APENDICE E
(Tomado del libro “El día que Jesús el Cristo murió.”)
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Flagelación y Crucifixión
en la tradición romana
(William D. Edwards, MD, Departamento de Patología, Clínica Mayo, Rochester, MN; Wesley J. Gabel, MDiv, Iglesia Metodista Unida de Bethel Occidental, Bethel, MN.; Floyd E Hosmer, MS, AMI, Departamento de gráficos médicos, Clínica Mayo, Rochester, MN; Iglesia Metodista Unida de Homestead, Rochester, MN; revisión del articulo y fragmentos de Sobre la muerte física de Jesucristo, JAMA, Marzo 21, 1986 – Vol 255, No. 11).
Prácticas de flagelación
La flagelación era una práctica legal para cada ejecución romana, y solo las mujeres y senadores romanos o soldados (excepto en casos de deserción) eran exentos. El instrumento usual era un látigo corto con algunas lenguas de cuero sencillas o trenzadas de longitud variable, en las cuales pequeñas bolas de hierro o piezas afiladas de huesos de oveja estaban atadas en intervalos. Para la flagelación, el hombre era despojado de su vestido, y sus manos eran atadas a un poste vertical. La espalda, nalgas y piernas eran flageladas por dos soldados (verdugos) o por uno quien alternaba la posición. La severidad de la flagelación dependía de la disposición de los verdugos y era destinada a debilitar a la víctima a un estado cercano al colapso o la muerte. Mientras los soldados romanos repetidamente golpeaban la espalda de la víctima con toda la fuerza, las bolas de hierro causaban contusiones profundas, y las lenguas de cuero y huesos de ovejas desgarraban la piel y tejidos subcutáneos. Luego, mientras continuaba la flagelación, las laceraciones rasgaban los músculos esqueléticos subyacentes y producían lazos tembleques de carne sangrienta. Dolor y pérdida de sangre generalmente colocaban el escenario para un shock circulatorio. La extensión de pérdida de sangre puede bien haber determinado cuanto tiempo sobreviviría la víctima en la cruz. Después de la flagelación, los soldados a menudo se burlaban de sus víctimas.
Prácticas de Crucifixión
Aunque los romanos no inventaron la crucifixión, la perfeccionaron como una forma de tortura y castigo capital diseñada para producir una muerte lenta con máximo dolor y sufrimiento. Era uno de los métodos más desgraciados y crueles de ejecución y usualmente era reservada solo para esclavos, extranjeros, rebeldes y lo más vil de los criminales. La ley romana usualmente protegía a los ciudadanos romanos de la crucifixión, excepto tal vez en el caso de deserción de soldados.
(La cruz) era representada por un poste vertical y un travesaño, y tenía algunas variaciones. Era costumbre para el hombre condenado cargar su propia cruz desde el poste de flagelación al sitio de crucifixión afuera de los muros de la ciudad. Él usualmente iba desnudo, a menos que eso fuera prohibido por costumbres locales. Dado que el peso de toda la cruz era probablemente más de 300 lb. (136 kg), solo el travesaño era cargado. El travesaño, que pesaba de 75 a 125 lb. (34 a 57 kg), era colocado tras la nuca del cuello de la víctima y era balanceado entre ambos hombros. Usualmente, los brazos extendidos eran atados al travesaño. La procesión al sitio de crucifixión era guiada por una guardia militar romana completa, encabezada por un centurión. Uno de los soldados llevaba una señal sobre la cual el nombre del condenado y su crimen eran mostrados. Luego, la señal sería colocada en la parte superior de la cruz. La guardia romana no dejaba a la víctima hasta que estuvieran seguros de su muerte.
Afuera de los muros de la ciudad estaba ubicado permanentemente el pesado poste vertical de madera, sobre el cual el travesaño era asegurado. Para prolongar el proceso de crucifixión, un bloque de madera o tabla, que servía de asiento, a menudo era colocado en la mitad del poste.
En el sitio de ejecución, por ley, a la víctima le era dada una bebida amarga de vino mezclado con mirra como un leve analgésico. El criminal era entonces tirado al piso sobre su espalda, con sus brazos extendidos a lo largo del travesaño. Las manos podían ser clavadas o atadas al travesaño, pero el clavado era aparentemente preferido por los romanos. Las puntillas eran clavos de hierro afilado de aproximadamente 5 a 7 pulgadas (13 a 18 cm) de largo con un eje cuadrado de 3/8 de pulgada (1 cm). Las puntillas comúnmente atravesaban las muñecas en vez de las palmas.
