Por gracia han sido salvos—Y ¿ahora
qué?
Por
Duncan MacLeod
y
Philip Neal
Traducido
del Folleto Original: “By Grace You Have Been Saved—Now
What?”
“Porque por gracia han sido salvos a través de fe, y esta no
es de ustedes mismos; es el regalo de Dios, no de obras, para que nadie
pueda jactarse.” (Efesios 2:8-9; La Santa Biblia En Su Orden Original es
usada en todo el folleto, excepto donde se indique lo contrario).
Los protestantes interpretan este pasaje típicamente, para
referirse a que no hay necesidad de obras para la salvación—que todo lo que uno tiene que hacer es “aceptar a Jesús” y
recibir la gracia de Dios. Pero ¿Es esto lo que la Biblia realmente enseña?
Con toda seguridad, la salvación es por gracia—el inmerecido favor de Dios. La salvación no puede “ganarse”
por “buenas obras” de ningún tipo. Pero ¿habrá algo que usted deba hacer primero, para recibir la
salvación? Igualmente, ¿Habrá algo que usted deba hacer después de que
haya sido “salvo”? y ¿Qué significa exactamente el ser “salvo”? Este folleto le demostrará con las escrituras, que mientras la
salvación nos es dada gratuitamente por la gracia de Dios, existen
determinadas condiciones que deben cumplirse antes de que Dios le
conceda la salvación espiritual. También veremos que hay obligaciones
impuestas sobre el creyente, después de que él o ella están “bajo la gracia.”
©
2008
Iglesia
de Dios Cristiana y Bíblica
P.O.
Box 1442
Hollister,
CA 95024-1442
________________________________
Introducción
Casi
cualquiera, que profese ser cristiano—especialmente
un protestante—le
dirá que es “salvo” Pero ¿Qué
es
la salvación? A pesar de no ser bíblico, la mayoría piensa que el ser “salvo”
significa que tienen su boleto de ida al “cielo.” Sin
embargo, tal “salvación”
tiene poco que ver con la vida diaria de uno. ¿Qué es lo que la Biblia
realmente enseña, acerca de la salvación? ¿Qué es exactamente lo que
necesitamos para ser salvos?—Y ser salvos ¿De qué? Para
realmente entender esto, necesitamos examinar brevemente por qué Dios
creo al hombre en primer lugar. Por otra parte, debemos comprender la sórdida
condición en la cual la humanidad se encuentra actualmente.
Después
de haber creado los cielos y la tierra. Dios creó al primer hombre, Adán, del
polvo de la tierra—creándolo
en Su propia imagen (Génesis. 1:27). Sin embargo, el pecado subsecuente de Adán,
marcó el comienzo de lo que el Apóstol Pablo llama el “presente
mundo maligno [era]” (Gálatas
1:4), sobre el cual Satanás, nuestro enemigo, rige temporalmente como el “dios
de este mundo [era]” (II
Corintios 4:4).
Por
otra parte, la transgresión de Adán, trajo pecado y muerte a toda la humanidad:
“Por tanto, como por un hombre el pecado entró al mundo, y
por medio del pecado vino la muerte; y en esta forma, la muerte
pasó a toda la humanidad; es por esta razón que todos han pecado.” (Romanos
5:12). Porque por el pecado de Adán, la familia humana ha heredado en su
totalidad lo que Pablo llama la “ley” del
pecado y muerte (Romanos 7:17-24; 8:2). Por eso, “está designado
a los hombres morir una vez, y posteriormente a esto, el juicio.” (Hebreos
9:27).
Sin
embargo—pocos se
dan cuenta—de
que Dios tiene un gran propósito general para toda la humanidad. Increíblemente,
Él está en el proceso de crear a muchos hijos e hijas espirituales ¡En
su mismísima imagen! La creación física existe para apoyar este proceso
continuo de la creación espiritual—de traer muchos
hijos e hijas nacidos del espíritu a la familia de Dios. “Porque era apropiado para Él, para Quien todas las cosas fueron
creadas, y por Quien todas las cosas existen, traer muchos hijos
a la gloria, para hacer al Autor de su salvación perfecto a través
de sufrimientos. Porque ambos, Quien está santificando y aquellos que son
santificados son todos de Uno; por tal causa Él no está avergonzado de
llamarlos hermanos.”
(Hebreos 2:10-11). Dios dice, “Viviré en ellos y caminaré en
ellos; y seré su Dios, y ellos serán Mi pueblo…. Y seré un Padre para ustedes, y ustedes serán Mis hijos e
hijas…”
(II Corintios 6:16,18).
Como explica el Apóstol Pablo, aquellos que son guiados por el Espíritu
de Dios, son los hijos de Dios ahora – y
están destinados a ser hijos e hijas glorificados al retorno de Jesús. “Porque tantos como son guiados por el Espíritu de Dios, esos
son los hijos de Dios. Ahora ustedes no han recibido un espíritu de
esclavitud otra vez hacia temor, sino han recibido el Espíritu de
filiación, por el cual gritamos, ‘Abba,
Padre’. El Espíritu mismo da testimonio conjuntamente con nuestro propio
espíritu, testificando que somos hijos de Dios. Entonces si somos
hijos, somos también herederos—verdaderamente, herederos de Dios y coherederos con Cristo—si ciertamente sufrimos junto con Él, para que podamos también ser
glorificados junto con Él.” (Romanos 8:14-17).
No obstante, la familia humana está aparentemente en un callejón
sin salida: fuimos creados para heredar la eternidad como miembros de la
familia de Dios, sin embargo somos “vendidos
al pecado” y ¡sentenciados a muerte! De hecho, Pablo escribe que “Todos hemos pecado, y estamos destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23), y que “la
paga [lo que nos hemos ganado] del
pecado es muerte…” (Romanos
6:23).
¡Todos tenemos la pena de muerte del pecado sobre nosotros!
Pero Dios ha abierto un camino para que el hombre sea salvo de esta muerte
segura. Aunque la paga del pecado es muerte, “El regalo de Dios”—el
regalo de Su salvación por gracia—“es la vida eterna a través de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 6:23). La salvación, entonces, significa ser librado
de la muerte—el vivir por siempre (a través de la
primera resurrección) como un ser espiritual eterno.
Pero, ¿Qué hay del aquí y ahora?— ¿De qué manera afecta su vida presente el “ser salvo”? ¿Qué cambios ocurren en su vida cuando usted es “salvo”? ¿Es usted solamente salvo de la muerte eterna? Como hemos
visto, Satanás es el “dios” de esta presente era malvada. No obstante, los verdaderos
cristianos—aquellos que, como Jesús enseñó, oran para ser librados del “maligno”
(Mateo 6:13) —están siendo desde ahora, “personalmente
rescatados” del “poder
obscuro” de Satanás (Colosenses 1:13). De hecho, si usted es “salvo,” usted ya no está sometido a ninguna “autoridad de Satanás”
(Hechos 26:18).
Es también a través de la salvación, que Dios rompe el poder del
pecado sobre su vida. Como escribió Pablo, “Porque
el pecado no gobernará sobre ustedes porque no están bajo [la condenación de la] ley, sino bajo gracia.” (Romanos 6:14). De igual forma, usted también es “salvo” de su propia mente carnal—la
cual estaba sometida a la “ley
del pecado y muerte” Noten: “Por consiguiente, no hay ya condenación para aquellos que
están en Cristo Jesús, quienes no caminan según la carne, sino según el
Espíritu, porque la ley del Espíritu de vida según Cristo Jesús los ha librado
de la ley del pecado y muerte”
(Romanos 8:1-2). Por otra parte, como un cristiano “salvo”, usted ya no es parte de esta sociedad sin Dios: “[Ustedes] no son del mundo…” (Juan 17:16; ver también Juan 15:19). Cristo proclamó, “¡Pero sean valientes! Yo he vencido al mundo.” (Juan 16:33) –y
por lo tanto, se encuentra listo para librarnos de esta malvada sociedad
actual.
De hecho, la salvación de Dios es más maravillosa, más allá de
como la podamos describir—e incluye mucho más que solo ser “salvo” de la muerte eterna. Pero ¿Cómo es que Dios otorga dicha salvación?—Y ¿Qué requiere de usted, si usted recibe la salvación de
Dios por gracia?
Capítulo Uno
La salvación es un proceso
Para
entender este tema, es crítico darse cuenta de que la salvación de Dios es un proceso,
el cual ocurre con el tiempo—de hecho, toma casi toda una vida. Como
expresó el apóstol Pablo, usted está “siendo salvo”—presente
progresivo—mientras
permanezca en el amor de Dios, y siga las enseñanzas y el ejemplo de Cristo. “Ahora estoy declarándoles, hermanos, el mismo evangelio que
les proclamé, el cual también recibieron, y en el cual ahora están
permaneciendo; por el cual también están siendo salvos, si se están
aferrando a las palabras que les proclamé; de otra forma han creído en
vano.” (I Corintios 15:1-2; ver también I
Corintios 1:18).
Pero también hay un punto definitivo en el cual, una persona es “salva”—esto es, que tienen que llegar a estar bajo
la gracia de Dios. Sin embargo—contrario
a la falsa enseñanza protestante de que “una
vez salvo, eres salvo para siempre”—este
status no es automáticamente permanente. Mientras el creyente permanezca
fiel en el camino de vida de Dios, y permanezca bajo Su gracia, él o ella podrán
estar confiados en su salvación completa. Como veremos, el proceso de salvación
se completa, solamente cuando uno nace en la familia divina de Dios,
como un hijo o hija de Dios, compuesto del espíritu.
Directamente relacionado a este “proceso de salvación” está
la conversión. En Mateo 18:3 Jesús dijo, “Verdaderamente les dijo, a menos que sean convertidos [un proceso] como niños pequeños [como niños en corazón y en espíritu], de
ninguna manera entrarán en el reino de los cielos.” Pedro dijo, “Por
tanto, arrepiéntanse y sean convertidos para que sus pecados puedan ser
borrados…” (Hechos 3:19).
La conversión genuina, es mucho más que simplemente “aceptar a Jesús” o “darle su corazón al Señor.” La
conversión significa cambio. Comienza con arrepentimiento
profundo y sincero del pecado—la
transgresión de la ley de Dios—y
rogando a Dios por su perdón, a través de la sangre del sacrificio de
Jesucristo. Y aunque comienza con el arrepentimiento y bautismo, la conversión
es un proceso—un proceso de cambio que dura toda la vida. De cualquier
manera, el proceso de salvación en su totalidad, comienza con un
llamamiento especial, y personal por parte de Dios mismo.
La salvación comienza con el llamamiento
de Dios
Aunque sea físico, Dios ha dado a todo hombre y mujer un espíritu
humano—llamado el “espíritu en el hombre” –el cual da la vida, conciencia, y la capacidad de pensar, imaginar
y planear, y tomar decisiones y opciones.
A
causa de este “espíritu
en el hombre” (Job
32:8; Eclesiastés 3:21), nuestras mentes son capaces de comprender conceptos
abstractos, como matemáticas o economía. No obstante, sin importar que tan
sorprendente pueda ser la mente humana, nosotros somos incapaces de
ciertos conceptos espirituales superiores, de parte de Dios, necesarios para la
salvación. Tal como escribió Pablo, El hombre necesita un espíritu adicional—El
Espíritu de Dios: “Porque ¿Quién entre los hombres entiende las
cosas del hombre excepto por el espíritu del hombre el cual está
en él? En la misma manera también, nadie entiende las cosas de Dios excepto por
el Espíritu de Dios.”
(I Corintios 2:11).
Es en este mismo Espíritu en el cual Dios el
Padre inicia su llamado personalmente, guiándolo(a)
espiritualmente hacia Él, por medio de Jesucristo. “Nadie puede venir a Mí a
menos que el Padre, Quien Me envió, lo llame…”
(Juan 6:44). Ciertos conceptos espirituales son revelados por el Espíritu Santo
de Dios, mientras Él comienza a trabajar con su mente y espíritu. Dios comienza a iluminar su mente, dándole
el deseo de buscarlo, el deseo de comprender Su camino, y la voluntad de
seguirlo.
El Espíritu de Dios—el Espíritu
de verdad (Juan 14:17) —lo
guía a entender las opciones que Dios pone frente a cada uno de
nosotros. Todos han vivido a la “manera del hombre” la antítesis
de la manera de Dios (Efesios 2:1-3; Isaías 55:8) —el
camino que parece correcto, pero el cual lleva a la muerte. “Hay un camino el cual parece
recto al hombre, pero el fin del mismo es el camino de muerte” (Proverbios 14:12; ver también 16:25). De
hecho, “Todos los caminos del
hombre son limpios en sus propios ojos, pero el SEÑOR pesa los espíritus.” (Proverbios 16:2; 21:2). El profeta Jeremías escribió acerca del
corazón humano “El corazón es engañoso sobre todas las cosas, y desesperadamente malo…” (Jeremías 17:9). Mientras Dios continúa trabajando con usted, en
su debido tiempo, usted se verá así mismo como Dios lo ve a usted. Al final,
Dios lo guiará al arrepentimiento, a través de Su gracia. Noten lo que escribió
Pablo: “¿O desprecian las riquezas de su bondad e indulgencia y paciencia,
no sabiendo que la gracia de Dios los guía al arrepentimiento?” (Romanos 2:4). Es a través de la gracia de Dios, que usted
llega a ver la maldad de su propia naturaleza humana—para comprender la enormidad y consecuencias de sus actos— ¡para entender hasta lo más profundo de su ser lo que el pecado es
en realidad!
A través de su gracia, Dios lo guía hacia Jesucristo—dándole fe o creencia en Jesús. ¿De dónde viene esta
creencia? ¿Cómo es que usted llega a creer? El hecho es, que nosotros creemos
en Jesucristo como nuestro Salvador ¡por la gracia de Dios.! Pablo se
refiere a los santos, como “aquellos
que habían creído a través de la gracia” (Hechos 18:27).
Aun
así, ¿Por qué es tan difícil elegir el camino de Dios? Es por nuestras mentes
carnales, la naturaleza con la que nacen todos los seres humanos. La naturaleza
humana quiere seguir su propio camino, y no el camino de Dios. Humanamente,
nosotros simplemente no queremos obedecer a Dios. “Porque la mente carnal es enemistad contra Dios, porque no
está sujeta a la ley de Dios; ni en verdad puede estarlo….
