CAPITULO 11

(Tomado del libro “Días festivos ocultos o Días Santos de Dios¿Cuáles?”)

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Un recorrido de las Fiestas de primavera y Días Santos de Dios en el Nuevo Testamento

 

Por

Fred R. Coulter

www.iglesiadedioscristianaybiblica.org

 

Una clave mayor para entender el Nuevo Testamento se encuentra en el conocimiento de las fiestas y días santos de Dios. Lejos de estar abolido—como el “cristianismo ortodoxo” nos haría creer—el Nuevo Testamento revela significados más profundos y grandes de los días santos de Dios. Sin un entendimiento de estos días festivos tan importantes, la comprensión del Nuevo Testamento de una persona será, de hecho, deficiente e incompleta.

En este capítulo examinaremos como Dios está usando Sus festivales y días santos para cumplir Su plan, propósito y profecías.

De Mateo a Apocalipsis, puede ser claramente establecido que los discípulos de Cristo no observaron días festivos ocultos sino que, Jesucristo, los apóstoles, y los convertidos judíos y gentiles observaron los días festivos ordenados por Dios. Los verdaderos cristianos siempre aman a Dios y guardan Sus mandamientos (Apocalipsis 14:12). De hecho, el término “Cristiano” significa un seguidor de Jesucristo—uno que exhibe las cualidades demostradas y enseñadas por Jesús. Un Cristiano sigue a Cristo independientemente de las circunstancias (Apocalipsis 14:4), y tiene el testimonio y la fe de Cristo (Apocalipsis 12:17; 14:12).

El apóstol Juan resumió la conducta y forma de vida de un verdadero Cristiano: “De otro lado, si cualquiera está guardando Su Palabra, verdaderamente en aquel el amor de Dios está siendo perfeccionado. Por este medio sabemos que estamos en Él. Cualquiera que reclame vivir en Él está obligándose a sí mismo también a caminar incluso como Él mismo caminó.” (I Juan 2:5-6). Y de nuevo, “Porque para esto fueron llamados porque Cristo también sufrió por nosotros, dejándonos un ejemplo, que deberían seguir en Sus pasos;” (I Pedro 2:21).

Por lo tanto, debemos creer en Jesucristo y seguir Su ejemplo—caminar como Él caminó, porque Él (como Dios manifestado en la carne) es la única base para el verdadero cristianismo. “Porque nadie es capaz de colocar ningún otro fundamento además de ese que ha sido colocado, el cual es Jesucristo.” (I Corintios 3:11). Él no es solo el fundamento de nuestra fe, sino que Él es también llamado “La Piedra Angular” (Efesios 2:20 y I Pedro 2:6-7). Todo el Nuevo Testamento está construido sobre el fundamento de Jesucristo. Es a través de Su vida perfecta, Su muerte por nuestros pecados, y Su resurrección que recibimos salvación. Verdaderamente, desde Génesis hasta Apocalipsis, el enfoque de toda la Biblia es Jesucristo, el Salvador del mundo.

 

Jesucristo—nuestra Pascua—murió en el día de la Pascua

 

Para captar el significado más profundo de la Pascua, debemos mirar el principio—la primera profecía concerniente al Mesías encontrada en Génesis 3. Después que Adán y Eva pecaron, el Señor Dios mismo—aquel que más tarde llegó a ser el Jesucristo del Nuevo Testamento—profetizó de Su muerte futura como Dios manifestado en la carne. “Y pondré enemistad entre la mujer y tú [Satanás], y entre su Semilla [Jesucristo] y tú semilla [Satanás sus demonios]; Él [Cristo, como Salvador] magullará tú cabeza [la de Satanás], y tú [Satanás] magullarás Su talón [el de Cristo a través de la crucifixión].” (Génesis 3:15).

          Sin embargo, incluso antes de la creación de Adán y Eva, Dios ya había hecho provisión para la redención de la humanidad a través de Jesucristo—ya que Él es “el Cordero [de Dios] muerto desde la fundación del mundo” (Apocalipsis 13:8).

Desde el tiempo de la primera Pascua en Egipto hasta el tiempo de Jesucristo, la Pascua conmemoraba la escatimada del primogénito de Israel. El cordero macho sin mancha sacrificado en observancia de la Pascua del Antiguo Testamento era un tipo que apuntaba a Jesús, el “Cordero de Dios Quien quita el pecado del mundo” (Juan 1:29, 36).

Pablo escribió que el Padre había colocado un “tiempo señalado [en el cual] Cristo murió por los impíos” (Romanos 5:6)—por los pecados del mundo. ¿Cuál fue ese “tiempo señalado”? ¿Se refiere eso a una de las “fiestas señaladas” de Dios? La respuesta es, “!Si!” Pablo dejó esto perfectamente claro cuando escribió a la iglesia gentil en Corinto: “…Porque Cristo nuestra Pascua [Cordero Pascual] fue sacrificado por nosotros.” (I Corintios 5:7).

Como lo narran los Evangelios, Pablo entendió completamente que Jesucristo murió en día señalado, el día de la Pascua, a la hora precisa que Dios había determinado “antes de la fundación del mundo” (Apocalipsis 13:8). Los eventos registrados en las Escrituras concerniente a la última Pascua de Jesús—Su traición, arresto, juicios, golpizas, la flagelación, la crucifixión, Su muerte y entierro—todo tuvo lugar dentro de un día de 24 horas contado de ocaso a ocaso. Ese día fue el día de la Pascua en el 30 d.C, Nisán 14 en el calendario hebreo, Abril 5 en el calendario juliano romano. Por virtud de estos hechos históricos y espirituales, el día de la Pascua es la fiesta más importante ordenada por Dios—¡porque Jesucristo fue crucificado y murió en ese día! Más aun, al menos 28 profecías específicas del Antiguo Testamento fueron cumplidas en ese día señalado (Fred R. Coulter, El día que Jesús en Cristo murió, págs. 35-43).

Como el sacrificio supremo de Dios al Padre, Jesucristo es ciertamente nuestra Pascua, Quien murió por nosotros. Él tomó sobre Sí mismo el castigo completo de nuestros pecados para redimirnos y rescatarnos del autor del pecado, Satanás el diablo.

La última Pascua de Jesucristo: La importancia de la última Pascua de Jesucristo es demostrada en el hecho de que de un total de 89 capítulos en los Evangelios, 32 capítulos (más de una tercera parte) están dedicados a los eventos justo antes y después de la muerte de Jesús. En la noche de Su última Pascua, Jesucristo instituyó la Pascua Cristiana del Nuevo Pacto—una ceremonia consistiendo de:

·            Lavado de pies (Juan 13:2-17)

·            Participar del pan sin levadura (Mateo 26:26; Lucas 22:19; I Corintios 11:23-24);

·            Participar del vino (Mateo 26:27-29; Lucas 22:18-20; I Corintios 11:25-29).

Jesús comenzó el servicio de la Pascua Cristiana del Nuevo Pacto al instituir la ordenanza del lavado de pies. Al hacerlo, Jesús “se levantó de la cena y colocó a un lado Sus vestidos; y después de tomar una toalla, se la ató alrededor de Sí mismo. Luego, vertió agua en un lavabo y comenzó a lavar los pies de los discípulos, y a secarlos con la toalla la cual Él se había atado… [Y] cuando Él les había lavado los pies, y había tomado Sus vestidos, y se había sentado nuevamente, les dijo, “¿Saben lo que les he hecho? Ustedes me llaman el Maestro y el Señor, y dicen correctamente, porque lo soy. Por tanto, si Yo, el Señor y el Maestro, he lavado sus pies, ustedes también están obligados a lavarse los pies los unos a los otros; porque les he dado un ejemplo, para mostrarles que también deberían hacer exactamente como Yo les he hecho. Verdaderamente, verdaderamente les digo, un siervo no es más grande que su señor, ni un mensajero más grande que el que lo envió. Si saben estas cosas, benditos son si las hacen.” ” (Juan 13:4-5, 12-17). Así, a través de ejemplo, Jesús le enseñó a Sus discípulos a lavar los pies los unos a los otros como parte del servicio de la Pascua Cristiana.

Jesús luego rompió el pan sin levadura—simbolizando Su cuerpo roto—e instruyó a Sus discípulos a comerlo. Después, Él los instruyó a beber del vino, simbolizando Su sangre derramada. El Evangelio de Marcos dice: “Y mientras estaban comiendo, Jesús tomó pan; y después de bendecirlo, lo rompió y lo dio a ellos, y dijo, “Tomen, coman; este es Mi cuerpo.” Y Él tomó la copa; y después de dar gracias, la dio a ellos; y todos bebieron de ella. Y les dijo, “Esta es Mi sangre, la sangre del Nuevo Pacto, la cual es derramada por muchos.” (Marcos 14:22-24). Lucas nos da este registro: “Y tomó pan; y después de dar gracias, lo rompió y lo dio a ellos, diciendo, “Este es Mi cuerpo, el cual es dado por ustedes. Esto háganlo en memoria de Mí.” En la misma manera también, tomó la copa después de cenar, diciendo, “Esta copa es el Nuevo Pacto en Mi sangre, la cual es derramada por ustedes.” (Lucas 22:19-20).

