APENDICE
H
(Tomado
del libro “Días festivos ocultos o Días Santos de Dios—¿Cuáles?”)
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La
guerra de Roma contra la Pascua Cristiana, el Sábado y los Días Santos de Dios
Por
Fred
R. Coulter
www.idcb.org
Desde
la muerte del apóstol Juan en el 100 d.C, líderes religiosos apóstatas y
eruditos de la iglesia comenzaron sistemáticamente a rechazar el Sábado, los Días
Santos y las fiestas de Dios. Estos así llamados “padres primitivos de la
iglesia” encontraron favor con el domingo como el día semanal de descanso y adoración,
así como también con varios días festivos y fiestas de origen pagano—las cuales
todas ellas han convenientemente “cristianizado.” Los mismos “teólogos” que
denigraron el séptimo día, Sábado, pusieron de la misma forma incontables
argumentos falsos de que a los Cristianos ya no se les requería observar las
fiestas de Dios. Su odio de los días santos y fiestas de Dios fue, en muchos
casos, más pronunciado que su saqueo del Sábado.
El
ataque contra las fiestas bíblicas y días santos comenzó con la Pascua. La
iglesia en el occidente detestaba particularmente la observancia de la Pascua Cristiana,
la cual ellos veían como “judía.” Los verdaderos Cristianos guardaban la Pascua
en la noche del 14 del primer mes, como es ordenado por Dios. Un conflicto se levantó
sobre el guardar la Pascua—conocida en la historia como la “Controversia Cuartodecimana”—en
la cual Roma invocó la abolición de la Pascua y la institución del “Domingo de
Easter” (derivado del Baalismo y el Mitraismo). Central a sus esfuerzos fue la
condenación de cualquier observancia de la Pascua y los días santos bíblicos
como “judaizantes”. Al hacerlo así, la iglesia occidental rechazó al verdadero Jesucristo
como el Cordero Pascual de Dios, muerto en Nisán 14, así como también la Pascua
Cristiana que Él instituyó.
El
Baalismo fue el bloque de tropiezo principal que alejó a Israel y a Judá de su
relación de pacto con Dios, y ultimadamente los llevó al cautiverio nacional.
Su adoración a Baal se enfocaba en un ritual de “transustanciación” celebrado
en el día del sol, el domingo—y fue particularmente importante en las
celebraciones al amanecer del domingo de Easter (Vea Apéndice
J, “La Eucaristía—Sacrificio de la misa,”)
El
cristianismo ortodoxo siempre ha favorecido las influencias insidiosas del
Baalismo sobre la adherencia a los mandamientos de Dios. Intentos deliberados
de pervertir la verdadera adoración a Dios a través de enseñanzas falsificadas
de Baalismo están registrados en los escritos del Nuevo Testamento. Un motivo detrás
de tales intentos fue la eliminación de la Pascua Cristiana de Nisán 14. Las Epístolas
de Pablo son abundantes con este combate doctrinal (p.e, Gálatas, Colosenses,
Hebreos), y el Evangelio de Juan atestigua esta batalla espiritual y doctrinal
en la cual todos los verdaderos Cristianos estuvieron completamente
comprometidos para el 70 d.C (Vea Judas 3-4, 11 y Apocalipsis 2:14).
Para
el 95 d.C, el liderazgo de la iglesia romana fue rápida en abandonar el Sábado
por el domingo, y la Pascua de Nisán 14 por Easter. Una vez la observancia del
domingo de Easter sustituyó a la Pascua Cristiana, el abandono del resto de las
fiestas bíblicas y días santos siguió prontamente. Ellas fueron rápidamente
reemplazadas por los días festivos ocultos “cristianizados”—la navidad,
Halloween, la cuaresma, etc.
