ustedes, que el Señor Jesús en la noche en la cual fue traicionado [la
noche de la Pascua, Nisán 14] tomó pan; y después de
dar gracias, lo rompió y dijo: “Tomen, coman; este es Mi cuerpo, el cual
está siendo roto por ustedes. Esto háganlo en memoria de Mí.” En
la misma manera, también tomó la copa después que había cenado,
diciendo, “Esta es la copa del nuevo pacto en Mi sangre. Esto háganlo,
tan a menudo como la beban, en memoria de Mí.” Porque tan a menudo como
coman este pan y beban esta copa, solemnemente proclaman la muerte
del Señor hasta que Él venga. Por esta razón, si cualquiera comiere
este pan o bebiere la copa del Señor indignamente, será culpable del cuerpo y la
sangre del Señor.” (I Corintios 11:23-27).
En
estos versos encontramos cuatro factores que claramente limitan la
participación de la Pascua a una vez al año, en Nisán 14. Esos son:
1.
“…en la noche en la cual
fue traicionado…” limita la observancia a la noche de la Pascua únicamente;
2.
“…en [la] memoria de Mí.”—no “una memoria” sino, como lo dice el griego, “en
[la] memoria”—revelando que la Pascua es un memorial especifico anual;
3.
La
frase “…tan a menudo como…” no puede ser tomada
como “tan a menudo como uno quiera” participar del pan y el vino (la práctica
del cristianismo ortodoxo—diariamente, semanalmente, mensualmente,
trimestralmente), sino que esta frase significa que tan a menudo como ellos
participaron de la Pascua—año a año—ellos recordarían y proclamarían la muerte
del Señor hasta que Él venga. (Recuerde, en ese momento la Iglesia
estaba esperando la segunda venida de Jesús dentro de unos pocos años).
4.
La
sintaxis griega, no traducible al inglés, limita la Pascua a una observancia
anual (Fred R. Coulter, La Pascua Cristiana, págs. 247-265).
[Nota
del editor: Un estudio detallado completo de la Pascua del Antiguo Testamento y
el Nuevo Testamento está contenida en el libro de 500 págs., La Pascua
Cristiana por Fred R. Coulter. Es el libro más comprensivo alguna vez
escrito sobre este tema bíblico vital. El libro puede ser ordenado de York
Publishing Company (ver dirección en el frente del libro) o de www.amazon.com.]
A
la media noche de la Pascua original en Egipto, Dios pasó sobre las casas de
los hijos de Israel marcadas con sangre y escatimó a sus primogénitos. A la
media noche en la última Pascua de Jesús, Dios el Padre no pasó sobre Su amado
Hijo—el primogénito de la virgen María. Él no escatimó a Su único Hijo
engendrado sino que entregó a Jesús a las manos de Sus enemigos—traicionado por
el beso de un amigo. Al momento de Su arresto, nadie sabía (excepto Dios el
Padre y Jesucristo) que Su pasión, golpiza, flagelación, crucifixión y muerte
como el verdadero Cordero Pascual de Dios marcaba el comienzo del plan de
salvación para el mundo.
En
la forma más solemnemente posible, Dios usó el mismo día de la Pascua para la
crucifixión de Jesucristo como el sacrificio perfecto por los pecados del
mundo. Fue el día señalado por Dios el Padre que Él apartó
específicamente para cumplir Su voluntad y la promesa de un Salvador—uno que nos
redimiría de nuestros pecados. “Porque todos hemos
pecado, y estamos destituidos de la gloria de Dios; pero estamos siendo
justificados gratuitamente por Su gracia a través de la redención que está
en Cristo Jesús; a Quien Dios ha manifestado abiertamente ser una
propiciación a través de la fe en Su sangre, para demostrar Su justicia,
respecto a la remisión de pecados que son pasados, a través de la paciencia
de Dios; para públicamente declarar Su justicia en el tiempo presente,
para que Él pudiera ser justo, y Aquel Quien justifica a aquel que es
de la fe de Jesús.” (Romanos 3:23-26). Es a través de Jesucristo
que podemos recibir vida eterna, como lo escribió el apóstol Juan: “Porque Dios amó tanto al mundo, que dio Su único Hijo
engendrado, para que todo el que crea en Él no pueda morir, sino pueda tener
vida eterna.” (Juan 3:16).
Sin
la sangre derramada de Jesús, Su muerte y Su resurrección de los muertos, no
habría perdón de pecados o salvación eterna (I Corintios 15). Por lo tanto, el día
de la Pascua—el recordatorio de Su muerte por nuestros pecados—es la fiesta más
importante de Dios para los Cristianos del Nuevo Testamento. Aquellos que
tienen el Espíritu de Dios y participan de la Pascua Cristiana del Nuevo Pacto
en Nisán 14 cada año están en realidad renovando su pacto bautismal de
vida eterna en Jesucristo. Esto es logrado a través de:
1.
Lavado
de pies—caminando en el camino de Dios de servicio a través de Jesucristo
2.
Participando
del pan sin levadura roto—simbolizando el cuerpo roto de Jesús para nuestra
sanidad y
3.
Participando
del vino—simbolizando Su sangre derramada para el perdón de nuestros pecados.
Como
dijo Jesús, “…a menos que coman la carne del Hijo
de hombre, y beban Su sangre, no tienen vida en sí mismos. Aquel que come Mi carne y bebe Mi sangre tiene vida
eterna, y Yo lo levantaré en el último día.” (Juan 6:53-54).
Los
Evangelios son el registro de la vida y enseñanzas de Jesucristo como Dios
manifestado en la carne, el Salvador del mundo. La muerte de Jesús por crucifixión
en el día de la Pascua es el cumplimiento asombroso del significado de la
Pascua—y es central al mensaje del evangelio y convergencia y cumplimiento de
cientos de profecías en el Antiguo y Nuevo Testamento.
Es
por eso que los verdaderos Cristianos están obligados por el mandato del Señor
Jesucristo a observar la Pascua Cristiana del Nuevo Pacto en la noche de Nisán
14—una vez al año y una vez al año solamente. Cualquier otra práctica es
desobediencia contra la Palabra de Dios y hace una burla auto-justificada del
acto más grande de amor por Dios el Padre y Jesucristo—el sacrificio de nuestro
Salvador. Todas las otras prácticas han sido derivadas, en un grado u otro,
de las prácticas ocultas de Babilonia y Egipto y no son de Dios.
Jesús
fue colocado en la tumba cuando el día de la Pascua estaba terminando: Jesús murió en
la cruz a la novena hora del día, aproximadamente a las 3 pm, en Nisán 14,
después de que uno de los soldados romanos empujó una lanza en Su costado
(Mateo 27:46-51; Marcos 15:34-38). El apóstol Juan, un testigo ocular de todos
los eventos de ese día de la Pascua, escribió este registro de la muerte de Jesús:
“Y así, cuando Jesús había recibido el vinagre, dijo,
“Está terminado.” E inclinando Su cabeza, rindió Su espíritu. Los judíos
por tanto, para que los cuerpos no pudieran permanecer sobre la cruz en el
Sábado anual, porque era un día de preparación (porque ese Sábado
anual era un día alto [el primer día de la Fiesta de Panes sin
Levadura, un día santo que comenzó al ocaso]),
requirieron a Pilato que sus piernas pudieran ser rotas y los cuerpos
fueran quitados. Entonces los soldados vinieron y rompieron las piernas del
primero, y las piernas del otro que fue crucificado con Él. Pero cuando
vinieron a Jesús y vieron que Él ya estaba muerto, no rompieron Sus
piernas; pero uno de los soldados había atravesado Su costado con una lanza, e
inmediatamente había salido sangre y agua. Y quien vio esto ha
testificado, y su testimonio es verdad; y él sabe que lo que dice es verdad,
para que ustedes puedan creer. Porque estas cosas tuvieron lugar para que la
escritura pudiera ser cumplida, “Ni un hueso de Él será roto.” Y de nuevo otra
escritura dice, “Ellos mirarán a Quien atravesaron.” ” (Juan 19:30-37).
