CAPITULO NUEVE
(Tomado del libro “El día que Jesús el Cristo murió.”)
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El significado del Cuerpo
de Jesús el Cristo
Por
Fred R. Coulter
www.iglesiadedioscristianaybiblica.org
Nota: Todas las Escrituras han sido traducidas de The Holy Bible In Its Original Order (La Santa Biblia en Su orden Original), segunda edición.
Dios ha manifestado Su gran amor al mundo al enviar a Su Hijo Jesucristo para redimir a la humanidad del pecado. La plenitud del amor de Dios es revelada en el sacrificio de Su único Hijo engendrado, Quien libremente se dio a Sí mismo para la salvación de todo ser humano. “Porque Dios amó tanto al mundo, que dio Su único Hijo engendrado, para que todo el que crea en Él no pueda morir, sino pueda tener vida eterna” (Juan 3:16).
La magnitud de Su sufrimiento fue predicho por Jesucristo mismo en Su última Pascua. Después de romper el pan sin levadura, Él dijo, “Tomen, coman; este es Mi cuerpo, el cual está siendo roto por ustedes. Esto háganlo en memoria de Mí” (I Corintios 11:24).
¿Por qué Jesucristo, el Hijo de Dios, tuvo que ofrecerse a Sí mismo por los pecados de la humanidad? ¿No había otra forma para traer salvación al mundo? ¿Cómo podía solo Su muerte hacer expiación por los pecados de múltiples millones de seres humanos y redimir a cada uno de ellos de la sentencia de muerte? Para responder estas preguntas, debemos comenzar en el principio con la creación del hombre por Dios.
Libertad de escogencia
La creación de Adán y Eva es descrita en detalle en Génesis 2. Como muestra el registro, Adán fue el primero en recibir vida: “Entonces el SEÑOR Dios [Jehovah Elohim] formó al hombre del polvo de la tierra, y respiró en sus fosas nasales el aliento de vida; y el hombre se convirtió en un ser viviente.” (Génesis 2:7). La esposa de Adán, Eva, fue creada de una de sus costillas (versos 18, 21-23).
Después que Dios los había creado, Adán y Eva caminaban y hablaban con Él. Dado que sus mentes eran inocentes, no estaban avergonzados de estar desnudos en la presencia de Dios: “Y ambos estaban desnudos, el hombre y su esposa, y no estaban avergonzados.” (Génesis 2:25).
Dios creó dentro de la mente de Adán un lenguaje totalmente funcional y la capacidad de escoger (Génesis 2:16-17). Así como Adán, Eva fue también creada con un lenguaje totalmente funcional y con la capacidad de escoger. Esta capacidad es manifestada en el registro de la instrucción y advertencia de Dios a ellos en el Jardín del Edén: “Y el SEÑOR Dios tomó al hombre y lo puso en el jardín del Edén para cultivarlo y mantenerlo. Y el SEÑOR Dios mandó al hombre, diciendo, “Puedes libremente comer de todo árbol en el jardín, pero no comerás del árbol del conocimiento del bien y el mal, porque en el día que comas de el, al morir ciertamente morirás.” ” (Génesis 2:15-17).
El hombre escoge el camino del pecado
El libro de Génesis registra que Adán y Eva recibieron instrucciones de Dios antes que la serpiente, Satanás el diablo, le fuera permitido probarlos en que camino ellos escogerían—el camino que lleva a la vida eterna o el camino que lleva al pecado y la muerte (Génesis 2:16-17).
“Entonces la serpiente era más astuta que cualquier criatura del campo la cual el SEÑOR Dios había hecho. Y él dijo a la mujer, “Es verdad que Dios ha dicho, ‘No comerán de ningún árbol del jardín?’ ” Y la mujer dijo a la serpiente, “Podemos comer libremente del fruto de los árboles del jardín, Pero del fruto del árbol el cual esta en medio del jardín, Dios ciertamente ha dicho, ‘No comerán de el, ni lo tocarán, no sea que mueran.’ ” Y la serpiente dijo a la mujer, “¡Al morir, ciertamente no morirán! Porque Dios sabe que en el día que coman de el, entonces sus ojos serán abiertos, y serán como Dios, decidiendo el bien y el mal.” ” (Génesis 3:1-5).
En vez de obedecer a Dios, Eva tomó del fruto, lo comió, y dio a su esposo Adán: “Y cuando la mujer vio que el árbol era bueno para comida, y que era placentero a los ojos, y un árbol para ser deseado para hacerlo a uno sabio, tomó de su fruto y comió. También le dio a su esposo con ella, y él comió.” (verso 6).
El registro de la tentación de Adán y Eva muestra que su comer del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal no fue debido a ignorancia o malentendido sino fue una elección voluntaria.