Porque la creación fue sujeta a vanidad, no voluntariamente, mas por causa de Él,
quien la sujetó en esperanza, para que la creación misma pueda ser librada de
la esclavitud de corrupción, a la libertad de la gloria de los hijos de Dios.”
(Romanos 8:7, 20-21).
La salvación es un proceso
Dios,
sometió a los humanos a una naturaleza carnal con la esperanza de que—a
pesar de nuestros propios impulsos—al final
escojamos el camino de vida de Dios, el camino a la vida eterna. Jesús
dijo, “Yo soy el camino, y la verdad, y la vida” (Juan 14:6). Algunos versos después, Él resumió para sus discípulos
que el camino consiste en: “Si Me
aman, guarden los mandamientos—a saber, Mis mandamientos.” (Verso 15). Es la misma opción que Dios le dio al antiguo Israel
cuando les dijo, “llamo al cielo y a la tierra para registrar este día contra ustedes
que he colocado delante de ustedes vida y muerte, bendición y maldición.
Por lo tanto, escojan vida, para que ustedes y su simiente puedan vivir” (Deuteronomio 30:19).
El verdadero cristiano elige deliberadamente vivir a la
manera de Dios, cuando él o ella aceptan la salvación dada gratuitamente por
parte de Dios—su gracia inmerecida—a través del sacrificio de Jesucristo.
Arrepentimiento y Justificación
En
el día de Pentecostés, Pedro dijo a la multitud, “Arrepiéntanse
y sean bautizados cada uno de ustedes en el nombre de Jesucristo para la
remisión de pecados, y ustedes mismos recibirán
el regalo del Espíritu Santo.” (Hechos 2:38).
¿Arrepentirse de qué? De
sus propios caminos para romper la ley de Dios—de hacer lo que a sus propios ojos parece correcto. Arrepentirse
de “obras muertas” de la carne (Hebreos 6:1; 9:14; Gálatas 5:19-21).
Arrepentirse de vivir en el pecado.
Pero, ¿Qué es “pecado”? Muchos solo tienen una idea difusa de la definición del pecado, y por consiguiente, no
entienden realmente qué es aquello de lo que necesitan arrepentirse. “Todo el que comete pecado quebranta la ley, porque el pecado es
la transgresión de la ley” (I Juan 3:4,
Versión Reina Valera). La definición bíblica de “pecado” es el quebrantamiento de la ley de Dios. La ley de Dios define
el pecado y muestra a la gente de qué manera vivir sus vidas. Ni las
leyes ceremoniales del antiguo Israel, ni las regulaciones estrictas del Judaísmo
Farisaico, ni los códigos de conducta humanos, impuestos por organizaciones
corporativas religiosas—tienen un propósito espiritual semejante. Solo la eterna
ley de Dios le muestra a la humanidad cómo vivir—y de esta manera, el pecado se define como el quebrantamiento de
dicha ley.
El verdadero arrepentimiento—el prerrequisito
para recibir la gracia de Dios y perdón del pecado—involucra, aborrecer el pecado y la completa rendición a
Dios y a su camino. “Lávense ustedes mismos, límpiense ustedes mismos; repudien
el mal de sus obras de delante de Mis ojos; cesen de hacer el mal;
aprendan a hacer el bien…
Vengan ahora, y razonemos juntos,” dice
el SEÑOR. “Aunque sus pecados sean como escarlata, serán tan blancos como la
nieve; aunque sean rojos como carmesí serán como la lana.” (Isaías 1:16-18). “El
impío abandone su camino, y el hombre injusto sus pensamientos; y vuelva al SEÑOR, y Él tendrá misericordia de él; y a nuestro
Dios, porque Él perdonará abundantemente.” (Isaías 55:7).
La descripción de arrepentimiento es igual en el Nuevo Testamento—apartarse del camino del pecado y comenzar
a obedecer a Dios. Santiago, el hermano de Jesucristo escribió, “Acérquense a Dios, y Él se acercará a ustedes. Limpien sus
manos, ustedes pecadores, y purifiquen sus corazones, ¡ustedes
de doble mente!” (Santiago 4:8). Noten que Pablo escribió a los Romanos: “Porque los oidores de la ley no son justos delante de Dios, sino
los hacedores de la ley serán justificados.” (Romanos 2:13).
Pablo no está diciendo que uno es justificado “por” obediencia a la ley. Él está diciendo
que uno no puede ser justificado si no está dispuesto a comenzar a
obedecer la ley. El prerrequisito para el perdón es volverse de la transgresión
de la ley—dejar de pecar. Usted no puede ser perdonado en sus pecados mientras
usted continúe cometiéndolos deliberadamente; usted sólo puede ser perdonado de
sus pecados pasados cuando usted se vuelve de ellos. Está claro
que todos pecamos ocasionalmente—porque
somos débiles y carnales. Pero la intención del corazón no es practicar
el pecado como un estilo de vida.
Cuando uno se arrepiente verdaderamente de sus pecados ante Dios,
y pide Su perdón, es solo entonces que se aplica la sangre de Cristo,
cancelando los pecados pasados del individuo y pagando la deuda de la pena de
muerte, la cual fue incurrida a través del pecado. Juan nos dice, “la sangre de Jesucristo… nos
limpia de todo pecado.” (I Juan 1:7). Pablo añade “No
por la sangre de machos cabríos y terneros, sino por los medios de Su
propia sangre, Él entró una vez por todas en el santísimo, habiendo por Si
mismo asegurado redención eterna para nosotros.”
(Hebreos 9:12).
Después de que usted se ha arrepentido y ha recibido el perdón de
sus pecados, el siguiente paso es bautizarse por inmersión en agua—no para formar parte de una organización religiosa, sino para
formar parte del cuerpo espiritual de Cristo (Hechos 2:38; Mateo
28:19-20). El bautismo simboliza, el seguir a Cristo en Su muerte, su
sepultura, y su resurrección. Pablo escribió, “¿O son ustedes ignorantes que nosotros, como tantos que fuimos
bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en Su muerte? Por tanto, fuimos
sepultados con Él a través del bautismo en la muerte; para que, así como Cristo
fue levantado de los muertos por la gloria del Padre, en la misma forma,
debemos también caminar en novedad de vida.” (Romanos 6:3-4).
Después del bautismo, al nuevo creyente le es dado el Espíritu
santo de Dios a través de la oración, y de la imposición de manos. “Entonces les impusieron sus manos, y recibieron el
Espíritu Santo.” (Hechos 8:17). Lo que nosotros recibimos hasta este punto es una
porción inicial de Espíritu Santo de Dios—como un enganche rumbo a nuestra herencia final de la salvación.
Pablo escribió que el Espíritu Santo “es las
arras de nuestra herencia hasta la redención de la posesión comprada,
para la alabanza de Su gloria.”
(Efesios 1:14). De hecho, “Entonces
Quien está trabajando en esto mismo por nosotros es Dios, Quien también
nos ha dado la prenda del Espíritu.” (II Corintios 5:5).
Así, se cumple la etapa inicial de la salvación. Usted ha
sido “salvo”—o bien, justificado y reconciliado
con Dios por medio de la limpieza de sus pecados (Romanos 5:9). La pena del
pecado—la segunda muerte en fuego consumidor (Romanos 6:23; Apocalipsis
20:6, 11-15) —ha sido removida. Usted está ahora “bajo la gracia de Dios”—la
cual no se ganó, ni puede ganarse.
La salvación es un proceso
La justificación—el ser colocado en una posición correcta frente a Dios el
Padre—viene por Su perdón misericordioso de sus pecados pasados a través
del sacrificio de Cristo. Por medio de la muerte, Jesús pago en lugar suyo,
la pena de muerte que usted se había ganado. “Porque todos hemos pecado, y estamos destituidos de la gloria de
Dios; Pero estamos siendo justificados gratuitamente por Su gracia
a través de la redención que está en Cristo Jesús” (Romanos 3:23-24). Esta redención es “a través de Su sangre [la del sacrificio de
Cristo], incluso la
remisión de los pecados, de acuerdo a las riquezas de Su gracia [la gracia de Dios]”
(Efesios 1:7).
De todos los aspectos, de la múltiple gracia de Dios, la
justificación—junto con el don subsecuente de la justicia espiritual—es lo más importante. “Porque
nosotros también fuimos una vez tontos, desobedientes, engañados, sirviendo
toda clase de lujurias y placeres, viviendo en malicia y envidia, odiosos y
odiando uno al otro. Pero cuando la gracia y el amor de Dios nuestro Salvador
hacia el hombre apareció, no por obras de justicia las cuales practicábamos,
sino de acuerdo a Su misericordia Él nos salvó, a través del lavado de
regeneración y la renovación del Espíritu Santo, el cual Él derramó
sobre nosotros ricamente a través de Jesucristo nuestro Salvador; para que,
habiendo sido justificados por Su gracia, llegáramos a ser herederos de acuerdo
a la esperanza de vida eterna.”
(Tito 3:3-7).
Capítulo dos
Entendiendo la gracia
Como
vimos en Efesios 2:8-9, la salvación es por la gracia de Dios. Pero ¿Qué
es la “gracia
de Dios”?
Simplemente diga, que es el favor de Dios, misericordia, o buena voluntad hacia
nosotros. Gracia implica que algo ha sido hecho libremente por
alguien que no tiene ninguna obligación de hacer tal cosa—y que
el receptor, no tiene que “pagar” por tal gracia.
Es a través de la gracia gratuita de Dios—Su amor, favor y
misericordia—que
usted y yo somos salvos. Dios no está “obligado” a
salvarnos, en ninguna manera—y usted nunca se podrá “ganar” tal
salvación. La Salvación, es entonces, el resultado del favor de Dios por gracia
hacia nosotros—completamente
gratuita por parte de Él, e inmerecida por parte nuestra.
La
gracia de Dios, o Su favor, es una expresión de su insondable amor hacia
nosotros—aunque
nosotros aún éramos pecadores (Romanos 5:8). Como una expresión de Su amor,
Dios “dio a Su hijo unigénito engendrado” como sacrificio
por los pecados de la humanidad, “para
que todo el que crea en Él”—lo
cual como veremos implica obediencia a sus enseñanzas—“no pueda morir, sino pueda tener vida eterna”
(Juan 3:16). La creencia en Cristo y la aceptación de Su sacrificio—junto
con el arrepentimiento genuino del pecado, el cual es la transgresión de
la ley de Dios (I Juan 3:4) —lleva al perdón del pecado y la absolución
de la pena final por parte de Dios, la segunda muerte. Todo esto se cumple
como parte de la “operación
de gracia”—el
favor inmerecido y gratuito por parte de Dios.
Pero
la gracia y el favor de Dios también involucran más que el perdón del pecado.
El estar “bajo
la gracia”
denota una relación continua entre Dios y el creyente—en la
cual el creyente está recibiendo el amor divino de Dios, su favor, su bendición,
su ayuda, dones, y bondad. La gracia establece una nueva relación espiritual
entre el creyente, Dios el Padre y Jesucristo. A través del regalo inmerecido
del favor de Dios, el creyente es llamado, escogido, perdonado y aceptado por
Dios el Padre, y engendrado con el Espíritu Santo, haciéndolo(a) un hijo(a) de
Dios, y un heredero a la vida eterna—la cual es
concedida en la primera resurrección al retorno de Jesús.
Como
revelan las escrituras, el vivir “bajo la gracia”
requiere que el creyente viva por cada palabra de Dios con amor completo
y devoción a Dios el Padre y Jesucristo. Cuando Dios el Padre lo perdona a
usted por haber quebrantado Su Ley, Él espera que usted no viva más
en el pecado. La gracia de ninguna manera, le da licencia a uno para practicar
el pecado, ignorando o rechazando los mandamientos de Dios. Solo aquellos que
guarden Sus mandamientos, pueden permanecer en su amor y estar bajo su gracia.
Cada creyente que recibe la gracia de Dios, tiene una obligación personal
con Dios el Padre y Jesucristo, de abandonar sus viejos pensamientos y
practicas pecaminosas, y vivir una nueva vida, creciendo día con día en la
gracia y conocimiento de Cristo. De nuevo, Jesús le dice a todos sus
seguidores, “Si Me aman, guarden los mandamientos…” (Juan 14:15).
Como
un nuevo creyente, usted debe estar determinado(a), a vivir por las leyes y
mandamientos de Dios, siguiendo el ejemplo de Cristo con la ayuda del Espíritu
de Dios. El pecado seguirá ocurriendo, pero dejara de ser su forma de vida.
Para cada creyente que vive bajo la gracia, Jesucristo funge como redentor,
Sumo Sacerdote, y Abogado. Y cuando peca un cristiano, Jesús—en el
arrepentimiento del creyente—intercede ante el Padre, para obtener su
misericordia y gracia, convirtiéndose así, en la propiciación para tales
pecados. “Sin embargo, si caminamos en la luz, como Él está en la luz, entonces
tenemos compañerismo unos con otros, y la sangre de Jesucristo, Su propio
Hijo, nos limpia de todo pecado. Si decimos que no tenemos pecado, estamos
engañándonos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros. Si
confesamos nuestros propios pecados, Él es fiel y justo, para perdonar nuestros
pecados, y limpiarnos de toda injusticia. Si decimos que no hemos pecado,
lo hacemos a Él un mentiroso, y Su Palabra no está en nosotros.” (I
Juan 1:7-10).
También
noten: “Mis pequeños hijos, les estoy escribiendo estas cosas para que no
pequen. Y aun así, si alguno peca, tenemos un Abogado con el Padre,
Jesucristo el Justo; Y Él es la propiciación [expiación continua] por nuestros pecados; y no solamente por nuestros pecados, sino también por los
pecados del mundo entero. Y por este estándar sabemos que Lo
conocemos: si guardamos Sus mandamientos. Aquel que dice, “Lo conozco,” y no guarda Sus mandamientos, es un mentiroso, y la verdad no está
en él. Por otro lado, si cualquiera está guardando Su Palabra,
verdaderamente en aquel el amor de Dios está siendo perfeccionado. Por este medio
sabemos que estamos en Él. Cualquiera que reclame vivir en Él está obligándose
a sí mismo también a caminar incluso como Él mismo caminó.”
(I Juan 2:1-6). Juan también demuestra que el cristiano bajo la gracia no practica
el pecado: “Todo aquel que ha sido engendrado por Dios no practica pecado
porque Su semilla de engendramiento está viviendo dentro de él, y no es
capaz de practicar pecado porque ha sido engendrado por Dios.” (I Juan 3:9).