Poco
tiempo después, Nicodemo y José de Arimatea removieron el cuerpo de Jesús de la
cruz y lo envolvieron con tiras amplias de lino (con especias) de acuerdo a la
costumbre judía de entierro de ese tiempo. Ellos colocaron Su cuerpo en la
tumba jardín justo cuando el sol se estaba poniendo, terminando Nisán 14 y
comenzando Nisán 15 (versos 38-42).
A
través de la Pascua, Dios cumplió Su promesa a Abraham hecha cuando Él prometió
Su propia muerte en la promesa de pacto de Génesis 15:17. Cristo también cumplió
Sus propias palabras a Sus discípulos concerniente a Su muerte (Mateo 16:21;
Marcos 8:31; Lucas 9:22; también vea El día que Jesús el Cristo murió, págs.
2-43). Así, Jesús, como Dios manifestado en la carne, comenzó Sus tres días y 3
noches en la tumba, la cual fue la única señal que Él le dio a los judíos y al
mundo de que Él era el verdadero Mesías (Mateo 12:39-40).
El
significado de la Fiesta de Panes sin Levadura en el Nuevo Testamento
Dios
le ordenó a los hijos de Israel remover toda la levadura de sus casas antes de
la Pascua, la cual es también un día separado para comer pan sin levadura (Éxodo
12:8). Ellos debían sacar toda la levadura de sus casas antes que la Fiesta de
siete días de Panes sin Levadura comenzara. El único pan que debían comer por
toda la fiesta era pan sin levadura (versos 15-20; 13:6-7; Levítico 23:6, etc.)
En
el Nuevo Testamento, encontramos que Pablo le enseño a los gentiles a observar
la Fiesta de Panes sin Levadura de la misma forma que Dios le había ordenado a
los hijos de Israel. Al escribirle a los corintios, Pablo definió levadura como
un símbolo de pecado y de la naturaleza humana pecaminosa—una naturaleza que
esta “inflada” con vanidad y orgullo. Los hermanos en Corinto habían estado
tolerando un pecado grave de inmoralidad—en el cual un hombre estaba teniendo
relaciones sexuales con su madrastra. Pablo escribió: “Su
jactancia no es buena. ¿No saben que un poco de levadura leuda la masa
entera?” (I Corintios 5:6). En vez de aborrecer tal conducta, ellos
estaban condonándola—incluso gloriándose en ella. Pablo tuvo que corregirlos
severamente, porque el pecado de este individuo había empezado a leudar a toda
la congregación con una actitud pecaminosa, la cual en retorno llevaría a una
conducta pecaminosa. Él entonces les ordenó remover al individuo de la congregación,
exactamente como ellos habían removido la levadura de sus casas.
Pablo
tuvo que recordarles que exactamente como ellos habían quitado la levadura de
sus casas en preparación para guardar la Fiesta, debían también “quitar la
levadura” espiritual de pecado en sus vidas a través de Jesucristo, nuestra
Pascua. “Por tanto, límpiense de la vieja levadura,
para que puedan convertirse en una nueva masa, incluso como están sin
levadura. Porque Cristo nuestra Pascua fue sacrificado por nosotros. Por esta
razón, guardemos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la
levadura de malicia y maldad, sino con el pan sin levadura de
sinceridad y verdad.” (versos 7-8).
La
declaración de Pablo, “…guardemos la fiesta…”
es bastante enfática—y debería callar a aquellos que enseñan falsamente que
Pablo estaba ocupado aboliendo las fiestas de Dios. ¡Claramente, esto es un
mandamiento directo a los gentiles convertidos del Nuevo Testamento a guardar
la Fiesta de Panes sin Levadura! Pablo respalda su autoridad al declarar: “Si cualquiera piensa de sí mismo que es un profeta o
espiritual, reconozca que las cosas que les escribo son mandamientos del Señor.”
(I Corintios 14:37). Esto es lo que Pablo enseñó en todas las iglesias (I
Corintios 7:17).
Pablo
de nuevo enfatiza el significado espiritual de la Fiesta de Panes sin Levadura
cuando amonestó a los colosenses a abandonar sus caminos y naturaleza
pecaminosa y remplazarlos con el carácter de Cristo y Sus atributos de amor y
justicia (Colosenses 3:1-17).
Como
la semilla espiritual de Abraham, los cristianos bautizados deben vestirse de Jesucristo—llegar
a ser como Él (Gálatas 3:26-29). “…Cristo en ustedes, [es] la esperanza de gloria” para los Cristianos
(Colosenses 1:27). Al observar la Fiesta de Panes sin Levadura, los Cristianos
aprenden que a través del poder del Espíritu Santo deben vencer el pecado,
vivir por toda Palabra de Dios, desarrollar el carácter de Cristo, caminar en
fe, creer en esperanza y vivir en el amor de Dios.
La
Noche para ser muy observada: Esta noche, la noche de Nisán 15,
comienza la fiesta de siete días de Panes sin Levadura. A los hijos de Israel
se les ordenó observar la Noche para ser muy observada en conmemoración de su
éxodo de Egipto, y su liberación de la esclavitud (Éxodo 12:40-42). Fue también
en la misma noche—en el “mismísimo día” de Nisán 15—430 años antes que el Señor
Dios prometió en Su pacto con Abraham librar a sus descendientes de su
esclavitud (Génesis 15:17-18).
Para
los verdaderos Cristianos, la Noche para ser muy observada tiene un significado
espiritual intenso. En esa misma noche el cuerpo de Jesucristo estaba
descansando en la tumba—comenzando Sus tres días y tres noches “en el corazón
de la tierra” (Mateo 12:40). Esta noche fue un cumplimiento de la promesa de
pacto de Dios a Abraham—en el cual Dios prometió morir para cumplir Su contrato
espiritual. La muerte de Jesús fue confirmada cuando Su cuerpo muerto fue
puesto en la tumba mientras el día de la Pascua estaba terminando al ocaso y la
Noche para ser muy observada estaba empezando. Exactamente como los hijos de
Israel debían alegrarse en que Dios los había librado y liberado de su
esclavitud egipcia, los verdaderos Cristianos, la semilla espiritual de
Abraham, debe alegrarse en esta noche porque es el comienzo de su liberación de
la esclavitud del pecado y su éxodo del Egipto espiritual (Coulter, La
Pascua Cristiana, págs. 266-267).