Aunque de alguna manera velado, Jesús le había revelado antes a los judíos el significado de la Pascua Cristiana del Nuevo Pacto: “Jesús les dijo, “Yo soy el pan de vida; aquel que viene a Mí nunca tendrá hambre; y aquel que cree en Mi nunca tendrá sed en ningún momento… Verdaderamente, verdaderamente les digo, aquel que cree en Mi tiene vida eterna. Yo soy el pan de vida. Sus padres comieron maná en el desierto, pero murieron. Este es el pan el cual desciende del cielo para que cualquiera pueda comer de el y no morir. Yo soy el pan de vida, el cual bajó del cielo, si cualquiera come de este pan, vivirá por siempre; y el pan que daré es incluso Mi carne, la cual daré por la vida del mundo.” Por esto, los judíos estaban discutiendo uno al otro, diciendo, “¿Cómo es Él capaz de darnos Su carne para comer?” Por tanto, Jesús les dijo, “Verdaderamente, verdaderamente les digo, a menos que coman la carne del Hijo de hombre, y beban Su sangre, no tienen vida en sí mismos. Aquel que come Mi carne y bebe Mi sangre tiene vida eterna, y Yo lo levantaré en el último día. Porque Mi carne es verdadera comida, y Mi sangre es verdadera bebida. Aquel que come Mi carne y bebe Mi sangre está viviendo en Mí, y Yo en él. Como el Padre vivo Me ha enviado, y Yo vivo por el Padre; así también aquel que Me come vivirá por Mí. Este es el pan el cual descendió del cielo; no como sus padres comieron maná, y murieron. Aquel que come éste pan vivirá para siempre.” ” (Juan 6:35, 47-58).

En el Salmo 34, David predijo de este mismo concepto cuando escribió: “Oh gusta y ve que el SEÑOR es bueno; bendito es el hombre que toma refugio en Él.” (verso 8). Lo que David escribió es muy similar a lo que Jesús dijo—es decir, “tomar refugio” en el Señor es esencialmente lo mismo que “vivir por” el Señor. Exactamente como David no quiso decir que literalmente guste y coma al Señor, de la misma manera Jesús no quiso decir que una persona debía comer Su carne literal y beber Su sangre literal—ambos de alguna manera supuestamente transustanciados en pan y vino tomados al mandato de un sacerdote. El pan y el vino fueron simbólicos de Su carne y sangre. Como escribió David, la acción literal de “tomar refugio” en el Señor era simbolizada por la idea de “gustar” al Señor. De manera similar, vivir activamente por Jesucristo es simbolizada por nuestro comer el pan y beber el vino de la Pascua Cristiana—la carne y sangre simbólica de Jesucristo.

Como un evento anual, la Pascua Cristiana del Nuevo Pacto debe ser observada en la noche de Nisán 14. La práctica de aquellos que participan de la “comunión,” “la Cena del Señor,” o la “Eucaristía” es la de observar tales ocasiones varias veces al mes o al año. Ellos sin embargo no están participando de la verdadera Pascua Cristiana del Nuevo Pacto como la ordenó Jesús a Sus discípulos sino que están participando de una falsificación cristianizada, apóstata y pagana. (Vea Apéndice J, “La eucaristía—Sacrificio de la misa,” p. 327.)

Pablo le ordenó a los gentiles convertidos a guardar la Pascua: El nuevo Testamento enseña que la Pascua no era de los judíos únicamente. Después que Jesús fue resucitado, Él le ordenó a Sus apóstoles: “…‘Toda autoridad en el cielo y sobre la tierra Me ha sido dada a Mí. Por tanto, vayan y hagan discípulos en todas las naciones, bautizándolos dentro del nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles a observar todas las cosas que les he mandado. Y he aquí, Yo estoy con ustedes siempre, incluso hasta la terminación de los siglos.” Amen.” (Mateo 28:18-20). Enseñarle a los discípulos en todas las naciones a observar la Pascua Cristiana del Nuevo Pacto es claramente parte de “todas las cosas” ordenadas por Jesús. Es evidentemente claro que la observancia de la Pascua no estaba limitada a los judíos únicamente.

En obediencia al mandato de Jesús—unos 26 años más tarde de Su muerte y resurrección—el apóstol Pablo instruyó a los gentiles convertidos a guardar la Pascua Cristiana como un recordatorio anual del sacrificio de Jesucristo. Él declaró enfáticamente que había recibido sus instrucciones concernientes a la Pascua directamente del Señor. En los términos más fuertes posibles él dejó claro que cuando ellos guardaran la Pascua, no debían comer una cena con ella, ni debían llamarla la “Cena del Señor” (lo cual ellos han hecho). “Por tanto, cuando se reúnan en un lugar, no es para comer la cena del Señor. Porque al comer, todo el mundo toma su propia cena primero; ahora de un lado, alguno va hambriento; pero de otro lado, otro llega a emborracharse. ¡QUE! ¿No tienen casas para comer y beber? ¿O desprecian la iglesia de Dios, y ponen en vergüenza a aquellos que no tienen nada? ¿Qué les diré? ¿Los alabaré en esto? ¡Yo no los alabo!... Pero si alguien tiene hambre, que coma en casa, para que no haya causa para juicio cuando se reúnan…” (I Corintios 11:20-22, 34).

Pablo nuevamente les dio las instrucciones del Señor de cuando y como participar apropiadamente del pan y el vino al renovar el Nuevo Pacto cada año. “Porque yo recibí del Señor lo que también entregué a ustedes, que el Señor Jesús en la noche en la cual fue traicionado [la noche de la Pascua, Nisán 14] tomó pan; y después de dar gracias, lo rompió y dijo: “Tomen, coman; este es Mi cuerpo, el cual está siendo roto por ustedes. Esto háganlo en memoria de Mí.” En la misma manera, también tomó la copa después que había cenado, diciendo, “Esta es la copa del nuevo pacto en Mi sangre. Esto háganlo, tan a menudo como la beban, en memoria de Mí.” Porque tan a menudo como coman este pan y beban esta copa, solemnemente proclaman la muerte del Señor hasta que Él venga. Por esta razón, si cualquiera comiere este pan o bebiere la copa del Señor indignamente, será culpable del cuerpo y la sangre del Señor.” (I Corintios 11:23-27).

En estos versos encontramos cuatro factores que claramente limitan la participación de la Pascua a una vez al año, en Nisán 14. Esos son:

1.           “…en la noche en la cual fue traicionado…” limita la observancia a la noche de la Pascua únicamente;

2.           “…en [la] memoria de Mí.”—no “una memoria” sino, como lo dice el griego, “en [la] memoria”—revelando que la Pascua es un memorial especifico anual;

3.           La frase “…tan a menudo como…” no puede ser tomada como “tan a menudo como uno quiera” participar del pan y el vino (la práctica del cristianismo ortodoxo—diariamente, semanalmente, mensualmente, trimestralmente), sino que esta frase significa que tan a menudo como ellos participaron de la Pascua—año a año—ellos recordarían y proclamarían la muerte del Señor hasta que Él venga. (Recuerde, en ese momento la Iglesia estaba esperando la segunda venida de Jesús dentro de unos pocos años).

4.           La sintaxis griega, no traducible al inglés, limita la Pascua a una observancia anual (Fred R. Coulter, La Pascua Cristiana, págs. 247-265).

[Nota del editor: Un estudio detallado completo de la Pascua del Antiguo Testamento y el Nuevo Testamento está contenida en el libro de 500 págs., La Pascua Cristiana por Fred R. Coulter. Es el libro más comprensivo alguna vez escrito sobre este tema bíblico vital. El libro puede ser ordenado de York Publishing Company (ver dirección en el frente del libro) o de www.amazon.com.]

A la media noche de la Pascua original en Egipto, Dios pasó sobre las casas de los hijos de Israel marcadas con sangre y escatimó a sus primogénitos. A la media noche en la última Pascua de Jesús, Dios el Padre no pasó sobre Su amado Hijo—el primogénito de la virgen María. Él no escatimó a Su único Hijo engendrado sino que entregó a Jesús a las manos de Sus enemigos—traicionado por el beso de un amigo. Al momento de Su arresto, nadie sabía (excepto Dios el Padre y Jesucristo) que Su pasión, golpiza, flagelación, crucifixión y muerte como el verdadero Cordero Pascual de Dios marcaba el comienzo del plan de salvación para el mundo.