Lejos de abolir las leyes y mandamientos de Dios, la relación
personal entre Dios el Padre, Jesucristo y el verdadero creyente—la cual está basada en la gracia—establece la ley por medio de amor y
obediencia.
Ley, gracia—o ¿ambos?
En su amor, en el momento de la creación, Dios le dio al hombre
una ley fundamental para mostrarle cómo vivir. De hecho, el vivir a la
manera de Dios es la clave para la felicidad verdadera y duradera. Esta
ley básica de Dios ha existido desde la creación, y más tarde fue codificada
para la nación de Israel en el Monte Sinaí. Es, de hecho una ley eterna (Salmo
119:144).
Cuando se le preguntó a Cristo que nombrara la mayor de las leyes,
Él respondió, “‘Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu
alma, y con toda tu mente.’ Este
es el primero y más grande mandamiento; Y el segundo es
como este: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo.’ De estos dos mandamientos pende toda la Ley y los Profetas.” (Mateo 22:40). En resumen, esta es la ley del amor.
Noten
que Cristo no dijo que las dos grandes leyes de amar a Dios y de amar al
prójimo reemplazaban la Ley y los Profetas. Más bien, Él dijo que la Ley
y los profetas, están basados en la ley del amor—como
una instrucción en cómo amar a ambos, a Dios y al prójimo. Las leyes de
Dios reflejan Su mismísima naturaleza, e incluyen los Diez Mandamientos, además
de principios tales como la paz, la misericordia, y el dar. El quebrantamiento
de la ley espiritual de Dios—y no el
fracaso de realizar sacrificios o rituales—es pecado (I
Juan 3:4).
Después
de afirmar sin lugar a dudas de que Él no vino a anular las leyes de
Dios (Mateo 5:17- 18), Jesús expuso sobre la aplicación espiritual de la
ley de Dios en el “Sermón
del Monte”
(Mateo 5-7). Él explicó que los cristianos deben vivir por el espíritu de
cada uno de los mandamientos de Dios, no simplemente la letra. Las “bienaventuranzas” de
Mateo cinco, son un maravilloso perfil de la mismísima naturaleza de Dios—la manera
perfecta en que Él vive. Ésta es la manera a la que Cristo incita a sus
seguidores que se conviertan: “Por tanto, serán [vendrán
a ser] perfectos, incluso como su Padre que está
en el cielo es perfecto” (Mateo 5:48). Este es su objetivo final, y es un
proceso que toma toda la vida.
Entendiendo la gracia
El
espíritu y la intención de la ley fundamental de Dios es el amor—el
cual refleja la mismísima naturaleza y carácter de Dios mismo, por cuanto Dios es
amor (I Juan 4:8,16). Cada mandamiento, precepto o estatuto de Dios refleja un
aspecto diferente de Su propia naturaleza—la naturaleza
que Él quiere que usted desarrolle, a medida que avanza por la vida. El
practicar las leyes de Dios es practicar la piedad—el
construir en usted los hábitos de pensar y actuar de acuerdo a la naturaleza de
Dios. A través de su obediencia amorosa, Dios esta progresivamente escribiendo
Sus leyes de amor en su mente y en su corazón. De hecho, un nuevo pacto
entre Dios y el hombre, ha reemplazado el antiguo. ¿Significa esto que la Ley
de Dios es obsoleta? Leamos los términos del nuevo Pacto: “Este es el [nuevo] pacto que estableceré con ellos después de aquellos días,’ dice el Señor: ‘Yo
daré Mis leyes dentro de sus corazones, y las inscribiré en sus mentes’” (Hebreos
10:16). Así, las leyes y mandamientos de Dios son tan válidos hoy bajo el
Nuevo Pacto, como lo fueron en el Antiguo. De hecho, las leyes de
Dios son aún más vinculantes sobre el cristiano porque Dios requiere de
obediencia del corazón de sus hijos e hijas engendrados, en el espíritu
de la ley ampliada y magnificada por Jesucristo (Mateo 5-7). En este
forjamiento de la naturaleza misma de Dios en el cristiano convertido está el
meollo del desarrollo de la “mente de Cristo”
(Filipenses 2:5).
El guardar la Ley... ¿Se opone a la gracia?
Cuando
se habla de ley y gracia, ¿se tratará realmente de un caso de “uno u
otro”? ¿Está
la ley de Dios de alguna manera opuesta a Su gracia?
Entendamos.
Mientras las leyes de Dios son con frecuencia tenidas en desprecio, y vistas
como un conjunto abrumador de “reglas” legalistas, la
Biblia revela que en realidad son un reflejo de Su amor—de su
propia naturaleza. “Porque este es el amor de Dios: que guardemos Sus mandamientos; y Sus
mandamientos no son pesados.” (I Juan 5:3). Dios, en forma amorosa, le dio al hombre Sus leyes básicas en el
momento de la creación—destinadas para toda la humanidad, para siempre—para que supiéramos cómo vivir. Las leyes de Dios nos
protegen—nos mantienen alejados del daño, infelicidad, dolor, y muerte que
son consecuencia de vivir contrariamente a la manera de Dios.
El rey David, un hombre conforme al corazón de Dios, consideró
la ley de Dios como una gran bendición. Noten su actitud positiva hacia
las leyes, mandamientos y preceptos del Creador: “Nunca olvidaré Tus mandamientos, porque con ellos Tú me has dado
la vida…¡Oh cuanto amo Tu ley! Es mi meditación todo el día. Tus mandamientos me hacen más
sabio que mis enemigos, porque ellos están siempre conmigo. Tengo más
entendimiento que todos mis maestros, porque Tus testimonios son mi
meditación. Entiendo más que los ancianos porque guardo Tus preceptos.
He refrenado mi pie de todo camino malo, para que pueda guardar Tu palabra. No
me he apartado de Tus ordenanzas, porque Tú me has enseñado. ¡Cuan dulces son
Tus palabras a mi paladar! Sí, ¡más dulces que miel a mi boca! A través de Tus
preceptos obtengo entendimiento; por tanto odio todo camino falso. Tu
Palabra es una lámpara a mis pies, y una luz a mi senda.” (Salmo 119:97-105). Él añade, “Tus
testimonios son maravillosos; por tanto mi alma los guarda. La entrada de Tus
palabras da luz; da entendimiento al simple…. Grandiosa paz tienen aquellos que aman Tu ley, y no hay piedra de tropiezo para ellos.” (Versos 129-130, 165).
La ley de Dios define el pecado, para que lo podamos evadir—así como un señalamiento de vialidad, le advierte a un conductor
de peligro inminente. Noten lo que Pablo escribió también: “¿Qué pues diremos? ¿Es la ley pecado? ¡NUNCA PUEDA SER! Pero
yo no había conocido el pecado, excepto a través de la ley. Más aun, yo
no hubiera estado consciente de lujuria, excepto que la ley dijera, “No codiciarás.”
(Romanos 7:7). En el verso 12, él añadió: “Por
tanto, la ley es ciertamente santa, y el mandamiento santo y
justo y bueno.”
Por otro lado, la gracia tiene una operación completamente diferente.
A través de la gracia de Dios, o su favor divino, Él perdona y remueve sus pecados
pasados—removiendo la pena de muerte causada por esos pecados.
Por supuesto que esto, se cumple por fe, a través del sacrificio de Jesucristo—Su
sangre derramada (Romanos 3:24-25).
Así,
usted necesita la gracia de Dios y su perdón, porque ¡usted ha quebrantado
su ley! Cuando usted se arrepiente de tal quebrantamiento de la ley (pecado),
usted recibe Su gracia, por la cual usted es perdonado. Claramente, ¡usted no
comienza a pecar de nuevo intencionalmente, violando la ley de Dios!
Lamentablemente,
los evangelistas comunes citan Efesios 2:8—“Porque
por gracia han sido salvos a través de fe”—para
asegurar a sus seguidores que no hay nada que deban hacer para ser
salvos, excepto “aceptar a Jesucristo” o “entregarle su corazón al Señor.”
Supuestamente esto los pone bajo la “gracia”—la cual estos predicadores interpretan para significar “no ley.” Ellos representan la ley y la gracia falsamente como opuestos irreconciliables.
¡Nada puede estar más alejado de la verdad!
De hecho, hay un prerrequisito para la gracia de Dios—una precondición. Es simplemente esto: Si alguien ha de
estar bajo la gracia de Dios, él o ella debe arrepentirse genuinamente del
pecado, y tener fe en el sacrificio expiatorio de Jesucristo, y Su sangre
derramada. Sin embargo—noten esto cuidadosamente—este
prerrequisito no gana en ninguna manera el favor ni la gracia de Dios.
La gracia de Dios es un regalo—dado gratuitamente. Y Dios no va a
concederle esta gracia sin cuidado alguno, a cualquier persona que se oponga a
su camino de vida—el cual es definido por Sus santas y justas leyes. Sólo aquellos
que voluntariamente estén dispuestos a vivir a la manera de Dios—siendo evidentes por sus “frutos
dignos de arrepentimiento” genuinos (Mateo 3:8) —pueden
llegar a estar bajo la gracia salvadora de Dios.
Similarmente, hay obligaciones colocadas sobre el creyente,
una vez que él o ella han venido a estar bajo la gracia de Dios. Usted debe
continuar en el camino de vida de Dios—el
cual, de nueva cuenta, es definido por Sus leyes y preceptos, espiritualmente
amplificados en el Nuevo Testamento. ¿Por qué volvería usted a quebrantar la
ley de Dios—las cuales lo pondrían a usted bajo la pena de muerte?
El libro de Santiago nos muestra que la ley y la gracia (fe) van
de la mano. “En la misma manera también, fe, si no tiene [buenas] obras, es muerta, por si misma.
Pero alguien va a decir, “Usted tiene fe, y yo tengo obras.” Mi respuesta es: Usted pruébeme su fe a
través de sus obras, y yo le probaré mi fe a través de mis obras.” (Santiago 2:17-18).
¿Significa esto que los cristianos son perfectos y nunca pecan?
No, usted siempre va a batallar contra el pecado en un grado u otro (I Juan
1:8-9). La clave es que usted no practique el pecado como una forma de vida
(I Juan 3:9). Mientras usted se esté esforzando para mantenerse cerca de Dios,
de Cristo y en vivir por cada palabra de Dios, usted permanece bajo la gracia
de Dios—incluso cuando resbala. Dios lo perdona, porque usted permanece en
una actitud de arrepentimiento continuo.
Entendiendo la gracia
Pero note bien este punto crítico: Guardar los mandamientos no
puede “ganarle” su salvación. La salvación es posible solo a
través del sacrificio de Jesucristo—y es el regalo
de Dios para usted. Pablo nos deja esto muy claro: “Por tanto, por obras de ley
[cualquier tipo de obras o por guardar la ley] ninguna
carne será justificada delante de Él; porque a través
de la ley es el conocimiento del pecado [el
propósito de la ley es identificar el pecado]. Pero
ahora, la justicia de Dios [la
justificación dada por Dios] que es separada de ley ha sido revelada, siendo atestiguada por la Ley y
los Profetas; incluso la justicia de Dios que es a través de la
fe de Jesucristo, hacia todos y sobre todos aquellos que creen; porque no
hay diferencia.”
(Romanos 3:20-22).
La
pena del quebrantamiento de ley en el pasado—la
cual es muerte—no
puede ser borrada, sin importar cuantas veces guarde la ley en el futuro.
La futura obediencia a Dios, no nulifica la desobediencia pasada.
Solo el arrepentimiento continuo y la confesión de los pecados—y la
verdadera fe en la vida, muerte, y resurrección de Jesucristo—pueden
mantenerlo en un estado de justificación y salvación. Pero la futura obediencia
a Dios es absolutamente requerida, si usted ha de permanecer bajo la
gracia de Dios.
La fe conduce a la obediencia
La
fe es la confianza completa en Dios. Es la creencia de que Dios
cumplirá lo que ha prometido. Esta creencia lo habilita y lo motiva a
usted a cumplir con los mandamientos de Dios. Como un primer ejemplo para los
cristianos de hoy, fue la fe o la creencia lo que motivó a
Abraham a obedecer a Dios. “Porque la promesa a Abraham,
o a su simiente, que debería ser heredero del mundo, no fue dada a través
de ley; sino, fue a través de la justicia de fe…. Por esta razón es de fe, para que pudiera ser por
gracia, a fin de que la promesa pudiera ser segura para toda la simiente—no solamente para aquel que es de la ley, sino también para el que
es de la fe de Abraham, quien es el padre de todos nosotros,
(Exactamente como está escrito: “Yo te
he hecho padre de muchas naciones.”)
delante de Dios en Quien creyó, Quien da vida a los muertos y llama las cosas
que no son como si fueran. Y quien contra esperanza creyó en esperanza,
para poder hacerse padre de muchas naciones, de
acuerdo a eso que fue hablado, “Así será tu simiente.” Y él, no siendo débil en
la fe, no consideró su propio cuerpo, ya habiéndose
hecho muerto, siendo más o menos de cien años de edad, ni consideró la
falta de vida de la matriz de Sara; Y no dudó la promesa de Dios por incredulidad; sino que,
fue fortalecido en la fe, dando gloria a Dios; Porque fue completamente
persuadido de que lo que Él había prometido, es también capaz de hacer. Como
resultado, eso también le fue imputado por justicia” (Romanos 4:13,
16-22).
La
fe y la obediencia, no son mutuamente exclusivas; por el contrario, están
unidas entre sí de manera inextricable. Santiago cita dos ejemplos de fe cuando
escribió, “¿No fue nuestro padre Abraham justificado por obras cuando ofreció a
Isaac, su propio hijo, sobre el altar? ¿No ven que la fe estaba trabajando juntamente con sus
obras, y por obras su fe fue perfeccionada? Y la escritura fue
cumplida la cual dice, “Entonces Abraham creyó a Dios, y le fue contado por justicia”; y fue llamado un amigo de Dios. Entonces, ¿ven? Que un hombre
es justificado por sus obras y no solo por su fe. Ahora, también de la
misma manera, ¿no fue justificada por obras la ramera Rahab cuando, después de
recibir a los mensajeros, ella los envió fuera por otro camino? Porque como el
cuerpo sin el espíritu está muerto, en la misma forma también, la
fe sin obras está muerta.” (Santiago
2:21-26). Esto de vivir y actuar “por fe”, es de hecho obediencia. En Hebreos 11, vemos numerosos
ejemplos de aquellos que vivieron y actuaron “por fe” (Hebreos 11:4-5, 7-8, 11, 17, 20-23, 27-31).
