Restaurando
el Cristianismo original—¡para hoy!
Iglesia
de Dios Cristiana y Bíblica
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Fred R. Coulter
Ministro
Enero 15, 2014
Queridos hermanos,
Después de
todos los mensajes recientes que he dado sobre profecía—acompañados con el nuevo
folleto ¿Por qué el “cristianismo” en América ha fallado?, el cual
detalla la caída del cristianismo nominal de hoy en día—recordé un sermón que escuché
hace más de 40 años. En aquel tiempo estaba pastoreando dos grandes Iglesias en
el área de Los Ángeles—Torrance y Santa Mónica. Un ministro invitado de la
oficina central vino a Torrance un Sábado y dio un llamativo sermón titulado, “¡14
razones por las que sus oraciones no son respondidas!” Después que él terminó,
hubo un terrible silencio muerto en la congregación; todos nosotros nos
sentimos como si hubiéramos sido verbalmente derribados a nada y que nuestras
oraciones nunca serían respondidas. Entonces, en el camino a casa, mientras Dolores
y yo estábamos hablando sobre el sermón, el pensamiento de pronto se me ocurrió:
“¿Por qué él no nos dio por lo menos una forma de como nuestras
oraciones serían respondidas? ¿Por qué no darnos un poquito de esperanza?”
Sin duda
estamos viviendo en los tiempos del fin—la ilegalidad y la maldad están siendo
multiplicadas mientras la sociedad rápidamente se esta deteriorando moralmente,
económicamente y políticamente. ¡Todo el mundo parece estar colapsando! También
somos confrontados con varias pruebas y dificultades en nuestras vidas
personales. Y algunos hermanos son cargados con problemas y conflictos en
algunas de las Iglesias de Dios. Esto resalta la pregunta: ¿Cómo podemos tener
nuestras oraciones contestadas y tener esperanza en estos días difíciles
y de prueba?
Para mantener nuestro rumbo, lo primero que
necesitamos recordar es esto—a pesar de todo lo mencionado arriba—DIOS EL PADRE
Y JESUCRISTO LO AMAN PERSONALMENTE Y ¡USTED LOS AMA A ELLOS!
Después de la última Pascua de Jesús
con Sus apóstoles, solo unas pocas horas antes que Él fuera traicionado y
arrestado, Él los animó con estas palabras: “Estas cosas les he hablado en alegorías;
pero el tiempo viene cuando no les hablaré más en alegorías, sino que les
revelaré claramente las cosas del Padre. En ese día, ustedes pedirán en Mi nombre; y
no les digo que rogaré al Padre por ustedes, porque el Padre mismo los ama,
porque ustedes Me han amado, y han creído que salí de Dios” (Juan 16:25-27). Nunca olviden que el ¡Padre mismo
los ama personalmente!
Jesús les revelaría más verdad después—pero
ellos no eran aun capaces de recibir tal verdad. Él prometió usar el poder del Espíritu
Santo—el Espíritu de la verdad—para guiarlos a toda verdad: “Tengo aún muchas cosas que
decirles, pero no son capaces de llevarlas ahora. Sin embargo, cuando ese
haya venido, el Espíritu de la verdad, los guiará a toda verdad porque no
hablará de si mismo, sino cualquier cosa que oiga, hablará. Y les revelará las
cosas por venir. Ese Me glorificará porque les revelará
las cosas que recibe de Mí. Todo lo que tiene el Padre es Mío; por esta razón dije que ése
recibirá de Mí y les revelará estas cosas” (Juan 16:12-15).
Jesús no les reveló nueva verdad
a los apóstoles todo de una. Más bien, Jesús les dio entendimiento incrementado
en tiempos diferentes a través de sus ministerios. Así, verdades proféticas y
profundamente espirituales fueron gradualmente reveladas a los apóstoles, las
cuales ellos subsecuentemente escribieron en lo que llegó a ser el Nuevo
Testamento. Por consiguiente, cuando adicionamos el Antiguo Testamento, Dios en
verdad ha provisto Su Palabra completa a Su Iglesia.