En la forma más solemnemente posible, Dios usó el mismo día de la Pascua para la crucifixión de Jesucristo como el sacrificio perfecto por los pecados del mundo. Fue el día señalado por Dios el Padre que Él apartó específicamente para cumplir Su voluntad y la promesa de un Salvador—uno que nos redimiría de nuestros pecados. “Porque todos hemos pecado, y estamos destituidos de la gloria de Dios; pero estamos siendo justificados gratuitamente por Su gracia a través de la redención que está en Cristo Jesús; a Quien Dios ha manifestado abiertamente ser una propiciación a través de la fe en Su sangre, para demostrar Su justicia, respecto a la remisión de pecados que son pasados, a través de la paciencia de Dios; para públicamente declarar Su justicia en el tiempo presente, para que Él pudiera ser justo, y Aquel Quien justifica a aquel que es de la fe de Jesús.” (Romanos 3:23-26). Es a través de Jesucristo que podemos recibir vida eterna, como lo escribió el apóstol Juan: “Porque Dios amó tanto al mundo, que dio Su único Hijo engendrado, para que todo el que crea en Él no pueda morir, sino pueda tener vida eterna.” (Juan 3:16).

Sin la sangre derramada de Jesús, Su muerte y Su resurrección de los muertos, no habría perdón de pecados o salvación eterna (I Corintios 15). Por lo tanto, el día de la Pascua—el recordatorio de Su muerte por nuestros pecados—es la fiesta más importante de Dios para los Cristianos del Nuevo Testamento. Aquellos que tienen el Espíritu de Dios y participan de la Pascua Cristiana del Nuevo Pacto en Nisán 14 cada año están en realidad renovando su pacto bautismal de vida eterna en Jesucristo. Esto es logrado a través de:

1.          Lavado de pies—caminando en el camino de Dios de servicio a través de Jesucristo

2.          Participando del pan sin levadura roto—simbolizando el cuerpo roto de Jesús para nuestra sanidad y

3.          Participando del vino—simbolizando Su sangre derramada para el perdón de nuestros pecados.

Como dijo Jesús, “…a menos que coman la carne del Hijo de hombre, y beban Su sangre, no tienen vida en sí mismos. Aquel que come Mi carne y bebe Mi sangre tiene vida eterna, y Yo lo levantaré en el último día.” (Juan 6:53-54).

Los Evangelios son el registro de la vida y enseñanzas de Jesucristo como Dios manifestado en la carne, el Salvador del mundo. La muerte de Jesús por crucifixión en el día de la Pascua es el cumplimiento asombroso del significado de la Pascua—y es central al mensaje del evangelio y convergencia y cumplimiento de cientos de profecías en el Antiguo y Nuevo Testamento.

Es por eso que los verdaderos Cristianos están obligados por el mandato del Señor Jesucristo a observar la Pascua Cristiana del Nuevo Pacto en la noche de Nisán 14—una vez al año y una vez al año solamente. Cualquier otra práctica es desobediencia contra la Palabra de Dios y hace una burla auto-justificada del acto más grande de amor por Dios el Padre y Jesucristo—el sacrificio de nuestro Salvador. Todas las otras prácticas han sido derivadas, en un grado u otro, de las prácticas ocultas de Babilonia y Egipto y no son de Dios.

Jesús fue colocado en la tumba cuando el día de la Pascua estaba terminando: Jesús murió en la cruz a la novena hora del día, aproximadamente a las 3 pm, en Nisán 14, después de que uno de los soldados romanos empujó una lanza en Su costado (Mateo 27:46-51; Marcos 15:34-38). El apóstol Juan, un testigo ocular de todos los eventos de ese día de la Pascua, escribió este registro de la muerte de Jesús: “Y así, cuando Jesús había recibido el vinagre, dijo, “Está terminado.” E inclinando Su cabeza, rindió Su espíritu. Los judíos por tanto, para que los cuerpos no pudieran permanecer sobre la cruz en el Sábado anual, porque era un día de preparación (porque ese Sábado anual era un día alto [el primer día de la Fiesta de Panes sin Levadura, un día santo que comenzó al ocaso]), requirieron a Pilato que sus piernas pudieran ser rotas y los cuerpos fueran quitados. Entonces los soldados vinieron y rompieron las piernas del primero, y las piernas del otro que fue crucificado con Él. Pero cuando vinieron a Jesús y vieron que Él ya estaba muerto, no rompieron Sus piernas; pero uno de los soldados había atravesado Su costado con una lanza, e inmediatamente había salido sangre y agua. Y quien vio esto ha testificado, y su testimonio es verdad; y él sabe que lo que dice es verdad, para que ustedes puedan creer. Porque estas cosas tuvieron lugar para que la escritura pudiera ser cumplida, “Ni un hueso de Él será roto.” Y de nuevo otra escritura dice, “Ellos mirarán a Quien atravesaron.” ” (Juan 19:30-37).

Poco tiempo después, Nicodemo y José de Arimatea removieron el cuerpo de Jesús de la cruz y lo envolvieron con tiras amplias de lino (con especias) de acuerdo a la costumbre judía de entierro de ese tiempo. Ellos colocaron Su cuerpo en la tumba jardín justo cuando el sol se estaba poniendo, terminando Nisán 14 y comenzando Nisán 15 (versos 38-42).

A través de la Pascua, Dios cumplió Su promesa a Abraham hecha cuando Él prometió Su propia muerte en la promesa de pacto de Génesis 15:17. Cristo también cumplió Sus propias palabras a Sus discípulos concerniente a Su muerte (Mateo 16:21; Marcos 8:31; Lucas 9:22; también vea El día que Jesús el Cristo murió, págs. 2-43). Así, Jesús, como Dios manifestado en la carne, comenzó Sus tres días y 3 noches en la tumba, la cual fue la única señal que Él le dio a los judíos y al mundo de que Él era el verdadero Mesías (Mateo 12:39-40).

El significado de la Fiesta de Panes sin Levadura en el Nuevo Testamento

Dios le ordenó a los hijos de Israel remover toda la levadura de sus casas antes de la Pascua, la cual es también un día separado para comer pan sin levadura (Éxodo 12:8). Ellos debían sacar toda la levadura de sus casas antes que la Fiesta de siete días de Panes sin Levadura comenzara. El único pan que debían comer por toda la fiesta era pan sin levadura (versos 15-20; 13:6-7; Levítico 23:6, etc.)

En el Nuevo Testamento, encontramos que Pablo le enseño a los gentiles a observar la Fiesta de Panes sin Levadura de la misma forma que Dios le había ordenado a los hijos de Israel. Al escribirle a los corintios, Pablo definió levadura como un símbolo de pecado y de la naturaleza humana pecaminosa—una naturaleza que esta “inflada” con vanidad y orgullo. Los hermanos en Corinto habían estado tolerando un pecado grave de inmoralidad—en el cual un hombre estaba teniendo relaciones sexuales con su madrastra. Pablo escribió: “Su jactancia no es buena. ¿No saben que un poco de levadura leuda la masa entera?” (I Corintios 5:6). En vez de aborrecer tal conducta, ellos estaban condonándola—incluso gloriándose en ella. Pablo tuvo que corregirlos severamente, porque el pecado de este individuo había empezado a leudar a toda la congregación con una actitud pecaminosa, la cual en retorno llevaría a una conducta pecaminosa. Él entonces les ordenó remover al individuo de la congregación, exactamente como ellos habían removido la levadura de sus casas.

Pablo tuvo que recordarles que exactamente como ellos habían quitado la levadura de sus casas en preparación para guardar la Fiesta, debían también “quitar la levadura” espiritual de pecado en sus vidas a través de Jesucristo, nuestra Pascua. “Por tanto, límpiense de la vieja levadura, para que puedan convertirse en una nueva masa, incluso como están sin levadura. Porque Cristo nuestra Pascua fue sacrificado por nosotros. Por esta razón, guardemos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y maldad, sino con el pan sin levadura de sinceridad y verdad.” (versos 7-8).

La declaración de Pablo, “…guardemos la fiesta…” es bastante enfática—y debería callar a aquellos que enseñan falsamente que Pablo estaba ocupado aboliendo las fiestas de Dios. ¡Claramente, esto es un mandamiento directo a los gentiles convertidos del Nuevo Testamento a guardar la Fiesta de Panes sin Levadura! Pablo respalda su autoridad al declarar: “Si cualquiera piensa de sí mismo que es un profeta o espiritual, reconozca que las cosas que les escribo son mandamientos del Señor.” (I Corintios 14:37). Esto es lo que Pablo enseñó en todas las iglesias (I Corintios 7:17).

Pablo de nuevo enfatiza el significado espiritual de la Fiesta de Panes sin Levadura cuando amonestó a los colosenses a abandonar sus caminos y naturaleza pecaminosa y remplazarlos con el carácter de Cristo y Sus atributos de amor y justicia (Colosenses 3:1-17).