Después que ambos brazos eran fijados al travesaño, el travesaño y la víctima juntamente eran levantados sobre el poste. Luego, los pies eran fijados a la cruz, por clavos o por cuerdas. El clavado era la práctica preferida romana. Aunque los pies podían ser fijados a los lados del poste o al descanso de madera, usualmente eran clavados directamente al frente del poste. Para lograr esto, la flexión de las rodillas puede haber sido bastante prominente, y las piernas dobladas pueden haber sido rotadas lateralmente.
Cuando el clavado era completado, la señal era fijada a la cruz, por puntillas o cuerdas, justo encima de la cabeza de la víctima. Los soldados y la multitud civil a menudo se burlaban e insultaban al hombre condenado, y los soldados habitualmente dividían sus ropas entre sí. La longitud de supervivencia generalmente fluctuaba entre 3 ó 4 horas hasta 3 ó 4 días y parece haber sido inversamente relacionado a la severidad de la flagelación. Sin embargo, aun si la flagelación había sido relativamente leve, los soldados romanos podían acelerar la muerte al romper las piernas abajo de las rodillas.
Comúnmente, insectos se posaban o se metían en las heridas abiertas o en los ojos, oídos y nariz de la víctima agonizante e indefensa, y aves de rapiña desgarraban en estos sitios. Más aún, era costumbre dejar el cadáver en la cruz para ser devorado por animales salvajes. Sin embargo, por ley romana, la familia del condenado podía tomar el cuerpo para enterrarlo, después de obtener permiso del juez romano.
Dado que nadie estaba destinado a sobrevivir la crucifixión, el cuerpo no era entregado a la familia sino hasta que los soldados estuvieran seguros que la víctima estaba muerta. Por costumbre, uno de los guardias romanos atravesaba el cuerpo con una espada o lanza. Tradicionalmente, esto había sido considerado una herida de lanza al corazón a través del lado derecho del pecho—una herida fatal probablemente enseñada a la mayoría de los soldados romanos. Más aún, el estándar de lanza de infantería, la cual era de 5 a 6 pies (1.5 a 1.8 m) de largo podía fácilmente haber alcanzado el pecho de un hombre crucificado sobre la acostumbrada cruz baja.
Aspectos médicos de la Crucifixión
Con conocimientos de anatomía y de prácticas antiguas de crucifixión, uno puede reconstruir los aspectos médicos probables de esta forma de ejecución lenta. Cada herida aparentemente tenía la intensión de producir agonía intensa, y las causas que contribuían a la muerte eran numerosas.
La flagelación antes de la crucifixión servía para debilitar al hombre condenado y, si la pérdida de sangre era considerable, producir hipotensión ortostática e incluso shock hipovolémico. Cuando la víctima era tirada a la tierra sobre su espalda, en preparación para la transfixión de sus manos, sus heridas de flagelación muy seguramente se abrirían nuevamente y se contaminarían con lodo. Más aún, con cada respiración, las dolorosas heridas de la flagelación serían raspadas contra la madera áspera del poste. Como resultado, la pérdida de sangre de la espalda probablemente continuaría a través de la penosa experiencia de la crucifixión.
Ha sido mostrado que los ligamentos y huesos de la muñeca pueden soportar el peso de un cuerpo colgando de ellos, pero las palmas no pueden. Por lo tanto, los clavos de hierro probablemente eran clavados entre el radio y los carpales o entre las dos hileras de huesos carpales, cerca o a través del fuerte flexor retinaculum y los diversos ligamentos intercarpales. La puntilla clavada trituraría o cortaría el largo nervio medio sensoriomotor. El nervio estimulado produciría descargas tremendas de dolor en ambos brazos. Aunque el nervio medio cortado produciría parálisis de una porción de la mano, las contracciones isquémicas y el empalamiento de varios ligamentos por el clavo de hierro producirían contracciones.