Aunque usted no puede ser justificado por “obras” de obediencia, tampoco puede vivir una vida con Cristo sin ellas.
Es la fe—la cual es dada por Dios—la que le da
ambas: la voluntad y la habilidad para obedecer a Dios y hacer
las obras buenas que Él desea (Gálatas 2:20; Filipenses 2:13).
Entonces,
la fe es la confianza y creencia en Dios, y la disposición
para obedecerle, sabiendo que si lo hacemos como Él lo ordena en actitud de
amor desde el corazón, las cosas que Él ha prometido son seguras (Hebreos
11:11-19). Nosotros confiamos y le creemos a Dios cuando Él dice que Él ha
perdonado nuestros pecados—y que nosotros heredaremos la salvación
y la vida eterna con Él (Efesios 4:32; Colosenses 2:13; I Juan 1:9).
“¿Salvación
por obras?”
El
decir que hay requerimientos de cualquier tipo para la salvación, es
arriesgarse a ser acusado de enseñar “salvación por
obras.”
Después de todo, ¿no dijo Pablo, “no por obras,
para que nadie se jacte”?
Absolutamente. Su salvación no viene como resultado de ningún tipo de
obras que usted pueda hacer. De y por sí misma, ni siquiera una vida entera
guardando los mandamientos podría “ganarse” la
salvación y la vida eterna. Pero ¿Niega esto la necesidad de hacer
buenas obras?
A
aquellos a quienes les encanta citar Efesios 2:8-9, rara vez agregan el siguiente
verso: “Porque somos Su hechura, creados en Cristo Jesús hacia las buenas
obras que Dios ordenó de antemano para que pudiéramos caminar en ellas.” (Verso 10). (Tenga cuidado con aquellos que solo citan pasajes bíblicos
que parecen apoyar doctrinas que rechazan obras. Obtenga una historia
completa. Cristo nos dice que vivamos por cada palabra de Dios, no solo
por unos cuantos pasajes.) Escribiéndole a Tito, Pablo dice virtualmente lo
mismo que acabamos de leer en Efesios 2:8-10—que
habiendo recibido el perdón de Dios, nosotros debemos de ser
diligentes en hacer buenas obras: “Esta es
una palabra fiel, y yo deseo que ustedes afirmen fuertemente todas estas
cosas, para que aquellos quienes han creído a Dios, puedan aplicarse ellos
mismos a hacer buenas obras. Estas cosas son buenas y provechosas para los
hombres.”
(Tito 3:8).
Es
a través del desarrollo del hábito de buenas obras, que Cristo está
creando el carácter de Dios en usted. Pero es un esfuerzo conjunto: Dios
proveerá la ayuda que necesite—su parte es prepararse usted mismo, y
estar listo para “hacer el bien a todos, y especialmente, a aquellos quienes son
parte de la familia de la fe.” (Gálatas 6:10).
Usted ha de ser un “ejemplo
de buenas obras”
en todas las cosas (Tito 2:7) —pero, es Dios Quien “animará sus corazones y los establecerá en cada buena palabra y
obra.” (2 Tesalonicenses 2:17). Como escribió Pablo, “Porque Dios es capaz de hacer que toda gracia
abunde hacia ustedes para que en toda forma puedan siempre tener
suficiencia en todas las cosas, y puedan abundar hacia toda buena
obra.” (II Corintios 9:8). Note, que es Dios Quien lo perfeccionará en
buenas obras. “Y pueda el Dios de paz, Quien levantó a nuestro Señor Jesús de
entre los muertos—aquel gran pastor de las ovejas—a
través de la sangre del pacto eterno, los perfeccione en toda
obra buena, para que puedan hacer Su voluntad; cumpliendo en ustedes eso lo
cual es placentero su Sus vista, a través de Jesucristo, a Quien sea
la gloria en las eras de la eternidad. Amén.” (Hebreos 13:20-21).
Entendiendo la gracia
No
hay conflicto entre fe y obras. Usted debe tener fe en el perdón de Dios, y fe
en Su poder para salvarlo. No puede ganarse ninguna de las dos—porque
son dadas por gracia. Pero usted también debe tener las obras—amar
la obediencia a las leyes de Dios—por las cuales
usted desarrolla la mente de Cristo. El desarrollo de la naturaleza de Dios
en nosotros es todo el propósito de la creación del hombre. Pero necesitamos la
gracia de Dios y su perdón para aquellas veces en las que con frecuencia nos
quedamos cortos de Sus estándares.
Capítulo tres
¿Qué debe usted hacer ahora?
Siempre
tenga en mente, que la conversión inicial, es solo el comienzo del proceso
espiritual de salvación. Durante esta vida, después de la conversión inicial,
nosotros debemos de crecer “Hasta
que todos vengamos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, hacia
un hombre perfecto, hacia la medida de la estatura de la plenitud
de Cristo” (Efesios 4:13), y de esta manera, preparados para la etapa final de salvación—el nacimiento
nuevo a la mismísima familia de Dios en la primera resurrección. Usted
tiene que edificar sobre la gracia inicial de Dios, y expandir su conocimiento
y entendimiento espiritual, en un proceso continuo de crecimiento espiritual.
El apóstol Pedro dice “estén creciendo en la gracia y el
conocimiento de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.” (II Pedro 3:18). Usted necesita crecer en—que es edificar sobre—la
gracia de Dios, y el conocimiento de Jesucristo, que Dios le ha otorgado
gratuitamente.
Conforme pasa el tiempo, Dios—a
través de la morada de Su Santo Espíritu—forma
en usted la propia mente de Cristo, Quien nunca jamás quebrantó ninguno
de los mandamientos de Su padre. “Esté
esta mente en ustedes, la cual estuvo también
en Jesucristo; Quien, aunque existió en la forma de Dios, no lo consideró
robo ser igual con Dios, sino que se vació a Si mismo, y fue
hecho en la semejanza de hombres, y tomó la forma de un siervo; y
habiéndose encontrado en la forma de hombre, se humilló a Si mismo, y
llegó a ser obediente hasta la muerte, incluso la muerte de la
cruz.” (Filipenses 2:5-8).
De hecho, Dios está formando a Cristo en usted (Colosenses 1:27; Gálatas
4:19). Su parte es permanecer comprometido a una vida de obediencia a
Dios—el buscar Su amor continuamente, Su espíritu, y practicar
Su camino de vida. Al hacer esto, usted desarrollará y crecerá en el amor
de Dios, y lo amará más perfectamente con todo su corazón, con toda su mente, y
con todas sus fuerzas. Esto cumple con el más grande de todos los mandamientos
(Mateo 22:37-38).
¿Cómo “ama” usted a Dios? Cristo no contesta con términos ambiguos: “Si Me aman, guarden los mandamientos—a saber, Mis mandamientos.” (Juan 14:15). “Si guardan
Mis mandamientos, vivirán en Mi amor...”
(Juan 15:10). Juan reitera esto en su primera epístola general: “Porque este es el amor de Dios: que guardemos Sus mandamientos;
y Sus mandamientos no son pesados.” (I
Juan 5:3).
Si usted es realmente convertido, y ahora es guiado por el Espíritu
Santo de Dios, Él está en el proceso de escribir Sus leyes en su mente y
en su corazón (Hebreos 10:16). Éste proceso ocurre a través de su vida entera.
Dios le da de Su Espíritu Santo para ayudarle a amarlo y para que obedezca
Sus leyes y mandamientos—no solo en la letra, sino en su intención espiritual. La práctica
continua de esta obediencia, desde lo más profundo de su ser, edifica
en usted el mismo corazón, mente, y carácter de Jesucristo, Quien amó la ley de
Dios y la guardó perfectamente. Es por estar guardando la ley de Dios,
que ésta misma llega a estar “escrita en su corazón.” Con
el tiempo, el cristiano que ame a Dios, y practique Su camino de
vida, llegará a madurar espiritualmente, “entrenado para
discernir entre el bien y el mal” (Hebreos 5:14),
y crecerá en entendimiento espiritual continuamente. “Pero de acuerdo a como está escrito, “El ojo no ha visto, ni el oído ha
oído, ni han entrado al corazón del hombre, las cosas que Dios ha
preparado para aquellos que lo aman. Pero Dios nos las ha revelado
por Su Espíritu, porque el Espíritu examina
todas las cosas—incluso las cosas profundas de Dios. Porque ¿Quién entre los hombres entiende las
cosas del hombre excepto por el espíritu del hombre el cual está
en él? En la misma manera también, nadie entiende las cosas de Dios excepto por
el Espíritu de Dios. Entonces no hemos recibido el espíritu del mundo, sino
el Espíritu que es de Dios, para que pudiéramos saber las cosas
graciablemente dadas a nosotros por Dios, Tales cosas también hablamos, no
en palabras enseñadas por sabiduría humana, sino en palabras enseñadas
por el Espíritu Santo para comunicar cosas espirituales por medios
espirituales.”
(I Corintios 2:9-13).
En
pocas palabras, la parte de Dios en el proceso de formar a Cristo en
usted, es convertirlo y darle de Su Espíritu Santo, por el cual Él lo guía y
fortalece a usted para vivir a Su manera. La parte suya es orar
diariamente a Dios, estudiar Su Palabra, meditar en ella con oración, y después
vivir por ella. Esto incluye, traer incluso sus mismos pensamientos
a la obediencia a los mandamientos de Dios. “Porque
aunque caminamos en la carne, no guerreamos de acuerdo a la
carne. Porque las armas de nuestra guerra no son carnales, sino
poderosas a través de Dios para el derrocamiento de fortalezas, Echando
abajo vanas imaginaciones, y toda cosa alta que se exalta a sí
misma contra el conocimiento de Dios, y trayendo a cautividad todo
pensamiento a la obediencia de Cristo.” (II Corintios 10:3-5).
La salvación conduce a una nueva creación
espiritual
Lo que Dios está creando en usted—a través de la habitación de Su Espíritu Santo—es a Cristo en usted. Pablo escribió, “Hijitos míos, por quienes estoy de nuevo laborando en dolor, hasta
que Cristo haya sido formado en ustedes…” (Gálatas
4:19). Y “A quienes Dios quiso dar a conocer cuáles
son las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles; el
cual es Cristo [formado] en ustedes, la esperanza de gloria” (Colosenses 1:27).
A través del proceso de Dios viviendo en usted, que dura
toda una vida, el “viejo hombre” de su naturaleza humana, es reemplazado gradualmente
con el “nuevo hombre” interior de la naturaleza de Dios.
Pablo declaró, “He sido crucificado con Cristo, aun así vivo. Ciertamente,
ya no soy más yo; sino Cristo vive en mí. Porque la vida que
estoy ahora viviendo en la carne, la vivo por fe—esa misma fe del Hijo de Dios, Quien me amó y Se dio
a Si mismo por mí.” (Gálatas 2:20). Es por este proceso de dejar que Cristo viva en,
y a través de usted, que su “hombre
exterior está siendo traído a decadencia, aun así el [su]
hombre interior está siendo
renovado día a día.” (II Corintios 4:16). De hecho, usted tiene que “deshacerse del viejo hombre junto con sus hechos,”
mientras usted “debe vestirse el nuevo hombre, quien está siendo renovado en conocimiento, de acuerdo a la imagen
de Aquel Quien lo creó” (Colosenses 3:9-10).
De esta manera, cada cristiano convertido, guiado por el Espíritu,
está siendo desarrollado en una nueva persona o creación, espiritualmente.
“Por tanto, si alguno está en Cristo, él es una nueva
creación; las cosas viejas han pasado; he aquí, todas las cosas han sido hechas
nuevas.” (II Corintios 5:17). De nuevo, esto se
logra a través del trabajo del Espíritu Santo de Dios, en conjunto con nuestro
espíritu humano. “Porque tantos como son guiados por el Espíritu de Dios, esos
son los hijos de Dios. Ahora ustedes no han recibido un espíritu de
esclavitud otra vez hacia temor, sino han recibido el Espíritu de
filiación, por el cual gritamos, ‘Abba,
Padre.’ El Espíritu mismo da testimonio conjuntamente con nuestro propio
espíritu, testificando que somos hijos de Dios.” (Romanos 8:14-16).
Noten cómo el Apóstol Pedro describe este proceso de crecimiento
personal y desarrollo, basado en las maravillosas promesas de Dios: “Gracia
y paz sean multiplicadas a ustedes en el conocimiento de Dios y de Jesús nuestro Señor, de acuerdo a Su
divino poder nos ha dado todas las cosas que pertenecen a la vida
y a la santidad, a través del conocimiento de Quien nos llamó por Su
propia gloria y virtud; a través de la cual Él nos ha dado las más grandes
y preciosas promesas, que a través de estas ustedes pueden convertirse en
participes de la naturaleza divina, habiendo escapado de la
corrupción que está en el mundo a través de lujuria. Y por esta
misma razón también, habiendo además aplicado toda diligencia, añadan a su fe,
virtud; y a la virtud, conocimiento; y al conocimiento, auto-control; y
al auto-control, resistencia; y a la resistencia, santidad; y a la santidad,
amor fraternal; y al amor fraternal, el amor de Dios. Porque si estas
cosas existen y abundan en ustedes, no les harán estar carentes
de esfuerzo ni carentes de fruto en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo.” (II Pedro 1:2-8).
Mientras continuemos “agitando” y utilizando el regalo de Dios—Su
Espíritu Santo en nosotros (II Timoteo 1:6) —y
sigamos el ejemplo de Cristo acerca de cómo vivir (I Pedro 2:21-22; I Juan
2:6), Dios va a desarrollar en nosotros el amor, mente, actitud, y la
mismísima naturaleza de Jesucristo, “Hasta
que todos vengamos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios,
hacia un hombre perfecto, hacia la medida de la estatura de la
plenitud de Cristo” (Efesios 4:13).
El proceso de salvación, finalmente culmina, en su nuevo
nacimiento espiritual a la familia de Dios—como un hijo o hija de Dios, nacido del espíritu. Para aquellos
que permanezcan firmes durante sus vidas, este último paso de entrar al
Reino y familia de Dios, ocurre en la primera resurrección
al retorno de Jesucristo. Aquellos que han muerto en la fe, resucitarán de los
muertos, mientras que aquellos que sigan con vida serán transformados—fortalecidos
con cuerpos espirituales inmortales, para heredar la eternidad. (I
Tesalonicenses 4:16-17; I Corintios 15:23, 49-52).