Este
movimiento pronto se incorporó en una comida ritual semanal de
transustanciación a Mitra (el Baal de Persia)—y ultimadamente llevó a la
observancia anual de los servicios al amanecer de Easter en honor a la supuesta
resurrección de Mitra. Mitra era antiguamente conocido como la deidad pagana
Tamuz (Ezequiel 8:13-16). Esta celebración “cristiana”—ahora renombrada como un
“servicio de comunión”—fue adoptado por el número creciente de iglesias a
través del impero hasta que eventualmente reemplazó el verdadero servicio de la
Pascua de Nisán 14. Este empuje por “cristianizar” la adoración pagana como “adoración
cristiana santificada” a Dios fue defendida por los líderes de la iglesia apóstata
de Roma, Asia Menor, y Alejandría, Egipto.
En
el 135 d.C, la mayoría de las congregaciones de iglesia en la región Mediterránea
ya habían abandonado la verdadera Pascua a favor de la comunión en domingo y el
servicio anual al amanecer de Easter. Para el 195 d.C, solo sesenta años más
tarde, los obispos gentiles ortodoxos de Palestina habían sucumbido totalmente
a este ataque violento. No puede ser exagerado que el primer paso en esta
partida de la verdadera adoración a Dios fue la introducción de la adoración
semanal dominical por el liderazgo de Roma.
Para
el 200 d.C, los únicos campeones de verdad que quedaban eran encontrados en
congregaciones dispersas en Asia Menor, algunos de quienes continuaron
fielmente en la observancia de la Pascua, las fiestas y días santos de Dios
bien entrado el siglo sexto. Como el libro de Apocalipsis y la historia de la
iglesia primitiva registra, quedaron un número de verdaderos Cristianos en Asia
Menor quienes, guiados por la iglesia de Éfeso, estuvieron firmes en la
justicia que habían recibido del Señor Jesucristo y los apóstoles,
particularmente el apóstol Juan. Fielmente, ellos rechazaron asalto tras asalto
contra el Sábado semanal, la Pascua de Nisán 14, y el resto de días santos de
Dios.
El
historiador Eusebio registra el testimonio de Policrates, el líder de la resistencia
en Éfeso, quien permaneció firme contra esta invasión de doctrina falsa: “Pero
los obispos en Asia fueron guiados por Policrates al persistir que era
necesario guardar la costumbre la cual había sido trasmitida a ellos desde la
antigüedad [dada por Jesucristo como está registrado en los cuatro Evangelios].
Policrates mismo, en un documento el cual dirigió a Victor y a la iglesia en
Roma, expone la tradición la cual había llegado a él como sigue: ‘Por lo tanto
guardamos el día sin desvío, ni añadimos ni quitamos, porque en Asia grandes
luminarias duermen, y ellos se levantarán en el día de la venida del Señor,
cuando venga con gloria desde el cielo y busque [literalmente, levante] a todos
los santos. Tales fueron Felipe de los doce apóstoles, y dos de sus hijas que
envejecieron vírgenes, quien duerme en Hierapolis, y otra hija de él, quien vivió
en el Espíritu Santo, descansa en Éfeso. Más aun, también esta Juan, quien se recostó
en el pecho del Señor, quien fue un sacerdote vistiendo la coraza, y el mártir,
quien duerme en Laodicea, y Papirius, también, el bendito, y Melito el eunuco,
quien vivió enteramente en el Espíritu Santo, quien está en Sardis, esperando
la visitación desde el cielo cuando se levante de los muertos. Todos estos
guardaron la Pascua del día 14 de acuerdo al evangelio, nunca desviándose, sino
siguiendo de acuerdo a la regla de la fe [como fue enseñada por Jesús y los
apóstoles]. Y yo también, Policrates, el menor de ustedes, vivo de acuerdo a la
tradición de mis parientes, y a algunos de ellos yo he seguido. Porque siete de
mi familia fueron obispos y yo soy el octavo, y mis parientes siempre guardaron
el día en el que la gente sacaba la levadura. Por lo tanto, hermanos, yo quien
he vivido sesentaicinco años en el Señor y conversado con los hermanos de todo
país, y he estudiado todas las santas escrituras, no tengo miedo de amenazas,
porque ellas han dicho quién era más grande que yo, “Es mejor obedecer a Dios
que a los hombres” ’ ” (Eusebio, La historia eclesiástica, vol. 1, págs.