A partir de aquel tiempo, a cada ser humano le ha sido dada una elección de amar y obedecer a Dios o no. Como Creador y Dador de la ley, Dios ha decretado que el castigo por la desobediencia de Sus mandamientos es la muerte, pero a través de fe, amor y obediencia, Dios otorga el regalo de la vida eterna (Romanos 6:23). Esa es la elección que Dios puso delante de Adán y Eva, como es representado en la descripción de los dos árboles—el árbol de la vida, y el árbol del conocimiento del bien y del mal.
Las consecuencias del pecado de Adán y Eva
Como resultado del pecado de Adán y Eva de desobediencia a Dios, ellos no fueron mas inocentes: “Y los ojos de ambos fueron abiertos [para saber el bien y el mal], y supieron que estaban desnudos; y cocieron hojas de higos e hicieron cubiertas para si mismos. Y oyeron el sonido del SEÑOR Dios caminando en el jardín en el fresco del día. Entonces Adán y su esposa se escondieron de la presencia del SEÑOR Dios entre los árboles del jardín. Y el SEÑOR Dios llamó a Adán y le dijo, “¿Dónde estás tú?” Y él dijo, “Te oí caminando en el jardín, y tuve miedo porque estoy desnudo, y entonces me escondí.” Y Él dijo, “¿Quién te dijo que estabas desnudo? ¿Has comido del árbol el cual te ordené que no deberías comer?” ” (Génesis 3: 7-11)
El pecado de Adán y Eva tuvo profundas consecuencias para toda la humanidad. “A la mujer Él dijo, “Incrementaré grandemente tus dolores y tu concepción—en dolor darás a luz hijos. Tu deseo será hacia tu esposo, y él gobernará sobre ti” Y a Adán Él dijo, “Porque has oído a la voz de tu esposa y has comido del árbol—del cual te ordené, diciendo, ‘¡No comerás de el!’—la tierra es maldita por tu causa. En dolor comerás de ella todos los días de tu vida. También te dará a luz espinas y cardos, y así comerás las hierbas del campo; en el sudor de tu cara comerás pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; porque polvo eres, y a polvo volverás.” ” (versos 16-19).
El juicio de Dios incluyó la sentencia de muerte. Mas aun, Adán y Eva fueron exiliados del Jardín del Edén, impedidos del árbol de la vida y del acceso al Espíritu Santo de Dios, el cual imparte el poder para vivir por siempre (Génesis 3:24). La sentencia de muerte pasó a todos sus descendientes, quienes también fueron impedidos del acceso al Espíritu Santo. Sin el Espíritu Santo de Dios, la humanidad estaba sin poder para resistir las tentaciones de la carne y la influencia de Satanás y no podía ser liberada de “la ley de pecado y muerte” (Romanos 8:2).
El apóstol Pablo confirma que la sentencia de muerte vino a toda la humanidad como un resultado del primer pecado humano: “Por tanto, como por un hombre [Adán] el pecado entró al mundo, y por medio del pecado vino la muerte; y en esta forma, la muerte pasó a toda la humanidad; es por esta razón que todos han pecado.” (Romanos 5:12).
Sin embargo, cuando Dios pronunció Su juicio sobre Adán y Eva, Él también dio la primera profecía del Mesías venidero, Quien redimiría a la humanidad de la maldición del pecado de Adán (Génesis 3:15).
La naturaleza de pecado del hombre
La ley de pecado y muerte está dentro de cada ser humano y genera los malos deseos a los que la Biblia se refiere como “deseos de la carne” o “la lujuria de la carne” (Efesios 2:3, I Pedro 2:1, II Pedro 2:18). Es esta lujuria de la carne la que lleva a los seres humanos a cometer pecado (Santiago 1:14-15).
La naturaleza carnal del pecado dentro del hombre es descrita con mas detalle en Romanos 8:7-8: “Porque la mente carnal [mente de la carne] es enemistad contra Dios, porque no está sujeta a la ley de Dios; ni en verdad puede estarlo. Pero aquellos que están en la carne no pueden agradar a Dios.” Todo ser humano es por naturaleza un enemigo de Dios a causa de esas obras malas, las cuales se originan en la mente (Colosenses 1:21).
El apóstol Pablo escribió que la naturaleza pecaminosa de la carne ha alienado a todos los seres humanos de Dios: “¿Qué entonces? ¿Somos mejores por nosotros mismos? ¡En absoluto! Porque ya hemos acusado a ambos judíos y gentiles—TODOS—con estar bajo pecado, exactamente como está escrito: “Porque no hay un justo—¡ni siquiera uno! No hay uno que entienda; no hay uno que busque a Dios. Todos ellos han salido del camino; juntos todos ellos han llegado a ser depravados. No hay siquiera uno que esté practicando bondad. ¡No, no hay tantos como uno! Sus gargantas son como una tumba abierta; con sus lenguas han usado engaño; el veneno de áspides esta bajo sus labios, cuyas bocas están llenas de maldición y amargura; sus pies son rápidos para derramar sangre; destrucción y miseria están en sus caminos; y el camino de paz no han conocido. No hay temor de Dios delante de sus ojos.” Entonces, sabemos que cualquier cosa que la ley diga, habla a aquellos que están bajo la ley, para que toda boca pueda ser cerrada, y todo el mundo pueda llegar a ser culpable delante de Dios.” (Romanos 3:9-19).