Como
seres espirituales glorificados, recibiremos la herencia completa de la tierra
y del universo. “Entonces si somos hijos, somos también herederos—verdaderamente, herederos de Dios y coherederos con Cristo—si ciertamente sufrimos junto con Él, para que podamos también
ser glorificados junto con Él. Porque considero que los sufrimientos del
tiempo presente no son dignos de ser comparados con la gloria
que será revelada en nosotros.” (Romanos 8:17-18). Seremos exactamente como Cristo mismo, “Quien
transformará nuestros viles cuerpos,
para que puedan ser conformados a Su glorioso cuerpo, de acuerdo al
trabajo interno de Su propio poder, por el cual Él es capaz de someter
todas las cosas a Si mismo.”
(Filipenses 3:21). También, regiremos con Cristo, sobre todas las cosas que
Dios el Padre ha puesto “bajo Sus pies”
(Hebreos 2:8; Apocalipsis 3:21; 20:4-6; Daniel 7:27).
Como verán, esta vida es un tiempo de preparación para un
reinado divino. ¿A quiénes tendrá Cristo asistiéndole en los tiempos venideros?
Solo a aquellos que hayan desarrollado mentes, actitudes, y carácter divinos, viviendo
a Su manera en esta vida—quienes
hayan crecido en la gracia que Él da, como regalo gratuito (II Pedro
3:18; Lucas 19:11-26).
La salvación requiere su participación activa
Digamos
que usted ha aceptado a Jesucristo como su salvador personal, habiéndose
arrepentido de sus pecados. Usted es perdonado por las violaciones a Su ley, y
la pena de muerte ha sido removida. Usted ha recibido la gracia de Dios, y Su
Espíritu Santo. Usted sabe que sus obras no le han ganado su salvación, ni lo
podrán hacer sus acciones futuras; pero Dios, por Su gracia, le concedió este
regalo gratuito, a través del sacrificio de Jesucristo. ¿Qué debe usted
hacer ahora? ¿Que debe de “hacer” usted con este regalo de la salvación? ¿Continuará
viviendo
como siempre lo ha hecho, como si nada hubiera cambiado su vida? ¿Es
realmente requerido el crecimiento espiritual? Tal vez eso es hacer la pregunta
equivocada.
Mírelo
de esta manera: Si usted está dispuesto a hacer sólo lo que es “requerido”, eso
no lo hace mas que un “siervo
inútil”
(Lucas 17:10). De hecho, si hay alguna lección que resalte en la parábola de
las minas, es que Dios espera que uno desarrolle cualquiera que sea el
regalo que Él nos da (Lucas 19:11-27). Como es mencionado, Pedro dice que “estén creciendo en la gracia y el conocimiento de
nuestro Señor y Salvador Jesucristo” (II Pedro 3:18)—lo
cual es, construir sobre la gracia de Dios y el conocimiento de
Jesucristo, los cuales Dios le ha dado gratuitamente. No hay “requerimiento” para
cuanto crecer; pero si usted realmente ama a Dios, usted querrá
parecerse a Él lo más que se pueda.
Dios
le da a usted como cristiano un papel crítico en este proceso de
crecimiento espiritual, que dura toda una vida. Usted puede ayudar en el
proceso haciendo su parte, o perjudicar el proceso con negligencia, andando sin
cuidado, o continuando en sus viejas prácticas pecaminosas. O como algunos, podría
dejarse convencer por falsos maestros de que “realmente no
importa lo que haga”, o
que “la
ley ya no es tomada en cuenta.” Su parte en el proceso continuo de
Dios, de formar a Cristo en usted, es el ponerse el “hombre
nuevo”
buscando Su Espíritu diariamente, y viviendo la vida a la manera de Dios. Noten
lo que escribió Pablo a la iglesia en Éfeso: “[Ahora] concerniente a su antigua
conducta, [les amonesto a] ustedes [que] se quiten el viejo hombre,
el cual es corrupto de acuerdo a la lujuria engañosa; Y que sean
renovados en el espíritu de su mente; Y que se pongan el nuevo hombre,
el cual es creado en justicia y santidad de la verdad de acuerdo a Dios.”
(Efesios 4:22-24).
Como
cristianos, debemos de seguir el ejemplo de Jesucristo (I Pedro 2:21),
Quien obedeció completamente las leyes de Dios establecidas, como el estándar
de conducta para la humanidad. El camino de Dios es definido por sus leyes básicas—los
Diez Mandamientos en particular, junto con numerosos principios acerca de la
misericordia y el dar. En Su “Sermón del Monte”
(Mateo 5-7), Cristo destaca ambas actitudes interiores, y las acciones
exteriores, que se espera que los cristianos manifiesten en sus vidas
diarias. No tiene nada que ver con sacrificios, rituales, vestimentas o
artefactos; tiene todo que ver con amar a Dios y al prójimo.
Lejos
de ser el final, el estar bajo la gracia de Dios y el recibir su Espíritu
Santo, es solo el comienzo—el principio de
toda una vida caminando con Cristo hacia su reino Eterno. El caminar con
Cristo, significa caminar en la misma dirección en que Él caminó (Juan
14:15; 15:10). El apóstol Juan escribió, “Cualquiera
que reclame vivir en Él está obligándose a sí mismo también a caminar
incluso como Él mismo caminó.” (I Juan 2:6). Jesucristo viviendo en
usted
caminará en la misma manera en la que caminó cuando Él estuvo en la
carne, hace casi 2000 años—si usted lo busca, y le permite al Espíritu
de Dios que lo guíe.
Claves vitales para el crecimiento espiritual
Hay
claves definitivas para el crecimiento espiritual—la
oración, estudio, meditación, ayuno, y convivencia. Si usted verdaderamente
ama a Dios por todo lo que Él ha hecho por usted, entonces tomará en serio el
crecer en gracia y en el conocimiento de nuestro Señor. Usted no pensará que
estas claves son una carga de “deber,” sino
oportunidades emocionantes para trabajar con Dios, en el proyecto más
importante jamás realizado—la creación espiritual de nuevos
miembros de Su familia. Usted querrá acercarse aún más. “a la
medida de la estatura de la plenitud de Cristo.” Este
crecimiento espiritual, en preparación para el Reino de Dios, se convierte en la
prioridad más importante de su vida (Mateo 6:33). ¿Cómo puede estar seguro
de que logrará el crecimiento espiritual necesario?
Al
momento de su conversión, hubo una nueva creación engendrada en usted—un “hombre
interior” (o
mujer interior) del Espíritu—el cual requiere regularmente de sustento
espiritual para crecer, para ser “renovado día con
día”
Usted atrae crecimiento espiritual, por el contacto diario con
Dios, a través de la oración, el estudio Bíblico, meditación, y ayuno
ocasional. Usted también es sustentado espiritualmente, por la convivencia
regular en el sábado de Dios con otros fieles seguidores de Cristo, y por el oír
la palabra de Dios expuesta a través de un maestro dedicado de Dios (Romanos
10:17). Mientras va adquiriendo entendimiento, usted también crece al vivir
a la manera de Dios en todos los aspectos de su vida diaria.
A
través de estas herramientas espirituales, usted vendrá a entender
gradualmente, la grandeza del amor de Dios, y el trabajo milagroso que Él está
obrando en su vida. Usted crecerá para amarle con todo su corazón, con toda su
alma, con toda su mente, y con toda su fuerza. Mientras construye una relación
profunda y amorosa con Dios, usted estará altamente motivado para agradarle en
todos aspectos, y para trabajar con Él, en lo que Él está haciendo con
usted.
Oración diaria
Dios
está estableciendo una relación profunda y amorosa con usted, como un
hijo o hija engendrado(a). Usted construye sobre esa relación, por medio del
contacto y comunicación regular con Él. Su amor por Dios lo debería motivar a buscar
el contacto diariamente con Él por la oración—hablar con Él
sobre sus necesidades y las necesidades de otros. “Busquen al SEÑOR mientras pueda ser encontrado; invóquenlo mientras
está cerca.” (Isaías 55:6). “[Dios]
es un galardonador de aquellos que diligentemente Lo buscan.” (Hebreos 11:6). La oración no es algo a lo que un cristiano debería
acercarse casualmente.
Si lo deja para cuando tenga oportunidad, pueden pasar demasiados
días con un contacto inadecuado con Dios. Tenga la certeza de hacer de la oración
la prioridad número uno de cada día.
Tan solo el diario vivir en esta época puede ser difícil. Usted necesita
orar a Dios para Su guía, Su protección, y por Su poder espiritual que necesita
para resistir el pecado. La oración es la herramienta más importante para
adquirir más del Espíritu de Dios, y la fuerza que necesita en sus batallas
espirituales. Pablo escribió que usted debe de “avivar el don de Dios” que
está en usted por la imposición de manos (II Timoteo 1:6). Usted logra esto a
través del contacto diario con Dios.
Por otro lado, algunos se imponen cuotas así mismos para la oración.
Si dejan pasar un día, en que no hayan “hecho
sus oraciones” puede ser que anden cargando con un sentimiento de
culpa, pensando que Dios está enojado con ellos por haberse quedado cortos en
la oración.
Pero
en ningún lugar de la Biblia dice, que Dios “requiere” una
cierta cantidad de oración diaria. Dios no espera que usted ore al lado del
reloj. Si usted realmente ama a Dios, usted querrá comunicarse con Él
frecuentemente. Si usted está orando de corazón—cubriendo sus
necesidades y las necesidades de los demás adecuadamente—usted
pasará suficiente tiempo orando. De hecho, el tiempo no es lo que importa, lo
que importa es la calidad y la efectividad en el desarrollo de su relación con
Dios.
Noten lo que Escribió el Apóstol Pablo en Efesios 6:10-18. “Finalmente, mis hermanos, sean fuertes en el Señor, y en el
poder de Su fuerza. Vístanse toda la armadura de Dios para que puedan ser
capaces de aguantar contra las artimañas del diablo. Porque no estamos luchando
contra carne y sangre, sino contra principados y contra poderes, contra
los gobernadores del mundo de la oscuridad de este siglo, contra el poder
espiritual de maldad en lugares altos. Por tanto, tomen toda la armadura
de Dios para que puedan ser capaces de resistir en el día malo, y habiendo
resuelto todas las cosas, estar de pie. Estén por tanto, teniendo sus
lomos ceñidos con verdad, y vistiendo la coraza de justicia. Y teniendo sus
pies calzados con la preparación del evangelio de paz. Además de todo esto,
tomen el escudo de la fe, con el cual tendrán el poder de apagar todos los
dardos fieros del maligno; y vístanse el casco de salvación, y la espada del
Espíritu, la cual es la Palabra de Dios; orando en todo tiempo con toda
oración y súplica en el Espíritu, y en esta misma cosa siendo
vigilante con toda perseverancia y súplica por todos los santos”
Como dijo Pablo, usted necesita orar por las necesidades de otros—ministros y maestros, hermanos cristianos, miembros familiares,
compañeros de trabajo, por cualquiera que usted sepa que está sufriendo pruebas
o enfermedad. Usted también debería orar por la guía de Dios para aquellos que
están en posiciones de decisión gubernamental, cuyas acciones afectan la vida
de muchos. La oración por los demás, es una de las maneras de crecer en el amor
no egoísta de Dios.
Existe un número de ejemplos en los Salmos, de cómo David oraba a
Dios. El Salmo tres es un clamor a Dios para liberación; en el Salmo seis,
David pide a Dios que sea gentil al corregirlo. El Salmo ocho es una alabanza
de David para Dios por Su creación; El Salmo trece es el clamor de David,
cuando parecía que Dios lo había abandonado. El Salmo 51 es una oración de
profundo arrepentimiento (probablemente después del pecado de David con Betsabé).
El salmo 103 enlista muchas de las maneras en que Dios provee para Su pueblo, y
habla de Su misericordia y amor. El Salmo 119 habla en su totalidad acerca de
los incontables beneficios de guardar la ley de Dios, y de la actitud
convertida que uno debe de tener hacia las leyes de Dios. Casi toda razón o
propósito para orar, puede ser encontrado en los Salmos.
Cristo
dio algunos principios generales de la oración a Sus discípulos, como parte de
Su “Sermón
del Monte”
(Mateo 6: 5-8). Después dio una oración muestra (Versos 9-13). Él no
refirió estas palabras de “La oración del Señor” para
ser recitadas repetidamente, como es hecho hoy en muchas reuniones públicas.
Noten: “Y cuando oren, no usen repeticiones vanas, como hacen los paganos;
porque ellos piensan que multiplicando sus palabras, van a ser escuchados”
(verso 7). Más bien, cada una de las frases en la oración modelo de Jesús,
es dada como un ejemplo de un tema por el cual orar. Usted debe de orar
acerca de esos temas (y también sobre otros temas que usted necesite discutir
con Dios) de corazón—no de memoria.
Estudio bíblico
A
través de la oración, usted “habla con Dios” Pero
usted necesita una conversación de doble sentido con Dios. Usted
necesita dejar que Él le hable a usted. Usted hace esto a través del
estudio de la Biblia en oración. Su relación con Dios debe ser “en espíritu, y en [la] verdad”
(Juan 4:24). Cristo dijo que Sus mismas palabras—la Biblia—son
espíritu y vida (Juan 6:63). También son verdad—la verdad
(Juan 17:17). Entonces, el crecimiento espiritual continuo, requiere de un
estudio regular de la Biblia.
Si
usted ha aceptado a Cristo como su salvador—y si usted es
realmente convertido—usted
estará estudiando y viviendo, por cada una de las enseñanzas de
Jesús. Así como Pablo amonestó al evangelista Timoteo, “Estudia diligentemente para
mostrarte a ti mismo aprobado a Dios, un obrero que no necesita ser
avergonzado, dividiendo correctamente la Palabra de la verdad” (II Timoteo 2:15) Jesús dijo, “Yo [esto es, Sus enseñanzas, y el ejemplo que Él dio] soy el camino, la verdad y la vida” (Juan 14:6). Cristo dejó el ejemplo perfecto de cómo hemos de
vivir (Juan 15:10; I Pedro 2:21; I Juan 2:6). ¿Cómo podrá aprender de Su
ejemplo, a menos que lo lea?