Además del Sábado y Días Santos,
necesitamos pensar acerca de las muchas cosas que Dios nos ha revelado a través
de Su Espíritu y Su Palabra. Ciertamente tenemos las palabras y enseñanzas de
Jesucristo; el conocimiento del Plan de Dios; un entendimiento de las profecías
complejas para el tiempo del fin; el entendimiento del regreso de Cristo, la resurrección
a vida eterna, y el Reino de Dios por venir; y ¡muchísimo más! ¡Esto
constituye el conocimiento más grande que podríamos alguna vez recibir en
nuestras vidas! Que tremenda bendición es que Dios nos ha favorecido
con Su verdad. Es por eso, que a pesar de todos los problemas y dificultades
que vemos en el mundo y en las vidas de las personas, necesitamos estar
inspirados al saber que Dios nos ama profundamente.
Jesús nos ha dado la verdad
no porque seamos algo de nosotros mismos en este mundo, sino porque el Padre ha
intervenido en nuestras vidas y nos ha atraído a Él mismo y a Cristo. ¡Este es
el llamado de Dios a través de la predicación del Evangelio! Cuando nos
arrepentimos de nuestros pecados y creemos verdaderamente en Jesucristo como
nuestro Salvador personal, estamos respondiendo el llamado de Dios.
Mientras muchos son llamados, pocos son escogidos (Mateo 20:16; 22:14). Pocos
son escogidos porque pocos responden el llamado de Dios.
Desde el mismo comienzo de este proceso, es el Padre Quien nos
acerca. Como Jesús le dijo a Sus discípulos: “Nadie puede venir a Mí a menos que el
Padre, Quien Me envió, lo atraiga; y Yo lo levantaré en el último día. Está escrito en los profetas, ‘Y todos ellos serán enseñados por Dios.’ Por tanto, todo el
que ha oído del Padre, y ha aprendido, viene a Mí” (Juan 6:44-45). Jesús también revela que este es un proceso conjunto entre
Él y el Padre: “Por esta razón, les he dicho, nadie
puede venir a Mí a menos que le haya sido concedido por Mi Padre” (verso
65)—y “nadie viene al Padre, excepto a través de Mí”
(Juan 14:6).
Luego, cuando somos bautizados y
recibimos el regalo del Espíritu Santo—el engendramiento de Dios el Padre—llegamos
a ser los hijos de Dios, listos para comenzar nuestra nueva vida en Cristo a través
de la gracia de Dios. El apóstol Pedro escribe: “[Ustedes] Quienes han sido escogidos de acuerdo al conocimiento
predeterminado de Dios el Padre, por la santificación a través del
Espíritu, a la obediencia y aspersión de la sangre de Jesucristo:
Gracia y paz sean multiplicadas a ustedes.
“Bendito sea el Dios y Padre de
nuestro Señor Jesucristo, Quien, de acuerdo a Su abundante misericordia, nos
ha engendrado otra vez hacia una esperanza viva a través de la resurrección
de Jesucristo de los muertos; hacia una herencia incorruptible y sin mancha e
inmarcesible, reservada en el cielo para nosotros, quienes estamos siendo guardados por
el poder de Dios a través de la fe, para la salvación que
está lista para ser revelada en los últimos tiempos” (I Pedro. 1:2-5).
Pedro está describiendo cómo
somos puestos en recta posición con Dios el Padre y Jesucristo después
del bautismo y recibimiento del Espíritu Santo. Así somos equipados
espiritualmente para vivir en el “camino del Señor” y a empezar a “vivir por
cada palabra de Dios”—todo
a través del poder del Espíritu Santo de Dios ahora habitando dentro de
nosotros.
Una verdad increíble, la cual Jesús
Mismo reveló a los apóstoles, es que hay dos aspectos para la “composición”
del Espíritu Santo
habitando dentro de nosotros. De hecho, el poder del Espíritu Santo viene de ambos
el Padre y el Hijo, no solamente del Padre. Note como Jesús explicó esto a los apóstoles:
“En aquel día,
ustedes sabrán que Yo estoy en Mi Padre, y ustedes están en Mí, y Yo
estoy en ustedes. Aquel que tiene Mis mandamientos, y los está guardando,
ese es quien Me ama; y quien Me ama será amado por Mi Padre, y Yo lo amaré, y
Me manifestaré Yo mismo a él.” Judas (no Iscariote) le dijo, “Señor, ¿Qué ha pasado que estas a
punto de manifestarte a nosotros, y no al mundo?” Jesús respondió y le dijo, “Si
alguno Me ama, guardará Mi palabra; y Mi Padre le amará, y Nosotros vendremos a
él, y haremos Nuestra morada con él” (Juan 14:20-23).