En Romanos 8:2, Pablo define la naturaleza pecaminosa como “la ley de pecado y muerte.” Ésta ley de pecado y muerte está en todo ser humano. Dios ha provisto reconciliación para toda la humanidad a través del sacrificio de Su único Hijo engendrado: “Y no hay [griego ouk, imposibilidad de] salvación en ningún otro, porque tampoco hay otro nombre bajo el cielo el cual haya sido dado entre los hombres, por el cual debemos [griego dei, mandatorio, obligatorio] ser salvos” (Hechos 4:12).
La naturaleza pecaminosa hace a todos los seres humanos vulnerables al engaño de Satanás, quien es el dios de este mundo (II Corintios 4:4, Apocalipsis 12:9). Junto con sus ángeles caídos, él es el gobernador sobre las tinieblas y maldad espiritual de este mundo (Efesios 6:11-12). La mala influencia de Satanás trabaja con la naturaleza humana para llevar a toda la gente en el camino de desobediencia a Dios—el camino de pecado y muerte. El efecto de largo alcance de la influencia de Satanás es descrita en la epístola de Pablo a los Efesios: “Ustedes estaban muertos en transgresiones y pecados, en los cuales caminaron en tiempos pasados de acuerdo al curso [sociedad y tiempos] de este mundo, de acuerdo al príncipe del poder del aire, el espíritu que está ahora trabajando dentro de los hijos de desobediencia; entre quienes también todos nosotros una vez tuvimos nuestra conducta en las lujurias de nuestra carne, haciendo las cosas deseadas por la carne y por la mente, y éramos [antes del llamado de Dios] por naturaleza los hijos de ira, así como el resto del mundo” (Efesios 2:1-3).
La naturaleza de Dios
Dios es ambos el Dador de la ley y el Juez de todo aquel que quebranta Sus leyes. Él también es el Salvador y Redentor de aquellos que se arrepienten de sus transgresiones de Sus leyes. Estos dos aspectos de la naturaleza de Dios son claramente revelados en las palabras que Él habló cuando a Moisés le fue permitido ver Su gloria: “ “No puedes ver Mi cara, porque ningún hombre puede verme y vivir.” ... “He aquí, hay un lugar junto a Mí, y tú te pararás sobre una roca. Y será, mientras Mi gloria pase cerca, Yo te pondré en una hendidura de la roca, y te cubriré con Mi mano mientras pase cerca. Y quitaré Mi mano, y verás Mis partes traseras. Pero Mi cara no será vista.” ...Y el SEÑOR [Jehovah, el nombre del pacto] descendió en la nube, y estuvo con él allí, y proclamó el nombre del SEÑOR. Y el SEÑOR pasó por delante de él y proclamó, “El SEÑOR, el SEÑOR Dios [Elohim, el Creador], misericordioso [Salmo 103:8-18; 119:64; 136] y graciable [Salmo 86:15; 111:4; 112:4; 116:5, I Pedro 2:3], paciente [Romanos 2:4, I Timoteo 1:16], y abundante en bondad [Salmo 31:19; 33:5; 107:8, 15, 21, 31, Romanos 2:4] y verdad [Deuteronomio 32:4, Salmo 31:5; 33:4, Jeremías 4:2, Juan 14:6], guardando misericordia hasta la milésima generación, perdonando iniquidad y transgresión y pecado [Salmo 103:1-4, Hechos 2:38; 3:19, Romanos 3:23-25], pero Quien por ningún medio absolverá al culpable, visitando la iniquidad de los padres sobre los hijos,… hasta la cuarta generación.” ” (Éxodo 33:20-23; 34:5-7).
Porque Dios es misericordioso y graciable, Él está listo para perdonar los pecados del que se arrepiente (Salmo 86:1-5), y porque Dios es santo y recto, Él no puede permitir que el que no se arrepienta escape del juicio.
Al advertir al malvado de su juicio final, Dios muestra que Él no tiene placer al ejecutarlo: “ ‘Como Yo vivo,’ dice el SEÑOR Dios, ‘No tengo deleite en la muerte del impío, excepto que el impío abandone su camino, y viva. Vuélvanse, vuélvanse de sus caminos perversos; porque ¿Por qué morirán, Oh casa de Israel?’ ” (Ezequiel 33:11)
Porque Dios es amor, Él no se deleita en la muerte del malvado. Es el deseo de Dios que todo pecador se arrepienta y sea salvo: “...Él es paciente hacia nosotros, no deseando que alguno perezca, sino que todos vengan al arrepentimiento.” (II Pedro 3:9).