“Ex”
significa “hacia afuera” y “odo” significa “camino”. De ahí, la palabra “éxodo”
significa, “el camino hacia afuera.” El Éxodo era el “camino hacia afuera” de
Israel de Egipto (simbólico de pecado y esclavitud al pecado). De la misma
manera, para la humanidad el único “éxodo” de la esclavitud del pecado es a
través de Jesucristo. En Su Pascua Jesús dijo, “Yo soy el Camino”—griego, odoz--el “camino hacia
afuera,” el éxodo del pecado. Nuestro caminar cristiano con Jesucristo comienza
después que tenemos nuestros pecados perdonados a través de Su sangre derramada
como está representado por la Pascua. Luego comenzamos nuestro viaje fuera del
pecado y de un camino de vida destructivo a través del amor, devoción fiel y
obediencia a Jesucristo—caminando en el amor y gracia de Dios, viviendo por
toda Palabra de Dios y guardando Sus mandamientos, como está representado por
la Fiesta de Panes sin Levadura.
La
resurrección de Jesús de los muertos: Después de estar en la tumba
exactamente 3 días y 3 noches, Jesús fue levantado de los muertos por el poder
del Padre mientras el Sábado semanal regular, Nisán 17, estaba terminando al
ocaso durante la Fiesta de Panes sin Levadura (Coulter, El día que Jesús el Cristo
murió, págs. 71-81). Él no fue resucitado en una mañana de domingo—ni en un así
llamado domingo de Easter del cristianismo ortodoxo. Él fue resucitado al
cierre del Sábado semanal al ocaso, justo antes de que el primer día de la
semana comenzara.
Temprano
en la mañana del primer día de la semana, cuando Maria Magdalena y otras fueron
a la tumba, un angel les dijo específicamente que Jesús ya había resucitado,
que Él no estaba ahí (Marcos 16:2-7; Lucas 24:1-6; Juan 20:1-10). Una
traducción literal para “el primer día de la semana” es “el primer día de las
semanas”—es decir, el primer día del conteo de siete semanas a Pentecostés. El
griego indica que este “primer día de la semana” era el día de la ofrenda de la
Gavilla Mecida.
El
día de la ofrenda de la Gavilla Mecida: La ofrenda de lo primero de los
primeros frutos es altamente significativa para Dios. Israel fue instruido: “Lo primero de los primeros frutos de su tierra traerán a la casa del SEÑOR su Dios…”
(Éxodo 23:19). En este día, el primer día de la semana y el primer día del
conteo de 50 días a Pentecostés, el sumo sacerdote debía tomar una primera
gavilla de lo primero de los primeros frutos de la cosecha de cebada/trigo y
elevarla o mecerla delante del Señor para ser aceptados por Él (Levítico
23:9-11). Este ritual incomparable era simbólico de la ascensión de
Jesucristo al trono de Dios el Padre después que Él fue resucitado de los
muertos—para ser aceptado como lo primero de los primeros frutos de Dios.
El
apóstol Juan verificó la ascensión de Jesús en este día: “Pero María estuvo de pie afuera de la tumba llorando; y
mientras lloraba, se inclinó hacia abajo y miró dentro de la
tumba. Y vio dos ángeles de blanco quienes estaban sentados, uno a la cabeza y
el otro a los pies, donde había sido colocado el cuerpo de Jesús. Y ellos le
dijeron, “¿Mujer, porque estás llorando?” Ella les dijo, “Porque se han
llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han colocado.” Y después de decir estas cosas, ella dio
vuelta y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dijo, “¿Mujer,
porque estás llorando? ¿A quién estas buscando?” Pensando que era el jardinero,
ella le dijo, “Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has colocado, y yo
me lo llevaré.” Jesús le dijo, “María.” Volteándose, ella le dijo, “Rabboni”;
es decir, “Maestro.” Jesús le dijo, “No Me toques, porque todavía no he
ascendido a Mi Padre. Pero ve a Mis hermanos y diles que estoy ascendiendo
a Mi Padre y a su Padre, y a Mi Dios y a su Dios.” ”
(Juan 20:11-17).
Después
ese mismo día en la noche, Jesús se apareció a los discípulos y les mostró Sus
heridas de la crucifixión: “Después, cuando la
noche se acercaba ese día, el primer día de las semanas, y las
puertas estaban cerradas donde los discípulos se habían reunido por
miedo a los judíos, Jesús vino y se paró en el medio, y les dijo, “Paz sea
a ustedes.” Y después de decir esto, les mostró Sus manos y Su costado.
Entonces los discípulos se alegraron porque habían visto al Señor.”
(Juan 20:19-20).
Pablo
confirmó que Jesucristo era el “primer fruto” de la resurrección de los
muertos, el primero de la cosecha espiritual de Dios. A Su regreso, al momento
de la primera resurrección, todos aquellos que son de Cristo serán resucitados
a vida eterna: “Pero ahora Cristo ha sido levantado de
los muertos; Él ha llegado a ser el primer fruto de aquellos que han
dormido. Porque ya que por un hombre vino la muerte, por un hombre
también vino la resurrección de los muertos. Porque como en Adán
todos mueren, así también en Cristo todos serán hechos vivos. Pero cada uno en
su propio orden: Cristo el primer fruto; luego, aquellos que son de
Cristo a Su venida.” (I Corintios 15:20-23). (Para más detalle
acerca del día de la ofrenda de la Gavilla Mecida, vea El día que Jesús el Cristo
murió, págs. 83-93).
Referencias
adicionales para la Fiesta de Panes sin Levadura en los Evangelios: La Pascua y la
Fiesta de Panes sin Levadura son dos fiestas diferentes que caen en días
separados pero seguidos—el 14avo y el 15avo. Las dos fiestas tienen
significados diferentes pero relacionados. Lucas, sin embargo, registra
que había llegado a ser una práctica común el referirse a toda la temporada del
festival de ocho días como “Pascua.” “Entonces la
fiesta de panes sin levadura, la cual es llamada Pascua, estaba
aproximándose;” (Lucas 22:1).
Con
esto en mente podemos entender mejor ciertas referencias “difíciles”
concernientes a la Pascua y la Fiesta de Panes sin Levadura en el Evangelio de
Juan: “Entonces la Pascua de los judíos estaba
cerca, y Jesús subió a Jerusalén… Entonces cuando Él estuvo en Jerusalén en
la Pascua, durante la fiesta, muchos creyeron en Su nombre, mientras
observaban los milagros que Él estaba haciendo.” (Juan 2:13, 23). “Entonces la Pascua, una fiesta de los judíos, estaba
cerca.” (Juan 6:4). Cuando el tiempo de la última Pascua de Jesús se acercó,
Juan escribió: “Ahora la Pascua de los judíos
estaba cerca,…” (Juan 11:55); “Ahora seis días
antes de la Pascua,…” (Juan 12:1); “Entonces
antes de la fiesta de la Pascua,…” (13:1).
En
estos y otros pasajes Juan señala la importancia de la Pascua y la Fiesta de
Panes sin Levadura. Pocos se dan cuanta, sin embargo, que el Evangelio de Juan está
estructurado en el marco de las fiestas y días santos de Dios. Esto hace al
Evangelio de Juan no solamente un registro de las enseñanzas de Jesús, sino
también un registro histórico.