Claramente Jesús nos dice que “Nosotros,”
el Padre y Cristo, ¡ambos morarán dentro de nosotros! Del Padre
recibimos Su engendramiento de modo que podemos ser Sus hijos e hijas
espirituales. De Jesús recibimos el poder espiritual para desarrollar la
mente de Cristo (Filipenses 2:5; Colosenses 1:27).
El apóstol Pablo confirmó esto
en el libro de
Romanos: “Sin
embargo, ustedes no están en la carne, sino en el Espíritu, si
el Espíritu de Dios está ciertamente viviendo dentro de ustedes. Pero si
cualquiera no tiene el Espíritu de Cristo, no pertenece a Él. Pero si
Cristo está dentro de ustedes, el cuerpo ciertamente está muerto
por causa del pecado; sin embargo, el Espíritu es vida por causa de
justicia. Entonces si el Espíritu de Quien levantó a Jesús de los muertos
está viviendo dentro de ustedes,
Quien levantó a Cristo de los muertos también resucitará sus
cuerpos mortales por causa de Su Espíritu [el Espíritu de engendramiento del Padre] que vive dentro de ustedes” (Romanos 8:9-11).
En verdad, Pablo revela que hay dos
aspectos para el Espíritu Santo: 1) el “Espíritu de Cristo” y 2) el “Espíritu de Quien levantó a Jesús de
los muertos
[el Padre].” Esto concuerda con lo que Jesús dijo del Padre y de Él mismo: “Nosotros
haremos nuestra morada con ustedes.”
Después de recibir el Espíritu
Santo—el Espíritu del Padre y del Hijo—nuestras vidas están ahora dedicadas a
crecer en gracia y el conocimiento de Jesucristo hacia vida eterna. A través de
oración diaria y el estudio de la Palabra de Dios, continuamos desarrollando el
carácter espiritual de Dios en preparación para la resurrección a vida eterna.
Lo que Pablo le escribió a los corintos
confirma lo que él le escribió a los romanos: “Porque ustedes son templo del Dios vivo,
exactamente como Dios dijo: “Viviré en ellos y caminaré en ellos; y seré
su Dios, y ellos serán Mi pueblo.…
Y seré un Padre
para ustedes, y ustedes serán Mis hijos e hijas,” dice el Señor Todopoderoso” (II Corintios 6:16, 18). Entonces,
al regreso de Cristo, seremos verdaderamente “nacidos de nuevo” como seres
espirituales y llegaremos a ser parte de la Familia espiritual de Dios el Padre.
Así mismo, Juan fue inspirado a escribir
que somos, incluso ahora, los “hijos de Dios.” “¡He aquí! ¡Que glorioso amor nos ha
dado el Padre, que deberíamos ser llamados los hijos de Dios! Por esta misma
razón, el mundo no nos conoce porque no lo conoció a Él. Amados, ahora somos
los hijos de Dios, y no ha sido revelado aun lo que seremos; pero sabemos que
cuando Él sea manifestado, seremos como Él, porque lo veremos exactamente como
Él es” (I Juan
3:1-2).
Pedro también escribe que—a causa de esta maravillosa
esperanza para la cual Dios nos ha llamado—no deberíamos dejar que las pruebas
y dificultades que enfrentamos nos desanimen. Más bien, debemos estar
manteniendo continuamente nuestras mentes enfocadas en esta fantástica esperanza: “En esto [la esperanza de Dios] ustedes mismos se alegran
grandemente; aunque por el momento, si es necesario, están en aflicción por
un rato por varias pruebas; [porque Dios incluso usará estas para ayudarlo a crecer
espiritualmente] para
que la prueba de su fe, la cual es mucho mas preciosa que el oro
que perece, aunque está siendo probada por fuego, pueda ser encontrada hacia
alabanza y honor y gloria en la revelación de Jesucristo; a Quien, no
habiendo visto, ustedes aman; en Quien, aunque en el tiempo presente no
lo ven, creen, y se alegran con gozo indecible, y llenos con gloria; y
están recibiendo el fin de su fe—la salvación de sus almas” (I Pedro 1:6-9).
Por tanto, hermanos, a pesar de
las pruebas y dificultades en nuestras vidas y que vemos en el mundo, nunca
debemos perder la vista del poder de Dios y del amor de Dios, a través de
Jesucristo, para salvarnos. Pedro nos amonesta sobre cómo manejar las
dificultades cuando vienen a nuestras vidas: “Por esta razón, estén preparados en sus
mentes, sean auto-controlados, y estén esperando totalmente en la gracia
que les será traída en la revelación de Jesucristo. Como hijos obedientes, no se conformen a la
antigua lujuria, como hicieron en su ignorancia. Sino así como
Quien los ha llamado es santo, ustedes mismos también sean santos en
toda su conducta. Porque está escrito, “Sean santos porque Yo soy
santo.” Y si ustedes invocan al Padre, Quien juzga de acuerdo a la obra de cada
hombre sin acepción de personas, pasen el tiempo de viaje de su vida en el
temor de Dios”
(versos 13-17).