El amor de Dios es Su mas grande atributo y característica: “DIOS ES AMOR” (I Juan 4:8, 16). ¡Todo lo que Dios hace fluye de Su amor!
La magnitud del amor de Dios es revelado en la creación del hombre. Todos los seres humanos llevan la imagen y semejanza de Dios: “ “Hagamos al hombre a Nuestra imagen, según Nuestra semejanza; y tengan dominio sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo y sobre el ganado y sobre toda la tierra y sobre toda cosa rastrera que se arrastra sobre la tierra.”.... Y Dios creó al hombre a Su propia imagen, a la imagen de Dios Él lo creó. Él los creó hombre y mujer.” (Génesis 1:26-27).
Dos Elohim
Las Escrituras revelan que hay dos Quienes son Elohim. Esta verdad es verificada por el apóstol Juan:
“En el principio era la Palabra, y la Palabra estaba con Dios, y la Palabra era Dios. Él estaba en el principio con Dios. Todas las cosas vinieron a ser a través de Él, y ni siquiera una cosa que fue creada vino a ser sin Él. En Él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. …Y la Palabra se hizo carne, e hizo tabernáculo [habitó temporalmente] entre nosotros (y nosotros mismos vimos Su gloria, la gloria como del único engendrado con el Padre), lleno de gracia y verdad” (Juan 1:1-4, 14). Así Jesucristo estaba con Dios y era Dios antes que Él llegara a ser carne.
El Dios del Antiguo Testamento Quien caminó y habló con Adán y Eva no fue el Padre. El Dios Quien entregó los Diez Mandamientos a Moisés no fue el Padre. El Dios Quien se apareció a los profetas en visiones no fue el Padre, el Dios Quien se apareció a los patriarcas y Quien guió a los hijos de Israel fuera de Egipto fue Aquel Quien llegó a ser Jesucristo (Éxodo 3:6-8, I Corintios 10:4). Jesús fue el Elohim del Antiguo Testamento Quien llegó a ser Dios manifestado en la carne. Él fue enviado a la tierra por el Padre, el otro Elohim del Antiguo Testamento.
El Dios Quien llegó a ser el Padre nunca se reveló a Sí mismo al hombre en los tiempos del Antiguo Testamento. Dios el Padre no fue revelado sino hasta la venida de Jesucristo: “Nadie ha visto a Dios en ningún momento; el único Hijo engendrado, que esta en el seno del Padre, Él lo ha declarado.” (Juan 1:18). Jesús mismo dijo, “Y el Padre mismo, Quien Me envió, ha dado testimonio de Mi. Ustedes no han ni escuchado Su voz ni visto Su forma en ningún momento.” (Juan 5:37).
Es vital entender que el Señor Dios del Antiguo Testamento fue hecho carne y llegó a ser Jesucristo, el Hijo de Dios. Para llegar a ser Dios en la carne, Él se vació a Sí mismo de Su poder y gloria. Como Jehovah Elohim, Él había formado al hombre del polvo de la tierra. Como Jesucristo, Él se sacrificó a Sí mismo para redimir a la humanidad del pecado y del castigo de la muerte eterna. Este sacrificio era esencial para el cumplimiento del propósito de Dios para el hombre.
Un poco mas bajo que Dios
Dios ha dado a la humanidad otros atributos los cuales son como los de Él. David fue inspirado a escribir, “¡Oh SEÑOR nuestro Señor, cuan excelente es Tu nombre en toda la tierra!… Cuando considero Tus cielos, el trabajo de Tus dedos, la luna y las estrellas las cuales has dispuesto, ¿Qué es el hombre que estás atento de él, y el hijo de hombre que cuidas de él? Porque lo has hecho un poco menor que Dios [hebreo elohim]…” (Salmo 8:1-5).
Muchas traducciones de la Biblia, incluyendo la Reina Valera, traducen este verso como “un poco menor que los ángeles.” Sin embargo, la palabra hebrea elohim, la cual es usada en este verso, se refiere a deidades—no a ángeles. Esta palabra es usada incontables veces en el texto hebreo para referirse a ambos, al Dios verdadero y a dioses falsos. En toda otra ocurrencia en la versión Reina Valera, elohim es traducido correctamente “Dios” o “dioses.” La traducción de Green conlleva el significado de Salmo 8:5: “Porque Tú lo has hecho carecer un poquito de Dios…” (La Biblia interlineal Hebreo-Griego-Ingles).