·
La
cosecha de Pentecostés—Juan 4:35
·
La
Fiesta de Trompetas—Juan 5:1
·
La
Fiesta de Tabernáculos y el Último Gran Día—Juan 7.
Través
de los Evangelios, las fiestas y días santos de Dios proveen el marco para la
cronología del ministerio de Jesucristo. Interesantemente, sin embargo, es que hay
“cero” testimonios escritos indicando que la verdadera Iglesia apostólica
alguna vez haya sancionado los días festivos ahora observados por el cristianismo
ortodoxo.
Otras referencias a la Fiesta de Panes sin Levadura
en el Nuevo Testamento: El libro de Hechos es un microcosmos de la Iglesia
de Dios y el ministerio del apóstol Pablo desde más o menos el 30 d.C hasta el
67 d.C. Cuando examinamos cuidadosamente, llega a ser aparente que Lucas registró
eventos relativos a las fiestas y días santos. Esto significa que los apóstoles
estaban usando el Calendario Hebreo Calculado sagrado para registrar los
tiempos de estos eventos en vez del calendario romano. Escribiendo acerca del
encarcelamiento de Pedro en el 44 d.C, Lucas registra: “Entonces por aquél tiempo, el rey Herodes extendió sus manos para
perseguir a algunos de aquellos de la iglesia; y mató a Santiago,
el hermano de Juan, con la espada. Y cuando vio que esto agradó a los judíos,
procedió a prender a Pedro también. (Ahora aquellos eran los días de
pan sin levadura.) Y después de arrestarlo, lo puso en prisión,
entregándolo a cuatro grupos de cuatro soldados para cuidarlo con la intención
de sacarlo al pueblo después de la temporada de Pascua.” (Hechos
12:1-4).
En
un intento engañoso para dar la apariencia de que la Iglesia apostólica
observaba Easter, los traductores de la versión King James tradujeron
incorrectamente la palabra griega para Pascua (pasha, pasha) en Hechos 12:4 como
“Easter.” En todos los otros lugares ellos tradujeron correctamente pasha
como “Pascua.” Sin embargo, como hemos visto, “Pascua” era también usada en
referencia a todos los ocho días de la Pascua y Panes sin Levadura, la cual
debería ser apropiadamente traducida como la “temporada de la Pascua”—y nunca
“Easter.”
El séptimo día de la Fiesta de Panes sin Levadura:
Indudablemente, Jesucristo, los apóstoles y la Iglesia primitiva del Nuevo Testamento
observaban todos los siete días de la Fiesta de Panes sin Levadura. Aunque no encontramos
referencia específica al séptimo día de la fiesta, el registro de Lucas de los
viajes de Pablo en el 58 d.C demuestra que él guardó todos los siete días de la
fiesta con los gentiles en el norte de Grecia. “Pero
zarpamos de Filipo después de los Días de Pan sin Levadura; y en cinco
días fuimos a ellos a Troas, donde permanecimos por siete días.”
(Hechos 20:6). Esto claramente indica que Pablo y su equipo observaron toda la
fiesta, incluyendo el séptimo día.
En
el registro del Éxodo, Dios rescató a los hijos de Israel del Faraón y sus ejércitos
en el séptimo día de la fiesta al llevarlos seguramente a través del Mar Rojo
sobre tierra seca. Cuando los egipcios los siguieron dentro del mar, Dios liberó
las aguas, destruyendo al Faraón y a su ejército.
Mientras
la nación se hundía en la adoración oculta satánica al sol y otros dioses
falsos, Egipto es representado en la Escritura como un símbolo de pecado. El Faraón
era un tipo de Satanás y su ejército simbolizaba los espíritus malignos
demoniacos. Exactamente como el Faraón y su ejército persiguieron a los hijos
de Israel después que Dios los había rescatado de Egipto, así Satanás y sus
demonios pueden (y de hecho lo hacen) traer ataques espirituales sobre los
Cristianos convertidos, los hijos espirituales de Dios, intentando
esclavizarlos de nuevo en la esclavitud del pecado.
Así
podemos ver que, en el Nuevo Testamento, el séptimo día de la Fiesta de Panes
sin Levadura representa como Dios, a través de Jesucristo, nos ha rescatado del
poder de Satanás. “Siendo fortalecidos con todo poder
de acuerdo al poder de Su gloria, hacia toda resistencia y paciencia con gozo;
dando gracias al Padre, Quien nos ha hecho calificados para la participación de
la herencia de los santos en la luz; quien nos ha rescatado personalmente
del poder de la oscuridad y nos ha transferido al reino del Hijo
de Su amor; en Quien tenemos redención a través de Su propia sangre, incluso
la remisión de pecados;” (Colosenses 1:11-14).
Cuando
Jesús llamó a Saulo a convertirse en Pablo, el apóstol a los gentiles, Él le
dijo por qué fue escogido: “Ahora levántate, y párate
sobre tus pies; porque Yo te he aparecido para este propósito: para nombrarte
un ministro y un testigo de lo que has visto y de lo que te revelaré. Te estoy
seleccionando personalmente de entre la gente y los gentiles, a quienes ahora
te envío, para abrir sus ojos, para que ellos puedan volver de la
oscuridad a la luz y de la autoridad de Satanás a Dios, para
que puedan recibir remisión de pecados y una herencia entre aquellos que han
sido santificados a través de fe en Mi.’ ” (Hechos 26:16-18).
Como
“el dios de este mundo,” Satanás ciega las mentes de aquellos que él ha
engañado (II Corintios 4:4). Él es también llamado el “príncipe del poder del
aire,” quien guía a aquellos de este mundo a vivir vidas de pecado y
desobediencia: “Ustedes estaban muertos en
transgresiones y pecados, en los cuales caminaron en tiempos pasados de acuerdo
al curso de este mundo, de acuerdo al príncipe del poder del aire, el
espíritu que está ahora trabajando dentro de los hijos de desobediencia;
entre quienes también todos nosotros una vez tuvimos nuestra conducta en las
lujurias de nuestra carne, haciendo las cosas deseadas por la carne y por la
mente, y éramos por naturaleza los hijos de ira, así como el resto del
mundo.” (Efesios 2:1-3).
Pablo
continuó instruyéndolos en como pelear sus batallas espirituales contra Satanás
el diablo y vencerlo a través del poder de Dios y la sangre de Jesucristo: “Finalmente, mis hermanos, sean fuertes en el Señor, y
en el poder de Su fuerza. Vístanse toda la armadura de Dios para que puedan ser
capaces de aguantar contra las artimañas del diablo porque no estamos
luchando contra carne y sangre, sino contra principados y contra
poderes, contra los gobernadores del mundo de la oscuridad de este siglo,
contra el poder espiritual de maldad en lugares altos. Por tanto,
tomen toda la armadura de Dios para que puedan ser capaces de resistir en el
día malo, y habiendo resuelto todas las cosas, estar de pie. Estén por
tanto, teniendo sus lomos ceñidos con verdad, y vistiendo la coraza de
justicia, y teniendo sus pies calzados con la preparación del evangelio
de paz. Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual
tendrán el poder de apagar todos los dardos llameantes del maligno; y
vístanse el casco de salvación, y la espada del Espíritu, la cual es la Palabra
de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el
Espíritu, …” (Efesios 6:10-18).