Como la semilla espiritual de Abraham, los cristianos bautizados deben vestirse de Jesucristo—llegar a ser como Él (Gálatas 3:26-29). “…Cristo en ustedes, [es] la esperanza de gloria” para los Cristianos (Colosenses 1:27). Al observar la Fiesta de Panes sin Levadura, los Cristianos aprenden que a través del poder del Espíritu Santo deben vencer el pecado, vivir por toda Palabra de Dios, desarrollar el carácter de Cristo, caminar en fe, creer en esperanza y vivir en el amor de Dios.

La Noche para ser muy observada: Esta noche, la noche de Nisán 15, comienza la fiesta de siete días de Panes sin Levadura. A los hijos de Israel se les ordenó observar la Noche para ser muy observada en conmemoración de su éxodo de Egipto, y su liberación de la esclavitud (Éxodo 12:40-42). Fue también en la misma noche—en el “mismísimo día” de Nisán 15—430 años antes que el Señor Dios prometió en Su pacto con Abraham librar a sus descendientes de su esclavitud (Génesis 15:17-18).

Para los verdaderos Cristianos, la Noche para ser muy observada tiene un significado espiritual intenso. En esa misma noche el cuerpo de Jesucristo estaba descansando en la tumba—comenzando Sus tres días y tres noches “en el corazón de la tierra” (Mateo 12:40). Esta noche fue un cumplimiento de la promesa de pacto de Dios a Abraham—en el cual Dios prometió morir para cumplir Su contrato espiritual. La muerte de Jesús fue confirmada cuando Su cuerpo muerto fue puesto en la tumba mientras el día de la Pascua estaba terminando al ocaso y la Noche para ser muy observada estaba empezando. Exactamente como los hijos de Israel debían alegrarse en que Dios los había librado y liberado de su esclavitud egipcia, los verdaderos Cristianos, la semilla espiritual de Abraham, debe alegrarse en esta noche porque es el comienzo de su liberación de la esclavitud del pecado y su éxodo del Egipto espiritual (Coulter, La Pascua Cristiana, págs. 266-267).

“Ex” significa “hacia afuera” y “odo” significa “camino”. De ahí, la palabra “éxodo” significa, “el camino hacia afuera.” El Éxodo era el “camino hacia afuera” de Israel de Egipto (simbólico de pecado y esclavitud al pecado). De la misma manera, para la humanidad el único “éxodo” de la esclavitud del pecado es a través de Jesucristo. En Su Pascua Jesús dijo, “Yo soy el Camino”—griego, odoz--el “camino hacia afuera,” el éxodo del pecado. Nuestro caminar cristiano con Jesucristo comienza después que tenemos nuestros pecados perdonados a través de Su sangre derramada como está representado por la Pascua. Luego comenzamos nuestro viaje fuera del pecado y de un camino de vida destructivo a través del amor, devoción fiel y obediencia a Jesucristo—caminando en el amor y gracia de Dios, viviendo por toda Palabra de Dios y guardando Sus mandamientos, como está representado por la Fiesta de Panes sin Levadura.

La resurrección de Jesús de los muertos: Después de estar en la tumba exactamente 3 días y 3 noches, Jesús fue levantado de los muertos por el poder del Padre mientras el Sábado semanal regular, Nisán 17, estaba terminando al ocaso durante la Fiesta de Panes sin Levadura (Coulter, El día que Jesús el Cristo murió, págs. 71-81). Él no fue resucitado en una mañana de domingo—ni en un así llamado domingo de Easter del cristianismo ortodoxo. Él fue resucitado al cierre del Sábado semanal al ocaso, justo antes de que el primer día de la semana comenzara.

Temprano en la mañana del primer día de la semana, cuando Maria Magdalena y otras fueron a la tumba, un angel les dijo específicamente que Jesús ya había resucitado, que Él no estaba ahí (Marcos 16:2-7; Lucas 24:1-6; Juan 20:1-10). Una traducción literal para “el primer día de la semana” es “el primer día de las semanas”—es decir, el primer día del conteo de siete semanas a Pentecostés. El griego indica que este “primer día de la semana” era el día de la ofrenda de la Gavilla Mecida.

El día de la ofrenda de la Gavilla Mecida: La ofrenda de lo primero de los primeros frutos es altamente significativa para Dios. Israel fue instruido: “Lo primero de los primeros frutos de su tierra traerán a la casa del SEÑOR su Dios…” (Éxodo 23:19). En este día, el primer día de la semana y el primer día del conteo de 50 días a Pentecostés, el sumo sacerdote debía tomar una primera gavilla de lo primero de los primeros frutos de la cosecha de cebada/trigo y elevarla o mecerla delante del Señor para ser aceptados por Él (Levítico 23:9-11). Este ritual incomparable era simbólico de la ascensión de Jesucristo al trono de Dios el Padre después que Él fue resucitado de los muertos—para ser aceptado como lo primero de los primeros frutos de Dios.

El apóstol Juan verificó la ascensión de Jesús en este día: “Pero María estuvo de pie afuera de la tumba llorando; y mientras lloraba, se inclinó hacia abajo y miró dentro de la tumba. Y vio dos ángeles de blanco quienes estaban sentados, uno a la cabeza y el otro a los pies, donde había sido colocado el cuerpo de Jesús. Y ellos le dijeron, “¿Mujer, porque estás llorando?” Ella les dijo, “Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde lo han colocado.” Y después de decir estas cosas, ella dio vuelta y vio a Jesús de pie, pero no sabía que era Jesús. Jesús le dijo, “¿Mujer, porque estás llorando? ¿A quién estas buscando?” Pensando que era el jardinero, ella le dijo, “Señor, si tú te lo has llevado, dime dónde lo has colocado, y yo me lo llevaré.” Jesús le dijo, “María.” Volteándose, ella le dijo, “Rabboni”; es decir, “Maestro.” Jesús le dijo, “No Me toques, porque todavía no he ascendido a Mi Padre. Pero ve a Mis hermanos y diles que estoy ascendiendo a Mi Padre y a su Padre, y a Mi Dios y a su Dios.” ” (Juan 20:11-17).

Después ese mismo día en la noche, Jesús se apareció a los discípulos y les mostró Sus heridas de la crucifixión: “Después, cuando la noche se acercaba ese día, el primer día de las semanas, y las puertas estaban cerradas donde los discípulos se habían reunido por miedo a los judíos, Jesús vino y se paró en el medio, y les dijo, “Paz sea a ustedes.” Y después de decir esto, les mostró Sus manos y Su costado. Entonces los discípulos se alegraron porque habían visto al Señor.” (Juan 20:19-20).

Pablo confirmó que Jesucristo era el “primer fruto” de la resurrección de los muertos, el primero de la cosecha espiritual de Dios. A Su regreso, al momento de la primera resurrección, todos aquellos que son de Cristo serán resucitados a vida eterna: “Pero ahora Cristo ha sido levantado de los muertos; Él ha llegado a ser el primer fruto de aquellos que han dormido. Porque ya que por un hombre vino la muerte, por un hombre también vino la resurrección de los muertos. Porque como en Adán todos mueren, así también en Cristo todos serán hechos vivos. Pero cada uno en su propio orden: Cristo el primer fruto; luego, aquellos que son de Cristo a Su venida.” (I Corintios 15:20-23). (Para más detalle acerca del día de la ofrenda de la Gavilla Mecida, vea El día que Jesús el Cristo murió, págs. 83-93).

Referencias adicionales para la Fiesta de Panes sin Levadura en los Evangelios: La Pascua y la Fiesta de Panes sin Levadura son dos fiestas diferentes que caen en días separados pero seguidos—el 14avo y el 15avo. Las dos fiestas tienen significados diferentes pero relacionados. Lucas, sin embargo, registra que había llegado a ser una práctica común el referirse a toda la temporada del festival de ocho días como “Pascua.” “Entonces la fiesta de panes sin levadura, la cual es llamada Pascua, estaba aproximándose;” (Lucas 22:1).

Con esto en mente podemos entender mejor ciertas referencias “difíciles” concernientes a la Pascua y la Fiesta de Panes sin Levadura en el Evangelio de Juan: “Entonces la Pascua de los judíos estaba cerca, y Jesús subió a Jerusalén… Entonces cuando Él estuvo en Jerusalén en la Pascua, durante la fiesta, muchos creyeron en Su nombre, mientras observaban los milagros que Él estaba haciendo.” (Juan 2:13, 23). “Entonces la Pascua, una fiesta de los judíos, estaba cerca.” (Juan 6:4). Cuando el tiempo de la última Pascua de Jesús se acercó, Juan escribió: “Ahora la Pascua de los judíos estaba cerca,…” (Juan 11:55); “Ahora seis días antes de la Pascua,…” (Juan 12:1); “Entonces antes de la fiesta de la Pascua,…” (13:1).

