CAPITULO 8

(Tomado del libro “Días festivos ocultos o Días Santos de Dios¿Cuáles?”)

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Domingo—un día oculto de adoración o un día cristiano de adoración—¿cuál?

 

Por

Fred R. Coulter

www.iglesiadedioscristianaybiblica.org

 

Hemos examinado como los líderes de la iglesia ortodoxa y otras iglesias cristianas profesantes han sancionado y establecido oficialmente días festivos ocultos como observancias para sus seguidores. Como veremos ahora, el cristianismo ortodoxo ha santificado el domingo por más de 600 años como su “Sábado.” Esto es además de los días festivos anuales “cristianos.”

Hoy, millones de devotos y fieles se congregan cada domingo ya sea para celebrar la misa y participar de la eucaristía, o escuchar un sermón y, a veces, participar de la comunión. Convencidos de que están haciendo la voluntad de Dios, sinceramente creen que ir a la iglesia el domingo es una cosa cristiana para hacer. Sus sacerdotes y ministros les han asegurado, y ellos han concurrido ciegamente, que el guardar el domingo es un mandamiento de Dios. (Ver  Apéndice E, “La verdad bíblica acerca de guardar el domingo”).

¿Qué acerca de guardar el domingo? ¿Alguna vez ordenó Dios a los fieles guardar el domingo, o es una tradición de hombres? ¿Cuál es el verdadero origen de la adoración dominical? ¿Cuándo, cómo, y por la autoridad de quien fue instituido el domingo como el día semanal de adoración? Para responder estas preguntas, examinaremos el origen antiguo de la observancia dominical así como también inspeccionaremos la práctica de la adoración dominical oculta de los hijos de Israel y Judá como está registrado en las Escrituras.

 

El origen antiguo del domingo

 

Pronto después del diluvio, Nimrod comenzó a establecer su reino despótico. Él y su esposa Semiramis introdujeron el sistema religioso apóstata conocido como los Misterios Babilónicos, de los cuales se originaron todas las religiones paganas del tiempo antiguo y moderno. (Ver Las dos Babilonias por Alexander Hislop.)

Nimrod fue un héroe legendario y un campeón de la gente en su rebelión contra Dios. Aun así, fue Satanás quien inspiró la construcción del imperio de Nimrod y la torre de Babel, así como también su religión oculta—todo en desafío de Dios. Él recibió la adoración del hombre bajo el engaño del sol o el dios fuego y la serpiente sagrada. Hislop comenta de la apostasía temprana de ellos y del dragón rojo de Apocalipsis 12:3: “… la palabra traducida por “rojo” significa propiamente “ardiente;” de suerte que “dragón rojo” significa “serpiente ardiente” o “serpiente de fuego.” Así parece haber ocurrido exactamente en la primera forma de idolatría que apareció en el mundo bajo el patrocinio de Nimrod. La “Serpiente de Fuego” parece haber sido el gran objeto de culto en las llanuras de Sinar. Existe la más firme evidencia de que la apostasía empezó entre los hijos de Noé como culto al fuego, y ello, relacionado con el símbolo de la serpiente.” (Hislop, Las dos Babilonias, p. 226).

La apostasía comenzada por Nimrod encontró su zenit en los templos lujosos y pirámides enormes dedicadas al dios sol, en donde los hombres ofrecían sacrificios animales y humanos. Hislop escribe acerca de los orígenes de la adoración al sol como sigue: “Entonces, el principio del culto al sol y del culto a la hueste del cielo [astrología], fue un pecado contra la luz [contra el verdadero Dios Mismo], un pecado temerario y presuntuoso. Y así como el sol del cielo fue el gran objeto de culto, así también fue adorado el fuego como su representante terrenal… Junto con el sol, como el gran dios del fuego, e identificado con el a su debido tiempo, estaba el culto a la serpiente. ‘En la mitología del mundo primitivo,’ dice Owen, ‘la serpiente es universalmente el símbolo del sol.’ En Egipto, uno de los símbolos más comunes del sol, o del dios-sol, es un disco con una serpiente alrededor de él. Parece que la razón original de tal identificación se debía únicamente a que, como el sol era el gran iluminador del mundo físico, así también la serpiente se consideraba como la gran iluminadora del mundo espiritual, al darle a la humanidad el ‘conocimiento del bien y del mal.’… En todo caso, tenemos evidencia, tanto bíblica como profana, del hecho de que el culto a la serpiente empezó conjuntamente con el culto al fuego y el culto al sol.” (Ibid., págs. 226-227, énfasis y comentarios en corchete añadido).

La adoración al sol tiene una historia larga y atrevida, datando desde los tiempos prehistóricos hasta el cierre del siglo quinto de la era cristiana. Junto con todos sus rituales y sacrificios místicos, se dispersó desde la “Babilonia Madre” a Egipto, Grecia, Roma, Europa, India, China, todo el sudeste de Asia, África, y Centro y Sudamérica—a todo el mundo. Todas estas civilizaciones han altamente desarrollado formas de adoración al sol. La creencia en y la práctica de la astrología fue predominantemente la adoración al sol.

La adoración a los seis planetas en ese entonces conocidos fue incorporada en la adoración al sol. Los romanos llamaron los siete días de la semana como corresponde—en honor a sus deidades paganas (El sol [Solis deis, luego cambiado a Dominicus deis—Domingo por influencia católica], la luna [Lunae deis—Lunes], Marte [Martis deis—Martes], Mercurio [Mercurii deis—Miércoles], Júpiter [Jovis deis—Jueves], Venus [Veneris deis—Viernes], Saturno [Saturni deis, luego cambiado a Sabbatum—Sábado por influencia hebrea]). Nota: Comentarios en corchetes en este párrafo añadidos por el traductor.

Más tarde, los alemanes paganos renombraron algunos de los días en honor a los dioses alemanes, cuyos nombres y cualidades correspondían a aquellos de los dioses romanos. Por lo tanto, el día del sol llegó a ser Sunday [Sun:sol, day:dia]; el día de la luna llegó a ser Monday; el día de Marte (el dios romano de la guerra) llegó a ser Tuesday (según Tiw, el dios alemán de la guerra—“el día de Tiw”); el día de Mercurio llegó a ser Wednesday (el día de Woden, la versión alemana de Mercurio); el día de Júpiter llegó a ser Thursday (el día de Thor, la versión alemana de Júpiter); el día de Venus llegó a ser Friday (según la diosa alemana Frigg o Freyja—pronunciada fray-ya); y el día de Saturno llegó a ser Saturday.

Estos nombres descriptivos de los días de la semana demuestran que la adoración dominical era pagana mucho antes de llegar a ser supuestamente una institución cristiana. El día del sol, Solis deis, o domingo, era pre-eminente sobre todos los otros días de la semana. Aunque otros así llamados dioses tenían días nombrados según su nombre, únicamente Solis deis era proclamado ser santo.

Bacchiocchi escribe: “No hay duda de que la existencia de la semana planetaria con su ‘Sun-day’ [domingo]—Solis deis—es crucial para determinar cualquier influencia de la adoración al sol en la adopción cristiana de la observancia del domingo, ya que el sol antes de la existencia de un ‘Sun-day’ semanal era venerado todas las mañanas” (Del Sábado al Domingo, p. 237).

“El Solis deis era evidentemente el [día] más sagrado de la semana para los fieles de Mitra y como los cristianos [profesantes], ellos tenían que guardar el domingo santo y no el [séptimo día] Sábado… Los dioses habían arreglado los días de la semana, cuyos nombres los habían dedicado los romanos a ciertas estrellas. El primer día [de la semana] lo llamaron el día del sol porque es el gobernante de todas las estrellas” (Ibid., pág. 250, pie de nota 53, cometarios en corchetes añadidos).

Como fue en ese entonces, así es hoy: el día del sol, Solis deis, domingo, fue siempre el día más prominente de adoración y permaneció a la cabeza de todos los días de la semana. El domingo siempre ha sido el día oculto pagano predominante de adoración al dios sol.