Los
Cristianos deben vencer a Satanás y resistir sus ataques a través de la sangre
del Cordero, incluso si les cuesta sus vidas físicas: “Y
el gran dragón fue echado fuera, la serpiente antigua que es llamada el
diablo y Satanás, quien está engañando al mundo entero; fue echado abajo a
la tierra, y sus ángeles fueron echados abajo con él. Y oí una gran voz en el
cielo decir, “Ahora ha venido la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios,
y la autoridad de Su Cristo porque el acusador de nuestros hermanos ha sido
echado abajo, quien los acusa día y noche delante de nuestro Dios. Pero
ellos lo vencieron a través de la sangre del Cordero, y a través de la palabra
de su testimonio; y no amaron sus vidas hasta la muerte.”
(Apocalipsis 12:9-11).
Jesús
oró al Padre que Su pueblo fuera librado del “maligno”—Satanás (Juan 17:15). Él
también nos dijo que debemos orar y rogar a Dios diariamente que nos rescate
del maligno (Mateo 6:13). Hay muchos pasajes en el Nuevo Testamento que
muestran como Dios nos rescata del pecado y Satanás. Esta batalla espiritual
continua—de vencer el pecado, a Satanás y al mundo—refleja el significado
especial del séptimo día de la Fiesta de Panes sin Levadura en el Nuevo
Testamento.
Pentecostés
en el Nuevo Testamento
Típicamente,
Dios usa Sus fiestas y días santos como puntos de referencia mientras cumple Su
voluntad y propósito—a menudo involucrando eventos históricos poderosos así
como también eventos espirituales. Por ejemplo, después que Dios llevó a los
hijos de Israel al Monte Sinaí, Él personalmente les habló los 10 Mandamientos
desde la cima del monte en un despliegue asombroso de poder y gloria en el día
de Pentecostés (Éxodo 20:1-17). Como lo muestra el Nuevo Testamento, Dios usa
nuevamente el día de Pentecostés en demostraciones maravillosas del poder
de Su Espíritu Santo—cuando Él otorgó inicialmente Su espíritu a Su Iglesia.
En
el 30 d.C, después que Jesús fue visto por Sus apóstoles y discípulos por
cuarenta días, Él los instruyó ir a Jerusalén y esperar hasta que hubieran
recibido el poder del Espíritu Santo. “Y mientras
estaban reunidos con Él, les ordenó no salir de Jerusalén sino “esperar
la promesa del Padre, la cual,” Él dijo, “han escuchado de Mí. Porque
Juan ciertamente bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados con el
Espíritu Santo después de no muchos días.”… Pero ustedes mismos recibirán poder
cuando el Espíritu Santo haya venido sobre ustedes, y serán Mis testigos,
en Jerusalén y en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la
tierra.” ” (Hechos 1:4-5, 8). Jesús luego subió al cielo y desapareció
de vista.
Diez
días más tarde, cuando los apóstoles y discípulos estaban reunidos en un cuarto
de reuniones en terrenos del templo para observar el día de Pentecostés, Dios envió
el Espíritu Santo sobre ellos en un despliegue único de Su poder espiritual: “Y cuando el día de Pentecostés, el cincuentavo día,
estaba siendo cumplido, todos ellos estaban de común acuerdo en el mismo lugar.
Y de repente vino desde el cielo un sonido como el ímpetu de un poderoso
viento, y llenó la casa entera donde estaban sentados. Y allí les aparecieron
lenguas divididas como de fuego, y se sentaron sobre cada uno de ellos. Y todos
ellos fueron llenos con el Espíritu Santo; y comenzaron a hablar en
otros idiomas como el Espíritu les daba las palabras para proclamar.
Entonces había muchos judíos quienes estaban peregrinando en Jerusalén,
hombres devotos de cada nación bajo el cielo. Y cuando la palabra de esto
salió, la multitud se reunió y estaba confundida, porque cada uno los oía
hablar en su propio idioma. Y estaban todos ellos asombrados, y maravillados,
diciendo el uno al otro, “He aquí, ¿No son Galileos todos estos que están
hablando? Entonces ¿Cómo es que escuchamos a cada uno en nuestro propio
idioma en el cual nacimos? Partos y Medos y Elamitas, y aquellos quienes
habitan Mesopotamia, y Judea y Capadocia, Pontus y Asia, Frigia y Panfilia,
Egipto y las partes de Libia la cuales están cerca de Cirene, y los
Romanos que están peregrinando aquí, judíos y prosélitos, Cretenses y
Árabes; los escuchamos hablar en nuestros propios idiomas las grandes cosas de
Dios.” Y estaban todos asombrados y grandemente perplejos, diciéndose el uno al
otro, “¿Qué significa esto?” ” (Hechos 2:1-12).
Por
el poder de Su Espíritu Santo, Dios milagrosamente hizo que los apóstoles
hablaran simultáneamente en una multitud de idiomas. Miles de judíos y
prosélitos de todo el mundo oyeron a los apóstoles predicar poderosamente el
mensaje de Dios acerca de la crucifixión y resurrección de Jesucristo en sus
propios idiomas.
Porque
Dios había colocado Su nombre y presencia en el Templo en Jerusalén, de la
misma forma Él empezó la Iglesia allá. Esta fue la razón por la que Él envió el
Espíritu Santo en la forma en que lo hizo en este día santo particular. Si lo
hubiera hecho en alguna otra ubicación, nadie habría creído que eso fue una
obra de Dios. Sin embargo, la manera en la cual Dios derramó Su Espíritu—en la
presencia de múltiples miles de judíos reunidos en el templo observando Pentecostés—no
dejó ninguna duda de que esto era una obra poderosa de Dios. Fue claramente Su
intervención personal divina—no la obra de hombres. Este despliegue asombroso
del poder de Dios también provee el sello espiritual de autoridad confirmando a
los apóstoles como Sus testigos llamados y escogidos (Lucas 24:43-49).
Silenciando
unos pocos detractores, Pedro se paró a predicar un mensaje dinámico acerca de
la crucifixión y resurrección de Jesucristo a los miles reunidos en el templo.
Después de convencerlos en conciencia, él los llamó a arrepentirse a Dios por
sus pecados los cuales mataron a Cristo: “Por tanto, toda la casa de Israel sepa con plena seguridad que
Dios ha hecho a este mismo Jesús, a Quien ustedes crucificaron,
ambos Señor y Cristo. Entonces después de oír esto,
ellos fueron compungidos del corazón; y dijeron a Pedro y a los otros
apóstoles, “Hombres y hermanos, ¿Qué haremos?” Entonces Pedro les dijo,
‘Arrepiéntanse y sean bautizados cada uno de ustedes en el nombre de
Jesucristo para la remisión de pecados, y ustedes mismos recibirán el
regalo del Espíritu Santo.” (Hechos 2:36-38). Como resultado, tres
mil fueron bautizados y añadidos a la Iglesia en ese día trascendental de Pentecostés
en el 30 d.C—el día en que la verdadera Iglesia de Dios empezó.
Pocos son escogidos porque pocos se arrepienten: Con el
comienzo de la Iglesia en Pentecostés, Dios reveló que él estaba seleccionando
únicamente aquellos pocos que se arrepienten y aceptan el sacrificio de Jesucristo
por el perdón de sus pecados. Continuando en Hechos 2: “Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos, y para todos aquellos
que están lejos, tantos como el Señor nuestro Dios pueda llamar.”