Al final de su epístola, Pedro
nuevamente escribe de la esperanza y poder de Dios en nuestras vidas. Incluso
cuando seamos confrontados con las fuerzas del mal engendradas por Satanás el
diablo, Dios nos salvará—si somos fieles a Él: “Sean humildes por tanto bajo la
mano poderosa de Dios para que Él pueda exaltarlos en el debido tiempo;
echando todas sus preocupaciones sobre Él, porque Él cuida de ustedes.
“¡Sean sobrios! ¡Sean vigilantes! Porque su
adversario el diablo está merodeando como un león rugiente, buscando a
cualquiera que pueda devorar. A quien resisten, firmes en la fe, sabiendo que las mismas
aflicciones están siendo cumplidas entre sus hermanos que están en el
mundo. Ahora pueda el Dios de toda
gracia, Quien nos ha llamado a Su gloria eterna en Cristo Jesús, después de
que hayan sufrido un poco, Él mismo perfeccionarlos, establecerlos,
fortalecerlos, y asentarlos.
A Él sea la
gloria y el poder en las eras de eternidad. Amen” (I Pedro 5:6-11). Por favor lea y estudie
toda la primera epístola de Pedro, la cual le ayudará a fortalecerse
espiritualmente.
Pablo muestra que somos los
hijos de Dios y coherederos
con Cristo. No hay nada en este mundo con que comparar lo que Dios está haciendo
en nuestras vidas. Ni hay esperanza y premio más grande que la que Dios nos ha
prometido: “Entonces,
hermanos, no somos deudores a la carne, para vivir de acuerdo a la carne;
porque si están viviendo de acuerdo a la carne, morirán; pero si por el
Espíritu están condenando a muerte los hechos del cuerpo, vivirán.
“Porque tantos como son guiados por el
Espíritu de Dios, esos son los hijos de Dios. Ahora ustedes no han recibido un
espíritu de esclavitud [el espíritu de este mundo de Satanás el diablo (Efesios 2:1-3)] otra vez hacia temor, sino han
recibido el Espíritu de filiación, por el cual gritamos, “Abba, Padre.” El Espíritu mismo da testimonio
conjuntamente con nuestro propio espíritu, testificando que somos hijos
de Dios” (Romanos 8:12-16).
Luego, Pablo nos dice que
ninguno de los problemas que enfrentamos u observamos en el mundo son dignos de
compararse a la gloria fantástica que recibiremos de Dios el Padre. Y, como los
hijos de Dios y coherederos con Jesús, ayudaremos a traer el glorioso Reino de
Dios a todo el mundo. Cuando consideramos todos los problemas en el mundo, necesitamos recordar
que Dios nos ha llamado para ayudar a resolverlos: “Entonces si somos hijos, somos
también herederos—verdaderamente, herederos de Dios y coherederos con
Cristo—si ciertamente sufrimos junto con Él, para que podamos también ser glorificados
junto con Él. Porque considero que los sufrimientos del tiempo presente no
son dignos de ser comparados con la gloria que será revelada en
nosotros.
“Porque la más sincera expectativa de la
creación misma está esperando la manifestación de los hijos de Dios; porque la
creación fue sujeta a vanidad, no voluntariamente, sino por razón de Quien la
sujetó en esperanza, para que la creación misma pudiera ser librada de la
esclavitud de corrupción hacia la libertad de la gloria de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación está
gimiendo y con dolores de parto juntamente hasta ahora. Y no solo eso,
sino que incluso nosotros mismos, quienes tenemos los primeros frutos
del Espíritu, también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la
filiación—la redención de nuestros cuerpos” (versos 17-23)
Verdaderamente no puede haber esperanza más
grande para el mundo y para nosotros. Es por eso que necesitamos mantener estas
cosas en la frente de nuestras mentes. Entonces seremos capaces de soportar y
vencer a través del poder del Espíritu de Dios: “Porque por esperanza fuimos salvados; pero la
esperanza que es vista no es esperanza; porque ¿por qué alguien estaría aun
esperando lo que ve? Pero si esperamos lo que no vemos, nosotros mismos lo
esperamos con paciencia [a pesar de las circunstancias]” (versos 24-25).