505-507, comentarios en corchetes añadidos).
Después
de la muerte de Policrates y sus fieles compañeros cristianos líderes en Asia
Menor, la única resistencia que quedó a la implacable conspiración pagana estuvo
en el distante Valle de Mesopotamia y las regiones montañosas de Europa. Los
verdaderos hermanos Cristianos de esas regiones preservaron fielmente el
Antiguo y Nuevo Testamento de los estragos de las comunidades ortodoxas
romanas, ortodoxas judías y gnósticas. Oponiéndose a toda influencia corrupta,
ellos preservaron el único testimonio verdadero de nuestro Mesías y Su Pascua.
Samuele
Bacchiocchi escribe del rol líder de Roma en reemplazar la verdadera Pascua de Nisán
14 con el domingo de Easter: “Parece no haber duda de Roma siendo el lugar de
su origen. Datos históricos posteriores confirman, de hecho, el origen romano
del domingo de Easter. J.B. Pitra, por ejemplo, ha descubierto y editado el
decreto conciliar del Consejo de Nicea [por el emperador Constantino en el]
(325 d.C) concerniente a la celebración de Easter, donde específicamente ordenó:
‘Todos los hermanos en el oriente quienes antiguamente celebraban Easter [a
saber, la Pascua de Nisán 14] con los judíos, de ahora en adelante la guardarán
al mismo tiempo con los romanos, con nosotros y con todos aquellos que desde
tiempos antiguos han celebrado la fiesta al mismo tiempo con nosotros.’… Los
eruditos usualmente reconocen en la costumbre romana de celebrar Easter en
domingo en vez de Nisán 14, al uso de las palabras de Jeremías, ‘la inclinación
de separarse del judaísmo.’ Lightfoot sostiene, por ejemplo, que Roma y Alejandría
adoptaron el domingo de Easter para evitar ‘incluso el semblante de judaísmo.’
M. Righetti, en su monumental historia de la liturgia, también señala que Roma
y Alejandría, después de ‘haber eliminado la tradición judaizante
cuartodecimana,’ repudiaron incluso los cómputos judíos, haciendo sus propios
cálculos, ya que ‘tal dependencia de los judíos debe haber parecido
humillante.’ La carta conciliar Niceana de Constantino, referida arriba, explícitamente
revela una marcada motivación anti-judaica para el repudio de la Pascua cuartodecimana.
El emperador de hecho, deseando establecer una [nueva religión] completamente
libre de cualquier influencia judía escribe: ‘Pareció una cosa indigna que en
la celebración de esta fiesta más sagrada deberíamos seguir la práctica de los
judíos, quienes han profanado impíamente sus manos con pecado enorme, y son,
por lo tanto, afligidos merecidamente con ceguera del alma… no tengamos
entonces nada en común con la detestable multitud judía; porque hemos recibido
de nuestro Salvador un camino diferente… luchen y oren continuamente que la
pureza de sus almas no pueda parecer en nada manchada por el compañerismo con
las costumbres de estos hombres más malvados… Todos deberían unirse en desear
lo que la sana razón parece demandar, y en evitar toda participación en la
conducta perjura de los judíos.’
“Las
motivaciones anti-judaicas para [el] repudio del conteo judío de la Pascua no podría
haber sido expresado más explícitamente y fuertemente en la carta de
Constantino. Nicea representa la culminación de una controversia iniciada dos
siglos antes y motivada por fuertes sentimientos anti-judaicos y una la cual
tuvo Roma como su epicentro.
“En
toda esta controversia Roma ejerció un rol de liderazgo. Hemos notado que fue
en Roma que se levantó la costumbre de Easter-domingo, posiblemente bajo el
obispo Sixtus; fue a Roma que Policrates se dirigió él mismo para defender su
tradición diferente, fue a Roma que el Concilio de Nicea señaló como el ejemplo
a seguir en la observancia de Easter” (Bacchiocchi, Anti-judaísmo y el
origen del domingo, págs. 86-87, comentarios en corchete añadidos.)