De todas las criaturas que Dios hizo para habitar sobre la tierra, solo al hombre le han sido dados atributos de Dios—incluyendo la capacidad de pensar y razonar, hablar, escribir, planear, crear, construir, enseñar, aprender, juzgar y gobernar. Dios le dio a los seres humanos la capacidad de amar, odiar, reír, llorar, perdonar, arrepentirse, y experimentar todo tipo de emoción. Todos estos atributos son características como las de Dios, las cuales el hombre es privilegiado de poseer. El hombre es capaz de experimentar estos atributos como los de Dios porque a él le fue dada una dimensión espiritual única que Dios no le dio al resto de Su creación terrenal. A cada ser humano le ha sido dado estos atributos, lo cual hace a cada uno “un poco menor que Dios.” La Biblia describe esta característica espiritual como el “espíritu de hombre.”
El espíritu de hombre
El espíritu que habita en el hombre no es otro ser espiritual, como un ángel o demonio. Mas bien, es la esencia de espíritu que viene de Dios: “Así dice el SEÑOR Dios, Quien creó los cielos y los estiró, extendiendo la tierra y su fruto; Quien da aliento a la gente sobre ella y espíritu [hebreo ruach] a aquellos quienes caminan en ella” (Isaías 42:5).
El espíritu de hombre es diferente de lo que la Biblia llama el “alma.” La palabra “alma” es traducida del hebreo nephesh, el cual se refiere a vida física, sea humana o animal. En muchas ocurrencias, nephesh es traducida “criatura” o “vida” (Génesis 1:20-21, 24, 30; 2:19; 9:4-5, 10, 12, 15-16). Cuando es traducida como “alma,” se refiere a la vida física y fortaleza de un ser humano (Génesis 2:7, Éxodo 1:5, Levítico 23:30, Deuteronomio 4:29, Josue 11:11, Ezequiel 13:18-19; 18:4, 20). A diferencia del alma, la cual termina con la muerte del cuerpo, el espíritu en el hombre vuelve a Dios cuando un humano muere (Eclesiastés 12:7). El espíritu del hombre es el único poder que le da a cada persona pensamiento y conciencia: “Pero hay un espíritu en el hombre y la inspiración del Altísimo les da entendimiento” (Job 32:8). El apóstol Pablo escribió, “Porque ¿Quién entre los hombres entiende las cosas del hombre excepto por el espíritu del hombre el cual está en él?” (I Corintios 2:11).
Es el espíritu en el hombre el que le da el potencial de llegar a ser un hijo de Dios. Las Escrituras muestran que el espíritu del hombre fue hecho para recibir y unirse con el Espíritu Santo de Dios como un engendramiento de Dios el Padre: “Todo aquel que ha sido engendrado por Dios no practica pecado porque Su semilla [de Dios el Padre] de engendramiento está viviendo dentro de él, y no es capaz de practicar pecado porque ha sido engendrado por Dios” (I Juan 3:9). Este engendramiento espiritual tiene lugar solo después que una persona se ha arrepentido y ha sido bautizada, y ha tenido la imposición de manos para recibir el Espíritu Santo. Cuando el Espíritu Santo se une con el espíritu del individuo, él o ella es engendrado espiritualmente como un hijo de Dios: “...han recibido el Espíritu de filiación, por el cual gritamos, “Abba, Padre.” El Espíritu mismo da testimonio conjuntamente con nuestro propio espíritu, testificando que somos hijos de Dios” (Romanos 8:15-16).
Dado que todos los seres humanos poseen el espíritu de hombre, cada individuo en la tierra puede recibir el Espíritu Santo de engendramiento de Dios el Padre. ¡Este es el glorioso potencial de cada ser humano! En el Salmo 8, David expresa su asombro en el propósito de Dios al crear al hombre. “...y lo has coronado con gloria y honor. Lo hiciste tener dominio sobre las obras de Tus manos; has puesto todas las cosas bajo sus pies: Todas las ovejas y bueyes, sí, y las bestias del campo; las aves del cielo, los peces del mar, y todo lo que pasa por los caminos de los mares. ¡Oh SEÑOR, nuestro Señor, cuan excelente es Tu nombre en toda la tierra!” (Salmo 8:5-9.) El Nuevo Testamento muestra que este dominio será otorgado a todos los que lleguen a ser los hijos glorificados de Dios a través de la fe en Jesucristo (Hebreos 2:6-10).
Para preparar al hombre para su máximo destino, Dios le dio autoridad sobre la tierra: “Y Dios los bendijo. Y Dios les dijo, “Sean fructíferos y multiplíquense, y llenen la tierra, y domínenla; y tengan dominio sobre los peces del mar y sobre las aves del cielo y sobre cada cosa viva que se mueve sobre la tierra” ” (Génesis 1:28). Después de terminar la creación del mundo y de Adán y Eva, “...Dios vio todo lo que Él había hecho, y ciertamente, era extremadamente bueno...” (verso 31). Todo lo que Dios creó sobre la tierra fue dado al hombre para ser usado para su beneficio.