Cuando oramos, el Espíritu Santo
dentro de nosotros comunica a Dios nuestros más profundos y verdaderos
sentimientos y pensamientos, traduciéndolos a un “idioma espiritual” dirigido a
Dios. Como escribe
Pablo, “En la misma
forma también, el Espíritu está conjuntamente ayudando nuestra debilidad porque
no entendemos plenamente por que deberíamos orar, de acuerdo como es necesario,
pero el Espíritu mismo hace intercesión por nosotros con gemidos que no
pueden ser expresados por nosotros. Y Aquel Quien busca los corazones comprende
cuales son los esfuerzos del Espíritu porque ese hace intercesión por los
santos de acuerdo a la voluntad de Dios” (versos 26-27).
Por esto—sin importar que prueba
enfrentemos o que carga llevemos—Dios eventualmente las hará funcionar para nuestro bien. Como
Pablo escribe, en el análisis final, nada puede estar en contra de nosotros
porque hemos sido “llamados, escogidos y fieles.” Deje que estas palabras
inspiradoras se hundan profundo en su mente de modo que nunca pierda la fe o la
esperanza: “Y
sabemos que todas las cosas trabajan juntas para el bien de aquellos que
aman a Dios, para aquellos que son llamados de acuerdo a Su propósito.
Porque a aquellos a quienes Él conoció de antemano [en esta vida], también predestinó para ser
conformados a la imagen de Su propio Hijo, para que Él pudiera ser el
primogénito entre muchos hermanos. Entonces a quienes Él predestinó, a éstos también
llamó; y a quienes Él llamó, a éstos también justificó; y a quienes Él
justificó, a éstos también glorificó [con el Espíritu Santo ahora, y los destinó
a llegar a ser seres espirituales reales por toda la eternidad]. ¿Qué diremos entonces a esas cosas? Si Dios es por nosotros,
¿quién puede estar contra nosotros?” (versos 28-31).
Recuerde, ¡las promesas de Dios
nunca fallarán! ¡Dios el Padre y Jesucristo nunca fallarán! Con el Padre y
Cristo morando en nosotros, nunca fallaremos, porque permaneceremos fieles a
pesar de lo que podamos enfrentar. Cuando recordamos lo que Dios ha hecho por
nosotros a través de Jesús y confiamos fielmente en Él, nos será dada la fortaleza
para enfrentar lo que venga. Aquí esta como Pablo fue inspirado para describir esto, porque él
lo vivió: “Quien no
escatimó incluso Su propio Hijo, sino que renunció a Él por todos
nosotros, ¿cómo no nos otorgará también todas las cosas con Él? ¿Quién traerá
una acusación contra el elegido de Dios? Dios es Aquel que justifica.
¿Quién es aquel que condena? Es Cristo Quien murió, más aun,
Quien es alzado de nuevo, Quien está incluso ahora a la mano
derecha de Dios, y Quien está también haciendo intercesión por nosotros.
“¿Qué nos separará del amor de
Cristo?
¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o
espada? En consecuencia, está escrito,
“Por amor a Ti estamos muertos todo el día; somos contados como ovejas para la
masacre.”
“Pero en todas estas cosas somos más que
conquistadores a través de Quien nos amó. Porque estoy persuadido que ni
muerte, ni vida, ni ángeles, ni principados, ni poderes, ni cosas presentes, ni
cosas por venir, ni altura, ni profundidad, ni cualquier otra cosa creada, será
capaz de separarnos del amor de Dios, el cual es en Cristo Jesús nuestro
Señor” (versos 32-39).
Examinemos ahora la oración de Jesús
justo antes que Él fuera traicionado por Judas Iscariote y arrestado. Esto
revela que nuestro Señor y Salvador fijó Su mente en el resultado final del
plan de Dios. Esto lo fortaleció para enfrentar valerosamente Su flagelación y crucifixión—¡para
morir por los pecados del mundo como el Cordero de Dios! Aquí están las propias palabras de la oración
final de Jesús como esta registrado por el apóstol Juan. Deje que Su oración lo
inspire, con el Espíritu del Padre y Cristo en usted, para tener la fortaleza espiritual,
la resolución y el profundo amor de Dios para ayudarlo cada día: “Les he dado [a los apóstoles y discípulos] Tus palabras, y el mundo los ha
odiado porque no son del mundo, así como Yo no soy del mundo. No oro que los saques del mundo, sino que
los guardes del maligno [Satanás el diablo].