Es probable que el nervio peroneal y las ramificaciones de los nervios plantares medio y lateral habrían sido heridos por los clavos que atravesaban los pies. Aunque la flagelación pudo haber resultado en pérdida considerable de sangre, la crucifixión per se era un procedimiento relativamente sin sangre, dado que ninguna arteria mayor, excepto tal vez el arco plantar profundo, pasa a través de los sitios anatómicos favoritos de la transfixión.
El mayor evento patosicologico de la crucifixión, más allá del dolor agudísimo, era una interferencia marcada con la respiración normal, particularmente la exhalación. El peso del cuerpo, tirando hacia abajo desde los brazos estirados y hombros, tenderían a fijar los músculos intercostales en un estado de inhalación y de este modo dificultarían la exhalación pasiva. Por tanto, la exhalación era principalmente diafragmática, y la respiración era superficial. Es probable que esta forma de respiración no fuera suficiente y que pronto resultaría en hipercapnia. El comienzo de los calambres musculares o contracciones tetánicas, dado a fatiga e hipercapnia, dificultarían la respiración aún más.
Adecuada exhalación requería el levantamiento del cuerpo empujándolo hacia arriba con los pies, flexionando los codos y aductando los hombros. Sin embargo, esta maniobra colocaría todo el peso del cuerpo sobre los tarsos y produciría un tremendo dolor. Más aún, la flexión de los codos causaría rotación de las muñecas alrededor de los clavos de hierro y causaría agudo dolor en los dañados nervios medios. El levantamiento del cuerpo también rasparía dolorosamente la espalda flagelada con el áspero poste de madera. Calambres musculares y parestesia de los brazos estirados y levantados añadirían incomodidad. Como resultado, cada esfuerzo respiratorio llegaría a ser agonizante y fatigoso y eventualmente llevaría a la asfixia.
La causa real de la muerte por crucifixión era multifactorial y variada en cada caso, pero las dos causas más prominentes eran shock hipovolémico y asfixia por agotamiento. Otros posibles factores que contribuían incluían deshidratación, arritmias inducidas por estrés, falla de corazón por congestión con la acumulación rápida de efusiones pericárdicas y tal vez pleurales. La muerte por crucifixión era, en todo el sentido de la palabra, una tortura (Latín, excruciatus, o "de la cruz").
La flagelación de Jesús
En el Pretorio, Jesús fue severamente azotado. (Aunque la severidad de la flagelación no es discutida en los cuatro registros de los evangelios, es dada a entender en una de las epístolas (I Pedro 2:24). Un detallado estudio de palabras del antiguo texto griego para este verso indica que la flagelación de Jesús fue particularmente dura.) No se sabe si el número de latigazos fue limitado a 39, de acuerdo con la ley judía. Los soldados romanos, divertidos de que este hombre debilitado había reclamado ser un rey, comenzaron a burlase de él colocando un manto sobre sus hombros, una corona de espinas en su cabeza, y una vara de madera como cetro en su mano derecha. Luego, escupieron a Jesús y lo golpearon en la cabeza con la vara de madera. Más aún, cuando los soldados rasgaron la túnica de la espalda de Jesús, probablemente reabrieron las heridas de la flagelación.
La severa flagelación, con su dolor intenso y pérdida de sangre apreciable, muy probablemente dejó a Jesús en estado de pre-shock. Más aún, hematidrosis habría hecho su piel particularmente tierna. El abuso físico y mental impuesto por los judíos y los romanos, así como la carencia de comida, agua y sueño, también contribuyó a su estado general débil. Por tanto, incluso antes de la crucifixión real, la condición física de Jesús era por lo menos seria y posiblemente crítica.
Muerte de Jesús
Dos aspectos de la muerte de Jesús han sido fuente de gran controversia, la naturaleza de la herida en su costado y la causa de su muerte después de tan solo algunas horas en la cruz.
El evangelio de Juan describe la perforación del costado de Jesús y enfatiza el repentino flujo de sangre y agua. Algunos autores han interpretado el flujo de agua con ascitis u orina de una perforación abdominal media de la vejiga. Sin embargo, la palabra griega hebrea usada por Juan (pleura) denotaba claramente lateralidad y a menudo implicaba las costillas. Por tanto, parece probable que la herida fue en el tórax y bastante lejos del abdomen medio.