En estos y otros pasajes Juan señala la importancia de la Pascua y la Fiesta de Panes sin Levadura. Pocos se dan cuanta, sin embargo, que el Evangelio de Juan está estructurado en el marco de las fiestas y días santos de Dios. Esto hace al Evangelio de Juan no solamente un registro de las enseñanzas de Jesús, sino también un registro histórico.

·            La cosecha de Pentecostés—Juan 4:35

·            La Fiesta de Trompetas—Juan 5:1

·            La Fiesta de Tabernáculos y el Último Gran Día—Juan 7.

 Través de los Evangelios, las fiestas y días santos de Dios proveen el marco para la cronología del ministerio de Jesucristo. Interesantemente, sin embargo, es que hay “cero” testimonios escritos indicando que la verdadera Iglesia apostólica alguna vez haya sancionado los días festivos ahora observados por el cristianismo ortodoxo.

Otras referencias a la Fiesta de Panes sin Levadura en el Nuevo Testamento: El libro de Hechos es un microcosmos de la Iglesia de Dios y el ministerio del apóstol Pablo desde más o menos el 30 d.C hasta el 67 d.C. Cuando examinamos cuidadosamente, llega a ser aparente que Lucas registró eventos relativos a las fiestas y días santos. Esto significa que los apóstoles estaban usando el Calendario Hebreo Calculado sagrado para registrar los tiempos de estos eventos en vez del calendario romano. Escribiendo acerca del encarcelamiento de Pedro en el 44 d.C, Lucas registra: “Entonces por aquél tiempo, el rey Herodes extendió sus manos para perseguir a algunos de aquellos de la iglesia; y mató a Santiago, el hermano de Juan, con la espada. Y cuando vio que esto agradó a los judíos, procedió a prender a Pedro también. (Ahora aquellos eran los días de pan sin levadura.) Y después de arrestarlo, lo puso en prisión, entregándolo a cuatro grupos de cuatro soldados para cuidarlo con la intención de sacarlo al pueblo después de la temporada de Pascua.” (Hechos 12:1-4).

En un intento engañoso para dar la apariencia de que la Iglesia apostólica observaba Easter, los traductores de la versión King James tradujeron incorrectamente la palabra griega para Pascua (pasha, pasha) en Hechos 12:4 como “Easter.” En todos los otros lugares ellos tradujeron correctamente pasha como “Pascua.” Sin embargo, como hemos visto, “Pascua” era también usada en referencia a todos los ocho días de la Pascua y Panes sin Levadura, la cual debería ser apropiadamente traducida como la “temporada de la Pascua”—y nunca “Easter.”

El séptimo día de la Fiesta de Panes sin Levadura: Indudablemente, Jesucristo, los apóstoles y la Iglesia primitiva del Nuevo Testamento observaban todos los siete días de la Fiesta de Panes sin Levadura. Aunque no encontramos referencia específica al séptimo día de la fiesta, el registro de Lucas de los viajes de Pablo en el 58 d.C demuestra que él guardó todos los siete días de la fiesta con los gentiles en el norte de Grecia. “Pero zarpamos de Filipo después de los Días de Pan sin Levadura; y en cinco días fuimos a ellos a Troas, donde permanecimos por siete días.” (Hechos 20:6). Esto claramente indica que Pablo y su equipo observaron toda la fiesta, incluyendo el séptimo día.

En el registro del Éxodo, Dios rescató a los hijos de Israel del Faraón y sus ejércitos en el séptimo día de la fiesta al llevarlos seguramente a través del Mar Rojo sobre tierra seca. Cuando los egipcios los siguieron dentro del mar, Dios liberó las aguas, destruyendo al Faraón y a su ejército.

Mientras la nación se hundía en la adoración oculta satánica al sol y otros dioses falsos, Egipto es representado en la Escritura como un símbolo de pecado. El Faraón era un tipo de Satanás y su ejército simbolizaba los espíritus malignos demoniacos. Exactamente como el Faraón y su ejército persiguieron a los hijos de Israel después que Dios los había rescatado de Egipto, así Satanás y sus demonios pueden (y de hecho lo hacen) traer ataques espirituales sobre los Cristianos convertidos, los hijos espirituales de Dios, intentando esclavizarlos de nuevo en la esclavitud del pecado.

Así podemos ver que, en el Nuevo Testamento, el séptimo día de la Fiesta de Panes sin Levadura representa como Dios, a través de Jesucristo, nos ha rescatado del poder de Satanás. “Siendo fortalecidos con todo poder de acuerdo al poder de Su gloria, hacia toda resistencia y paciencia con gozo; dando gracias al Padre, Quien nos ha hecho calificados para la participación de la herencia de los santos en la luz; quien nos ha rescatado personalmente del poder de la oscuridad y nos ha transferido al reino del Hijo de Su amor; en Quien tenemos redención a través de Su propia sangre, incluso la remisión de pecados;” (Colosenses 1:11-14).

Cuando Jesús llamó a Saulo a convertirse en Pablo, el apóstol a los gentiles, Él le dijo por qué fue escogido: “Ahora levántate, y párate sobre tus pies; porque Yo te he aparecido para este propósito: para nombrarte un ministro y un testigo de lo que has visto y de lo que te revelaré. Te estoy seleccionando personalmente de entre la gente y los gentiles, a quienes ahora te envío, para abrir sus ojos, para que ellos puedan volver de la oscuridad a la luz y de la autoridad de Satanás a Dios, para que puedan recibir remisión de pecados y una herencia entre aquellos que han sido santificados a través de fe en Mi.’ ” (Hechos 26:16-18).

Como “el dios de este mundo,” Satanás ciega las mentes de aquellos que él ha engañado (II Corintios 4:4). Él es también llamado el “príncipe del poder del aire,” quien guía a aquellos de este mundo  a vivir vidas de pecado y desobediencia: “Ustedes estaban muertos en transgresiones y pecados, en los cuales caminaron en tiempos pasados de acuerdo al curso de este mundo, de acuerdo al príncipe del poder del aire, el espíritu que está ahora trabajando dentro de los hijos de desobediencia; entre quienes también todos nosotros una vez tuvimos nuestra conducta en las lujurias de nuestra carne, haciendo las cosas deseadas por la carne y por la mente, y éramos por naturaleza los hijos de ira, así como el resto del mundo.” (Efesios 2:1-3).

Pablo continuó instruyéndolos en como pelear sus batallas espirituales contra Satanás el diablo y vencerlo a través del poder de Dios y la sangre de Jesucristo: “Finalmente, mis hermanos, sean fuertes en el Señor, y en el poder de Su fuerza. Vístanse toda la armadura de Dios para que puedan ser capaces de aguantar contra las artimañas del diablo porque no estamos luchando contra carne y sangre, sino contra principados y contra poderes, contra los gobernadores del mundo de la oscuridad de este siglo, contra el poder espiritual de maldad en lugares altos. Por tanto, tomen toda la armadura de Dios para que puedan ser capaces de resistir en el día malo, y habiendo resuelto todas las cosas, estar de pie. Estén por tanto, teniendo sus lomos ceñidos con verdad, y vistiendo la coraza de justicia, y teniendo sus pies calzados con la preparación del evangelio de paz. Además de todo esto, tomen el escudo de la fe, con el cual tendrán el poder de apagar todos los dardos llameantes del maligno; y vístanse el casco de salvación, y la espada del Espíritu, la cual es la Palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, …” (Efesios 6:10-18).

Los Cristianos deben vencer a Satanás y resistir sus ataques a través de la sangre del Cordero, incluso si les cuesta sus vidas físicas: “Y el gran dragón fue echado fuera, la serpiente antigua que es llamada el diablo y Satanás, quien está engañando al mundo entero; fue echado abajo a la tierra, y sus ángeles fueron echados abajo con él. Y oí una gran voz en el cielo decir, “Ahora ha venido la salvación y el poder y el reino de nuestro Dios, y la autoridad de Su Cristo porque el acusador de nuestros hermanos ha sido echado abajo, quien los acusa día y noche delante de nuestro Dios. Pero ellos lo vencieron a través de la sangre del Cordero, y a través de la palabra de su testimonio; y no amaron sus vidas hasta la muerte.” (Apocalipsis 12:9-11).

Jesús oró al Padre que Su pueblo fuera librado del “maligno”—Satanás (Juan 17:15). Él también nos dijo que debemos orar y rogar a Dios diariamente que nos rescate del maligno (Mateo 6:13). Hay muchos pasajes en el Nuevo Testamento que muestran como Dios nos rescata del pecado y Satanás. Esta batalla espiritual continua—de vencer el pecado, a Satanás y al mundo—refleja el significado especial del séptimo día de la Fiesta de Panes sin Levadura en el Nuevo Testamento.