Pero, ¿llegó a ser el domingo, el cual era venerado por los adoradores paganos del sol, el día más santo de la semana para los cristianos?

Fue el emperador romano Constantino quien primero expidió un edicto concerniente al domingo en el 321 d.C: “Todos los jueces y gente de pueblo, y la ocupación de todos los comercios, descansen en el venerable día del sol; pero aquellos que estén situados en el campo, libremente y en completa libertad, asistan a los negocios de agricultura porque a menudo pasa que ningún otro día se ajusta tanto para sembrar maíz y plantar viñas, no sea que el momento crítico sea dejado resbalar, [y] los hombres pierdan las comodidades otorgadas a ellos por el cielo” (Corpus Juries Civilis Cod. Liv. 3, Tit. 12:30).

La ley dominical pagana fue de ahí en adelante forzada como un festival cristiano. El historiador de la iglesia Eusebio, en su Comentario sobre los Salmos, indica que desde el tiempo de edicto dominical de Constantino, la santidad del Sábado fue transferida al primer día de la semana. “Y todas las cosas en absoluto que era deber hacer en el Sábado, esas hemos transferido al Día del Señor [literalmente Dominicus deis—Domingo], como más apropiadamente le pertenecen a el, porque tiene una precedencia y es primero en rango, y más honorable que el Sábado judío” (Literatura Sabática de Cox, Volumen 1, pag.361, comentario en corchete añadido por el traductor).

Así, desde este edicto del siglo cuarto, la mayoría del cristianismo nominal ortodoxo ha aceptado el domingo como el “Día del Señor,” o el así llamado “día de reposo cristiano.”

Hasta este día la iglesia católica romana pontificiamente reclama que tiene la autoridad para cambiar el Cuarto Mandamiento de Dios y transferir la solemnidad del séptimo día semanal Sábado al domingo, el primer día de la semana. Esta jactancia flagrante y atrevida de autoridad es diametralmente opuesta a la Palabra de Dios. ¡Dios nunca ha renunciado a ningún hombre en ningún momento para cambiar Su mandamiento del Sábado! Después de la resurrección de Jesús y justo antes de ascender al cielo, Él le dijo a Sus discípulos, “…Toda autoridad en el cielo y sobre la tierra Me ha sido dada a Mí. Por tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones, bautizándolos dentro del nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles a observar todas las cosas que les he mandado. Y he aquí, Yo estoy con ustedes siempre, incluso hasta la terminación de los siglos.” …” (Mateo 28:18-20).

No hay duda de que la iglesia católica romana comprende completamente que las Escrituras requieren la observancia absoluta del Sábado bíblico, el séptimo día de la semana. El cardenal James Gibbons admitió completamente que guardar el domingo es una institución católica basada solamente en las tradiciones de “los padres de la iglesia primitiva,” el edicto del emperador Constantino (321 d.C) y la autoridad eclesiástica de la iglesia católica en los Concilios de Laodicea (336, 364 d.C). Gibbons  también admite que el establecimiento de la adoración dominical no está basado en la autoridad de las Escrituras: “Usted puede leer la Biblia desde Génesis hasta Apocalipsis, y no encontrará una sola línea autorizando la santificación del domingo. Las Escrituras fuerzan la observancia religiosa del Sábado, un día el cual nunca santificamos.” (Gibbons, La fe de nuestros padres, 1892, p.111). El desafío de Roma a los protestantes es que si ellos creyeran verdaderamente en el grito de guerra de la Reforma—“sola scriptura”—rechazarían la tradición católica de guardar el domingo y estarían guardando ardientemente el séptimo día Sábado como Dios lo ordena. (Ver el Apéndice F, Una controversia del Sábado / domingo que usted nunca ha leído. El Desafío de Roma a los Protestantes,” pág. 293).

Mientras pelamos las capas de evidencia histórica y escritural de la adoración al sol/guardar el domingo, es innegable que esta enseñanza falsa es un gran pecado contra Dios y viola el Cuarto Mandamiento. Aun así, el cristianismo ortodoxo continúa canalizando a la humanidad hacia el barro de su tradición humanamente inventada de la adoración dominical—un día originalmente inventado por Nimrod y Semiramis para adorar a Satanás el diablo. El guardar el domingo es parte del “Misterio de Iniquidad,” la gran falsificación de Satanás que parece cristiana y proclama ser cristiana, pero es, de hecho, falsa, falsificada—¡una mentira descarada! (II Tesalonicenses 2:3-12; Apocalipsis 13:11-14).

 

Un recorrido de la adoración oculta al sol en la Biblia

 

Los israelitas y judíos han adorado dioses falsos de las naciones alrededor de ellos la mayoría de su historia. Ellos trataban con brujería y adivinación, consultaban espíritus familiares, y usaban prácticas ocultas. Mientras sirvieron a dioses falsos en vez de al verdadero Dios, Israel adoró al dios sol en su día, el domingo. La Biblia revela que Israel, en un momento u otro, observó todos los días festivos paganos—los cuales más tarde vinieron a ser conocidos como Halloween, Navidad, Cuaresma, Easter, y así sucesivamente. Más aun, ellos, sin vergüenza, cometieron esas abominaciones en el nombre del SEÑOR  su Dios creyendo que tenían la aprobación de Dios para hacerlo.

Típicamente, excepto por periodos breves de tiempo en su historia, Israel y Judá no guardaron fielmente los Sábados y días santos de Dios como Él lo había ordenado. Un registro bíblico completo de este hecho es encontrado en todos los libros del Antiguo Testamento—específicamente desde Éxodo hasta II Crónicas.

A pesar de sus pecados, Dios continuó fielmente tratando con Israel y Judá por Sus promesas a Abraham, Isaac y Jacob, y por amor de Su propia reputación entre las naciones. El pacto de Dios con Israel les había garantizado bendiciones si lo obedecían y maldiciones si lo desobedecían. Un resumen de estas bendiciones y maldiciones es encontrado en Deuteronomio 28 y Levítico 26. (Para un completo entendimiento de esas bendiciones y maldiciones, se anima al lector a leer estos capítulos en su totalidad.)

 

El Israel antiguo y la adoración al sol en Egipto

 

Aproximadamente 900 años después de que Dios dispersara a la humanidad desde la torre de Babel hacia toda la tierra, los hijos de Israel fueron esclavizados en Egipto. Durante este tiempo ellos estuvieron mayormente sirviendo a los dioses de Egipto. El principal dios de Egipto era el dios sol, cuyos símbolos eran el disco solar, la cobra sagrada, y el toro sagrado con un disco solar entre sus cuernos. El Faraón, el rey y gobernador absoluto de Egipto, era adorado como la encarnación del dios sol. En su corona en el centro de su frente había una cobra encapuchada sobresaliente, demostrando que él derivaba su poder y autoridad—ambas civil y religiosa—de Satanás el diablo.

El libro de Éxodo da el registro de cómo Dios libró milagrosamente a las doce tribus de Israel de su dura esclavitud con grandes señales y plagas asombrosas. Para mostrar Su poder supremo sobre todos los dioses demonios de Egipto, Dios juzgó al Faraón y a los egipcios al usar contra ellos las mismísimas cosas que ellos adoraban. Dios uso serpientes, volvió el agua en sangre, y envió plagas de ranas, piojos, pulgas, moscas y morriña contra sus animales. Aun así, el Faraón se rehusó tercamente a dejar ir a los hijos de Israel. por lo tanto, Dios intensificó las plagas y afligió a los egipcios con forúnculos.