“No son del mundo, así como Yo no soy del
mundo. Santifícalos en Tú verdad; Tú Palabra es la verdad. Así como Me enviaste al mundo, Yo también
los he enviado al mundo. Y por su amor Me santifico a Mí mismo [a través de la crucifixión y resurrección], para que también puedan ser
santificados en Tú verdad.
“No oro por éstos solamente, sino también
por aquellos que creerán en Mí a través de su palabra; que todos ellos
puedan ser uno; así como Tú, Padre, estás en Mí, y Yo en Ti; que ellos
también puedan ser uno en Nosotros, para que el mundo pueda creer que Tú sí Me
enviaste. Y Yo les he dado la gloria que Me diste, para que puedan ser uno, en
la misma forma que Nosotros somos uno: Yo en ellos, y Tú en Mí, para que
puedan ser perfeccionados en uno; y que el mundo pueda saber que Tú sí me
enviaste, y que los has amado como Me has amado.
“Padre, deseo que aquellos que Me has dado,
también puedan estar Conmigo donde Yo esté, para que puedan ver Mi gloria, la
cual Me has dado; porque Me amaste antes de la fundación del mundo.
Padre justo, el mundo no Te ha conocido; pero Yo Te he conocido, y éstos han
sabido que Tú sí Me enviaste. Y les he hecho conocer Tu nombre, y lo
haré conocido; para que el amor con el cual Me has amado esté en ellos, y Yo en
ellos” ” (Juan
17:14-26).
Pablo también señaló a los
hermanos el ejemplo de como Jesús valientemente y sin miedo enfrentó la crucifixión,
de modo que así mismo podía enfrentar de lleno todos nuestros problemas y
dificultades con el mismo propósito y actitud. En el libro de Hebreos, él
escribe: “Por
tanto, dado que estamos rodeados por tan gran multitud de testigos [testigos fieles del pasado], dejemos a un lado todo peso, y
el pecado que tan fácilmente nos atrapa; y corramos la carrera
puesta delante nuestro con resistencia, teniendo nuestras mentes
fijas en Jesús, el Iniciador y Terminador de nuestra fe; Quien por el
gozo que tenía delante de Él resistió la cruz, aunque despreció la
vergüenza, y se ha sentado a la mano derecha del trono de Dios.
“Ahora mediten profundamente en Quien
resistió tan gran hostilidad de pecadores contra Sí mismo para que no
lleguen a estar cansados y desmayen en sus mentes. Ustedes aún no han resistido al punto de perder sangre
en su lucha contra el pecado [y el mundo]” (Hebreos 12:1-4).
Necesitamos seguir el ejemplo de
Jesús de fortaleza y coraje. Por tanto, a pesar de todos los problemas en todo
lugar en el mundo, necesitamos enfocarnos en las cosas espirituales primero—en
las promesas y esperanza de Dios—no en las cosas físicas y problemas que
enfrentamos y vemos en el mundo. Mientras nos rendimos a Dios el Padre y
Cristo, Ellos energizarán nuestros corazones y mentes. De esta forma podemos
continuar creciendo en fe, esperanza y amor. Esta es la misma razón por la que
oramos diariamente, a causa de que Dios el Padre—el Gobernador Soberano
de todo el universo—nos ha llamado y escogido para ser Sus mismos hijos
e hijas por toda la eternidad. Siempre mantenga en mente que estamos en entrenamiento
para la vida eterna. Nuestra primera asignación después de la resurrección es
reinar y gobernar con Jesús y traer el Reino de Dios a todo el mundo—¡literalmente
ayudarle a Cristo a salvar el mundo!
Hermanos, nuevamente, apreciamos
verdaderamente su amor, sus oraciones y su apoyo continuo con sus diezmos y
ofrendas de modo que todos nosotros podemos continuar sirviendo a Dios, a los
hermanos, y alcanzar a otros hermanos y personas nuevas. Dios está bendiciendo
nuestros esfuerzos combinados a medida que avanzamos juntos en servirle a Él con
todo nuestro corazón, mente y fortaleza. Pueda Dios el Padre bendecirlos en
todo a medida que ustedes continúan amando a Dios y a Jesucristo y creciendo en
gracia y conocimiento.
Con amor en Cristo Jesús,
Fred R. Coulter
FRC