Usted aprende del camino de vida de Dios—la manera en que Cristo mismo vivió—a través del estudio de la Biblia. “El
hombre no vivirá por pan solamente, sino por cada palabra que procede fuera de la
boca de Dios.” (Mateo 4:4) —la
Palabra inspirada de Dios. Usted acepta el regalo gratuito de la gracia, y crece:
“Sino, estén creciendo en la gracia y el conocimiento de
nuestro Señor y Salvador Jesucristo.” (II
Pedro 3:18). Al estudiar la palabra de Dios, usted vendrá a conocer íntimamente
a Jesucristo, y el camino que Él vivió.
Muchos evitan el estudio de la Biblia, porque es trabajo—tensión cerebral. Tal vez alguna vez usted intentó leer, o
estudiar la Biblia, pero sin ser capaz de entender. No espere entender toda la
Biblia a la primera. El estudio de la palabra de Dios, es un proyecto a largo
plazo que dura toda una vida. Si las primeras lecturas no parecen darle mucho
entendimiento, no se rinda. Si Dios inspiró toda escritura (II Timoteo 3:16), Él
también lo puede inspirar a usted para que las entienda. Cristo prometió a Sus
seguidores, “Sin embargo, cuando ese haya venido, el Espíritu de la verdad, los
guiará a toda verdad…” (Juan 16:13).
La clave para entender la Biblia, es la guía del Espíritu
Santo de Dios. “Porque ¿Quién entre los hombres entiende las
cosas del hombre excepto por el espíritu del hombre el cual está
en él? En la misma manera también, nadie entiende las cosas de Dios excepto por
el Espíritu de Dios.” (I Corintios 2:11). “Pero
el hombre natural no recibe las cosas del Espíritu de Dios; porque son
tonterías para él, y no puede entenderlas porque son discernidas
espiritualmente.”
(Verso 14). Comience cada sesión de estudio Bíblico, pidiéndole a Dios de Su guía,
para entender Su Palabra—y
Su ayuda para poder vivir por ella. Recuerde, Él da de Su Espíritu a
aquellos que le obedecen (Hechos 5:32).
Si usted ha de crecer espiritualmente, hay
demasiado que aprender acerca de Jesucristo—Su personalidad, Su carácter, Sus enseñanzas,
y Su ejemplo. Usted también necesita las enseñanzas de Sus apóstoles, ya que
fueron inspirados para exponer el camino de Dios. Y usted necesita entender el
Antiguo Testamento, porque es el fundamento sobre el cual se sostiene el
verdadero Cristianismo, junto con Cristo y los apóstoles (II Timoteo 3:15-17).
Mírelo de esta manera: Durante la
preparatoria y la universidad, usted estudió libros de texto, y trabajó
para aprender lo que necesitaba saber, para que pudiera tener una vida adulta
exitosa, incluyendo el tener un buen trabajo. Usted tenía que hacerlo, y lo
hizo. Pero esa educación solo era necesaria para ésta vida. El estudio
de la Palabra de Dios, es para su vida eterna. ¡Lo que está en juego es
mucho más alto!
Para combatir influencias espirituales
incorrectas, usted necesita ponerse “La armadura de Dios”
(Efesios 6:11-17) —la
cual lo equipará para su lucha espiritual diaria contra Satanás, el mundo, y su
propia naturaleza humana. Al menos tres de esas piezas de la “Armadura
Espiritual”
son requeridas a través del estudio de la Biblia: el “ceñir
nuestros lomos con la verdad” (Juan 17:17), la “preparación
del evangelio de paz”
(Marcos 1:14), y la “espada
del Espíritu, la cual es la palabra de Dios” (Hebreos 4:12).
Como ya ha visto, el estudio de la Biblia es
una herramienta clave, para el crecimiento espiritual (I Pedro 2:1-2; II
Pedro 3:18). Usted crece en gracia, al ir creciendo también en el conocimiento
de Cristo, de Sus enseñanzas, y del ejemplo que Él dejó—y después,
siguiendo Su ejemplo. (Para instrucciones en cómo estudiar la Biblia,
vea “Catorce
reglas para estudio bíblico” en la página de internet de la Iglesia de
Dios Cristiana y Bíblica, www.iglesiadedioscristianaybiblica.org).
Evitando el engaño
En esto tiempos problemáticos, usted necesita
estar bien cimentado en la Palabra de Dios para poder discernir a los verdaderos
maestros, de los falsos maestros—y para no dejarse guiar por falsos
maestros (Efesios 4:14-15). Solo usted es responsable de conocer la
Biblia lo suficiente, para determinar si alguna enseñanza es “de
Dios” (I
Juan 4:1).
De
hecho, el dejar que otros estudien, y piensen por usted es un grave error.
Usted es advertido una, y otra vez, que no se deje engañar. Cristo advirtió
acerca de los falsos maestros en Mateo 24:4-5. Pablo le advierte que no deje
ser “llevado
por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que, para
engañar, emplean con astucia los artificios del error”
(Efesios 4:14 VRV). La Palabra de Dios, nos advierte repetidamente que hay
engañadores allá afuera. Satanás no se ha tomado ningunas vacaciones, ¡y está
muy ocupado!
Pablo
dice que los ministros de Satanás, se muestran como ministros de luz. “Porque tales son falsos apóstoles—trabajadores engañosos que están transformándose a sí mismos en apóstoles
de Cristo. Y no es de maravillarse, porque Satanás mismo se transforma a
sí mismo en un ángel de luz. Por tanto, no es gran cosa si sus siervos
también se transforman a sí mismos en ministros de justicia—cuyo fin será de acuerdo a sus obras.” (II Corintios 11:13-15).
Ese
predicador simpático y carismático que vio en televisión, quien dijo muchas
cosas atractivas, podría ser uno de ellos. Muchos predicadores enseñan
deliberadamente, lo que creen que la gente quiere oír. Debemos juzgar, no por
su apariencia, su comportamiento, ni por si nos “gusta lo que
dicen,” sino
por su mensaje—si
está de acuerdo con las escrituras. Y usted solamente lo sabrá si está estudiando
la Biblia.
Para
evitar el engaño, usted debe estudiar la Biblia por sí mismo, y probar
qué es verdad, y qué no lo es. Usted está advertido específicamente a “probar
todas las cosas. A retener aquello que es bueno” (I
Tesalonicenses 5:21). Cualquier enseñanza que esté en conflicto con las
Escrituras, debe ser rechazada; usted debe tener cuidado de nunca “razonar
las Escrituras” para
continuar con una creencia privada. De hecho, las Escrituras no han de
ser “interpretadas” de
forma aislada. Dios ha inspirado Su Palabra, de manera que si un pasaje es difícil
de entender, sea interpretado por otras escrituras—no
por ideas humanas (II Pedro 1:20). No toda la historia sobre un tema
determinado, es encontrada en un solo lugar; más bien, es “aquí un poquito, allá un poquito” (Isaías
28:10-13). Es por esto que usted necesita estudiar toda la Biblia, y
aprender como “dividir correctamente” la Palabra de la verdad (II Timoteo 2:15).
¿Qué debe usted hacer ahora?
Tanto el profeta Isaías, como el apóstol Juan, nos advierten para poner
a prueba a todos los aspirantes a maestros religiosos por este criterio: “¡A la ley y al testimonio! [La Biblia] Si ellos no hablan de acuerdo a esta Palabra, es porque no hay
luz en ellos.” (Isaías 8:20). Este es uno de los pasajes más importantes en la
Palabra de Dios—así que márquelo bien. El no aplicar esta advertencia, ha llevado
a muchos a un peligroso engaño religioso. Juan advierte a los Cristianos, “Amados, no crean a todo espíritu, sino prueben los espíritus,
si son de Dios, porque muchos falsos profetas han salido al mundo” (I Juan 4:1). No tome la palabra de ninguno para ninguna
enseñanza religiosa— “pruébelo” para
asegurarse que es “de
acuerdo a ésta Palabra,” la
Biblia.
Pablo
escribió: “Estén en guardia para que nadie los tome cautivos a través de
filosofía y vano engaño, de acuerdo a las tradiciones de hombres, de
acuerdo a los elementos del mundo, y no de acuerdo a Cristo” (Colosenses 2:8). Esto es exactamente lo que están haciendo
muchos predicadores populares, una mezcla de pasajes bíblicos selectos, y
tradiciones filosóficas—las cuales terminan en conflicto con lo que realmente dice
la Biblia. De hecho, usted no puede profesar que adora a Dios “en verdad” mientras crea y practique un montón de tonterías filosóficas que
contradicen la Palabra de Dios. Sólo la Palabra de Dios—en su TOTALIDAD—es
la verdad (Juan 17:17). Usted debe desechar todas las tradiciones y enseñanzas,
que contradigan la Biblia—mientras aprende, cree, y obedece la Palabra de Dios, aplicándola
a su vida.
Algunos dirán, “No
puedo confiar en mí mismo para estudiar y entender la Biblia. Necesito a
alguien que la interprete por mí.” Es
verdad que usted no puede confiar en sí mismo para entender la
Biblia. Salomón nos advierte, “Confía
en el SEÑOR con todo tu corazón, y no te apoyes en tu propio entendimiento” (Proverbios 3:5). Usted necesita mirar hacia Dios—no hacia los hombres—para
ayudarle a entender las Escrituras. Pablo escribió, “Porque es obligatorio para aquel que viene a Dios creer que Él
existe, y que Él es un galardonador de aquellos que diligentemente Lo
buscan” (Hebreos 11:6). Usted necesita creer que Dios es real, y
que Él está listo para revelarse a Sí Mismo, a aquellos que verdaderamente quieren
conocerlo.
“Toda la Escritura es respirada por Dios y es útil para doctrina, para convicción,
para corrección, para instrucción en justicia” (II Timoteo 3:16). Si Dios puede inspirar la Biblia para ser
escrita, entonces, Él lo(a) puede inspirar a usted para que la entienda—si usted se lo pide. Cristo nos lo promete, “Porque todo el que pide recibe, y el que busca encuentra, y al que
golpee le será abierto.”
(Mateo 7:8). Y “verdaderamente les digo, cualquier cosa que pidieran al Padre en Mi
nombre, Él les dará.” (Juan 16:23).
Concerniente al Espíritu Santo, Jesús también dijo, “Sin embargo, cuando eso haya venido, el Espíritu de la verdad, los
guiará a toda verdad…” (Juan 16:13). Cristo promete, que Él, a través del Espíritu Santo, lo guiará en el estudio de
Su Palabra—la verdad (Juan 17:17). “Por tanto, Jesús le dijo a los judíos que habían creído en Él, “Si continúan en Mi Palabra, son verdaderamente Mis discípulos. Y
conocerán la verdad, y la verdad los liberará.” (Juan 8:31-32).
Como ya se mencionó, sin el Espíritu de Dios para darnos
entendimiento, ninguno de nosotros podría entender las enseñanzas de la Biblia
(I Corintios 2:9-14). Así, el estudio de la Biblia siempre debe de comenzar con
oración para entendimiento. Y noten la condición clave que Cristo
colocó en “conocer
la verdad”—“Si
continúan en Mi palabra”
Como
reconocer a los verdaderos ministros de Dios: Como se mencionó
anteriormente, los ministros de Satanás se disfrazan astutamente como “ministros
de justicia” (II
Corintios 11:13-15). De acuerdo con Judas, tales maestros falsos han
entrado en las Iglesias de Dios “sigilosamente” “pervirtiendo la gracia de nuestro Dios, convirtiéndola en
libertinaje, y están personalmente negando al único Señor Dios y a nuestro Señor
Jesucristo” (Judas 4). ¿Cómo puede usted discernir entre los ministros falsos
de Satanás, y los maestros que son siervos de Dios?
Obviamente, usted debe estar cerca de Dios el Padre y de
Jesucristo continuamente, a través de la oración, meditación, y el ayuno
ocasional. Usted debe estar profundamente cimentado en la Palabra de
Dios, y completamente familiarizado con las enseñanzas fundamentales de las
Escrituras. Un buen entendimiento de la Palabra de Dios, es su mejor defensa
contra los falsos maestros; es también a través del conocimiento de las
Escrituras, que usted reconocerá a los verdaderos maestros de Dios.
Un verdadero ministro de Dios, es aquel que “divide” correctamente, la Palabra de Dios (II Timoteo 2:15) —esto es, que es experto en manejar las Escrituras,
construyendo la doctrina línea por línea, precepto sobre precepto, y verdad
sobre verdad (ver Isaías 28:10). Al presentar doctrina, un verdadero ministro
de Dios utiliza todas las Escrituras, sobre un tema—nunca está “escogiendo y seleccionando” los
pasajes que parezcan apoyar cierto punto de vista. Un verdadero ministro de la
Palabra de Dios, deja que la Biblia se interprete a sí misma.
Noten lo que Pablo escribió, acerca del ministerio de los apóstoles:
“Por tanto, teniendo este ministerio [dado
por Dios], de acuerdo a como hemos recibido misericordia, no somos pusilánimes.
Porque hemos renunciado personalmente a las cosas escondidas de ganancia
deshonesta, no caminando en mañosa astucia, ni manipulando la Palabra de
Dios engañosamente [como hacen los ministros de Satanás]; sino por manifestación de la verdad [El uso correcto de las escrituras], nos estamos encomendando nosotros mismos a toda conciencia de
hombre delante de Dios.” (II Corintios 4:1-2). A diferencia de falsos maestros, quienes
usan “las artimañas de hombres en astucia” (Efesios 4:14), los ministros verdaderos de Dios, simplemente
enseñan la Palabra de Dios—entendiendo
que sólo la Escritura misma es “respirada
por Dios y es útil para doctrina, para convicción, para corrección, para
instrucción en justicia; para que el hombre de Dios pueda ser completo,
totalmente equipado para toda buena obra.” (II
Timoteo 3:16-17). Ellos enseñan las Escrituras abiertamente, dejando que la
palabra de Dios hable por sí misma.
Tal y como advirtió Pablo a los Colosenses, los falsos maestros
usan engaños con sutileza, para ganar seguidores. “Entonces esto digo para que nadie pueda engañarlos con palabras
persuasivas… Estén en guardia para que nadie los tome cautivos a través de filosofía y vano engaño, de
acuerdo a las tradiciones de hombres, de acuerdo a los elementos del mundo, y
no de acuerdo a Cristo” (Colosenses 2:4, 8). ¡Ahí está la clave! Un verdadero ministro
y siervo de Dios, siempre va a enseñar “de
acuerdo con Cristo”—exactamente en acuerdo, con lo que
Cristo
mismo enseñó.