Todavía desafiante, el Faraón resueltamente no dejaba ir a los israelitas. En respuesta al desafío implacable del Faraón, Dios demostró Su asombroso poder y autoridad como el verdadero Dios al usar los elementos y poderes de la tierra para afligir aún más a los egipcios. Él envió granizo destructivo, truenos y rayos, enjambres de langostas, y finalmente tres días de oscuridad espesa y tangible. Los egipcios no pudieron aventurarse a salir de sus casas por la oscuridad. Aun así, en Gosén, los hijos de Israel tuvieron luz. Todavía el Faraón se rehusó a ceder. Por lo tanto, Dios trajo una plaga final poderosa sobre los egipcios—la muerte sobrenatural de todos sus primogénitos, de ambos hombre y bestia.

Para salvar a los primogénitos de los hijos de Israel, Dios instruyó a Moisés y a Aaron a ordenarles a todos los israelitas cabezas de casa a preparar un sacrificio domestico especial de un cordero, llamado la Pascua. Es llamado la Pascua porque en esa noche Dios “pasó sobre” las casas de los hijos de Israel, salvando a sus primogénitos—mientras a la medianoche Él mataba a todo primogénito de los egipcios, hombre y bestia.

¿Por qué hizo Dios esto?

Dios hizo esto no solo para liberar a los hijos de Israel de su esclavitud egipcia, sino también para ejecutar Su juicio contra los dioses de Egipto. Fue un despliegue masivo de la soberanía, poder supremo y autoridad de Dios. A través de este acto Dios demostró que solo Él es el verdadero Dios. Todos los dioses impotentes de Egipto fueron probados ser falsos—y por consiguiente, ¡todos los dioses inspirados por Satanás, hechos por el hombre a través de todos los tiempos son nada!

Note lo que el SEÑOR  Dios dijo: “Porque pasaré a través de la tierra de Egipto esta noche, y heriré a todos los primogénitos en la tierra de Egipto, hombre y bestia. Y ejecutaré juicio contra todos los dioses de Egipto. Yo soy el SEÑOR.” (Éxodo 12:12). Después del juicio devastador de Dios contra los egipcios y sus dioses falsos con la muerte de sus primogénitos, el Faraón finalmente dejó libres a los israelitas.

 

Dios le da a Israel los 10 Mandamientos y Sus leyes en el Monte Sinaí

 

Con la protección y guía de Dios, Moisés y Aaron sacaron a los israelitas de Egipto y los llevaron a través del Mar Rojo en tierra seca. Después que Israel pasara seguro a través del mar, el Faraón y sus ejércitos perseguidores intentaron seguirlos. Tan pronto como los egipcios estaban en la mitad del fondo seco del mar, Dios le ordenó a las aguas regresar. Todos fueron atrapados y destruidos.

En su camino al Monte Sinaí, Dios desempeñó milagros adicionales—proveyéndoles agua fresca para beber, codornices para comer, y maná (pan del cielo) para comer. Después de llegar al Monte Sinaí, Dios desplegó Su asombroso poder y gloria desde la cima del monte mientras Israel se reunía en la base. “Y Moisés sacó a la gente del campamento para reunirse con Dios. Y ellos se pararon en la base de la montaña. Y el Monte Sinaí estaba humeando, todo esto porque el SEÑOR bajó sobre este en fuego. Y el humo de este subía como el humo de un horno, y la montaña entera temblaba grandemente. Y cuando el sonido de trompeta sonó largo, y llegó a ser muy fuerte, Moisés hablaba, y Dios le respondía por voz.” (Éxodo 19:17-19).

Dios le dijo a Moisés que advirtiera a la gente concerniente a la base de la montaña, no pasarla, no tocarla, y no permitir que ningún animal se acercara. Después de manifestar Su increíble poder, Dios les habló personalmente los 10 Mandamientos a los hijos de Israel. Nos enfocaremos en los primeros cuatro mandamientos, los cuales tienen que ver con nuestra relación personal con Dios.

El Primer Mandamiento: “Y Dios habló todas estas palabras, diciendo, “Yo soy el SEÑOR su Dios, Quien los sacó de la tierra de Egipto, de casa de esclavitud.” No tendrán otros dioses delante de Mí.

El Segundo Mandamiento: “No harán para sí mismos ninguna imagen esculpida, o ninguna semejanza de cualquier cosa que esté en los cielos arriba, o que esté en la tierra abajo, o que esté en las aguas bajo la tierra. No se inclinarán a ellas, ni les servirán, porque Yo, el SEÑOR su Dios soy un Dios celoso, visitando la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de aquellos que Me odian. Pero mostrando misericordia a miles de aquellos que Me aman y guardan Mis mandamientos.

El Tercer Mandamiento: “No tomarán el nombre del Señor su Dios en vano, porque el Señor no tendrá por inocente a quien tome Su nombre en vano.

El Cuarto Mandamiento: “Recuerden el día Sábado para guardarlo santo. Seis días trabajarán y harán toda su obra. Pero el séptimo día es el Sábado del SEÑOR su Dios. En éste no harán ninguna obra, usted, ni su hijo, ni su hija; ni su siervo, ni su sierva, ni su ganado, ni el extranjero dentro de sus puertas; porque en seis días el SEÑOR hizo el cielo y la tierra, el mar, y todo lo que está en ellos, y descansó el séptimo día. Por tanto el SEÑOR bendijo el día Sábado y lo santificó.” (Éxodo 20:1-11) (Ver el Apéndice G, La verdad Bíblica acerca de guardar el Sábado,” p. 316.)

Estos mandamientos son las palabras de Dios Mismo. No son complicadas o difíciles de comprender, más bien son claras, y fáciles de entender y guardar. Contrario a lo que la mayoría de cristianos profesantes creen, Jesús no vino a abrogar o abolir la Ley o los Profetas con el advenimiento del Nuevo Pacto. Jesucristo, como Dios manifestado en la carne—Quien era el SEÑOR  Dios del Antiguo Testamento y Quien habló los 10 Mandamientos a Israel—dijo enfáticamente: “No piensen que he venido a abolir la Ley o los Profetas; no vine a abolir, sino a cumplir. Porque verdaderamente les digo, hasta que el cielo y la tierra pasen, una jota o una tilde en ninguna forma pasará de la Ley hasta que todo haya sido cumplido.” (Mateo 5:17-18).

Lo que Jesús declaró, como está registrado en Mateo, es verificado a través de toda la Escritura desde Génesis hasta Apocalipsis. Isaías registró palabras de Dios similares: “Levanten sus ojos al cielo, y miren abajo en la tierra; porque los cielos se desvanecerán como humo, y la tierra llegará a ser vieja como un vestido; y sus habitantes morirán de la misma forma. Pero Mi salvación será para siempre, y Mi justicia no será abolida.” (Isaías 51:6). Otra vez, David dijo, “Las obras de Sus manos son verdad y justicia; todos Sus mandamientos son seguros. Ellos permanecen por siempre y para siempre; son hechos en verdad y rectitud.” (Salmo 111:7-8).

Cuando los líderes del cristianismo ortodoxo hacen falsas reclamaciones acerca de la Palabra de Dios, ellos están tomando Su nombre en vano y siguiendo los pasos pecaminosos de los líderes del antiguo Israel. El profeta Ezequiel escribió su acusación de tales lideres: “Y la Palabra del SEÑOR vino a mí, diciendo, … Hay conspiración de sus profetas [cuando sea que hay conspiración, aquellos involucrados saben mejor] …en medio de ella, como un león rugiente desgarrando su presa. Ellos han devorado almas; han tomado el tesoro y cosas preciosas; ellos hicieron muchas viudas en medio de ella. Sus sacerdotes han hecho violencia a Mi ley y han profanado Mis cosas santas. No han puesto diferencia entre lo santo y lo profano, y no han enseñado la diferencia entre lo impuro y lo puro, y han ocultado sus ojos de Mis Sábados, y Yo soy profanado entre ellos… Y sus profetas se han cubierto ellos mismos con blanqueador, viendo visiones falsas y adivinando mentiras hacia ellos, diciendo, ‘Así dice el Señor DIOS;’ cuando el SEÑOR no ha hablado.” (Ezequiel 22:23, 25-26, 28).