 

Pentecostés en el Nuevo Testamento

Típicamente, Dios usa Sus fiestas y días santos como puntos de referencia mientras cumple Su voluntad y propósito—a menudo involucrando eventos históricos poderosos así como también eventos espirituales. Por ejemplo, después que Dios llevó a los hijos de Israel al Monte Sinaí, Él personalmente les habló los 10 Mandamientos desde la cima del monte en un despliegue asombroso de poder y gloria en el día de Pentecostés (Éxodo 20:1-17). Como lo muestra el Nuevo Testamento, Dios usa nuevamente el día de Pentecostés en demostraciones maravillosas del poder de Su Espíritu Santo—cuando Él otorgó inicialmente Su espíritu a Su Iglesia.

En el 30 d.C, después que Jesús fue visto por Sus apóstoles y discípulos por cuarenta días, Él los instruyó ir a Jerusalén y esperar hasta que hubieran recibido el poder del Espíritu Santo. “Y mientras estaban reunidos con Él, les ordenó no salir de Jerusalén sino “esperar la promesa del Padre, la cual,” Él dijo, “han escuchado de Mí. Porque Juan ciertamente bautizó con agua, pero ustedes serán bautizados con el Espíritu Santo después de no muchos días.”… Pero ustedes mismos recibirán poder cuando el Espíritu Santo haya venido sobre ustedes, y serán Mis testigos, en Jerusalén y en toda Judea y Samaria, y hasta los confines de la tierra.” ” (Hechos 1:4-5, 8). Jesús luego subió al cielo y desapareció de vista.

Diez días más tarde, cuando los apóstoles y discípulos estaban reunidos en un cuarto de reuniones en terrenos del templo para observar el día de Pentecostés, Dios envió el Espíritu Santo sobre ellos en un despliegue único de Su poder espiritual: “Y cuando el día de Pentecostés, el cincuentavo día, estaba siendo cumplido, todos ellos estaban de común acuerdo en el mismo lugar. Y de repente vino desde el cielo un sonido como el ímpetu de un poderoso viento, y llenó la casa entera donde estaban sentados. Y allí les aparecieron lenguas divididas como de fuego, y se sentaron sobre cada uno de ellos. Y todos ellos fueron llenos con el Espíritu Santo; y comenzaron a hablar en otros idiomas como el Espíritu les daba las palabras para proclamar. Entonces había muchos judíos quienes estaban peregrinando en Jerusalén, hombres devotos de cada nación bajo el cielo. Y cuando la palabra de esto salió, la multitud se reunió y estaba confundida,  porque cada uno los oía hablar en su propio idioma. Y estaban todos ellos asombrados, y maravillados, diciendo el uno al otro, “He aquí, ¿No son Galileos todos estos que están hablando? Entonces ¿Cómo es que escuchamos a cada uno en nuestro propio idioma en el cual nacimos? Partos y Medos y Elamitas, y aquellos quienes habitan Mesopotamia, y Judea y Capadocia, Pontus y Asia, Frigia y Panfilia, Egipto y las partes de Libia la cuales están cerca de Cirene, y los Romanos que están peregrinando aquí, judíos y prosélitos, Cretenses y Árabes; los escuchamos hablar en nuestros propios idiomas las grandes cosas de Dios.” Y estaban todos asombrados y grandemente perplejos, diciéndose el uno al otro, “¿Qué significa esto?” ” (Hechos 2:1-12).

Por el poder de Su Espíritu Santo, Dios milagrosamente hizo que los apóstoles hablaran simultáneamente en una multitud de idiomas. Miles de judíos y prosélitos de todo el mundo oyeron a los apóstoles predicar poderosamente el mensaje de Dios acerca de la crucifixión y resurrección de Jesucristo en sus propios idiomas.

Porque Dios había colocado Su nombre y presencia en el Templo en Jerusalén, de la misma forma Él empezó la Iglesia allá. Esta fue la razón por la que Él envió el Espíritu Santo en la forma en que lo hizo en este día santo particular. Si lo hubiera hecho en alguna otra ubicación, nadie habría creído que eso fue una obra de Dios. Sin embargo, la manera en la cual Dios derramó Su Espíritu—en la presencia de múltiples miles de judíos reunidos en el templo observando Pentecostés—no dejó ninguna duda de que esto era una obra poderosa de Dios. Fue claramente Su intervención personal divina—no la obra de hombres. Este despliegue asombroso del poder de Dios también provee el sello espiritual de autoridad confirmando a los apóstoles como Sus testigos llamados y escogidos (Lucas 24:43-49).

Silenciando unos pocos detractores, Pedro se paró a predicar un mensaje dinámico acerca de la crucifixión y resurrección de Jesucristo a los miles reunidos en el templo. Después de convencerlos en conciencia, él los llamó a arrepentirse a Dios por sus pecados los cuales mataron a Cristo: “Por tanto, toda la casa de Israel sepa con plena seguridad que Dios ha hecho a este mismo Jesús, a Quien ustedes crucificaron, ambos Señor y Cristo. Entonces después de oír esto, ellos fueron compungidos del corazón; y dijeron a Pedro y a los otros apóstoles, “Hombres y hermanos, ¿Qué haremos?” Entonces Pedro les dijo, ‘Arrepiéntanse y sean bautizados cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para la remisión de pecados, y ustedes mismos recibirán el regalo del Espíritu Santo.” (Hechos 2:36-38). Como resultado, tres mil fueron bautizados y añadidos a la Iglesia en ese día trascendental de Pentecostés en el 30 d.C—el día en que la verdadera Iglesia de Dios empezó.

Pocos son escogidos porque pocos se arrepienten: Con el comienzo de la Iglesia en Pentecostés, Dios reveló que él estaba seleccionando únicamente aquellos pocos que se arrepienten y aceptan el sacrificio de Jesucristo por el perdón de sus pecados. Continuando en Hechos 2: “Porque la promesa es para ustedes y para sus hijos, y para todos aquellos que están lejos, tantos como el Señor nuestro Dios pueda llamar.” Y con muchas otras palabras sinceramente testificó y exhortó, diciendo, “Sean salvos de esta perversa generación.” Entonces aquellos que alegremente recibieron su mensaje fueron bautizados; y alrededor de tres mil almas fueron añadidas ese día. Y ellos continuaron firmemente en las enseñanzas de los apóstoles y en compañerismo, y en el rompimiento del pan y en oraciones.” (versos 39-42). Mientras hubo miles de judíos en el templo en Pentecostés, únicamente 3.000 se arrepintieron y fueron bautizados porque fueron los únicos que respondieron el llamado de Dios. Dios da Su Espíritu Santo únicamente a esos individuos—no a los otros miles que no se arrepintieron. Esto confirma la verdad de que Dios únicamente da el Espíritu Santo a los pocos que responden Su llamado, se arrepienten de sus pecados y son bautizados. Desde el tiempo del ministerio de Jesús hasta Su segunda venida, Dios el Padre y Jesucristo están escogiendo únicamente a aquellos que responden el llamado de Dios. Como dijo Jesús, “Porque muchos son llamados, pero pocos son escogidos.” ” (Mateo 22:14, Lucas 13:1-5).

Porque ellos se rehúsan a arrepentirse, la vasta mayoría no ha sido escogida por Dios en este momento. En vez de creer en Dios, la gente tiende a creer en religiones tradicionales—y muchas ciertamente reclaman que son “cristianas” porque “predican el nombre de Cristo.” Típicamente, sin embargo, ellos rechazan los mandamientos de Dios concernientes al Sábado semanal y los días santos.

Pero Jesús enfatizó que profesar Su nombre no es suficiente: “No todo el que me dice, ‘Señor, Señor,’ entrará en el reino del cielo; sino aquel que está haciendo la voluntad de Mi Padre, Quien está en el cielo. Muchos me dirán en aquel día [del juicio], ‘Señor, Señor, ¿No profetizamos por medio de Tu nombre? Y ¿No echamos demonios por medio de Tu nombre? Y ¿No hicimos muchas obras de poder por medio de Tu nombre?’ Y entonces les confesaré, ‘Nunca los conocí. Apártense de Mí, ustedes quienes obran ilegalidad.’ ” (Mateo 7:21-23).

Sin una creencia genuina en las enseñanzas de Dios el Padre y Jesucristo, tal gente llega a ser ciega y engañada: “Y Sus discípulos vinieron a Él y preguntaron, “¿Por qué les hablas en parábolas?” Y Él respondió y les dijo, “Porque ha sido dado a ustedes el saber los misterios del reino del cielo, pero esto no ha sido dado a ellos. Porque quienquiera que tenga entendimiento, a él más será dado, y tendrá abundancia; pero quienquiera que no tenga entendimiento, incluso lo que tiene le será quitado. Por esta razón les hablo a ellos en parábolas, porque viendo, ellos no ven; y oyendo, ellos no oyen; ni entienden.  Y en ellos es cumplida la profecía de Isaías, la cual dice, ‘Oyendo ustedes oirán y en ninguna forma entenderán y viendo verán, y en ninguna forma percibirán; porque el corazón de esta gente se ha engordado, y sus oídos son sordos para oír, y sus ojos han cerrado; no sea que ellos vean con sus ojos, y oigan con sus oídos, y entiendan con sus corazones, y sean convertidos, y Yo los sane.’ Pero benditos son sus ojos, porque ven; y sus oídos, porque oyen.” (Mateo 13:10-16). (Como veremos más tarde, porque Dios los ha cegado en este momento, su oportunidad para la salvación vendrá después de que el Milenio acabe. Cubriremos plenamente esta verdad vital cuando vayamos al significado del Ultimo Gran Día.)