Jesucristo fue Dios en la carne
El Señor Dios, Quien había creado al hombre del polvo de la tierra, vino a la tierra en la carne de Jesucristo: “E innegablemente, grande es el misterio de piedad: Dios fue manifestado en la carne,…” (I Timoteo 3:16). ¿Por qué llegó a ser carne el Señor Dios del Antiguo Testamento, Jehovah Elohim? ¿Qué clase de carne tomó Dios sobre Sí mismo cuando Él llegó a ser Jesucristo? ¿Fue Su carne la misma de la de nosotros, o estuvo Él compuesto de espíritu que aparentaba ser carne?
El apóstol Pablo revela la respuesta: “Esté esta mente en ustedes, la cual estuvo también en Cristo Jesús; Quien, aunque existió [griego huparchoon, existir o pre-existir] en la forma de Dios, no lo consideró robo ser igual con Dios, sino que se vació a Sí mismo [de Su poder y gloria], y fue hecho en la semejanza [homoioma, la misma existencia] de hombres, y tomó la forma de un siervo [doulos, un esclavo]; y habiéndose encontrado en la forma de hombre, se humilló a Sí mismo, y llegó a ser obediente hasta la muerte, incluso la muerte de la cruz” (Filipenses 2:5-8).
Estas palabras inspiradas de Pablo confirman que antes que Jesucristo llegara a ser humano Él fue, en efecto, Jehovah Elohim. Existiendo como Dios, Él estaba compuesto de Espíritu eterno. Era imposible para Él morir. Sin embargo, para redimir al hombre de la ley de pecado y muerte, era necesario para Él morir. La única forma para Dios morir ella llegar a ser humano—ser “manifestado en la carne.” Así el Dios Quien había creado al hombre a Su imagen y semejanza tomó la misma substancia como el hombre.
Las palabras de Pablo a los filipenses revelan como Dios hizo esto exactamente. El Elohim Quien llegó a ser Jesucristo “se vació a Sí mismo” para ser hecho en la semejanza de hombre. Al vaciarse Él mismo de Su gloria como Dios, Él Se colocó bajo el poder de Dios el Padre, quien Lo redujo a tan solo un punto de vida. Por el poder del Espíritu Santo de Dios el Padre, Él fue impregnado en un ovulo humano dentro del vientre de la virgen María.
Cuando la virgen María le preguntó al ángel Gabriel cómo iba a ser posible para ella concebir, sin haber conocido hombre, él respondió, “ “El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; y por esta razón, el Santo siendo engendrado [griego gennoomenon, tiempo presente, participio pasivo, significando que la impregnación estaba teniendo lugar en ese preciso momento] en ti será llamado el Hijo de Dios” (Lucas 1:35).
En el instante que Jesús fue concebido en el vientre de la virgen María, Él llegó a ser el Hijo de Dios divinamente engendrado, cumpliendo la profecía en el Salmo 2: “ “Declararé el decreto del SEÑOR [el Elohim quien llegó a ser el Padre]. Él Me ha dicho, ‘Tú eres Mi Hijo; en este día Te he engendrado” (verso 7).
Esto también está indicado en otra profecía de la venida de Jesús en la carne. En su epístola a los hebreos, el apóstol Pablo cita estas palabras del Salmo 40: “Por esta razón, cuando Él entra en el mundo, dice, “Sacrificio y ofrenda no deseaste, sino has preparado un cuerpo para Mí [El cuerpo humano de Cristo en la carne]. No Te deleitaste en holocaustos y sacrificios por el pecado. Entonces dije, ‘He aquí, Yo vengo (como esta escrito de Mí en el rollo del libro) para hacer Tu voluntad, Oh Dios’ ” (Hebreos 10:5-7).
Jesús reveló que Él tenía autoridad de Dios el Padre para entregar Su vida y recibirla de regreso nuevamente. “Por cuenta de esto, el Padre Me ama: porque Yo pongo Mi vida, para que la pueda recibir de regreso otra vez. Nadie Me la quita, sino que Yo la pongo de Mí mismo. Tengo autoridad para ponerla y autoridad para recibirla de regreso otra vez. Este mandamiento recibí de Mi Padre” (Juan 10:17-18).
Jesús dijo también de Él mismo: “Yo soy el pan de vida, el cual bajó del cielo, si cualquiera come de este pan, vivirá por siempre; y el pan que daré es incluso Mi carne, la cual daré por la vida del mundo” (Juan 6:51). Para dar Su carne por la vida del mundo, Jesucristo tenía que ser totalmente humano, compartiendo la misma existencia mortal que cada ser humano experimenta.
Jesucristo compartió la experiencia humana
Al escribirle a los hebreos, el apóstol Pablo usó muchos pasajes del Antiguo Testamento para mostrar que Jesucristo compartió la existencia mortal de todos los seres humanos. Al traducir el Salmo 8 del hebreo al griego, Pablo usó la voz media, la cual expresa la participación personal de Dios con el hombre: “Pero en un cierto lugar uno testificó completamente, diciendo, “¿Qué es el hombre, que Tú [Tú mismo] eres conciente de él, o el hijo de hombre, que lo visitas [Tú mismo]? Tú sí lo hiciste un poco menor que los ángeles; sí lo coronaste con gloria y honor, y sí lo colocaste sobre el trabajo de Tus manos. Sí pusiste todas las cosas en sujeción bajo sus pies.” Porque al sujetar todas las cosas a él, no dejó nada que no fuera sujeto a él. Pero ahora no vemos aun todas las cosas sujetas a él.