Como veremos, casi inmediatamente después de que Dios le habló los 10 Mandamientos a Israel en el Monte Sinaí, ciertos lideres comenzaron a hablar mentiras en el nombre de Dios—tomando así Su nombre en vano.

 

Israel y la adoración al sol en el lugar desolado

 

Cuando Moisés recibió los 10 Mandamientos y otras leyes de Dios, él las escribió en el Libro de la Ley. Después de eso, Moisés le leyó todas las palabras de Dios a la gente, y el pacto fue ratificado (Éxodo 21-24). Ellos prometieron en su promesa de pacto ser obedientes a todas las palabras que Él había hablado.

Y Moisés vino y le dijo a la gente todas las palabras del SEÑOR, y todos los juicios. Y toda la gente respondió con una sola voz y dijo, “Todas las palabras las cuales el SEÑOR ha dicho, haremos.” Y Moisés escribió todas las palabras del SEÑOR, y se levantó temprano en la mañana, y construyó un altar en la base de la montaña y doce pilares de acuerdo a las doce tribus de Israel.  Y envió hombres jóvenes de los hijos de Israel quienes ofrecieron holocaustos, y sacrificaron ofrendas de paz de bueyes al SEÑOR. Y Moisés tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la mitad de la sangre la roció sobre el altar. Y tomó el libro del pacto, y leyó a los oídos de la gente. Y ellos dijeron, “Todo lo que el SEÑOR ha dicho haremos, y seremos obedientes.” Y Moisés tomó la sangre y la roció sobre la gente, y dijo, “He aquí la sangre del pacto, el cual el SEÑOR ha hecho con ustedes concerniente a todas estas palabras.” ” (Éxodo 24:3-8).

Luego, Moisés subió al Monte Sinaí para hablar con Dios por cuarenta días y cuarenta noches. Allá recibió los 10 Mandamiento, escritos por el dedo de Dios sobre tablas de piedra. Además recibió todas las instrucciones de Dios para el tabernáculo y los altares así como también las leyes de los rituales que los sacerdotes y levitas debían desempeñar.

Las últimas palabras que Dios le habló a Moisés concernientes a Sus Sábados santos—ambos anuales y el séptimo día semanal Sábado fueron: “Y el SEÑOR habló a Moisés diciendo, “Habla también a los hijos de Israel, diciendo, ‘Verdaderamente ustedes guardarán Mis Sábados, porque esto es una señal entre ustedes y Yo a través de sus generaciones para que sepan que Yo soy el SEÑOR Quien los santifica.” (Éxodo 31:12-13).

Dios continuó: “Guardarán el Sábado por tanto, porque es santo para ustedes. Todo aquel que lo profane ciertamente será condenado a muerte, porque quien quiera que haga algún trabajo en este día, aquella alma será cortada de entre su pueblo. Seis días puede el trabajo ser hecho, pero en el séptimo día es el Sábado de descanso, santo para el SEÑOR. Quien quiera que haga algún trabajo en el día Sábado, ciertamente será condenado a muerte. Por tanto los hijos de Israel guardarán el Sábado, para observar el Sábado a través de sus generaciones como un pacto perpetuo. Esta es una señal entre los hijos de Israel y Yo para siempre; porque en seis días el SEÑOR hizo los cielos y la tierra y en el séptimo día descansó, y fue refrescado.’ ” Y Él le dio a Moisés, cuando había terminado de hablar con él sobre el Monte Sinaí, dos tabletas del testimonio, tabletas de piedra, escritas por el dedo de Dios.” (versos 14-18).

Lo que ocurrió después fue, tal vez, una de las ironías más grandes en la historia de la nación israelita. Las últimas palabras que Dios le habló a Moisés concernieron a que Israel guardara Sus Sábados—semanales y anuales—como un pacto perpetuo. Sin embargo, mientras Dios estaba instruyendo a Moisés durante los cuarenta días y cuarenta noches, su hermano Aaron estaba haciendo que el pueblo de Israel pecara gravemente—virtualmente en la presencia de Dios a los pies del Monte Sinaí mientras esperaban a que Moisés regresara.

Israel adora al becerro de oro: Aaron fue el primer sacerdote de Israel en hablar mentiras, sancionar la adoración pagana al sol y guiar al pueblo a cometer idolatría, todo en el nombre del Creador, el SEÑOR Dios—a pesar de que todo Israel había oído a Dios hablar los 10 Mandamientos.

Y cuando la gente vio que Moisés demoraba en bajar de la montaña, entonces la gente se reunió a Aaron, y le dijo, “¡Levántate! Haznos dioses los cuales irán delante de nosotros, porque este Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos que ha llegado a ser de él.” Y Aaron les dijo, “Rompan los aretes de oro los cuales están en las orejas de sus esposas, de sus hijos, y de sus hijas, y tráiganmelos.” Y toda la gente rompió los aretes de oro los cuales estaban en sus orejas, y los trajeron a Aaron. Y él los tomó de su mano, y lo forjó con una herramienta de grabado, e hizo un becerro fundido. Y ellos dijeron, “Estos son sus dioses, Oh Israel, quienes los sacaron de la tierra de Egipto.” Y cuando Aaron vio el becerro, construyó un altar delante de el. Y Aaron hizo una proclamación y dijo, “Mañana es una fiesta al SEÑOR.” Y se levantaron temprano la mañana siguiente, y ofrecieron ofrendas quemadas, y trajeron ofrendas de paz. Y el pueblo se sentó a comer y a beber, y se levantó a jugar [una orgia sexual]. Y el SEÑOR le dijo a Moisés, “¡Ve! Baja, porque tu pueblo, quien tú sacaste de la tierra de Egipto, se ha corrompido. Se ha desviado rápidamente del camino el cual les ordené. Se han hecho un becerro fundido, y lo han adorado, y han sacrificado a el, y dicho, ‘Estos son sus dioses, Oh Israel, quienes los sacaron de la tierra de Egipto.’ ” (Éxodo 32:1-8).

El becerro de oro que Aaron forjó con sus propias manos indudablemente era una réplica del toro sagrado egipcio de oro con el disco solar entre sus cuernos. Después de hacer el becerro, Aaron le dijo a la gente que podía usar el ídolo—el mismísimo símbolo del dios sol y de Satanás—para adorar a Dios Mismo. Este acto fue una transgresión del Primer Mandamiento y el Segundo Mandamiento. Él luego proclamó, “ “Mañana es una fiesta al SEÑOR.”,” tomando el nombre del SEÑOR Dios en vano y así transgrediendo el Tercer Mandamiento.

Por lo tanto, en desafío a Dios, Aaron guió al pueblo de regreso a la celebración familiar de los dioses falsos de Egipto y proclamó su abominación idolatra como una “fiesta al Señor” santificada (rompiendo así el Cuarto Mandamiento). Similarmente, muy temprano en la historia, el cristianismo ortodoxo usó este mismo “desliz de manos” engañoso al tomar para sí mismo los días festivos paganos y sancionarlos como “fiestas al Señor”—y al tomar los rituales religiosos idolatras e incorporarlos en sus servicios de adoración. Y esto ha sido todo hecho “en el nombre del Señor,” exactamente como Aaron había reclamado.