Ciertamente, en este tiempo presente muy pocos en realidad le creen a Dios o a Jesucristo—o creen Su palabra, la Biblia. Pocos están dispuestos a arrepentirse, bautizarse, obedecer a Dios y luchar para vivir por toda Palabra de Dios (Mateo 4:4; Juan 14:20-24; Hechos 4:10-12, 19-20; 5:29-32).

Es Dios el Padre y Jesucristo quienes hacen la escogencia: “Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Quien nos ha bendecido con toda bendición espiritual en las cosas celestiales con Cristo. De acuerdo a como Él personalmente nos ha escogido para Sí mismo” (Efesios 1:3-4). Jesús le dijo a Sus discípulos: “Ustedes mismos no Me escogieron, sino Yo personalmente los he escogido, y les he ordenado, que deberían ir y llevar fruto, y que su fruto debería permanecer; para que cualquier cosa que pidieran al Padre en Mi nombre, Él pueda darles.” (Juan 15:16). Es por esto que Jesús dijo: “ “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, excepto a través de Mí.” (Juan 14:6) y “Nadie puede venir a Mí a menos que el Padre, Quien Me envió, lo atraiga;…” (Juan 6:44). En estos dos versos Jesús claramente muestra que su llamado especial es un acto conjunto de parte de Dios el Padre y de Jesucristo. No es simplemente asunto de determinación o esfuerzo humano—sino la escogencia de Dios.

El significado de Pentecostés: El uso único de Dios del día de Pentecostés en el pasado ha magnificado y añadido a su significado. Hoy, cuando observamos Pentecostés, podemos recordar las lecciones de esta fiesta en el Antiguo y Nuevo Testamento:

1.          Dios dio los 10 Mandamientos a los hijos de Israel (Éxodo 20:1-17; Deuteronomio 5:7-21).

2.          Israel celebró la cosecha completa de los primeros frutos de trigo y cebada (Éxodo 23:16).

3.          Dios envió el Espíritu Santo para comenzar Su Iglesia.

4.          Después de nuestro arrepentimiento y conversión, con el Espíritu Santo viviendo en nosotros, Dios comienza a escribir Sus leyes y mandamientos en nuestros corazones y mentes (Hebreos 10:16).

5.          La predicación milagrosa de los apóstoles en muchos idiomas cumplió, en parte, el mandato de Cristo de que el Evangelio sería predicado en todo el mundo, a todas las naciones (Mateo 28:18-20; Lucas 24:44-47).

6.          Al enviar el Espíritu Santo, Dios señaló que Él iba a rechazar y ultimadamente a destruir el templo y su sistema de adoración, como fue profetizado (Isaías 66:1-5; Mateo 22:1-7; Hechos 7:44-50).

7.          Todo el que desee adorar a Dios el Padre podía ahora hacerlo en espíritu y en verdad—desde cualquier ubicación, no solo en el templo en Jerusalén (Juan 4:20-24; Hebreos 10:16=22).

También hay un aspecto profético para la Fiesta de Pentecostés, en el cual Dios usará otra vez esta fiesta para cumplir Su voluntad y propósito. Los Cristianos son llamados los “primeros frutos” (Santiago 1:18), y la cosecha de los primeros frutos espirituales es al final de esta era (Mateo 13:18-43; Apocalipsis 14:14-16). Esta cosecha espiritual, como está representada por Pentecostés, será una resurrección a vida eterna para todos los que son llamados y escogidos. Esta es la primera resurrección a la venida de Jesús (I Corintios 15:20-23; Apocalipsis 20:6).

Visualice el toque de una trompeta en el día de Pentecostés. Los hijos de Israel debían reunirse en la base del Monte Sinaí para recibir los 10 Mandamientos hablados por Dios: “Y sucedió en el tercer día en la mañana que habían truenos y relámpagos, y una nube densa sobre la montaña. Y el sonido de la trompeta era muy duro así que toda la gente en el campamento temblaba. Y Moisés sacó a la gente del campamento para reunirse con Dios. Y ellos se pararon en la base de la montaña. Y el Monte Sinaí estaba humeando, todo esto porque el SEÑOR bajó sobre este en fuego. Y el humo de este subía como el humo de un horno, y la montaña entera temblaba grandemente. Y cuando el sonido de trompeta sonó largo, y llegó a ser muy fuerte, Moisés hablaba, y Dios le respondía por voz.” (Éxodo 19:16-19).

En Números 10:10, leemos que la trompeta debía ser tocada en cada día santo, incluyendo la Fiesta de Pentecostés. Esto sirvió para recordarles a los hijos de Israel del Pentecostés en el Sinaí en el cual ellos recibieron los 10 Mandamientos.

El apóstol Pablo trae una comparación similar entre la dación de los 10 Mandamientos en el Monte Sinaí y la reunión de los santos resucitados cuando se reúnan con Jesucristo. Él enfatiza cuan mucho más grande será este evento comparado con lo que los hijos de Israel habían experimentado: “Porque no han venido [la Iglesia] al monte [Sinaí] que podía ser tocado y que quemaba con fuego, ni a penumbra, y temible oscuridad, y el torbellino; y el sonido de la trompeta, y a la voz de las palabras, las cuales aquellos que oyeron, rogaron que la palabra no fuera hablada directamente a ellos. (Porque no pudieron soportar lo que estaba siendo ordenado: “Y si incluso un animal toca la montaña, será apedreado, o atravesado con una flecha”; y tan espantosa fue la visión que Moisés dijo, “Estoy grandemente asustado y temblando”.) Sino han venido [la Iglesia] al Monte Sión, y a la ciudad del Dios vivo, la Jerusalén celestial; y a una innumerable compañía de ángeles; a la reunión festiva gozosa [la resurrección en Pentecostés]; y a la iglesia de los primogénitos [los primeros frutos de Dios], registrada en el libro de vida en el cielo; y a Dios, el Juez de todos; y a los espíritus de los justos que han sido perfeccionados; y a Jesús, el Mediador del Nuevo Pacto; y a la aspersión de la sangre de ratificación, proclamando cosas superiores que esas de Abel.” (Hebreos 12:18-24).

El significado profético de la trompeta tocada en Pentecostés es que ella representa la “última trompeta”—tocada en el momento de la resurrección de los santos. Jesús mismo predijo esto: “Pero inmediatamente después de la tribulación de aquellos días, el sol será oscurecido, y la luna no dará su luz, y las estrellas caerán del cielo, y los poderes de los cielos serán sacudidos. Y luego aparecerá la señal del Hijo de hombre en el cielo; y entonces todas las tribus de la tierra lamentarán, y verán al Hijo de hombre viniendo sobre las nubes del cielo con poder y gran gloria.  Y Él enviará a Sus ángeles con el gran sonido de una trompeta, y ellos reunirán a Sus elegidos desde los cuatro vientos, desde un fin del cielo hasta el otro.” (Mateo 24:29-31).

El apóstol Pablo también declaró que la primera resurrección a vida eterna ocurriría a la última trompeta: “Y como hemos llevado la imagen de aquel hecho de polvo, también llevaremos la imagen de aquel celestial. Entonces digo esto, hermanos, que la carne y la sangre no pueden heredar el reino de Dios, ni la corrupción hereda incorrupción. He aquí, les muestro un misterio: no todos dormiremos, sino que todos seremos cambiados, en un instante, en el parpadeo de un ojo, a la última trompeta; porque la trompeta sonará, y los muertos serán levantados incorruptibles, y nosotros seremos cambiados. Porque esto corruptible debe vestirse de incorruptibilidad, y esto mortal debe vestirse de inmortalidad. Entonces cuando esto corruptible se haya vestido de incorruptibilidad, y esto mortal se haya vestido de inmortalidad, entonces sucederá el dicho que está escrito: “La muerte es tragada en victoria.” ” (I Corintios 15:49-54).

En la primera epístola de Pablo a los Tesalonicenses, él escribió que la primera resurrección tiene lugar a la última trompeta: “Pero no deseo que sean ignorantes, hermanos, concerniente a aquellos que han dormido, para que no estén afligidos, incluso como otros, que no tienen esperanza. Porque si creemos que Jesús murió y resucitó otra vez, exactamente en la misma forma también, aquellos que han dormido en Jesús Dios traerá con Él. Porque esto les decimos por la Palabra del Señor, que quienes estemos vivos y permanezcamos hasta la venida del Señor en ninguna manera precederemos a aquellos que han dormido.  Porque el Señor mismo descenderá del cielo con un grito de mando, con la voz de un arcángel y con la trompeta de Dios; y los muertos en Cristo resucitarán primero; luego nosotros quienes estamos vivos y permanecemos seremos atrapados junto con ellos en las nubes para la reunión con el Señor en el aire; y así siempre estaremos con el Señor.” (I Tesalonicenses 4:13-17).