Aunque el lado de la herida no fue descrita por Juan, tradicionalmente ha sido representada en el lado derecho. Apoyando esta tradición está el hecho de que un flujo grande de sangre sería más probable con una perforación del distensionado y delgado ventrículo derecho que del grueso y contraído ventrículo izquierdo. Aunque el lado de la herida nunca puede ser establecido con seguridad, el derecho parece más probable que el izquierdo. El agua probablemente representó fluido seroso pleural y pericardial, y habría precedido el flujo de sangre y sido más pequeño en volumen que la sangre. Tal vez en el escenario de hipovolemia y el inminente paro cardiaco, efusiones pleurales y pericardiales pueden haberse desarrollado y habrían adicionado al volumen de agua aparente. La sangre, en contraste, puede haberse originado del ventrículo derecho o tal vez del hemopericardio.
La muerte de Jesús después de solo 3 a 6 horas en la cruz sorprendió incluso a Poncio Pilato. El hecho de que Jesús gritara con fuerte voz y luego inclinara su cabeza y muriera sugiere la posibilidad de un evento terminal catastrófico.
La causa real de la muerte de Jesús, como de otras víctimas crucificadas, puede haber sido multifactorial y relacionado primariamente a shock hipovolémico, asfixia por agotamiento y tal vez paro cardiaco. Una arritmia cardiaca fatal puede haber contado para el aparente evento terminal catastrófico.
Claramente, el peso de la evidencia histórica y médica indica que Jesús ya estaba muerto antes que la herida en su costado fuera infligida y soporta la vista tradicional de que la lanza atravesó entre sus costillas derechas, probablemente perforó no solo el pulmón derecho sino también el pericardio y el corazón y así aseguró su muerte.*
*Nota del editor: A partir de las Escrituras hay razón para creer que la lanza que fue clavada en el costado de Jesús fue la causa de Su muerte. En el Evangelio de Juan, el registro paralelo dice: “Y así, cuando Jesús había recibido el vinagre, dijo, “Está terminado.” E inclinando Su cabeza, rindió Su espíritu. Los judíos por tanto, para que los cuerpos no pudieran permanecer sobre la cruz en el Sábado anual, porque era un día de preparación (porque ese Sábado anual era un día alto), requirieron a Pilato que sus piernas pudieran ser rotas y los cuerpos fueran quitados. Entonces los soldados vinieron y rompieron las piernas del primero, y las piernas del otro que fue crucificado con Él. Pero cuando vinieron a Jesús y vieron que Él ya estaba muerto, no rompieron Sus piernas; pero uno de los soldados había atravesado Su costado con una lanza, e inmediatamente había salido sangre y agua” (Juan 19:30-34).
El verbo griego enuzen enuzen es un tiempo pasado aroista del verso nussw nusso. Por tanto, este verbo aroista enuzen enuzen indica claramente que el soldado había atravesado el costado de Jesús con la lanza en el tiempo pasado inmediato, esto es justo antes del tiempo en que el otro soldado viniera a romper las piernas de Jesús, pero encontró que Él ya estaba muerto.
Cuando es restaurada la parte perdida de Mateo 27:49, es claro que la causa final de la muerte de Jesús fue la lanza que el soldado clavó en Su costado. Este verso completo dice: “Pero el resto dijo, “¡Déjenlo solo! Veamos si Elías viene a salvarlo.” Luego otro tomó una lanza y la clavó en Su costado, y salió agua y sangre.”
La última mitad de este verso, la cual incluye las palabras “...Luego otro tomó una lanza y la clavó en Su costado, y salió agua y sangre,” ha sido omitida de la versión Reina Valera. Sin embargo, algunos manuscritos antiguos contienen esta parte del verso. La última parte del verso es también encontrada en otros manuscritos que están designados por las letras (L, T, Z) y por los números (33, 49, 892 y 1241). Traducciones más antiguas las cuales contienen el verso completo son la traducción Moffatt y la traducción Fenton. Traducciones más recientes generalmente ponen una nota de pie de página en esta porción de Mateo 27:49 en vez de incluirlo en el texto. El peso de la evidencia indica que la última mitad del verso es una parte autentica del texto griego y debería ser incluida en las traducciones del Nuevo Testamento. La veracidad de esta porción de Mateo 27:49 es comprobada por los registros en Juan 19:34 y 20:27.