El gran pecado de Israel de adorar al sol: Dios primero reaccionó determinando destruir a los hijos de Israel por su pecado rebelde y presuntuoso de adorar al becerro de oro. Moisés, sin embargo, intercedió por el pueblo, y Dios tuvo misericordia. Moisés entonces bajo del monte, llevando las tablas de piedra con los 10 Mandamientos escritos por el dedo de Dios. Cuando él se aproximó al campamento oyó a la gente cantar: “Y sucedió, tan pronto como él se acercó al campamento y vio el becerro y el baile, entonces la ira de Moisés ardió, y tiró las tabletas de sus manos, y las rompió en la base de la montaña. Y tomó el becerro el cual habían hecho y lo quemó en el fuego, y lo pulverizó a polvo, y lo esparció sobre el agua, e hizo a los hijos de Israel beber de ella. Y Moisés dijo a Aaron, “¿Qué te hizo esta gente que haz traído tan grande pecado sobre ellos?” Y Aaron dijo, “No arda la ira de mi señor. Conoces a la gente, que son dados a las travesuras. Porque ellos me dijeron, ‘Haznos dioses quienes irán delante de nosotros; en cuanto a este Moisés, el hombre que nos sacó de la tierra de Egipto, no sabemos que ha llegado a ser de él.’ Y yo les dije, ‘Quienquiera que tenga cualquier oro, rómpalo.’ Y ellos me lo dieron, y yo lo tiré en el fuego, y allí salió este becerro.” Y cuando Moisés vio que la gente estaba desnuda (porque Aaron los había desnudado para su vergüenza entre sus enemigos), entonces Moisés se paró en la puerta del campamento y dijo, “¿Quién está del lado del SEÑOR? Venga a mí.” Y todos los hijos de Leví se juntaron a él. Y él les dijo, “Así dice el SEÑOR Dios de Israel, ‘Ponga cada hombre su espada a su costado, y entre y salga de puerta en puerta a través del campamento, y mate cada uno a su hermano, y cada uno a su compañero, y cada uno a su vecino.’ ” Y los hijos de Leví hicieron de acuerdo a la palabra de Moisés. Y allí cayeron del pueblo ese día alrededor de tres mil hombres;… Y sucedió al siguiente día, Moisés dijo al pueblo, “Ustedes han pecado un gran pecado. Y ahora subiré al SEÑOR. Tal vez hare una expiación por su pecado.” ” (Éxodo 32:19-30).

Los hijos de Israel pecaron grandemente en esta rebelión, y Dios no dejó duda de que aquellos que hicieron así fueron dignos de muerte. Sin embargo, por la intercesión de Moisés, Aaron y la mayoría de la gente fue escatimada. Aun así, 3000 murieron por la espada de los hijos de Levi—porque como enseñan las Escrituras, “…la paga del pecado es muerte…” (Romanos 6:23).

Este incidente como está registrado en el libro de Éxodo muestra que Dios juzgará la desobediencia. Lo que pasó en el Monte Sinaí fue un preludio profético a una larga historia de rebelión y desobediencia israelita a Dios—durante la cual ellos sirvieron a dioses falsos de las naciones alrededor de ellos mientras se ocupaban en prácticas ocultas y en guardar los días festivos ocultos.

El libro de Números registra la apostasía repetida de Israel. En el capítulo 25, justo antes de ellos entrar a la Tierra Prometida, encontramos este registro: “E Israel vivió en Acacia Grove, y el pueblo comenzó a cometer prostitución con las hijas de Moab. Y ellas llamaban al pueblo a los sacrificios de sus dioses. Y el pueblo comía y se inclinaba a sus dioses. E Israel se unió a sí mismo a Baal Peor. Y la ira del SEÑOR se encendió contra Israel. Y el SEÑOR le dijo a Moisés, “Toma a todas las cabezas del pueblo y atraviésalos delante del SEÑOR enfrentando al sol,  para que la ira feroz del SEÑOR pueda alejarse de Israel.” Y Moisés dijo a los jueces de Israel, “Cada uno de ustedes mate a sus hombres que se unieron a Baal Peor.”… Y aquellos que murieron en la plaga fueron veinticuatro mil.” (Números 25:1-5, 9).

 

Israel y la adoración oculta en la Tierra Prometida

 

Después de cuarenta años de rebeldía y de divagar vacilantemente en el lugar desolado del Sinaí, Dios finalmente llevó a los hijos de Israel a la Tierra Prometida como lo había jurado a Abraham, Isaac y Jacob. Moisés y Aaron murieron sin entrar a la tierra. Dios señaló a Josué para suceder a Moisés, al hijo de Aaron, Eleazar, para suceder a Aaron. Dios estuvo con ellos, y ellos conquistaron la tierra de los cananitas en siete años, después de los cuales Dios les dio descanso de todos sus enemigos y dividió la tierra entre las doce tribus.

En tanto que Josué y los ancianos—quienes habían sobrevivido los cuarenta años divagando en el lugar desolado—vivieron, los hijos de Israel siguieron a Dios: “Y el pueblo sirvió al SEÑOR todos los días de Josué, y todos los días de los ancianos que sobrevivieron a Josué, quienes habían visto todas las grandes obras del SEÑOR que Él hizo por Israel. Y Josué el hijo de Nun, el siervo del Señor, murió, siendo de ciento diez años… Y también toda esa generación fue reunida a sus padres. Y allí se levantó otra generación tras ellos que no conocía al SEÑOR, ni siquiera las obras las cuales Él había hecho por Israel.” (Jueces 2:7-10).

Cuando estos líderes piadosos murieron, los hijos de Israel volvieron otra vez sus espaldas a Dios y fueron tras dioses ocultos de las naciones paganas alrededor de ellos. “Y los hijos de Israel hicieron lo malo a la vista del SEÑOR, y sirvieron a Baalim [hebreo plural para Baal, es decir varias versiones del dios sol]. Y abandonaron al SEÑOR Dios de sus padres, Quien los sacó de la tierra de Egipto. Y siguieron a otros dioses, incluso los dioses de los pueblos que estaban alrededor de ellos, y se inclinaron ellos mismos a ellos, y provocaron al SEÑOR a ira. Y abandonaron al SEÑOR y sirvieron a Baal [el dios sol] y Astarot [la reina del cielo; a menudo deletreada Astoret]. Y la ira del SEÑOR ardió contra Israel, y los entregó en la mano de saboteadores quienes los sabotearon. Y los vendió en mano de sus enemigos por todo el rededor, para que no pudieran ya más estar de pie delante de sus enemigos.” (Jueces 2:11-14).

En cautiverio los hijos de Israel típicamente se arrepentían, y Dios levantaba un juez justo que los liberaba de las manos de sus enemigos. Los hijos de Israel luego seguían a Dios en tanto que el juez piadoso vivía. Sin embargo, tan pronto como el juez moría, ellos rechazaban otra vez al verdadero Dios y comenzaban a servir a los dioses falsos de las naciones—Baal, el dios sol, y Astarot, la reina del cielo. Tal es toda la historia del libro de Jueces, cubriendo un periodo de más de 400 años. El ultimo verso del libro de Jueces resume todo este periodo: “En aquellos días no había rey en Israel. Todo hombre hacia lo que era correcto a sus propios ojos.” (Jueces 21:25).

Samuel, el último juez de Israel: Samuel fue el último gobernante juez que guió a los hijos de Israel. Él fue también un sacerdote y profeta. Él le enseñó a los hijos de Israel el camino del Dios verdadero e hizo que mucha de la gente sirviera al Señor en vez de a los dioses de la tierra—Baalim y Astarot. Dios restauró el Arca del Pacto que los filisteos habían capturado por culpa de los pecados de los hijos de Israel y del antiguo sacerdocio de Eli y sus hijos. Ella permaneció en la casa de Abinadab hasta el tiempo del rey David: “Y sucedió desde el día que el arca comenzó a habitar en Kirjat Jearim, los días llegaron a ser muchos; sí, fueron veinte años. Y toda la casa de Israel anhelaba al SEÑOR. Y Samuel habló a toda la casa de Israel diciendo, “Si regresan al SEÑOR con todos sus corazones, luego repudian a los dioses extraños y a Astarot de entre ustedes, y preparan sus corazones para el SEÑOR, y lo sirven a Él únicamente, que Él los librará de la mano de los filisteos.” Y los hijos de Israel repudiaron el Baalim y la Astarot, y sirvieron al SEÑOR únicamente.” (I Samuel 7:2-4).