“Pero vemos a Jesús, Quien fue hecho un poco menor que los ángeles, coronado con gloria y honor a cuenta de sufrir la muerte, para que por la gracia de Dios Él mismo pudiera probar [participar de] la muerte por todos; porque era apropiado para Él, para Quien todas las cosas fueron creadas, y por Quien todas las cosas existen, traer muchos hijos a la gloria, para hacer al Autor de su salvación perfecto a través de sufrimientos” (Hebreos 2:6-10).
Continuando en su carta a los hebreos, Pablo escribió, “Por tanto, dado que los hijos son participes de carne y sangre, en la misma manera [griego parapleesioos, o “exactamente en la misma forma”] Él también tomó parte en la misma [carne y sangre], para que a través de [Su] muerte Él pudiera anular a quien tiene el poder de la muerte—eso es, el diablo; y pudiera librar a aquellos que estaban sujetos a esclavitud a lo largo de sus vidas por su temor de la muerte. Porque ciertamente, Él no la esta tomando sobre Sí mismo para ayudar a los ángeles; sino Él la esta tomando sobre Sí mismo para ayudar a la semilla de Abraham. Por esta razón, fue obligatorio [griego opheiloo, o “deber, estar en deuda, estar obligado”] para Él ser hecho como Sus hermanos en todo [compartiendo la misma carne y naturaleza] para que pudiera ser un Sumo Sacerdote misericordioso y fiel en cosas pertinentes a Dios, para hacer propiciación por los pecados de la gente. Porque Él mismo ha sufrido, habiendo sido tentado en la misma manera, Él es capaz de ayudar a aquellos que están siendo tentados” (Hebreos 2:14-18).
Cuando Dios entró en el pacto con Abraham al tomar un juramento maldiciente, Él Se obligó a morir para cumplir las promesas del pacto. Así, Él Se obligó a tomar un cuerpo mortal que fuera sujeto a la muerte.
Jesús tomó y venció el pecado en la carne
El apóstol Pablo declaró específicamente que la carne de Jesús era pecaminosa: “Porque lo que era imposible hacer para la ley, en que era débil a través de la carne, Dios, habiendo enviado a Su propio Hijo en la semejanza de carne pecaminosa, y por el pecado, condenó el pecado en la carne” (Romanos 8:3). Una traducción literal del texto griego es “en la semejanza de carne, de pecado…”
La declaración de Pablo de que Jesús fue hecho en la semejanza de carne pecaminosa muestra que “la ley de pecado y muerte” fue pasada a Jesús por Su madre María. A causa de que Jesús había heredado la ley de pecado y muerte, Él tenía el potencial de pecar en cualquier momento durante Su vida humana. Si, como reclaman algunos, Jesús fuera incapaz de pecar, habría sido imposible para Él ser tentado. Sin embargo, Él fue tentado por el diablo en el lugar desolado, como lo registran las Escrituras (Mateo 4:1-11, Marcos 1:12-13, Lucas 4:1-13).
Jesús conocía plenamente las consecuencias de darse a la tentación. Si Él hubiese pecado incluso una sola vez, Él habría muerto por Sus propios pecados y nunca habría regresado a Su gloria con el Padre. El apóstol Pablo muestra cuan fervorosamente y agonizantemente oraba Jesús por fortaleza para resistir las tentaciones de la carne: “Quien, en los días de Su carne, ofreció oraciones y suplicas con fuerte lamento y lagrimas a Quien era capaz de SALVARLO DE LA MUERTE, y fue oído porque temió [fue reverente y sumiso a Dios el Padre] a Dios. Aunque fue un Hijo, aun así aprendió obediencia de las cosas que sufrió; y habiendo sido perfeccionado, llegó a ser el Autor de la salvación eterna para todos aquellos que Lo obedecen” (Hebreos 5:7-9).
Así mientras Jesús estuvo en la carne, Él experimentó exactamente las mismas tentaciones que nosotros porque Él fue hecho “en la semejanza de carne pecaminosa.” “Porque no tenemos un Sumo Sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno Quien fue tentado en todas las cosas [en toda forma] de acuerdo a la semejanza de nuestras propias tentaciones [griego kath omoioteeta, o “en toda manera justo como nosotros lo somos”]; aunque Él fue sin pecado. Por lo tanto, deberíamos venir con audacia al trono de gracia, para que podamos recibir misericordia y encontrar gracia para ayuda en tiempo de necesidad” (Hebreos 4:15-16).