Y con muchas otras palabras sinceramente
testificó y exhortó, diciendo, “Sean salvos de esta perversa generación.”
Entonces aquellos que alegremente recibieron su mensaje fueron bautizados;
y alrededor de tres mil almas fueron añadidas ese día. Y ellos continuaron
firmemente en las enseñanzas de los apóstoles y en compañerismo, y en el
rompimiento del pan y en oraciones.” (versos 39-42). Mientras
hubo miles de judíos en el templo en Pentecostés, únicamente 3.000 se
arrepintieron y fueron bautizados porque fueron los únicos que respondieron
el llamado de Dios. Dios da Su Espíritu Santo únicamente a esos
individuos—no a los otros miles que no se arrepintieron. Esto confirma la
verdad de que Dios únicamente da el Espíritu Santo a los pocos que responden Su
llamado, se arrepienten de sus pecados y son bautizados. Desde el tiempo del
ministerio de Jesús hasta Su segunda venida, Dios el Padre y Jesucristo están
escogiendo únicamente a aquellos que responden el llamado de Dios. Como dijo Jesús,
“Porque muchos son llamados, pero pocos son escogidos.”
” (Mateo 22:14, Lucas 13:1-5).
Porque
ellos se rehúsan a arrepentirse, la vasta mayoría no ha sido escogida por Dios
en este momento. En vez de creer en Dios, la gente tiende a creer en religiones
tradicionales—y muchas ciertamente reclaman que son “cristianas” porque “predican
el nombre de Cristo.” Típicamente, sin embargo, ellos rechazan los mandamientos
de Dios concernientes al Sábado semanal y los días santos.
Pero
Jesús enfatizó que profesar Su nombre no es suficiente: “No todo el que me dice, ‘Señor, Señor,’ entrará en el reino
del cielo; sino aquel que está haciendo la voluntad de Mi Padre, Quien está
en el cielo. Muchos me dirán en aquel día [del juicio], ‘Señor, Señor, ¿No profetizamos por medio de Tu nombre? Y
¿No echamos demonios por medio de Tu nombre? Y ¿No hicimos muchas
obras de poder por medio de Tu nombre?’ Y entonces les confesaré, ‘Nunca los
conocí. Apártense de Mí, ustedes quienes obran ilegalidad.’ ” (Mateo
7:21-23).
Sin
una creencia genuina en las enseñanzas de Dios el Padre y Jesucristo,
tal gente llega a ser ciega y engañada: “Y Sus
discípulos vinieron a Él y preguntaron, “¿Por qué les hablas en parábolas?” Y
Él respondió y les dijo, “Porque ha sido dado a ustedes el saber los
misterios del reino del cielo, pero esto no ha sido dado a ellos. Porque
quienquiera que tenga entendimiento, a él más será dado, y tendrá
abundancia; pero quienquiera que no tenga entendimiento, incluso lo que
tiene le será quitado. Por esta razón les hablo a ellos en parábolas,
porque viendo, ellos no ven; y oyendo, ellos no oyen; ni entienden. Y en ellos
es cumplida la profecía de Isaías, la cual dice, ‘Oyendo ustedes oirán y en
ninguna forma entenderán y viendo verán, y en ninguna forma percibirán; porque
el corazón de esta gente se ha engordado, y sus oídos son sordos para oír, y
sus ojos han cerrado; no sea que ellos vean con sus ojos, y oigan con sus
oídos, y entiendan con sus corazones, y sean convertidos, y Yo los sane.’
Pero benditos son sus ojos, porque ven; y sus oídos, porque oyen.”
(Mateo 13:10-16). (Como veremos más tarde, porque Dios los ha cegado en este
momento, su oportunidad para la salvación vendrá después de que el Milenio
acabe. Cubriremos plenamente esta verdad vital cuando vayamos al significado
del Ultimo Gran Día.)
Ciertamente,
en este tiempo presente muy pocos en realidad le creen a Dios o a Jesucristo—o
creen Su palabra, la Biblia. Pocos están dispuestos a arrepentirse, bautizarse,
obedecer a Dios y luchar para vivir por toda Palabra de Dios (Mateo 4:4; Juan
14:20-24; Hechos 4:10-12, 19-20; 5:29-32).
Es Dios el Padre y Jesucristo quienes hacen la
escogencia:
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor
Jesucristo, Quien nos ha bendecido con toda bendición espiritual en las cosas
celestiales con Cristo. De acuerdo a como Él personalmente nos ha escogido
para Sí mismo…” (Efesios 1:3-4). Jesús le dijo a Sus discípulos: “Ustedes mismos no Me escogieron, sino Yo personalmente los
he escogido, y les he ordenado, que deberían ir y llevar fruto, y que su
fruto debería permanecer; para que cualquier cosa que pidieran al Padre en Mi
nombre, Él pueda darles.” (Juan 15:16). Es por esto que Jesús dijo: “ “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al
Padre, excepto a través de Mí.” (Juan 14:6) y “Nadie
puede venir a Mí a menos que el Padre, Quien Me envió, lo atraiga;…”
(Juan 6:44). En estos dos versos Jesús claramente muestra que su llamado
especial es un acto conjunto de parte de Dios el Padre y de Jesucristo.
No es simplemente asunto de determinación o esfuerzo humano—sino la escogencia
de Dios.
El significado de Pentecostés: El uso único
de Dios del día de Pentecostés en el pasado ha magnificado y añadido a su
significado. Hoy, cuando observamos Pentecostés, podemos recordar las lecciones
de esta fiesta en el Antiguo y Nuevo Testamento:
1.
Dios
dio los 10 Mandamientos a los hijos de Israel (Éxodo 20:1-17; Deuteronomio
5:7-21).
2.
Israel
celebró la cosecha completa de los primeros frutos de trigo y cebada (Éxodo
23:16).
3.
Dios
envió el Espíritu Santo para comenzar Su Iglesia.
4.
Después
de nuestro arrepentimiento y conversión, con el Espíritu Santo viviendo en
nosotros, Dios comienza a escribir Sus leyes y mandamientos en nuestros
corazones y mentes (Hebreos 10:16).
5.
La
predicación milagrosa de los apóstoles en muchos idiomas cumplió, en parte, el
mandato de Cristo de que el Evangelio sería predicado en todo el mundo, a todas
las naciones (Mateo 28:18-20; Lucas 24:44-47).
6.
Al
enviar el Espíritu Santo, Dios señaló que Él iba a rechazar y ultimadamente a
destruir el templo y su sistema de adoración, como fue profetizado (Isaías
66:1-5; Mateo 22:1-7; Hechos 7:44-50).
7.
Todo
el que desee adorar a Dios el Padre podía ahora hacerlo en espíritu y en
verdad—desde cualquier ubicación, no solo en el templo en Jerusalén (Juan
4:20-24; Hebreos 10:16=22).