Este renacimiento de la verdadera adoración al Señor fue corta. Cuando Samuel fue viejo—y por la corrupción de sus hijos a quienes él había señalado como jueces—los líderes de los hijos de Israel demandaron que les nombrara un rey sobre la nación. Ellos querían un rey que los gobernara, en vez de los jueces que Dios les había señalado.

Samuel les advirtió que si ellos tenían un rey como las otras naciones, habría consecuencias. “Pero la cosa fue mala en los ojos de Samuel cuando dijeron, “Danos un rey para juzgarnos.” Y Samuel oró al SEÑOR. Y el SEÑOR dijo a Samuel, “Oye a la voz del pueblo en todo lo que te dicen, porque no te han rechazado, sino que Me han rechazado, que Yo no debería reinar sobre ellos. De acuerdo a todas las obras las cuales han hecho desde el día que los saqué de Egipto incluso hasta éste díaobras con las cuales Me han abandonado y servido a otros dioses—así ellos te hacen también a ti. Y ahora oye a su voz. Únicamente, ciertamente les protestarás solemnemente, y les mostrarás la clase de rey que reinará sobre ellos.” ” (I Samuel 8:6-9).

Aunque Israel rechazó Su liderazgo, Dios prometió que todavía los bendeciría si ellos lo seguían en vez de seguir a dioses falsos. Así cuando Saúl fue instalado como el primer rey de Israel, Samuel proclamó: “¡Y ahora, he aquí el rey a quien ustedes han elegido, a quien han deseado! ¡Y he aquí, el SEÑOR ha colocado un rey sobre ustedes! Si ustedes temen al SEÑOR, y lo sirven, y escuchan a Su voz, y no se rebelan contra los mandamientos del SEÑOR, entonces ambos ustedes y también el rey que reine sobre ustedes continuarán siguiendo al SEÑOR su Dios. Pero si no oyen a la voz del SEÑOR, sino que se rebelan contra el mandamiento del SEÑOR, entonces la mano del SEÑOR será contra ustedes como lo fue contra sus padres.” (I Samuel 12:13-15).

David sucede a Saúl como rey de Israel: Saúl falló en seguir las instrucciones de Dios y se rebeló contra Él. Por lo tanto, fue rechazado de ser rey (I Samuel 15). Dios entonces envió a Samuel a ungir a David, el hijo más joven de Isaí, como el nuevo rey de Israel (I Samuel 16). Aunque David no era inocente, Dios dijo que él era un hombre conforme a Su propio corazón. David fue el más justo de todos los reyes de Israel y reinó por cuarenta años. Él escribió cientos de salmos y proverbios que han sido preservados en las Escrituras.

Salomón sucede a David: Antes de morir David, Dios le dio los planos para el templo de Dios que Salomón el hijo de David construiría (I Crónicas 28-29). Como rey, el joven Salomón comenzó bien. Su deseo de sabiduría agradó tanto a Dios que lo bendijo no solo con gran sabiduría sino también con gran riqueza—haciéndolo el hombre más sabio y rico sobre la tierra (tal vez en la historia del mundo). Salomón terminó el templo y lo consagró a Dios. A través de las bendiciones de Dios, Su reino prosperó. Todos los reyes de la tierra buscaban la sabiduría de Salomón—y, en tributo, le llevaban regalos de oro y otras cosas valiosas a Salomón año tras año (II Reyes 1:10).

Matrimonios mixtos hicieron que Salomón abandonara al verdadero Dios: Salomón tuvo las más grandes bendiciones, riqueza y poder de todos los reyes de Israel. Escribió cientos de proverbios y el libro de Eclesiastés, los cuales son parte del Antiguo Testamento, preservado para nosotros para leerlos y estudiarlos hoy. Pero Salomón abandonó a Dios por sus muchas esposas quienes adoraban dioses falsos.

Y el rey Salomón amó muchas mujeres extranjeras, incluso la hija de Faraón, Moabitas, Amonitas, Edomitas, Sidonias, Hititas; de las naciones las cuales el SEÑOR había dicho a los hijos de Israel, “No entrarán a ellas, y ellas no entrarán a ustedes; ciertamente ellas apartarán su corazón tras sus dioses.” Pero Salomón se aferró a esas en amor. Y él tuvo setecientas esposas, princesas, y trescientas concubinas. Y sus esposas apartaron su corazón, porque sucedió que cuando Salomón era viejo, sus esposas apartaron su corazón tras otros dioses. Y su corazón no fue perfecto con el SEÑOR su Dios como fue el corazón de David su padre, porque Salomón fue tras Astoret [la reina del cielo], la diosa de los sidonios, y tras Milcom, la abominación de los Amonitas; y Salomón hizo lo malo a la vista del SEÑOR y no fue completamente tras el SEÑOR como su padre David. Luego Salomón construyó un lugar alto para Quemos, la abominación de Moab, en la colina la cual está delante de Jerusalén, y para Moloc [donde los niños eran sacrificados en sus brazos y barriga flameantes], la abominación de los hijos de Amón. Y de la misma manera hizo para todas sus esposas extranjeras, y quemó incienso y sacrificó a sus dioses.” (I Reyes 11:1-8).

Este registro histórico debería servir como una lección y una advertencia profunda y continua a todo el que la lea. Salomón tuvo el privilegio de construir el templo de Dios en Jerusalén. Él y todas las doce tribus de Israel habían recibido las bendiciones de Dios en gran abundancia. Sin embargo, hacia el fin de su vida, él llego a ser muy corrupto a través de la adoración de dioses falsos. Más aun, la gente de Israel lo siguió en esta apostasía.

¡Que tragedia! Aquel que construyó el templo de Dios también llegó a ser el constructor maestro de templos y altares de incienso para los dioses falsos de sus 700 esposas. Salomón los construyó sobre una colina al occidente del templo, más tarde llamada la Colina de Abominación. “Y el SEÑOR estaba furioso con Salomón porque su corazón fue vuelto del SEÑOR Dios de Israel quien había aparecido a él dos veces y le había ordenado concerniente a estas cosas, que no debería ir tras otros dioses; y él no guardó eso lo cual el SEÑOR ordenó. Y el SEÑOR le dijo a Salomón, “Ya que esto ha sido hecho por ti, y ya que no has guardado Mi pacto y Mis estatutos los cuales te he ordenado, ciertamente rasgaré [tomaré] el reino de ti y lo daré  a tu siervo. Pero no lo haré en tus días, por amor a tu padre David, sino lo arrancaré de la mano de tu hijo.  Únicamente, no arrancaré todo el reino, sino le daré una tribu a tu hijo por amor a Mi siervo David, y por amor a Jerusalén la cual he escogido.” ” (I Reyes 11:9-13).

Dios le da el reinado de las diez tribus de Israel a Jeroboam: Jeroboam era el siervo de Salomón, un general en el ejército de Salomón y un gobernante sobre la casa de José. Después que Salomón murió, Dios envió al profeta Ahias a decirle a Jeroboam que Él lo había escogido para ser rey sobre las diez tribus de Israel. El hijo de Salomón, Roboam, gobernaría sobre Judá en Jerusalén (I Reyes 11:28-32).

Ahias le dijo a Jeroboam que Dios estaba dividiendo el reino por los pecados de Salomón y los hijos de Israel: “Porque me han abandonado, y han adorado a Astoret la diosa de los Sidonios, Quemos el dios de los Moabitas, y Milcom la diosa de los hijos de Amón, y no han caminado en Mis caminos, para hacer lo que es recto a Mis ojos, y guardar Mis estatutos y Mis juicios, como David su padre hizo.” (verso 33).

Dios le prometió a Jeroboam que si hacia eso que es recto a Su vista, Él establecería su reino exactamente como lo hizo con David. “Y si oyes a todo lo que te mande y caminas en Mis caminos, y haces lo que es correcto a Mi vista para guardar Mis estatutos y Mis mandamientos, como David Mi siervo hizo, entonces estaré contigo y te construiré una casa segura, como construí para David, y te daré a Israel.” (verso 38).