Jesús fue hecho en la semejanza de carne pecaminosa para que, como nuestro Sumo Sacerdote, Él pudiera simpatizar con nuestras debilidades. Porque Él ha compartido la misma naturaleza pecaminosa, Él puede tener compasión cuando somos débiles y cometemos pecados. Él intercede misericordiosamente por nosotros con el Padre, obteniendo Su perdón por nuestros pecados. A través de la continua intercesión de Jesús por nosotros, la misericordia y gracia de Dios el Padre pueden ser continuamente impartidas a cada uno de nosotros.
El regalo de la gracia es posible solo a través de Jesucristo, Quien ofreció Su propio cuerpo sin pecado como el sacrificio sustituto por nuestros pecados: “...Cristo también sufrió por nosotros, dejándonos un ejemplo, que deberían seguir en Sus pasos; Quien no cometió pecado; ni fue encontrado engaño en Su boca;… Quien llevó Él mismo [cargó] nuestros pecados en [griego en, dentro] Su propio cuerpo sobre el árbol,…” (I Pedro 2:21-24).
Jesús dio Su cuerpo para redimir a la humanidad
Desde el comienzo del mundo, fue ordenado que Jesucristo sufriría y moriría para expiar los pecados de la humanidad: “Pero vemos a Jesús, Quien fue hecho un poco menor que los ángeles, coronado con gloria y honor a cuenta de sufrir la muerte, para que por la gracia de Dios Él mismo pudiera probar la muerte por todos; porque era apropiado para Él, para Quien todas las cosas fueron creadas, y por Quien todas las cosas existen, traer muchos hijos a la gloria, para hacer al Autor de su salvación perfecto a través de sufrimientos” (Hebreos 2:9-10).
Porque Él era inocente, Él fue capaz de ofrecer Su propia vida por los pecados de otros como escribió Pablo, “Porque Él [Dios el Padre] hizo a [Jesucristo] Quien no conoció [griego ginooskoo, conocer por experiencia propia] pecado ser pecado por nosotros,…” (II Corintios 5:21).
¡El Creador murió por Su creación! Al hacerlo, Él demostró Su amor eterno por la humanidad.
“Porque aun cuando estábamos sin fuerza, en el tiempo señalado Cristo murió por los impíos. Porque raramente alguien morirá por un hombre justo, aunque de pronto alguien pueda tener el coraje incluso de morir por un buen hombre. Pero Dios nos encomienda Su propio amor porque, cuando éramos aun pecadores, Cristo murió por nosotros.…” (Romanos 5:6-8).
Todo aquel que se arrepiente de pecar y acepta el sacrificio de Jesucristo puede ser reconciliado con Dios el Padre: “Porque ustedes eran una vez alienados y enemigos en sus mentes por obras malignas; pero ahora Él los ha reconciliado en el cuerpo de Su carne a través de muerte,…” (Colosenses 1:21-22).
El apóstol Pablo fue inspirado y abrumado por la grandeza del plan de salvación de Dios para el hombre: “¡Oh la profundidad de las riquezas de la sabiduría y el conocimiento de Dios! ¡Cuan insondables son Sus juicios e inescrutables son Sus caminos! Porque ¿Quien conoció la mente del Señor, o quien llegó a ser Su consejero? O ¿Quién le dio primero, y será recompensado a él de nuevo? Porque de Él, y a través de Él, y hacia Él son todas las cosas; a Él sea la gloria en los siglos de la eternidad” (Romanos 11:33-36).
Bendiciones a través de participar del Cuerpo de Cristo
Cuando aceptamos el cuerpo de Jesucristo para nuestra salvación, recibimos no solo perdón de pecados sino también la promesa de sanidad física. Como nuestra ofrenda por el pecado, Jesús tomó sobre Su propio cuerpo ambos: nuestra sentencia de muerte y nuestros sufrimientos físicos de modo que Él pudiera ser nuestro Salvador y nuestro Sanador. Jesús fue herido por nuestros pecados y transgresiones, y por Sus azotes somos sanados de nuestros males y enfermedades (Isaías 53:4-12, Mateo 8:17, Santiago 5:14-16, I Pedro 2:24).
Cuando entendemos el significado del cuerpo de Jesucristo, podemos empezar a comprender la importancia de obedecer Su mandamiento de participar del pan sin levadura de la Pascua Cristiana: “Tomen, coman; este es Mi cuerpo, el cual está siendo roto por ustedes. Esto háganlo en memoria de Mí” (I Corintios 11:24).
Los cristianos verdaderos estarán manifestando su aceptación del cuerpo de Jesucristo para su perdón y sanidad al participar del pan sin levadura cada año en la Pascua Cristiana. Al participar de este símbolo de Su cuerpo, estarán mostrando que ellos como individuos tienen una parte en las bendiciones que son ofrecidas a través de Su sacrificio por los pecados (I Corintios 11:26).