El libro de apocalipsis confirma que la última trompeta es la séptima trompeta—cuando tiene lugar la primera resurrección: “Entonces el séptimo ángel tocó su trompeta; y hubo grandes voces en el cielo diciendo, “Los reinos de este mundo han llegado a ser los reinos de nuestro Señor y Su Cristo, y Él reinará en los siglos de eternidad.” Y los veinticuatro ancianos, quienes se sientan delante de Dios sobre sus tronos, cayeron sobre sus caras y adoraron a Dios, diciendo, “Te damos gracias, Oh Señor Dios Todopoderoso, Quien es, y Quien era, y Quien está por venir; porque has tomado para Ti mismo Tu gran poder, y has reinado. Porque las naciones estaban furiosas, y Tu ira ha venido, y el tiempo de los muertos para ser juzgados, y dar la recompensa a Tus siervos los profetas, y a los santos, y a todos aquellos que temen Tu nombre, los pequeños y los grandes; y para destruir a aquellos que destruyen la tierra.” ” (Apocalipsis 11:15-18).

Cuando la primera resurrección tenga lugar, ángeles llevarán a los santos a un mar de vidrio gigante en las nubes (concebiblemente sobre Jerusalén) para reunirse con Cristo. “Y vi un mar de vidrio mezclado con fuego, y aquellos que habían obtenido la victoria sobre la bestia, y sobre su imagen, y sobre su marca, y sobre el número de su nombre, de pie sobre el mar de vidrio, teniendo las liras de Dios. Y estaban cantando la canción de Moisés, el siervo de Dios, y la canción del Cordero, diciendo, “Grandes y asombrosas son Tus obras, Señor Dios Todopoderoso; justos y verdaderos son Tus caminos, Rey de los santos. ¿Quién no Te temerá, Oh Señor, y glorificará Tu nombre? Porque solo eres santo; y todas las naciones vendrán y adorarán delante de Ti, porque Tus juicios han sido revelados.” ” (Apocalipsis 15:2-4).

Varias cosas tendrán lugar en este mar de vidrio antes que Cristo y los santos resucitados regresen a la tierra a establecer el Reino de Dios sobre la tierra:

1.       Los santos recibirán sus nuevos nombres (Apocalipsis 2:17).

2.       A los santos se les dará sus recompensas (I Corintios 3:8; Apocalipsis 11:18; 22:12; II Juan 8).

3.       Los santos recibirán sus asignaciones como reyes o sacerdotes (Apocalipsis 20:6).

4.       El matrimonio del Cordero y Su novia tendrá lugar (Apocalipsis 19:6-8).

5.       La cena matrimonial tendrá lugar (Apocalipsis 19:9; Mateo 22:1-13).

6.       Los santos serán testigos de las siete plagas postreras siendo derramadas—la venganza de Dios (Apocalipsis 15:5-8; 16:1-21; Salmo 149:4-9). La séptima plaga será la Batalla de Armagedón.

7.       Ellos serán reunidos al ejercito de Dios y pelearán con Cristo cuando regresen a la tierra con Jesús para establecer el Reino y gobierno de Dios en la tierra (Apocalipsis 19:11-21; Zacarías 14:1-9).

Tomará tiempo para que todas estas cosas transpiren, indudablemente extendiéndose desde el día de Pentecostés hasta la Fiesta de Trompetas, más o menos cuatro meses, cumpliendo así los eventos de Apocalipsis capítulos 15-16 y 18-19.

Así, la Palabra de Dios revela que exactamente como Dios comenzó la Iglesia en Pentecostés al enviar el Espíritu Santo, Él completará la cosecha de Su Iglesia—los primeros frutos espirituales—en Pentecostés. En ese día Dios resucitará de los muertos a todos los santos justos—desde Abel, el primer mártir, hasta los 2 testigos, los últimos mártires. En la resurrección ellos serán cambiados en un parpadeo de ojo y dado cuerpos gloriosos inmortales como hijos e hijas de Dios el Padre. “…estamos esperando al Salvador, el Señor Jesucristo; Quien transformará nuestros viles cuerpos, para que puedan ser conformados a Su glorioso cuerpo, de acuerdo al trabajo interno de Su propio poder, por el cual Él es capaz de someter todas las cosas a Sí mismo.” (Filipenses 3:20-21). Como seres espirituales glorificados, ellos brillarán como las estrellas del cielo (Daniel 12:1-3; Mateo 13:43).

Ellos compartirán la misma existencia y gloria eterna como Jesucristo: “El Espíritu mismo da testimonio conjuntamente con nuestro propio espíritu, testificando que somos hijos de Dios. Entonces si somos hijos, somos también herederos—verdaderamente, herederos de Dios y coherederos con Cristo—si ciertamente sufrimos junto con Él, para que podamos también ser glorificados junto con Él.” (Romanos 8:16-17). Es por esto que Pablo llama la primera resurrección una resurrección superior (Hebreos 11:35-40). Finalmente, Juan escribe: “¡He aquí! ¡Qué glorioso amor nos ha dado el Padre, que deberíamos ser llamados los hijos de Dios! … pero sabemos que cuando Él sea manifestado, seremos como Él, porque lo veremos exactamente como Él es.” (I Juan 3:1-2).

El libro de Apocalipsis proclama: “Bendito y santo es aquel que tiene parte en la primera resurrección; sobre este la segunda muerte no tiene poder...” (Apocalipsis 20:6). Como está representado por la Fiesta de Pentecostés, los Cristianos esperan recibir vida y gloria eterna en la primera resurrección (Romanos 8:14-18; I Juan 3:1-3).

Otras referencias a Pentecostés: Hay otras dos referencias mostrando que Pablo guardaba la Fiesta de Pentecostés. Como hemos visto claramente, Pablo le enseñó continuamente a los gentiles convertidos a guardar las fiestas y días santos de Dios, los cuales incluían la Fiesta de Pentecostés.

·            Pablo le escribió a los corintios desde Éfeso de sus intenciones de visitar y permanecer con ellos. Sin embargo, él les hizo saber que permanecería en Éfeso hasta Pentecostés. Esto significa que él y todos los hermanos en Éfeso guardaron la Fiesta de Pentecostés. “Pero iré a ustedes después de pasar por Macedonia, porque voy por Macedonia. Pueda ser que permanezca con ustedes, o que pueda incluso pasar el invierno allá, para que puedan enviarme en mi viaje a donde sea que pueda ir. Porque en este tiempo no me detendré a verlos, más espero en algún tiempo futuro estar con ustedes, si el Señor lo permite. Pero permaneceré en Éfeso hasta Pentecostés. Porque una puerta grande y efectiva ha sido abierta para mí, y hay muchos adversarios.” (I Corintios 16:5-9).

·            En otra ocasión, Pablo estaba viajando a Jerusalén y se propuso guardar Pentecostés allá: “Porque Pablo había decidido navegar por Éfeso, porque no quería gastar tiempo en Asia; porque se apresuró para estar en Jerusalén en el día de Pentecostés, si fuera posible.” (Hechos 20:16).

·            En el Evangelio de Juan, Jesús les señaló la cosecha madura a sus apóstoles, lo cual aparentemente es una referencia directa a Pentecostés: “No digan que hay aún cuatro meses, y después viene la cosecha. Yo les digo, miren a su alrededor. Alcen sus ojos y vean los campos, pues ya están blancos para cosechar.” (Juan 4:35). Desde Pentecostés hasta la temporada de cosecha de otoño y los festivales y días santos de otoño hay cuatro meses—entonces Cristo debe haberse estado refiriendo al tiempo de Pentecostés. Como hemos visto, 3.000 nuevos convertidos fueron añadidos a la iglesia en Pentecostés en el 30 d.C.

En este capítulo, hemos tomado una visión general amplia de las fiestas y días santos de Dios de primavera en el Nuevo Testamento—en donde encontramos evidencia abrumadora de que la Iglesia apostólica del Nuevo Testamento guardó y reverenció estos días. Los hermosos escritos de los apóstoles “respirados por Dios” expanden verdaderamente el alcance y significado espiritual de las fiestas y días santos de Dios. Lejos de ser abolidos por Jesucristo y Sus verdaderos apóstoles, estos días continúan presagiando y cristalizando el propósito y plan de Dios para todos nosotros.

En el siguiente capítulo, aprenderemos como las fiestas y días santos de otoño continúan revelando el plan maestro profético de Dios, delineando Su propósito amoroso para toda la humanidad.