Así que Jeroboam sabía que Dios había dividido el reino por culpa de los pecados graves de Salomón al abandónalo a Él e intercambiar la adoración al único Dios verdadero por la adoración a dioses falsos. Sin embargo, Jeroboam no escuchó a las palabras de Dios dadas por Ahias. Tampoco caminó en los caminos de Dios, sino que transgredió peor de lo que lo hizo Salomón.

Jeroboam temía que si la gente iba a Jerusalén a guardar las Fiestas de Dios, ellos se alinearían con Roboam. Para prevenir esto, él señaló un día de fiesta de su propia escogencia e hizo dos becerros de oro para que la gente los adorara.

Entonces el rey tomó consejo, e hizo dos becerros de oro y les dijo, “Es demasiado para ustedes subir a Jerusalén. ¡He aquí sus dioses, Oh, Israel, quienes los sacaron de la tierra de Egipto! [el mismo pecado de Aaron]” Y él colocó el uno en Betel, y puso el otro en Dan. Y esta cosa llegó a ser un pecado, porque la gente iba a adorar delante del uno, incluso hasta Dan. E hizo casas de adoración en los lugares altos e hizo sacerdotes de lo más bajo del pueblo, quienes no eran los hijos de Levi. Y Jeroboam ordenó una fiesta en el octavo mes, en el quinceavo día del mes, como la fiesta que es en Judá. Y ofreció sobre el altar. Así hizo en Betel, sacrificando a los becerros que había hecho. Y colocó en Betel a los sacerdotes de los lugares altos los cuales había hecho. Y ofreció sobre el altar el cual había hecho en Betel en el quinceavo día del octavo mes, en el mes el cual había inventado de su propio corazón. Y ordenó una fiesta para los hijos de Israel. Y ofreció sobre el altar y quemó incienso.” (I Reyes 12:28-33).

Jeroboam también forzó a los levitas a dejar las diez tribus, para poder establecer su propio sacerdocio para la adoración a los becerros de oro: “Y los levitas dejaron sus tierras abiertas y sus posesiones, y fueron a Judá y a Jerusalén, porque Jeroboam y sus hijos los habían echado para que ellos no pudieran ejecutar el oficio del sacerdocio hacia el SEÑOR. Y ordenó sacerdotes para sí mismo para los lugares altos, y para los demonios, y para los becerros de oro los cuales había hecho.” (II Crónicas 11:14-15).

Dios envió otro profeta a advertirle a Jeroboam, pero él se rehusó a escuchar y arrepentirse. “Después de esta cosa Jeroboam no se volvió de su mal camino, sino que volvió y otra vez hizo sacerdotes de los lugares altos de lo más bajo del pueblo, cualquiera que deseara ser hecho sacerdote, él lo consagraba, y llegaba a ser uno de los sacerdotes de los lugares altos. Y esta cosa llegó a ser el pecado de la casa de Jeroboam, incluso para destruirla de la faz de la tierra.” (I Reyes 13:33-34).

Como consecuencia de los pecados de Jeroboam, las diez tribus de Israel abandonaron completamente al Señor Dios. Dios envió muchos profetas para advertirles a arrepentirse y regresar al verdadero Dios. Sin embargo, ninguno de los reyes y únicamente muy poca gente alguna vez se arrepintió. Esta registrado que durante el tiempo de Elías el profeta, hubo solo siete mil que no habían “doblado la rodilla a Baal” (I Reyes 19:18).

Después de Elías, Dios envió al profeta Eliseo. A pesar del poderoso ministerio y los milagros de Elías—y algunos indultos de las guerras con los sirios—Israel no se arrepintió de adorar dioses falsos, sino que se hundió más profundo y más profundo en la adoración al sol, la brujería y las practicas ocultas.

Las diez tribus de Israel van a cautividad por sus pecados: Aproximadamente 300 años después del reinado de Jeroboam, las diez tribus de Israel continuaban sirviendo a dioses falsos e ídolos. Usaban brujería y otras prácticas ocultas (Miqueas 5:12-14). Adoraban a Baal, el dios sol, y a Astoret, “la reina del cielo.”

A pesar del hecho de que los sacerdotes, Levitas, y la gente de Israel tenían el libro de la Ley de Dios—los cinco libros de Moisés—para instruirlos, ellos fallaron repetidamente en obedecer la Palabra de Dios y guardar Sus mandamientos y estatutos. Finalmente, Dios usó a Salmaneser, rey de Asiria, para castigar a Israel. Los asirios tomaron a Samaria por tres años, 721-718 a.C, y después de eso llevaron a los israelitas al cautiverio.

La historia está registrada en el libro de II Reyes: “En el noveno año de Oseas [rey de Israel], el rey de Asiria se tomó Samaria y llevó a Israel a Asiria. Y los colocó en Halaj, y en Habor cerca al rio Gozan, y en las ciudades de los Medas. Ahora esto sucedió porque los hijos de Israel habían pecado contra el SEÑOR su Dios, Quien los había sacado de la tierra de Egipto, de debajo de la mano de Faraón rey de Egipto, y habían temido a otros dioses, y caminaron en los estatutos de las naciones a quienes el SEÑOR echó de delante de los hijos de Israel, y de los reyes de Israel, los cuales las naciones habían hecho. Luego los hijos de Israel secretamente hicieron cosas en contra del SEÑOR su Dios que no estaban correctas. Y construyeron lugares altos en todas sus ciudades para sí mismos desde la Torre de Vigilancia hasta la ciudad fortificada. Y erigieron imágenes y arboledas para sí mismos en cada colina alta, y debajo de cada árbol verde. Y quemaron incienso en todos los lugares altos, como las naciones a quienes el SEÑOR había removido de delante de ellos, y practicaron cosas malas para provocar al SEÑOR a ira, porque ellos sirvieron a los ídolos de los cuales el SEÑOR les había dicho, “No harán esta cosa.” Y el SEÑOR testificó en contra de Israel y en contra de Judá, por todos los profetas, por todos los videntes, diciendo, “Vuélvanse de sus malos caminos y guarden Mis mandamientos y Mis estatutos, de acuerdo a toda la ley la cual ordené a sus padres, y la cual envié a ustedes por Mis siervos los profetas.” No obstante, ellos no escucharon, sino endurecieron sus cuellos, como el cuello de sus padres que no creyeron en el SEÑOR su Dios. Y rechazaron Sus estatutos y Su pacto el cual hizo con sus padres, y Sus advertencias que testificó contra ellos. Y fueron tras vanidad, y llegaron a ser vanos, y fueron tras las naciones alrededor de ellos, respecto a quienes el SEÑOR les había pedido no hacer como ellos. Y dejaron todos los mandamientos del SEÑOR su Dios e hicieron imágenes fundidas, dos becerros para sí mismos. E hicieron una arboleda, y adoraron a todos los ejércitos del cielo, y sirvieron a Baal. E hicieron a sus hijos e hijas pasar a través del fuego. Y usaron adivinación y hechicerías, y se vendieron a hacer lo malo a la vista del SEÑOR, para provocarlo a ira. Así el SEÑOR estuvo muy enojado con Israel y los removió fuera de Su vista; ninguno fue dejado, solo la tribu de Judá por si misma… Y el SEÑOR rechazó toda la semilla de Israel, y los afligió, y los entregó en la mano de saqueadores hasta que los había echado de Su vista. Porque Él rasgó a Israel de la casa de David y ellos hicieron a Jeroboam el hijo de Nebat rey. Y Jeroboam desvió a Israel de seguir al SEÑOR, y los hizo pecar un gran pecado. Porque los hijos de Israel caminaron en todos los pecados de Jeroboam los cuales él hizo. No se apartaron de ellos hasta que el SEÑOR removió a Israel de Su vista como Él había dicho por todos Sus siervos los profetas. Entonces Israel fue llevado fuera de su propia tierra a Asiria, como es hasta este día [aparentemente un comentario editorial añadido por Esdras el sacerdote alrededor del 500 a.C]. Y el rey de Asiria trajo hombres de Babilonia y de Cuta y de Ava y de Hamat y de Sefarvaim y los colocó en las ciudades de Samaria en vez de los hijos de Israel. Y poseyeron Samaria y vivieron en sus ciudades.” (II Reyes 17:6-18, 20-24).