Pablo
instruyó a Tito, un compañero ministro, a resistir falsas enseñanzas y a
refutarlas con sana doctrina—de acuerdo con
las enseñanzas de Cristo. Él escribió, que un verdadero ministro de Dios debe
estar “Sosteniéndose firmemente a la palabra fiel, de acuerdo a las
enseñanzas de Jesucristo, para que pueda ser capaz de animar con
sana doctrina y condenar a aquellos que contradicen” (Tito 1:9). Pablo también advirtió a Timoteo: “Si cualquiera enseña cualquier doctrina diferente [de lo que fue enseñado originalmente], y no se adhiere a palabras sanas, aquellas de
nuestro Señor Jesucristo, y a la doctrina que es de acuerdo a
la piedad, él es un orgulloso y no sabe nada. Más bien, tiene una
morbosa atracción a cuestiones y discusiones sobre palabras, de las cuales
vienen envidias, argumentos, blasfemias, sospechas malignas, vanos
razonamientos de hombres que han sido corrompidos en sus mentes y están
destituidos de la verdad—hombres que
creen que ganancia es piedad. De tales retírate tú mismo.” (I Timoteo 6:3-5).
De hecho, es como Cristo dijo, “Si
continúan en Mi Palabra, son verdaderamente Mis discípulos” (Juan 8:31). Esto aplica igualmente a los ministros—y los verdaderos ministros de Dios, enseñan solamente de
acuerdo con la Palabra de Cristo.
Los verdaderos maestros, siervos de Dios, aman genuinamente a Dios
y a Su Palabra. A diferencia de “asalariados” quienes solo buscan posición, poder, y la alabanza de los
hombres, los ministros de Dios enseñan Su Palabra porque Dios los ha llamado
a tal posición, y porque les ha dado el don de enseñar (Efesios 4:11).
Hay un amor genuino hacia el pueblo de Dios, un deseo de servir y de dar. Un
verdadero siervo de Dios nunca asume el rol de maestro presuntuosamente; más
bien, Dios pone a Sus ministros escogidos, en tales posiciones de servicio.
También, un verdadero ministro de Dios predicará la verdad de Dios
fielmente, inclusive ante el riesgo de pérdida personal, y de privaciones.
Cuando se trata de discernir entre los falsos ministros de Satanás,
y los verdaderos ministros de Dios, el consejo de Cristo en Mateo 7:15-20 es
muy profundo. “Pero tengan cuidado de los falsos profetas [maestros, ministros] quienes vienen a
ustedes [engañosamente] en ropa de oveja porque por
dentro ellos son lobos rapaces. [¿Cómo
los conocerán?] Los conocerán por sus frutos. Ellos no reúnen uvas de espinos, o higos de cardos, ¿o sí? En la
misma forma, todo buen árbol [ministro] produce buen fruto, pero un árbol corrupto [ministro
falso] produce fruto malo. Un buen árbol no puede producir fruto malo, ni
puede un árbol corrupto producir buen fruto. Todo árbol que no esté
produciendo buen fruto es cortado y echado dentro del fuego. Por tanto, seguramente
los conocerán por sus frutos.”
Examine el fruto producido por alguien
que viene como ministro de Dios. Si es de Dios, el fruto será bueno. Así como
Pablo amonestó a los Tesalonicenses, ustedes deben de “probar [poner a prueba] todas las cosas” (I Tesalonicenses 5:21). Para ver si son de Dios; ustedes tienen
que “probar los espíritus, si son de Dios” (I Juan 4:1). Usted debe seguir el ejemplo excelente de los de
Berea, quienes fueron elogiados por haber escudriñado las Escrituras
diligentemente, para ver si las enseñanzas de Pablo, eran de Dios. “Estos [Judíos en Berea] eran más nobles que aquellos [Judíos
no creyentes] en Tesalónica, porque recibieron la Palabra [Enseñada por Pablo] con toda disposición
de mente y examinaron las Escrituras diariamente para ver
si estas cosas [Enseñadas por Pablo] eran así.” (Hechos 17:11). Éstos de Berea tenían una “mente preparada”—ellos
no aceptaban a ciegas, lo que Pablo enseñaba, ni tampoco rechazaron
temerariamente lo que Pablo les trataba de decir. Sino más bien, ellos examinaron
las Escrituras cuidadosamente, para probar por ellos mismos, que Pablo de
hecho les estaba enseñando el verdadero mensaje de Dios concerniente a Cristo.
De igual manera, usted debe buscar y examinar diligentemente
las Escrituras, para poder discernir la verdadera doctrina, de la falsa
doctrina, a los verdaderos maestros, de los falsos maestros. También recuerde,
que Dios le ha dado a usted de Su Espíritu Santo, el Espíritu de Verdad, para
ayudarlo a discernir lo verdadero de lo falso. “Y Yo pediré al Padre, y Él les dará otro Consolador, para
que eso pueda estar con ustedes a través de los siglos: El Espíritu de la verdad,
el cual el mundo no puede recibir porque no lo percibe, ni lo conoce; pero
ustedes lo conocen porque vive con ustedes, y estará dentro de ustedes... [Pero] cuando el Consolador venga, el Espíritu Santo, el cual el Padre
enviará en Mi nombre, ese les enseñará todas las cosas, y les traerá a
su memoria todas las cosas que les he dicho.”
(Juan 14:16-17, 26).
De nuevo, el estándar por el cual usted ha de “probar los espíritus” y “probar todas las cosas” es
la mismísima Palabra de Dios. De hecho la “prueba
ácida” es dada por el profeta Isaías: “¡A la ley y al testimonio! Si ellos [aquellos
quienes vienen como ministros] no hablan de acuerdo a
esta Palabra [ambos el Antiguo y Nuevo Testamento], es porque
no hay luz en ellos.”
(Isaías 8:20).
Meditación
En el sentido bíblico, el “meditar” significa esencialmente “pensar.” En el mundo, el término tienen casi un significado opuesto:
“no pensar”—vaciar su mente de todo pensamiento
consciente, de manera que esté repitiendo sin fin, alguna especie de “mantra.” Casi en todos los lugares en las Escrituras, donde se usa la
palabra meditar, se refiere a estar pensando en Dios, en Sus
caminos, o en Su Palabra (Salmo 1:2; 119:97; etc.). Nunca se refiere a
vaciar su mente de todo pensamiento. Tenga cuidado de cualquier sistema de “meditación” que lo advoque a vaciar su mente de todo pensamiento consciente.
Eso lo podría exponer a influencias espirituales satánicas. Siempre pídale a
Dios que guíe su meditación.
La mejor meditación suele suceder durante el Estudio de la Biblia
en oración. Básicamente, usted está pensando en lo que está leyendo, pidiéndole
a Dios que le ayude a entender, y a asimilar el significado de la escritura en
su mente y en su corazón. Por ejemplo, uno puede meditar en cómo
podría ser algún aspecto particular de la vida, durante el reinado milenial de
Cristo—o cómo
se podría resolver algún problema humano en particular—mientras
estudia sobre profecía. Tal meditación, frecuentemente provee intelecto en cómo
la Palabra de Dios y Sus leyes, pueden ser aplicadas hoy en día.
El
control de sus pensamientos, es el meollo de su guerra espiritual con
Satanás. A excepción de cuando usted está haciendo algo que temporalmente
requiera de su total atención y concentración, su mente puede perderse en un
sinnúmero de ideas, fantasías, o imaginaciones. La pregunta es ¿Son tales ideas
sanas, valiosas y piadosas? Satanás intentará cualquier cosa para poner el “pie
en la puerta” de
su mente. La meditación, en los términos de Dios, puede ser una herramienta muy
efectiva, para librar su mente del pensamiento carnal. Para sacar aire
de un vaso, usted necesita llenarlo con algo, como agua; para sacar
pensamientos equivocados de su mente, usted necesita poner activamente,
pensamientos correctos. De esta manera, usted puede aprender a “traer a cautividad todo pensamiento a la obediencia de
Cristo” (II Corintios 10:15).
Es
altamente benéfico, separar un tiempo específico para “solo
meditar”—aunque
usted debería tener algún tema en mente, para que sus pensamientos no anden vagando
sin rumbo. Tal vez tenga una pregunta en particular, o un problema personal que
usted necesita resolver. La meditación en oración, puede guiarlo en el camino
hacia una solución inspirada por Dios.
Si
usted despierta durante la noche, la meditación en oración, puede ayudarlo a
dormir. David recontó en numerosos salmos, como él meditaba en Dios, y en Sus
leyes, sobre su cama. Del hombre justo, David dice, “Sino que su deleite está en la ley del SEÑOR; y en Su ley medita día
y noche”
(Salmo 1:2). El añade, “Mi alma estará satisfecha
como con medula y grosura; y mi boca Te alabará con labios gozosos. Cuando Te
recuerde sobre mi cama y medite en Ti en las vigilias nocturnas.” (Salmo 63:5-6). “He
recordado Tu nombre, Oh SEÑOR, en la noche… Mis
ojos anticipan a las vigilias nocturnas, para que pueda meditar en Tu Palabra”
(Salmo 119:55,148). Noten que David siempre estaba meditando en un tema
particular. Recuerde, la meditación espiritual, siempre es sobre algo que pertenece a Dios o a Su Palabra.
El Ayuno
El profeta Isaías describe ambas motivaciones, buenas y malas,
para ayunar (Isaías 58:1-10). Los hombres de Dios en la Biblia, ayunaban cuando
querían acercarse a Dios – especialmente cuando estaban en cierta tribulación o prueba. Moisés,
Daniel, y Jesucristo, dejaron ejemplos de cómo, y cuándo ayunar. (Éxodo 34:28;
Daniel 9:3; 10:3; Mateo 4:2).
Ayunar también puede ayudarle en su arrepentimiento ante Dios.
Como parte de su arrepentimiento, David ayunó después de que el
profeta Natán lo confrontó por su pecado con Betsabé, y la orquestación de la
muerte del esposo de ella (II Samuel 12:1-20). El Salmo 51, escrito por David,
tiene la reputación de ser parte de su oración hacia Dios durante este ayuno.
Un
ayuno espiritual, involucra abstinencia de ambos, comida y bebida. Las primeras
veces que usted ayuna, es mejor no ayunar por más de un día entero. Cualquiera
que tenga una condición médica seria, debe de tener precaución, y tal vez
ayunar por períodos de tiempo más cortos. Es preferible, apartar una porción
larga del ayuno para orar, para estudiar la Biblia, y para meditar. El propósito
principal del ayuno es humillarse usted mismo ante Dios, y pedirle que
le ayude a crecer en una actitud santa y obediente hacia Él. Si usted (o
alguien cercano a usted) están teniendo un problema o tribulación serio, el
ayunar humildemente ante Dios, puede ayudar a que sus oraciones sean más
efectivas.
Es
importante que recuerde que su propósito para ayunar, no debe ser “querer
que Dios le cumpla sus deseos”—sino pedirle que le muestre Su
voluntad, y que después le de la fuerza para seguir Su voluntad. Si el
problema requiere de la intervención de Dios en favor suyo, usted puede pedir
esa intervención en una actitud sumisa y humilde—pero nunca
demandar nada de Dios.
Conviviendo el Sábado—Con
Dios y los hermanos
A
diferencia de aquellos “del
mundo”
quienes están atrapados en las festividades paganas del ocultismo—como
Halloween, Navidad, Pascuas, etc. —la vida del
verdadero cristiano, gira alrededor del sábado semanal, y los días Santos de
Dios. Los sábados semanales, y anuales, reflejan el mismísimo plan de Dios—sirven
como “puntos
focales” para
aquellos quienes buscan seguir a Dios. Por otra parte, Dios le dio el sábado al
hombre, con el propósito de convivir con Él. (Génesis 2:1-3; Éxodo
20:8-11; 31:13-17). Es a través de esta convivencia, que usted llega a conocer
a Dios en una manera sumamente personal. Noten lo que escribió el Apóstol Juan,
concerniente a este aspecto vital de la vida Cristiana: “Eso que hemos visto y hemos oído estamos reportándoles para que
también puedan tener compañerismo con nosotros; porque el compañerismo—ciertamente, nuestro compañerismo—es con el Padre y con Su propio
Hijo, Jesucristo. Estas cosas también estamos
escribiéndoles, para que su gozo pueda ser completamente pleno.” (I Juan 1:3-4). Ésta convivencia con Dios es especialmente
importante en el día sábado. La verdad es, que usted no puede tener una relación
íntima y creciente con Dios el Padre y Jesucristo, sin esta convivencia en el Sábado.
Hablando a través del profeta Isaías, Dios tiene esto que decir
acerca de la importancia del Sábado: “Si
alejan su pie de [pisotear] el Sábado, de
hacer sus propios deseos en Mi día santo, y llaman al Sábado una delicia, el
santo del SEÑOR, honorable; y lo honran a Él, no haciendo sus propios
caminos, ni buscando sus propios deseos, ni hablando sus propias
palabras, Entonces se deleitarán en el SEÑOR; y Yo haré que monten sobre
los lugares altos de la tierra, y se alimenten con la herencia de Jacob su
padre, porque la boca del SEÑOR lo ha hablado.” (Isaías 58:13-14). El Sábado—como
ningún otro día—provee una oportunidad especial para acercarse a Dios el Padre y a
Jesucristo. Así como la palabra de Dios es viva (Hebreos 4:12), el Sábado
también está vivo espiritualmente, por así decirlo. A través del Espíritu
Santo, Dios está singularmente presente en el día Sábado.
De hecho, su convivencia en el Sábado y los días santos con Dios, ¡es
la clave para su vida eterna! Si usted es realmente llamado y convertido
por Dios, si usted posee y está siendo guiado por El Espíritu Santo de
Dios, entonces usted le pertenece a Él—“Sin
embargo, ustedes no están en la carne, sino en el Espíritu, si el Espíritu de Dios
está ciertamente viviendo dentro de ustedes. Pero si cualquiera no tiene el
Espíritu de Cristo, no pertenece a Él. Porque tantos como son guiados por el
Espíritu de Dios, esos son los hijos de Dios.” (Romanos 8:9,14). Como un hijo o hija guiado por el espíritu de
Dios, usted tiene un hambre profunda por la Palabra de Dios. Usted también
está hambriento de una relación íntima con Dios el Padre y con
Jesucristo en el día Sábado. Y tal convivencia sólo es posible a través
de la morada del Espíritu de Dios. El vivir el camino de vida de Dios a
través del Espíritu Santo, el vivir en el amor de Dios, el convivir con
Dios y con hermanos guiados por el Espíritu—son
las verdaderas claves para la vida eterna.
