Efesios
2:15-16—¿Abolió Jesús los mandamientos?
(Tomado
del librillo “Entendiendo las Escrituras difíciles de Pablo
concernientes
a la Ley y los Mandamientos de Dios”)
Por
Fred
R. Coulter
www.laverdaddeDios.org
Ahora
que tenemos un entendimiento claro de Colosenses 2, no será difícil darnos
cuenta de lo que Pablo escribió en Efesios 2:15-16. En estos versos la VRV60
dice: “aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos
expresados en ordenanzas, para crear en sí mismo de los dos un solo y nuevo
hombre, haciendo la paz, y mediante la cruz reconciliar con Dios a ambos en un
solo cuerpo, matando en ella las enemistades.”
La
frase clave en esta traducción imprecisa—la cual ha causado una gran
confusión—es “aboliendo en su carne las enemistades, la ley de los mandamientos
expresados en ordenanzas.” ¿Qué es la “ley de los mandamientos expresados en
ordenanzas”? ¿Son estos en realidad mandamientos de Dios expresados en el
Antiguo Testamento, como la mayoría asume?
La
palabra traducida como “ordenanzas” viene del griego dogma (Colosenses
2:14, 20), la cual siempre se refiere a “decretos, ordenanzas, decisiones y
mandamientos de hombres.” (Arndt and Gingrich). Pablo no se está
refiriendo aquí a los mandamientos de Dios expresados en la Ley de Dios. Más
aun, ni una sola vez en el Nuevo Testamento es usado dogma en referencia
a las leyes y mandamientos de Dios.
¿A
qué decretos o dogmas de hombres se está refiriendo Pablo? Note, el contexto
claramente revela que él estaba escribiendo acerca de los dogmas tradicionales,
decretos o mandamientos del judaísmo. Las duras leyes tradicionales del judaísmo
creaban gran hostilidad y enemistad entre los judíos y los gentiles—así como también
entre los judíos mismos. De esto Jesús dijo, “Porque atan cargas
pesadas y difíciles de soportar, y las ponen sobre los hombros de los
hombres; pero ellos no las moverán con uno de sus propios dedos.”
(Mateo 23:4).
En
Marcos 7, Jesucristo reprendió fuertemente a los líderes religiosos judíos por
adherirse a sus leyes tradicionales y rechazar los mandamientos de Dios: “Por
esta razón, los fariseos y los escribas lo cuestionaron, diciendo, “¿Por
qué Tus discípulos no caminan de acuerdo a la tradición de los ancianos, sino
comen pan con manos sin lavar?” Y Él respondió y les dijo, “Bien
profetizó Isaías concerniente a ustedes hipócritas, como está escrito, ‘Este
pueblo Me honra con sus labios, pero sus corazones están lejos de Mí. Pero
en vano Me adoran, enseñando por doctrina los mandamientos de hombres.’
Por dejar el mandamiento de Dios, ustedes se aferran a la tradición de
hombres, tal como el lavado de ollas y copas; y practican muchas
otras cosas como esta.” Entonces les dijo, “Muy bien rechazan el
mandamiento de Dios, para poder guardar su propia tradición. Porque
Moisés dijo, ‘Honren a su padre y a su madre’; y, ‘Aquel que
hable mal de su padre o madre, sea condenado a muerte.’ Pero ustedes
dicen, ‘Si un hombre dijera a su padre o madre, “Cualquier beneficio que
puedas recibir de mi es corban” (esto es, apartado como un
regalo para Dios), él no está obligado a ayudar a sus padres.’ Y lo
excusan de hacer cualquier cosa por su padre o su madre, anulando la
autoridad de la Palabra de Dios por su tradición la cual ustedes han
transmitido; y practican muchas tradiciones tales como esta.” ”
(Marcos 7:5-13; vea también Mateo 23).
No
solamente los decretos tradicionales del judaísmo eran contrarios a las leyes y
mandamientos de Dios sino que eran tan extraños y duros que produjeron
hostilidad y enemistad entre la gente judía. Tales tradiciones hicieron especialmente
que los judíos miraran hacia abajo a los gentiles con desprecio y desdén. En Efesios
2:11-16, Pablo describe esta relación hostil que existía entre los judíos y los
gentiles antes de la venida de Cristo y la predicación del Evangelio de paz. Él
enfatiza que la enemistad era primariamente el resultado de las tradiciones
idiotas de los judíos.
Por
ejemplo, una gran “espina en la carne” entre dos grupos era la tradición de los
judíos—de su ley oral añadida—de que ellos no debían tener compañía con los
gentiles, ni siquiera comer con ellos. Esto ciertamente no era una Ley de Dios.