También
hay un aspecto profético para la Fiesta de Pentecostés, en el cual Dios usará
otra vez esta fiesta para cumplir Su voluntad y propósito. Los Cristianos son
llamados los “primeros frutos” (Santiago 1:18), y la cosecha de los primeros
frutos espirituales es al final de esta era (Mateo 13:18-43; Apocalipsis
14:14-16). Esta cosecha espiritual, como está representada por Pentecostés,
será una resurrección a vida eterna para todos los que son llamados y
escogidos. Esta es la primera resurrección a la venida de Jesús (I Corintios
15:20-23; Apocalipsis 20:6).
Visualice
el toque de una trompeta en el día de Pentecostés. Los hijos de Israel debían
reunirse en la base del Monte Sinaí para recibir los 10 Mandamientos hablados por
Dios: “Y sucedió en el tercer día en la mañana que habían
truenos y relámpagos, y una nube densa sobre la montaña. Y el sonido de la
trompeta era muy duro así que toda la gente en el campamento temblaba. Y
Moisés sacó a la gente del campamento para reunirse con Dios. Y ellos se
pararon en la base de la montaña. Y el Monte Sinaí estaba humeando, todo esto
porque el SEÑOR bajó sobre este en fuego. Y el humo de este subía como el humo
de un horno, y la montaña entera temblaba grandemente. Y cuando el sonido de
trompeta sonó largo, y llegó a ser muy fuerte, Moisés hablaba, y Dios le
respondía por voz.” (Éxodo 19:16-19).
En
Números 10:10, leemos que la trompeta debía ser tocada en cada día santo,
incluyendo la Fiesta de Pentecostés. Esto sirvió para recordarles a los hijos
de Israel del Pentecostés en el Sinaí en el cual ellos recibieron los 10
Mandamientos.
El
apóstol Pablo trae una comparación similar entre la dación de los 10
Mandamientos en el Monte Sinaí y la reunión de los santos resucitados cuando se
reúnan con Jesucristo. Él enfatiza cuan mucho más grande será este evento
comparado con lo que los hijos de Israel habían experimentado: “Porque no han venido [la Iglesia] al monte [Sinaí] que podía ser tocado y que quemaba con fuego, ni a penumbra,
y temible oscuridad, y el torbellino; y el sonido de la
trompeta, y a la voz de las palabras, las cuales aquellos que
oyeron, rogaron que la palabra no fuera hablada directamente a
ellos. (Porque no pudieron soportar lo que estaba siendo ordenado: “Y si
incluso un animal toca la montaña, será apedreado, o atravesado con una
flecha”; y tan espantosa fue la visión que Moisés dijo, “Estoy
grandemente asustado y temblando”.) Sino han venido [la Iglesia] al Monte Sión, y a la ciudad del Dios vivo, la Jerusalén
celestial; y a una innumerable compañía de ángeles; a la reunión
festiva gozosa [la resurrección en Pentecostés]; y a la iglesia de los primogénitos [los
primeros frutos de Dios], registrada en el libro de
vida en el cielo; y a Dios, el Juez de todos; y a los
espíritus de los justos que han sido perfeccionados; y a Jesús, el
Mediador del Nuevo Pacto; y a la aspersión de la sangre de ratificación,
proclamando cosas superiores que esas de Abel.” (Hebreos
12:18-24).
El
significado profético de la trompeta tocada en Pentecostés es que ella
representa la “última trompeta”—tocada en el momento de la resurrección de los
santos. Jesús mismo predijo esto: “Pero inmediatamente
después de la tribulación de aquellos días, el sol será oscurecido, y la luna
no dará su luz, y las estrellas caerán del cielo, y los poderes de los cielos
serán sacudidos. Y luego aparecerá la señal del Hijo de hombre en el cielo; y entonces
todas las tribus de la tierra lamentarán, y verán al Hijo de hombre viniendo
sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria. Y Él enviará a Sus
ángeles con el gran sonido de una trompeta, y ellos reunirán a Sus elegidos
desde los cuatro vientos, desde un fin del cielo hasta el otro.”
(Mateo 24:29-31).
El
apóstol Pablo también declaró que la primera resurrección a vida eterna
ocurriría a la última trompeta: “Y como hemos
llevado la imagen de aquel hecho de polvo, también llevaremos la imagen
de aquel celestial. Entonces digo esto, hermanos, que la carne y la
sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción
hereda incorrupción. He aquí, les muestro un misterio: no todos dormiremos, sino
que todos seremos cambiados, en un instante, en el parpadeo de un
ojo, a la última trompeta; porque la trompeta sonará, y los muertos
serán levantados incorruptibles, y nosotros seremos cambiados. Porque esto corruptible debe vestirse de
incorruptibilidad, y esto mortal debe vestirse de inmortalidad. Entonces
cuando esto corruptible se haya vestido de incorruptibilidad, y esto
mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces sucederá el dicho que está
escrito: “La muerte es tragada en victoria.” ” (I Corintios
15:49-54).
En
la primera epístola de Pablo a los Tesalonicenses, él escribió que la primera
resurrección tiene lugar a la última trompeta: “Pero
no deseo que sean ignorantes, hermanos, concerniente a aquellos que han
dormido, para que no estén afligidos, incluso como otros, que no tienen esperanza.
Porque si creemos que Jesús murió y resucitó
otra vez, exactamente en la misma forma también, aquellos que han dormido en
Jesús Dios traerá con Él. Porque esto les decimos por la Palabra del
Señor, que quienes estemos vivos y permanezcamos hasta la venida del Señor en
ninguna manera precederemos a aquellos que han dormido. Porque el
Señor mismo descenderá del cielo con un grito de mando, con la
voz de un arcángel y con la trompeta de Dios; y los muertos en Cristo
resucitarán primero; luego nosotros quienes estamos vivos y permanecemos
seremos atrapados junto con ellos en las nubes para la reunión
con el Señor en el aire; y así siempre estaremos con el Señor.” (I Tesalonicenses 4:13-17).
El libro de apocalipsis confirma que la última trompeta
es la séptima trompeta—cuando tiene lugar la primera resurrección: “Entonces
el séptimo ángel tocó su trompeta; y hubo grandes voces en el
cielo diciendo, “Los reinos de este mundo han llegado a ser los reinos de
nuestro Señor y Su Cristo, y Él reinará en los siglos de eternidad.” Y los
veinticuatro ancianos, quienes se sientan delante de Dios sobre sus tronos,
cayeron sobre sus caras y adoraron a Dios, diciendo, “Te damos gracias,
Oh Señor Dios Todopoderoso, Quien es, y Quien era, y Quien está por
venir; porque has tomado para Ti mismo Tu gran poder, y has reinado.
Porque las naciones estaban furiosas, y Tu ira ha venido, y el tiempo de los
muertos para ser juzgados, y dar la recompensa a Tus siervos los profetas, y a
los santos, y a todos aquellos que temen Tu nombre, los pequeños y los
grandes; y para destruir a aquellos que destruyen la tierra.” ” (Apocalipsis
11:15-18).
Cuando
la primera resurrección tenga lugar, ángeles llevarán a los santos a un
mar de vidrio gigante en las nubes (concebiblemente sobre Jerusalén) para reunirse
con Cristo. “Y vi un mar de vidrio mezclado con
fuego, y aquellos que habían obtenido la victoria sobre la bestia, y sobre su
imagen, y sobre su marca, y sobre el número de su nombre, de pie
sobre el mar de vidrio, teniendo las liras de Dios. Y estaban
cantando la canción de Moisés, el siervo de Dios, y la canción del
Cordero, diciendo, “Grandes y asombrosas son Tus obras, Señor Dios
Todopoderoso; justos y verdaderos son Tus caminos, Rey de los santos.