Jesús declaró, que Él es el Señor del Sábado; y Él lo observó como
nuestro ejemplo, atendiendo regularmente a los servicios en la sinagoga
(Lucas 4:16; Marcos 2:28). Los servicios del Sábado, proveen una oportunidad
clave para ser alimentados espiritualmente, a través de escuchar la
Palabra de Dios (Romanos 8:14-17) —y el
Sábado es un tiempo maravilloso para convivir con nuestros hermanos
espirituales. De hecho, el convivir con otros creyentes verdaderos en el Sábado,
es absolutamente vital—y mejorará en gran manera su crecimiento y desarrollo espiritual.
No hay mejor tiempo que el sábado para discutir sobre temas bíblicos con
aquellos que son de nuestro mismo pensamiento—“hierro
afilando hierro” (ver Proverbios 27:17). Y el compartir su vida con otros es de
lo que trata el amor piadoso. A través de la convivencia y
la comunicación con otros cristianos—especialmente
en el sábado—usted se vuelve más atento a las oportunidades para dar, servir, y
ayudar (Filipenses 2:4).
Hoy en día, la mayoría de la Iglesia de Dios está esparcida.
Muchos tienen pocas, o ninguna oportunidad para asistir a los servicios
organizados del Sábado, y deben guardar el día Sábado solos o en grupos pequeños.
Esto hace aún más importante el acercarnos unos a otros—el estar conscientes de las necesidades de los demás—el asegurarnos de que a nadie le falte convivencia en el Sábado.
Tenga en mente que cuando usted convive con aquellos que tienen el
Espíritu de Dios, usted también está conviviendo con Dios mismo (I Juan 1:3).
Cuando usted ayuda a otras personas, usted está ayudando a Cristo (Mateo
25:31-48). Usted está haciendo a los demás lo que le gustaría que le hicieran a
usted (Mateo 7:12). Al hacer esto usted está siguiendo el ejemplo mismo de
Cristo—y está
aprendiendo a ser más como Él.
Viviendo el camino de vida de Dios
Nosotros
hemos discutido sobre varias herramientas para el crecimiento espiritual,
tales como la oración y el Estudio de la Biblia. Sin embargo, todos sus
esfuerzos para establecer un fundamento de fe al aprender acerca de Dios
pueden ser derrotados si usted olvida a Dios en su vida diaria, y
simplemente vive como siempre lo ha hecho. A medida que usted crece en el
conocimiento de los caminos de Dios, usted necesita aplicar ese conocimiento
a su vida. Usted necesita vivir la vida de un verdadero cristiano,
motivado por el amor piadoso; usted debe estar dedicado a seguir el ejemplo de
Jesucristo en cada aspecto de su vida—en cada momento
de vigilia, en cada momento de decisión y elección. Usted necesita preguntarse
en oración, cómo Cristo, u otras personas en la Biblia manejarían varias
situaciones—y cuál
de las leyes de Dios aplicaría. Nunca olvide— ¡usted está en
entrenamiento para la vida eterna!
La
experiencia—la práctica—de
vivir por los estándars y preceptos de Dios, y el carácter construido al hacer
lo correcto en el momento correcto, mejorará su crecimiento espiritual y le
ayudará verdaderamente a ser más como Jesucristo y el Padre. Pablo escribe en I
Corintios 3:11-15 acerca de edificar sobre el fundamento de Jesucristo
(el conocimiento de Él, de Sus enseñanzas, y Su ejemplo): “Porque nadie es capaz de colocar ningún otro fundamento además de
ese que ha sido colocado, el cual es Jesucristo. Entonces si cualquiera
edifica sobre este fundamento oro, plata, piedras preciosas, madera, heno o
rastrojo, la obra de cada uno será manifestada; porque el día de prueba
la declarará, porque será revelada por fuego; y el fuego probará que
clase de obra es la de cada uno. Si la obra de cualquiera es quemada,
sufrirá perdida; pero él mismo será salvo, sin embargo a través de fuego.” A medida que usted viva diligentemente por el ejemplo
de Cristo, su fundamento se irá solidificando—así como también se irá fortaleciendo la superestructura que usted
construya sobre éste.
Jesús
dijo, “Si continúan en Mi Palabra, son verdaderamente Mis discípulos.”
(Juan 8:31). ¿A qué se refería Jesús acerca de “si continúan en mi palabra”?
Aquel que oye las palabras de Dios, y las pone en práctica, Cristo lo
compara con un hombre sabio (ver Mateo 7:24-27). Usted “continúa” en Su Palabra, al aplicarla en su vida. La clave para
entender la Palabra de Dios es obediencia—porque Dios da Su Espíritu sólo a aquellos que le obedecen (Hechos
5:32). Si
su corazón está dispuesto a obedecer, Él promete darle la guía de Su Espíritu,
y del entendimiento de Su Palabra. Recuerde, los hacedores de la Ley,
serán justos ante Dios (Romanos 2:13).
Hay
una historia de un músico, quien un día estaba caminando por la calle en Nueva
York, cuando de repente un auto se detuvo a su lado y alguien exclamó, “¿Cómo
llego a Carnegie Hall?” El músico
contestó, “Practica,
practica, practica.”
Para
el músico, la única manera de llegar a ser lo suficientemente bueno para tocar
en Carnegie Hall era practicar constantemente. Para el cristiano, la única
manera de llegar a ser como Cristo y eventualmente alcanzar Su reino, es el practicar
el camino de vida de Dios constantemente—la manera en que
Cristo vivió como nuestro ejemplo.
Un
aspirante a ser pianista, mientas se prepara para tocar una pieza de música
nueva, puede encontrarse con un pasaje que no puede tocar lo suficientemente
bien para la presentación. Podría ser que tenga que practicar esa parte
lentamente al principio, para poder tocarla correctamente. Pero al estar
tocando el pasaje una, y otra, y otra vez, gradualmente tendrá la capacidad
para tocarla con el tiempo adecuado—mientras retiene
ambos la precisión, y la suavidad para un buen desempeño.
Los
investigadores en neurología, han encontrado que cada vez que una persona
repite un movimiento habilidoso—tales como el aprendizaje de una
habilidad musical—las vías
neurológicas involucradas se mejoran. Después de varias repeticiones, las vías
son notablemente más gruesas, dejando que la señal viaje con mayor facilidad.
Eventualmente, la acción se vuelve virtualmente automática.
Para
ser un buen músico, usted necesita practicar, hasta que se vuelva automático.
Para ser como Dios, usted debe practicar la piedad, hasta que se vuelva
automática. Pablo dice que nosotros podemos aprender mucho sobre Dios y la
manera en que Él trabaja por medio de Su creación física (Romanos
1:20). ¿Será posible que cada vez que tomamos una decisión para obedecer una de
las leyes, o preceptos de Dios, hacemos crecer nuestras “vías
nerviosas”
espirituales, y nos volvemos hábiles en ser piadosos—poniéndonos
la mismísima naturaleza de Dios?
El
seguir los preceptos y leyes de Dios—y el ejemplo
perfecto de Cristo—le
aseguran que usted está practicando la piedad. En última instancia,
usted será como aquellos “quienes a través de repetida práctica han tenido sus
sentidos [mente y pensamientos] entrenados para discernir entre bien y mal.” (Hebreos 5:14).
Conclusión
Continuando hacia la Perfección
Usted
es salvo por gracia—no por ninguna obra que haya podido
hacer o que hará. Se espera que usted tome esa gracia, gratuitamente dada por
Dios, y que crezca espiritualmente, en preparación para Su reino. Usted
crece cada vez en semejanza a Dios el Padre, y a Jesucristo, a través de la
oración regular, el estudio de la Biblia, la meditación, y el ayuno ocasional;
usted crece por medio de la convivencia, y del servicio con los compañeros
cristianos; usted crece, al ser instruido por los verdaderos maestros, siervos
de Dios—posteriormente,
viviendo de acuerdo a lo que aprende. Esto involucra
deshacerse de sus caminos pecaminosos humanos, y aprender a vivir a la manera
de Dios. Significa cambiar sus prioridades, para que buscar el Reino de Dios, y
el parecerse más a Él, sea más importante para usted que cualquier otra cosa
en la vida (Mateo 6:33).
Pero
Dios nunca prometió que sería sencillo—al contrario.
Acerca de vivir en este mundo sin Dios, Jesús dijo, “Estas cosas les he hablado, para que en Mí puedan tener paz. En
el mundo tendrán tribulación [angustia, dificultades,
problemas] ¡Pero sean valientes! Yo he vencido al mundo.” (Juan 16:33). Y así como Cristo venció, nosotros también podemos
vencer. “Ustedes son de Dios, pequeños hijos, y
los han vencido… porque más grande es Quien está
en ustedes [Cristo] que aquel que está en
el mundo [Satanás].” (I Juan 4:4).
Usted también es instruido, que en esta vida, usted va a tener
diversas pruebas para probar y perfeccionar su fe—y para enseñarle a depender de Dios para ayudarle. Pedro
tiene mucho que decir acerca de este aspecto necesario de su llamamiento: “Amados, no estén sorprendidos en la prueba feroz entre ustedes la
cual está teniendo lugar para probarlos, como si alguna cosa extraña estuviera
pasándoles. Pero al grado que ustedes tienen una parte en los sufrimientos de
Cristo, alégrense; para que, en la revelación de Su gloria, ustedes puedan
también alegrarse excesivamente.” (I Pedro 4:12-13). De hecho, usted es llamado para que su fe y su
compromiso sean probados— “porque Cristo también sufrió por nosotros, dejándonos un ejemplo,
que deberían seguir en Sus pasos” (I
Pedro 2:21). Es a través de tal tribulación y prueba, que Dios probará su fe: “En esto ustedes mismos se alegran grandemente; aunque por el
momento, si es necesario, están en aflicción por un rato sometidos a varias
pruebas; para que la prueba de su fe, la cual es mucho más preciosa que el
oro que perece, aunque está siendo probada por fuego, pueda ser encontrada
hacia alabanza y honor y gloria en la revelación de Jesucristo” (I
Pedro 1:6-7).
Pero la Palabra de Dios también promete que, “No ha venido sobre ustedes ninguna tentación [o tribulación] excepto lo
que es común para la humanidad. Porque Dios, Quien es fiel,
no les permitirá ser tentados más allá de lo que son capaces de soportar;
sino que con la tentación [o tribulación],
Él hará un camino de escape, para que puedan ser capaces de soportarla.” (I Corintios 10:13). Como el rey David de antaño,
usted debe de aprender a confiar en Dios para ayuda y liberación clamando, “Se graciable a mí. Oh Dios, se graciable a mí; porque mi alma confía
en Ti; sí, en la sombra de Tus alas haré mi refugio hasta que estos grandes
problemas pasen.”
(Salmo 57:1). Usted, al igual que David, debe de aprender a decir “Pero Yo cantaré de tu poder; sí, cantaré en voz alta de Tu
misericordia en la mañana; por cuanto Tú has sido mi fortaleza y refugio en
el día de mi angustia” (Salmo 59:16).
Tales tribulaciones y pruebas, son parte de lo que Pablo llama, continuar
hacia la “perfección”
(Hebreos 6:1). Cristo mismo nos advirtió por adelantado de este proceso: “Yo
soy la vid verdadera, y mi Padre es el labrador. Él quita cada rama en Mí que no lleva fruto; y limpia cada
una [poda] que lleva fruto, para que
pueda llevar más fruto… En
esto es Mi Padre glorificado, en que lleven mucho fruto”
(Juan 15:1-2,8). ¿Qué tipo de fruto es el que Dios desea? “Pero
el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, amabilidad, bondad, fe,
mansedumbre, autocontrol; contra tales cosas no hay ley.” (Gálatas
5:22-23).
La verdadera clave para continuar hacia la perfección, es
una relación íntima, y creciente con Dios el Padre, y Jesucristo. Esto requiere
de un profundo estudio personal de la Biblia, oración de corazón, meditación
enfocada, ayuno, y obediencia. Noten lo que escribió el Apóstol Juan,
concerniente a nuestra relación espiritual con Dios: “Eso que hemos visto y hemos oído estamos reportándoles para que
también puedan tener compañerismo con nosotros; porque el compañerismo—ciertamente, nuestro compañerismo—es con el Padre y con Su propio
Hijo, Jesucristo.” (I
Juan 1:3). Cristo, en lo que fue una de Sus últimas oraciones antes de morir,
expresó este compañerismo de otra manera. Él oró para que “Para que todos ellos [los que Dios ha llamado a
través de las edades] puedan ser uno; así como Tú,
Padre, estas en Mí, y Yo en Ti; que ellos también puedan ser uno en
Nosotros, para que el mundo pueda creer que Tú sí Me enviaste. Y Yo les he
dado la gloria que Me diste, para que puedan ser uno, en la misma forma que
Nosotros somos uno: Yo en ellos, y Tú en Mí, para que puedan ser
perfeccionados en uno; y que el mundo pueda saber que Tú sí me enviaste, y
que los has amado como Me has amado.” (Juan 17:21-23). Es así como llegamos a ser “perfectos, incluso como su Padre que está en el cielo es
perfecto.” (Mateo 5:48).
Dios tiene una herencia fantástica y asombrosa, esperando a todos
los santos al retorno de Jesucristo. Él dice, “Y he aquí, Yo vengo prontamente; y Mi recompensa está Conmigo, para
hacer a cada uno de acuerdo a como será su obra.” (Apocalipsis 22:12). Nosotros somos “herederos de Dios y coherederos con Cristo” (Romanos 8:17). Él tiene una asignación importante para cada uno
de nosotros—para usted personalmente—en Su gobierno venidero. “Y el
reino y dominio, y la grandeza del reino bajo todo el cielo, será dado al
pueblo de los santos del Altísimo…” (Daniel 7:27). “[Y] y vivieron y reinaron con Cristo mil años.” (Apocalipsis 20:4).
¿Es esta promesa lo suficientemente importante, para que usted
busque a Dios, Su amor, y el crecimiento que Él quiere que tenga en
preparación para ese cargo, diligentemente? Por favor, dese cuenta de que usted
puede “hacer todas las cosa en Cristo”
(Filipenses 4:13). Ahora es el tiempo para aceptar la gracia otorgada por Dios gratuitamente y crecer en ella. Ahora es
el tiempo para ser diligentes en el negocio de trabajar con Dios, para
hacer crecer a “Cristo en usted.”