Mientras las diez tribus del norte de Israel y sus reyes nunca se arrepintieron ni regresaron a Dios, el reino sur de Judá, el cual retuvo el área de Judea y la ciudad de Jerusalén, experimentó periodos de arrepentimiento y renacimiento. Los libros de II Reyes y II Crónicas registran la historia de los reyes de Judá. Judá, sin embargo, falló en regresar de todo corazón a Dios incluso después de que las diez tribus fueron llevadas a Asiria. “También Judá no guardó los mandamientos del SEÑOR su Dios, sino que caminó en los estatutos [apóstatas] los cuales hizo Israel [en rebelión].” (II Reyes 17:19).

El reino de Judá también se rebela contra Dios: Algunos de los reyes de Judá guiaron a los judíos al arrepentimiento. Otros fueron malvados y siguieron el camino de Jeroboam, guiando a la gente a pecar grandemente contra Dios. De todos los reyes de Judá, Manasés, quien reinó por 55 años, fue indudablemente el más malvado.

Manasés desafió a Dios y se rebeló contra Él, volcando todas las reformas que su padre Ezequías había instituido durante su reinado. El reino de Judá fue transformado en una sociedad oculta de adoración al sol bajo su liderazgo.

Manasés tenía doce años cuando comenzó a reinar, y reinó cincuenta y cinco años en Jerusalén. Pero él hizo eso que era malo a la vista del SEÑOR, como las abominaciones de los paganos a quienes el SEÑOR había echado de delante de los hijos de Israel, porque construyó otra vez los lugares altos los cuales Ezequías su padre había derribado, y alzó altares para Baalim [adoración al dios sol], e hizo arboledas [para brujería], y adoró a todos los ejércitos del cielo [la adoración a Satanás y los demonios], y los sirvió. Y construyó altares en la casa del SEÑOR, de la cual el SEÑOR había dicho, “En Jerusalén estará Mi nombre para siempre.” Y construyó altares para todo el ejército del cielo en los dos patios de la casa del SEÑOR.” (II Crónicas 33:1-5). Manasés deliberadamente profanó el templo de Dios, convirtiéndolo en un monumento pagano dedicado a la adoración al sol—repleto de rituales ocultos y adoración satánica.

E hizo pasar a sus hijos a través del fuego en el valle del hijo de Hinom. También observó los tiempos, y usó encantamientos, y usó brujería, y trató con un espíritu familiar, y con hechiceros. Hizo mucha maldad a los ojos del SEÑOR para provocarlo a ira. Y colocó una imagen tallada, un ídolo el cual había hecho, en la casa de Dios, de la cual Dios le había dicho a David y a Salomón su hijo, “En esta casa, y en Jerusalén, la cual he escogido delante de todas las tribus de Israel, pondré Mi nombre para siempre. Ni removeré más el pie de Israel de la tierra la cual he apartado para sus padres—si solamente prestaran atención a hacer todo lo que les he mandado, de acuerdo a toda la ley y los estatutos y las ordenanzas por la mano de Moisés.” Pero Manasés desvió a Judá y a la gente de Jerusalén, y les hizo hacer peor que las naciones a quienes el SEÑOR había destruido de delante de los hijos de Israel. Y el SEÑOR le habló a Manasés y a Su pueblo, pero ellos no escucharon.” (versos 6-10).

Más aun, Manasés también derramó muchísima sangre inocente hasta que había llenado a Jerusalén de un fin al otro; además de su pecado con el cual hizo pecar a Judá en hacer lo malo a la vista del SEÑOR.” (II Reyes 21:16).

Por lo tanto, Dios envió a Manasés al cautiverio antes que el resto de los judíos: “Por tanto el SEÑOR trajo sobre ellos los comandantes del ejército del rey de Asiria, quienes tomaron a Manases con ganchos y lo ataron con cadenas y lo llevaron a Babilonia.” (II Crónicas 33:11).

En prisión, Manasés se arrepintió de sus pecados. Él se humilló a sí mismo, y Dios lo restauró a su trono. “Y cuando estaba en aflicción, buscó al SEÑOR su Dios y se humilló a si mismo grandemente delante del Dios de sus padres. Y oró a Él, y Él lo oyó y oyó su oración, y lo trajo de nuevo a Jerusalén a su reino. Entonces Manasés supo que el SEÑOR es Dios.” (II Crónicas 33:12-13).

Este registro del arrepentimiento de Manasés muestra que Dios perdonará y restaurará a la gente que de corazón se vuelve a Él y se arrepiente de sus pecados y transgresiones. Cuando Manasés fue regresado a su trono en Jerusalén, destruyó los ídolos que había construido y restauró la verdadera adoración a Dios en el templo. “Y quitó los dioses extraños y el ídolo de la casa del SEÑOR, y todos los altares que él había construido en la montaña de la casa del SEÑOR y en Jerusalén, y los tiró fuera de la ciudad. Y reparó el altar del SEÑOR y sacrificó sobre el ofrendas de paz y ofrendas de acción de gracias. Y ordenó a Judá servir al SEÑOR Dios de Israel. Pero la gente todavía sacrificaba en los lugares altos, pero únicamente al SEÑOR su Dios. Y el resto de los hechos de Manasés, y su oración a su Dios, y las palabras de los videntes que le hablaron a él en el nombre del SEÑOR Dios de Israel, he aquí, están escritas en el libro de los reyes de Israel.” (versos 15-18).

Del cautiverio de Judá en Babilonia hasta el tiempo de Jesucristo: Por un periodo de más de veinte años, desde el 605 a.C hasta el 585 a.C, los ejércitos del rey Nabucodonosor atacaron a Judá y finalmente llevaron a los judíos a Babilonia. Después de 70 años de cautiverio, unos pocos cientos de judíos regresaron a Judea bajo el liderazgo de Esdras y Nehemías. Luego, por un periodo de más o menos 120 años—durante el tiempo de Esdras y los sacerdotes de la Gran Sinagoga (la cual terminó en el 305 a.C)—los judíos guardaron apropiadamente el Sábado y los días santos.

Los judíos fueron grandemente influenciados por la civilización griega impuesta sobre ellos por Alexander el Grande y sus sucesores. Durante este tiempo, ellos apostataron de Dios otra vez y adoptaron completamente las costumbres y el lenguaje de los griegos. Para los 170s a.C, los judíos habían contaminado completamente el templo de Dios y estaban otra vez adorando dioses paganos. Dios envió los ejércitos de Antíoco Epifanes a castigarlos. En el 168 a.C, Antíoco profanó el templo de Dios en Jerusalén al colocar una imagen del dios sol y matar un cerdo sobre el altar de ofrendas quemadas.

Hubo varios renacimientos durante la era de los Macabeos (desde el 167 a.C hasta el 63 a.C). Roma conquistó Palestina a finales de esa era. Los saduceos helenísticos retuvieron el control del templo durante este periodo—pero solamente en competencia con los fariseos, otra secta religiosa mayor de los judíos. Desde este tiempo hasta el ministerio de Jesús y los apóstoles, el séptimo día de Dios Sábado y los días santos fueron observados continuamente. Los cristianos gentiles del Nuevo Testamento también observaban estos días santos semanales y anuales.

En el siguiente capítulo echaremos un vistazo más cercano al séptimo día Sábado—el día que Dios creo santo y le ordenó a su pueblo observar.