¿Quién no Te temerá, Oh Señor, y glorificará Tu nombre? Porque solo Tú eres
santo; y todas las naciones vendrán y adorarán delante de Ti, porque Tus
juicios han sido revelados.” ” (Apocalipsis 15:2-4).
Varias
cosas tendrán lugar en este mar de vidrio antes que Cristo y los santos
resucitados regresen a la tierra a establecer el Reino de Dios sobre la tierra:
1.
Los
santos recibirán sus nuevos nombres (Apocalipsis 2:17).
2.
A
los santos se les dará sus recompensas (I Corintios 3:8; Apocalipsis 11:18;
22:12; II Juan 8).
3.
Los
santos recibirán sus asignaciones como reyes o sacerdotes (Apocalipsis 20:6).
4.
El
matrimonio del Cordero y Su novia tendrá lugar (Apocalipsis 19:6-8).
5.
La
cena matrimonial tendrá lugar (Apocalipsis 19:9; Mateo 22:1-13).
6.
Los
santos serán testigos de las siete plagas postreras siendo derramadas—la
venganza de Dios (Apocalipsis 15:5-8; 16:1-21; Salmo 149:4-9). La séptima plaga
será la Batalla de Armagedón.
7.
Ellos
serán reunidos al ejercito de Dios y pelearán con Cristo cuando regresen a la
tierra con Jesús para establecer el Reino y gobierno de Dios en la tierra
(Apocalipsis 19:11-21; Zacarías 14:1-9).
Tomará
tiempo para que todas estas cosas transpiren, indudablemente extendiéndose
desde el día de Pentecostés hasta la Fiesta de Trompetas, más o menos cuatro
meses, cumpliendo así los eventos de Apocalipsis capítulos 15-16 y 18-19.
Así,
la Palabra de Dios revela que exactamente como Dios comenzó la Iglesia en Pentecostés
al enviar el Espíritu Santo, Él completará la cosecha de Su Iglesia—los
primeros frutos espirituales—en Pentecostés. En ese día Dios resucitará de los
muertos a todos los santos justos—desde Abel, el primer mártir, hasta los 2
testigos, los últimos mártires. En la resurrección ellos serán cambiados en un
parpadeo de ojo y dado cuerpos gloriosos inmortales como hijos e hijas de Dios
el Padre. “…estamos esperando al Salvador, el
Señor Jesucristo; Quien transformará nuestros viles cuerpos, para que puedan
ser conformados a Su glorioso cuerpo, de acuerdo al trabajo interno de Su
propio poder, por el cual Él es capaz de someter todas las cosas a Sí
mismo.” (Filipenses 3:20-21). Como seres espirituales glorificados,
ellos brillarán como las estrellas del cielo (Daniel 12:1-3; Mateo 13:43).
Ellos
compartirán la misma existencia y gloria eterna como Jesucristo: “El Espíritu mismo da testimonio conjuntamente con nuestro
propio espíritu, testificando que somos hijos de Dios. Entonces si somos
hijos, somos también herederos—verdaderamente, herederos de Dios y
coherederos con Cristo—si ciertamente sufrimos junto con Él, para que
podamos también ser glorificados junto con Él.” (Romanos 8:16-17).
Es por esto que Pablo llama la primera resurrección una resurrección superior (Hebreos
11:35-40). Finalmente, Juan escribe: “¡He aquí! ¡Qué glorioso
amor nos ha dado el Padre, que deberíamos ser llamados los hijos de Dios! …
pero sabemos que cuando Él sea manifestado, seremos como Él, porque lo veremos
exactamente como Él es.” (I Juan 3:1-2).
El
libro de Apocalipsis proclama: “Bendito y santo es
aquel que tiene parte en la primera resurrección; sobre este la segunda muerte
no tiene poder...” (Apocalipsis 20:6). Como está representado por la
Fiesta de Pentecostés, los Cristianos esperan recibir vida y gloria eterna en
la primera resurrección (Romanos 8:14-18; I Juan 3:1-3).
Otras referencias a Pentecostés: Hay otras dos
referencias mostrando que Pablo guardaba la Fiesta de Pentecostés. Como hemos
visto claramente, Pablo le enseñó continuamente a los gentiles convertidos a
guardar las fiestas y días santos de Dios, los cuales incluían la Fiesta de Pentecostés.
·
Pablo
le escribió a los corintios desde Éfeso de sus intenciones de visitar y
permanecer con ellos. Sin embargo, él les hizo saber que permanecería en Éfeso
hasta Pentecostés. Esto significa que él y todos los hermanos en Éfeso
guardaron la Fiesta de Pentecostés. “Pero iré a
ustedes después de pasar por Macedonia, porque voy por Macedonia. Pueda ser que
permanezca con ustedes, o que pueda incluso pasar el invierno allá,
para que puedan enviarme en mi viaje a donde sea que pueda ir.
Porque en este tiempo no me detendré a verlos, más espero en algún
tiempo futuro estar con ustedes, si el Señor lo permite. Pero
permaneceré en Éfeso hasta Pentecostés. Porque una puerta grande y efectiva
ha sido abierta para mí, y hay muchos adversarios.” (I Corintios
16:5-9).
·
En
otra ocasión, Pablo estaba viajando a Jerusalén y se propuso guardar
Pentecostés allá: “Porque Pablo había decidido navegar
por Éfeso, porque no quería gastar tiempo en Asia; porque se apresuró para
estar en Jerusalén en el día de Pentecostés, si fuera posible.”
(Hechos 20:16).
·
En
el Evangelio de Juan, Jesús les señaló la cosecha madura a sus apóstoles, lo
cual aparentemente es una referencia directa a Pentecostés: “No digan que hay aún cuatro meses, y después viene
la cosecha. Yo les digo, miren a su alrededor. Alcen sus ojos y vean los
campos, pues ya están blancos para cosechar.” (Juan 4:35). Desde Pentecostés
hasta la temporada de cosecha de otoño y los festivales y días santos de otoño
hay cuatro meses—entonces Cristo debe haberse estado refiriendo al tiempo de Pentecostés.
Como hemos visto, 3.000 nuevos convertidos fueron añadidos a la iglesia en Pentecostés
en el 30 d.C.
En
este capítulo, hemos tomado una visión general amplia de las fiestas y días
santos de Dios de primavera en el Nuevo Testamento—en donde encontramos
evidencia abrumadora de que la Iglesia apostólica del Nuevo Testamento guardó y
reverenció estos días. Los hermosos escritos de los apóstoles “respirados por
Dios” expanden verdaderamente el alcance y significado espiritual de las
fiestas y días santos de Dios. Lejos de ser abolidos por Jesucristo y Sus
verdaderos apóstoles, estos días continúan presagiando y cristalizando el
propósito y plan de Dios para todos nosotros.
En
el siguiente capítulo, aprenderemos como las fiestas y días santos de otoño
continúan revelando el plan maestro profético de Dios, delineando Su propósito
amoroso para toda la humanidad.