Para prevenir que esta parcialidad judía contra los gentiles llegara a
arraigarse en la Iglesia, Dios le reveló anteriormente al apóstol Pedro que
tales tradiciones del judaísmo eran totalmente inaceptables—y que Él estaba
anulando completamente esas leyes y decretos.
Cuando
Dios comenzó primero a llamar gentiles, Pedro fue enviado a través de una visión
especial de Dios a la casa de Cornelio en Cesárea. Cornelio era un centurión del
ejército romano quien temía al verdadero Dios y le oraba a Él. Note lo que
Pedro le dijo a Cornelio; “…“Ustedes saben que es ilegal para un
hombre que es judío [quien practicaba la ley tradicional judía] asociarse
con o acercarse a cualquiera de otra raza…”
(Hechos 10:28).
Pedro
le explicó a Cornelio y a aquellos reunidos en su casa que Dios lo había movido
a través de una visión a proclamar que tales decretos odiosos habían sido
anulados por Dios ya que eran contrarios a Sus leyes y mandamientos. Pedro dijo,
“…“Ustedes saben que es ilegal para un hombre que es judío asociarse
con o acercarse a cualquiera de otra raza. Pero Dios me ha mostrado que ningún
hombre debe ser llamado común o impuro…. “De una verdad percibo
que Dios no es un discriminador de personas, sino que en cada nación,
aquel que le teme y obra justicia es aceptable a Él.”
(Hechos 10:28, 34-35).
Para
demostrarle a Pedro, y por consiguiente a todos los apóstoles, que Dios estaba
llamando a los gentiles a la misma salvación que comenzó con los judíos e
israelitas en el templo en el día de Pentecostés en el 30 d.C, Él derramó
sobrenaturalmente el Espíritu Santo sobre los gentiles incircuncisos reunidos
en la casa de Cornelio antes de que ellos fueran bautizados. Pedro continuó,
“Y Él [Jesús] nos ordenó predicar a la gente, y
testificar plenamente que es Él Quien ha sido escogido por Dios para ser
Juez de los vivos y los muertos. En Él todos los profetas dan
testimonio, que todo el que cree en Él recibe remisión de pecados
a través de Su nombre.” Mientras Pedro estaba aún hablando estas palabras,
el Espíritu Santo vino sobre todos aquellos quienes estaban escuchando el
mensaje. Y los creyentes de la circuncisión estaban sorprendidos, tantos como
habían ido con Pedro, que también sobre los gentiles el regalo del Espíritu
Santo había sido derramado; porque ellos los oyeron hablar en otros idiomas
y magnificar a Dios. Entonces Pedro respondió diciendo, “¿Puede
alguno prohibir el agua, que estos no deberían ser bautizados, quienes
también han recibido el Espíritu Santo como nosotros?” Y él les ordenó ser
bautizados en el nombre del Señor. Entonces ellos le rogaron permanecer por
un número de días.” (Hechos 10:42-48).
Con
este trasfondo—y una traducción precisa de Efesios 2:11-16—el verdadero
significado de este difícil pasaje es muy claro. Vemos que Pablo no estaba en
ninguna manera aboliendo los mandamientos de Dios—porque ningún hombre puede
abolir los mandamientos de Dios como tampoco ningún hombre puede destruir los
cielos y la tierra (Deuteronomio 30:16-20; Mateo 5:17-18; Marcos 13:31)—sino que
Dios anuló las leyes tradicionales ridículas y odiosas del judaísmo que estaban
contra los gentiles, ya que no tienen lugar en la Iglesia de Dios. Note que
Pablo escribió: “Por tanto, recuerden que una vez fueron
gentiles en la carne, quienes son llamados incircuncisión por aquellos
quienes son llamados circuncisión en la carne hecha por manos; y que
ustedes estaban sin Cristo en aquel tiempo, alienados de la mancomunidad de
Israel, y extranjeros de los pactos de promesa, no teniendo esperanza, y sin
Dios en el mundo. Pero ahora en Cristo Jesús, ustedes quienes estuvieron una
vez lejos son acercados por la sangre de Cristo. Porque Él es nuestra paz,
Quien ha hecho de ambos uno, y ha roto el muro intermedio de partición [creado
por las leyes y decretos tradicionales judíos], habiendo anulado
en Su carne la enemistad, la ley de mandamientos contenida en los
decretos de hombres, para que en Sí mismo pudiera crear a ambos
en un hombre nuevo, haciendo la paz [entre judíos y
gentiles en la Iglesia]; y para poder reconciliar ambos a Dios en un cuerpo a
través de la cruz, habiendo matado la enemistad en ella.”
(Efesios 2:11-16).